DEIDADES DE BABILONIA.
Después de la muerte de Nemrod los babilonios estarían razonablemente inclinados a mantenerle en alta estima como el fundador, edificador y primer rey de su ciudad, además de como organizador del imperio babilonio original. Según la tradición, Nemrod sufrió una muerte violenta. Aunque no hay registro de que Nemrod fuese adorado bajo dicho nombre, algunos eruditos creen que su muerte se conmemoraba por medio del acto anual de ‘llorar por Tamuz’. (Eze. 8:14.) También, el que el dios Marduk fuera considerado fundador de Babilonia puede ser indicación de que representaba nada menos que al deificado Nemrod. Así, en cuanto a la identificación de Nemrod, The International Standard Bible Encyclopredia (vol. 4, pág. 2.147) dice: “La correspondencia más aceptable es con Marduk, el dios principal de Babilonia, probablemente su fundador histórico, así como Asur, el dios de Asiria, aparece [...] [Gén. 10:11] como el fundador del imperio asirio”.
Marduk, dios supremo nacional de los babilonios, con su dragón Mušḫuššu.
Si Nemrod fue realmente el primer hombre deificado después del Diluvio, habría llegado a ser considerado como el “padre de los dioses” según la religión babilonia. De manera que su madre hubiera llegado a ser “la madre de dios” o la “madre de los dioses”. El padre de Nemrod, Cus, aunque probablemente no recibió una posición de gran prominencia, bien puede que haya llegado a ser el tercer miembro de una tríada compuesta por Cus, su esposa y su hijo Nemrod, aunque adorados bajo diferentes nombres. Como el padre por lo visto quedaba en una posición relegada, de ahí probablemente surgió la adoración de la madre y el hijo. Esta posibilidad recibe apoyo en el concepto trinitario tan ampliamente extendido, la adoración de una diosa madre y su hijo, y el papel inferior que se le otorga al dios padre en los mitos antiguos. Con el transcurso del tiempo, la cantidad de dioses del primer imperio babilonio empezó a multiplicarse. El panteón llegó a tener varias tríadas de dioses o deidades. Una de tales tríadas estaba compuesta por: Anu, el dios del cielo; Enlil, el dios de la Tierra, el aire y la tormenta; y Ea, el dios que presidía sobre las aguas. Otra tríada era la del dios-luna Sin, el dios-sol Shamash y la diosa de la fertilidad Istar, quien era la amante o consorte de Tamuz. Los babilonios tenían incluso tríadas de diablos, tal como la tríada de Labartu, Labasu y Akhazu. Además, llegó a ser prominente la adoración de cuerpos celestes (Isa. 47:13), y se asociaban diversos planetas con ciertas deidades. El planeta Júpiter se identificaba con el principal dios de Babilonia: Marduk; Venus, con Istar, diosa del amor y la fertilidad; Saturno, con Ninurta, dios de la guerra y la caza y el patrón de la agricultura; Mercurio, con Nebo, dios de la sabiduría y la agricultura; Marte, con Nergal, dios de la guerra y la pestilencia y el señor del mundo de los muertos.
Según este mito, antes de que el cielo y la tierra existiesen (literalmente, “tuviesen nombre”, cf. I:1-2), la diosa del agua salada Tiamat y su esposo Apsu, el dios del agua dulce, engendraron una familia de dioses, entre otros Laḫmu y Laḫamu, Anshar y Kisar (I:10-12). Anshar y Kisar engendrarían a Anu (I:14); Anu, a su vez, engendraría a Ea, también conocido como Nudimmud o Enki (I:16), el cual superaría a sus padres y no tendría rival entre los dioses (I:20). Muchos de estos nuevos dioses, con sus gritos y sus danzas, comenzaron a causar disgusto a los dos dioses primigenios, pero especialmente a Apsu (I:21-28). Así pues, Apsu planeó acabar con estos, y así se lo expuso a Tiamat. Su esposa se lamentó amargamente por esta decisión: “¿Cómo vamos a destruir a quienes hemos engendrado?” (I:29-46). Pero Apsu, animado por su hijo y asesor Mummu, decide llevar a cabo su funesto plan (I:47-54).
La resolución de Apsu llegó a oídos de los dioses, quienes se llenaron de espanto (I:55-57). Entonces Ea, mediante un encanto, hizo dormir a Apsu y lo mató (I:59-69), haciendo prisionero al asesor Mummu. Luego, sobre el cadáver de Apsu fundó su propio palacio, que se conocería con el mismo nombre de Apsu y allí descansó (I:71-77). En el palacio de Apsu Ea y su esposa Damkina concibieron a Marduk, también conocido como Beʿl o Señor (I:79-84). Marduk creció y se hizo fuerte, y su abuelo Anu, orgulloso de él, lo dotó de toda perfección (I:86-107).
Pasado un tiempo, Tiamat, resentida por la muerte de su esposo e incitada por algunos de los dioses, decidió tomar venganza por la muerte de su Apsu (I:108-125). Entonces preparó un pequeño pero temible ejército para acabar con los dioses rebeldes: hizo once monstruos, entre los que se citan una hidra, un dragón, un héroe peludo, un “gran día”, un perro salvaje, un hombre-escorpión, un demonio feroz, un hombre-pez y un hombre-toro (I:126-146). Además, tomó como esposo a su hijo Kingu y le encomendó la dirección del ejército, entregándole las tablillas del destino, la autoridad sobre todos los dioses: lo que dijese Kingu habría de cumplirse (I:147-162).
Cuando Ea tuvo conocimiento de los planes de Tiamat, se dirigió a su abuelo Ansar para informarlo:
Padre mío, Tiamat, nuestra madre, ha concebido odio hacia nosotros:
ha levantado un ejército en su furia salvaje
y todos los dioses se han pasado a su lado,
incluso los que vosotros engendrasteis toman partido por ella (II:11-14)
Apesadumbrado, Ansar respondió a su nieto:
“Hijo mío, tú provocaste la guerra,
asume la responsabilidad de lo que hiciste solo:
tú expusiste y mataste a Apsu.
En cuanto a Tiamat, a quien tú enfureciste, ¿quién es semejante a ella? (II:53-56).
Anu pidió a Ea que fuese adonde Tiamat para tratar de aplacarla mediante alguno de sus encantos, como había hecho con Apsu (II:77-78). Sin embargo, al acercarse a la diosa, Ea se dio cuenta de que sus encantos eran totalmente inocuos para ella (II:80-82;85-86). Vuelto a la presencia de su abuelo Ansar, Ea confesó su impotencia y le pidió que enviase a otro dios contra ella. Sin embargo, se mostró seguro de que Tiamat, aunque fuerte, no era invencible, pues “aunque el poder de una mujer sea muy grande, no iguala al de un hombre” (II:92). Ansar envió entonces a su hijo Anu (II:96-102), pero Anu corrió la misma suerte que Ea, y vuelto a Ansar pidió que enviase a otro dios contra la temible Tiamat (II:103-118).
Mientras Ansar estaba furioso por el fracaso de su hijo y su nieto, sin saber a quién enviar, Ea fue a visitar a su hijo Marduk, y le dijo:
Marduk, hazme caso y escucha a tu padre:
tú eres mi hijo, en quien me complazco.
Preséntate reverentemente ante Ansar
y habla, y toma tu puesto y aplácalo (II:131-134).
Marduk, entendiendo perfectamente a qué se refería su padre y ansioso por asumir este cometido, se presentó ante Ansar le dijo:
Yo iré y cumpliré tus deseos.
¿Qué varón se ha atrevido a mover guerra contra ti?
¿Y va Tiamat, una mujer, a atacarte con sus armas?
Padre, que nos concebiste, gózate y alégrate:
pronto pisotearás el cuello de Tiamat (II:142-148).
Ansar se alegró sobremanera ante el valor de su descendiente, y mandó reunir a los dioses para exponerles el plan de Marduk (III:1-10). Para ello envió a su asesor Kaka a los dioses Laḫmu y Laḫamu, quien narra lo sucedido: cómo Tiamat ha decidido hacer la guerra y cómo Ea y Anu han sido incapaces de detenerla (III:67-124). Consternados ante esta situación, “todos los dioses que decretan destinos” se reunieron en presencia de Ansar, celebraron un banquete y nombraron a Marduk vengador suyo (III:125-138). “Lo sentaron en el trono real: a la vista de sus padres, fue establecido como soberano” (IV:1-2). Para demostrar su poder, Marduk hizo desaparecer y aparecer una constelación con su sola palabra (IV:19-26), a la vista de lo cual los dioses se convencieron y aclamaron: “¡Marduk es rey!” (IV:28).
Marduk se preparó para la batalla: se fabricó un arco (IV:35), se ciñó la espada y tomó su garrote en la mano derecha (IV:36-37), obtuvo una red para recoger las entrañas de Tiamat (IV:41) y se hizo con los cuatro vientos y otros elementos de la tormenta (IV:42-49). Finalmente, preparó el carro para la batalla, tirado por cuatro caballos: destructor, inmisericorde, pisoteador y raudo (IV:50-54). Y así se fue al encuentro de Tiamat.
Aunque al inicio perdió el valor al contemplar las fauces de la terrible diosa y los trucos de Kingu (IV:65-70), pronto volvió en sí cuando Tiamat le lanzó su primer conjuro. Marduk arrojó contra ella la tormenta-inundación, reprochándole la crueldad para con sus hijos y sus acciones en pro de una guerra, y la retó, diciendo: “Cíñete tus armas, que tú y yo vamos a tomar posiciones y luchar” (IV:77-86). Furiosa por estas palabras, la diosa se abalanzó contra quien la retaba. Entonces Marduk la atrapó con su red y mandó contra ella los vientos, que Tiamat, abriendo la boca, engulló. Pero estando ella así, con la boca abierta y su vientre hinchado por los vientos, Marduk tiró contra ella una flecha que acertó en el vientre, desgarrándolo y derramando sus entrañas (IV:89-104). Muerta Tiamat, su ejército se dispersó, y Kingu fue hecho prisionero. Marduk le arrebató las tablillas del destino y las hizo suyas (IV:119-122).
Volviendo al cadáver de Tiamat, Marduk aplastó la cabeza con su maza y le cortó las venas (IV:128-132): la sangre, esparcida por el viento, llevó la noticia de la victoria a los demás dioses, y “el Señor (Marduk) descansó, analizando el cadáver para ver cómo lo iba a desmembrar de un modo adecuado” (IV:135). Ante todo, lo separó en dos partes como una concha (IV:137), y puso una de las mitades en el cielo, como un techo que no dejara que se escaparan las aguas que había encima (IV:138-140). Luego fijó las moradas de algunos de los dioses en el cielo (IV:141-146). Estableció las estaciones creando las estrellas y las constelaciones (V:1-11), los meses creando la luna (Nannar) e indicándole con precisión sus ciclos (V:12-36); asimismo creó el sol, las nubes a partir de cierta espuma procedente de Tiamat (V:47-49). Marduk creó también los vientos y las tormentas, pero se reservó para sí mismo disponer de ellos su discreción (V:50-52). Al abrir a Tiamat, había agua salada (los océanos), y de los ojos de la diosa muerta brotaron los ríos Tigris y Éufrates (V:54-55). Y así, con el cuerpo inerte de Tiamat Marduk siguió formando las montañas, los ríos y el resto del mundo (V:56-67). Terminado todo y habiendo establecido las leyes y decretos que regirían el ordenado funcionamiento del cielo y de la tierra, entregó las riendas de todo a su padre Ea (V.67-68).
Los dioses homenajearon y rindieron pleitesía a Marduk (V:77-116), que pasó de ser uno de los últimos dioses en ser engendrado a ser el Señor (Beʿl), como proclaron Lahmu y Lahamu: “Antes Marduk era nuestro hijo querido, ahora es vuestro rey: obedeced su mandato” (V:109-110). Al término de aquella celebración, Marduk anunció a la asamblea de los cielos que iba a construir su palacio como lugar de su reposo, y que llamaría al palacio Babilonia, recibiendo la aprobación de los demás dioses (V:119-158).
Marduk, entonces, comunicó a su padre Ea un nuevo plan:
Amasaré la sangre y haré que haya huesos. Crearé una criatura amable, 'hombre' se llamará.
Tendrá que estar al servicio de los demás, para que ellos vivan con cuidado.
Un dios habría de ser sacrificado para utilizar su sangre en la creación del hombre. Así, Marduk, a sugerencia de Ea, reunió a los dioses y les preguntó: “¿Quién instigó el conflicto? ¿Quién hizo rebelde a Tiamat y puso en marcha la guerra? Que sea entregado quien instigó el conflicto” (VI:23-25). Los dioses trajeron al antiguo consejero y esposo de Tiamat, Kingu, ante Ea y allí le dieron muerte (VI:31-32), y “de su sangre él (Ea) creó al hombre” (VI:33). Y a los hombres les fue asignado el servicio de los dioses para que ellos pudieran descansar (VI:34-38).
Terminada la creación del hombre, los Annunaki (los dioses hijos de Anu) decidieron levantar “un santuario de gran renombre” en honor a Marduk, un lugar para su reposo (VI:51). Marduk los animó a realizar su proyecto: “Construid Babilonia (Babel), la tarea que os habéis propuesto” (VI:57). Y los hijos de Anu hicieron ladrillos y construyeron la ciudad. La primera obra fue la construcción del templo de Marduk: el santuario Esagila en la cima del zigurat Etemenanki. Era una réplica del santuario celestial de Ea, el Apsu (VI:59-65). Luego, cada dios se hizo su propio santuario.
Terminadas las obras, Marduk reunió a todos los dioses en un banquete en el Esagila y proclamó: “Esta es Babilonia (Babel), vuestra morada asignada. ¡Complaceos aquí! ¡Sentaos con alegría!” (VI:72-73). En este contexto, Marduk confirmó las leyes que había establecido y se dividieron las tareas de los dioses. (VI:78-81). Anu tomó el arco de Marduk, con el que este había vencido a Tiamat, y, tras ponderarlo con palabras elevadas, lo fijó en el cielo junto con los otros elementos y lo hizo brillar (VI:82-91). Por último, los dioses entregaron a Marduk el reinado supremo: Anu puso un trono elevado para que se sentase Marduk, los dioses se comprometieron a obedecerle con juramento, y Ansar le dio el excelso nombre de Asaluhi (VI:92-101). Los dioses comenzaron entonces una larga oración exaltando a Marduk y recitando cada uno de sus cincuenta nombres (VI:121-VII:136). Por último, el mismo Ea, al escuchar esta letanía de nombres gloriosos de su hijo, proclamó: “¡Que se llame, como yo, Ea; que controle el conjunto de mis ritos; que administre todos mis decretos!” (VII:140.142).
Lahmu (Lakhmu) y Lahamu (Lakhamu) son dos gigantes de Babilonia y hermanos de la mitología mesopotámica, hijos de Apsu y Tiamat; normalmente se los conoce como «los melenudos» o «barbudos», o también como «los fangosos» y «los pensantes». Tenían tres pares de rizos y estaban desnudos excepto por una triple faja roja, y solían ser representados como una serpiente. Se dice que representaban al suelo (lodo), o al sedimento, de ahí “los fangosos”. Quizás fueron padres de Anshar y Kishar, horizontes del cielo y la tierra. Cuando Tiamat entregó las "Tablillas del Destino" a Kingu, intentando vengar la muerte de Apsu a manos de Enki (véase Enuma Elish), Anshar convocó a un concilio a los dioses más ancianos y envió a Kappa a traerlos para que ayudaran a Marduk, y ellos encontraron un lugar principesco para él. La función que tenían al servicio del dios Enki/Ea, era guardar el cerrojo de las puertas del E-Apsu o porteros de la morada o templo de Enki. Jamás son nombrados por separado.
MARDUK.
De ser una deidad agrícola regional, Marduk fue adquiriendo cada vez más importancia para la ciudad de Babilonia (y después para los imperios asirio y neoasirio) y finalmente se convirtió en el dios más importante y poderoso de los panteones babilonio y mesopotámico, con un nivel de adoración que rozaba el monoteísmo. Estaba considerado el creador de los cielos y la tierra, el cocreador, junto con Enki, de los seres humanos y el origen del orden divino tras su victoria sobre las fuerzas del caos lideradas por el dios Tiamat, tal y como se cuenta en el Enuma Elish. Una vez hubo legitimado su gobierno, repartió a los demás dioses sus deberes y responsabilidades y organizó tanto el mundo como el inframundo.
Marduk se hizo importante en Babilonia durante el reinado de Hammurabi (1792-1750 a.C.). Antes de la elevación de Marduk, Inanna, diosa de la sexualidad y la guerra, era la deidad principal adorada en Babilonia y otros lugares por toda Mesopotamia. Después, aunque Inanna siguió siendo venerada ampliamente, Marduk pasó a ser la deidad suprema de la ciudad y su culto se extendió a medida que Babilonia fue conquistando otras regiones. El experto Jeremy Black escribe:
El ascenso del culto de Marduk está estrechamente relacionado con el ascenso político de Babilonia, que pasó de ser una ciudad-estado a ser la capital de un imperio. Desde el período casita, Marduk se fue haciendo cada vez más importante hasta que al autor de la epopeya de la creación babilonia le fue posible afirmar no solo que Marduk era el rey de todos los dioses, sino que muchos de ellos no eran más que aspectos de su persona. (128)
La estatua dorada de Marduk, albergada en el santuario interior del templo, se consideraba un aspecto vital de la coronación de los reyes. De hecho, el nuevo rey tenía que "tomar las manos de Marduk" para legitimar su mandato, una práctica que parece haberse iniciado durante el periodo casita (1595-1155 a.C.), cuando esta civilización convirtió Babilonia en su capital tras expulsar a los hititas.
Algunos estudiosos afirman que el nuevo rey tenía que tomar literalmente las manos de la estatua, y los textos de la Antigüedad sobre este tema parecen corroborar esta idea. Por otro lado, hay quienes dicen que "tomar las manos de Marduk" era una afirmación simbólica que se refería a someterse al consejo y la dirección del dios. No obstante, parece probable, de acuerdo con las evidencias escritas de la Antigüedad, que la estatua tuviera que estar presente en la ceremonia de sucesión de un gobernante nuevo y que el rey tuviera que tocar realmente las manos de la estatua.
La notable similitud que enseguida se observa cuando se comparan los dioses y las diosas de pueblos antiguos difícilmente puede atribuirse a la casualidad. Concerniente a este hecho, el coronel J. Garnier escribe en su libro The Worship of the Dead: “No solo los egipcios, caldeos, fenicios, griegos y romanos, sino también los hindúes, los budistas de China y del Tíbet, los godos, anglosajones, druidas, mexicanos y peruanos, los aborígenes de Australia y hasta los salvajes de las islas de Oceanía, todos deben haber derivado sus ideas religiosas de una fuente común y de un centro común. En todas partes hallamos las coincidencias más asombrosas en ritos, ceremonias, costumbres, tradiciones y en los nombres y relaciones de sus dioses y diosas respectivos”.
DEIDADES ASIRIAS.
Luego existían los malos espíritus, que podían perjudicar de muchas formas a los vivos, como haciéndolos caer en enfermedades o cometer actos criminales. Para evitarlos, el rey asirio, en su función también de sumo sacerdote del dios Assur, debía cuidarse, no solo con representaciones sino ceremoniando una serie de conjuros. En el templo de Borsippa se encontraron todo tipo de textos mágicos y de adivinación. En muchos casos, se trataba de auténticos exorcismos, ejecutados por verdaderos especialistas, que permitían expulsar a los malos espíritus, mediante su traslado al cuerpo de otro ser.
DEIDADES EGIPCIAS.
Los dioses y las diosas adorados por los egipcios dan evidencia de una herencia babilonia subyacente. Había tríadas de deidades e incluso tríadas triples o “enéadas”. Una de las tríadas populares se componía de Osiris, su consorte Isis y su hijo Horus.
Osiris era el más popular de los dioses egipcios y se consideraba como el hijo del dios-tierra Geb y la diosa-cielo Nut. Se dijo que Osiris llegó a ser el esposo de Isis y reinó sobre Egipto. Los relatos mitológicos dicen que Osiris fue asesinado por su hermano Set y luego fue restaurado a la vida, llegando a ser el juez y rey de los muertos. La relación entre Osiris e Isis y sus respectivas características corresponden de manera impresionante con la relación y las características de los dioses babilonios Tamuz e Istar, por lo que numerosos eruditos les consideran idénticos. También es de interés que al dios egipcio Osiris se le representaba con la piel oscura, en vista del hecho de que Nemrod, quien al parecer fue adorado bajo el nombre de Tamuz, era hijo de Cus, uno de los principales progenitores de los pueblos de piel oscura. (Gén. 10:8; compárese con Jeremías 13:23.)
Astarot. Fue deidad principal de los cananeos.
Asera fue llamada la «madre de todos los dioses». Se le conoce entre los babilonios como Ishtar, originalmente llamada Athirat (o Afdirad). Es la gran diosa semítica de la fecundidad. Sopdet Para los egipcios.
En la Biblia recibe el nombre de Astoret, pronunciación desfigurada de la original 'Astart, mediante la inclusión de las vocales de la palabra hebrea boset (vergüenza) según la costumbre de los rabinos, para desprestigiar a las divinidades paganas. También se le considera diosa fenicia de la vegetación.
De acuerdo con el libro The Early History of God, Astarte sería la denominación correspondiente a la Edad de hierro (después del 1200 a. E. C.) de la diosa Asera de la Edad de bronce (antes del 1200 a. E. C.) La forma griega es Astarté. [Astarté era considerada la "diosa de los sidonios" (1.º Re 11:5)].
En las Cartas de Amarna es Ashirtu y Ashratu.
Los textos de Ugarit, actual Ras Shamra, identifican a Asera (‘atrt = atirat) con la diosa esposa de El; la llaman «señora Asera del mar» y «progenitora de los dioses», (aquí sería la madre de Baal).1 No obstante, las funciones de esta deidad debían de ser variadas, presentando similitudes con las tres diosas del baalismo: Anat, Aserá, Astoret (Jueces 3: 7; 6.25; el que los nombres aparezcan en plural puede indicar que cada localidad tenía su Baal y Aserá).
El más prominente de los dioses cananeos era el dios de la fertilidad: Baal, una deidad del cielo y de la lluvia y la tormenta. En los textos de Ras Shamra, a menudo se llama hijo de Dagón a Baal, aunque también se le llama hijo del dios El. A la hermana de Baal, Anat, se la muestra refiriéndose al dios El como su padre, y dicho dios, a su vez, la llama su hija. De aquí que Baal probablemente fuese considerado hijo del dios El, aunque puede que también haya sido considerado su nieto. En los relatos mitológicos se describe a Baal atacando y venciendo a Yamm, el dios que presidía sobre el agua y que al parecer era el hijo favorito o amado de El. Pero en su conflicto con Mot, el dios de la muerte y de la aridez, y a su vez también hijo de El, Baal es asesinado. Así, Canaán, al igual que Babilonia, tenía su dios que sufrió una muerte violenta y después fue restaurado a la vida.
Anat, Ashera y Astoret son las diosas principales que se mencionan en los textos de Ras Shamra. Sin embargo, parece que los papeles de estas diosas se traslapaban bastante. En Siria, donde se hallaron los textos de Ras Shamra, puede que Anat haya sido considerada como la esposa de Baal, ya que, aunque repetidas veces se alude a ella como “doncella”, se dice que tiene coito con Baal. Pero el registro de las Escrituras solo menciona a Astoret y al poste sagrado o aserá con relación a Baal. De aquí que a veces tanto Ashera como Astoret también hayan sido consideradas esposas de Baal. (Jue. 2:13; 3:7; 10:6; 1 Sam. 7:4; 12:10; 1 Rey. 18:19.)
DEIDADES EUROPEAS ANTIGUAS DESPUÉS DE LA DISPERSIÓN DE LOS PUEBLOS.
LOS ÍBEROS PREROMANOS.
Poco sabemos de los dioses a quienes rendían culto los iberos: breves referencias de los clásicos comparándolos con sus propios panteones e inscripciones en caracteres latinos. Dioses como Melkarte, el Heracles fenicio, o Tanit, Venus guerrera, son pervivencias de cultos que se prolongarían hasta la época romana. Los cultos egipcios, extendidos por toda la Península, encontraron gran auge en época romana, especialmente el de Isis, Baal y Astarté. Los hallamos incluso en la etapa ibero-fenicia y quizás sean muy anteriores.
Dioses celtas como Cernunno, el Sol-Ciervo, Lug o el culto a las bifaces o dioses hacha son comunes en toda la Celtiberia, pero no parecen originales iberos. Lo mismo se puede decir de la omnipresente esvástica.
Cernunno.
Lug.
Grifos y lotos.
También aparecen leones a la manera hitita, flanqueando, como guardianes de piedra y fuego, los ángulos de los monumentos funerarios, como el de Pozo Moro en Albacete. O leones sobre palmetas, mirando hacia atrás (apotropaicos), deteniendo al que ose profanar el santuario.
Lobos y jabalíes como adoración a los animales propios de la zona.
El toro por influencia egipcia (Apis), y mediterránea.
En la parte celta o celtíbera:
Airón fue un dios indígena que estaba arraigado en Hispania antes de que los romanos emprendieran su conquista. Este dios, cuyo culto fue respetado por los romanos, se relaciona con aguas profundas (ubicadas en pozos y lagunas) y también con simas, por lo tanto hay una relación directa entre Airón y el inframundo.
Según las excavaciones realizadas en Francia, al dios del pozo se le hacen sacrificios humanos, testimonio que todavía no se ha hallado relacionado con el dios Airón, aunque en muchos sitios donde existe un pozo Airón se encuentran leyendas de terror, en las que el protagonista termina muriendo al caer en el pozo Airón. Este es el caso de la leyenda de don Bueso en La Almarcha (Cuenca), el romance de Tejerina o la leyenda de Hontoria del Pinar (Burgos).
A comienzo del siglo XIX se encontró en Uclés (Cuenca), junto a Fuente Redonda, una ara votiva que dice así:
DEO A
IRONI
FECIT FA
MILIA OC
VLES VSE
CTITINIV
CRISPINV
La traducción al castellano de este texto latino, una vez completado el texto abreviado, es la siguiente: «Al dios Airón erigió la familia usetana? oculense. Cayo Titinio Crispino».
En la cueva de la Griega en Pedraza (Segovia) también se encontró una inscripción epigráfica, a siete centímetros del suelo, bastante deteriorada, de la que quedan los siguientes datos:
«GAIVS [espacio para cinco letras] AIRON [tres letras ilegibles, probablemente NEM] VALER [IVS]», nombre bastante repetido en la cueva.
Esta segunda inscripción, a pesar de su deterioro, confirma que la lectura /DEO AIRONI/ del ara votiva hallada en Uclés es correcta, a pesar de las teorías de algunos indoeuropeístas que mantienen que es imposible porque el diptongo /AI/ no existía en latín. Al tratarse de un dios prerromano (para algunos, protoindoeuropeo), los romanos respetaron la pronunciación, a pesar de las reglas fonéticas.
Arconi es una diosa asociada a los osos, pudiendo estar relacionada con la diosa Artio de la zona de los Tréviros, que aparece sentada frente a un oso en una escultura.
La localización de su epígrafe es discutida, situándose en Sigüenza (Guadalajara) o Huerta (Zaragoza). De cualquier forma el culto al dios oso Arconi, esta detectado en la península ibérica de influencia celta con algunas inscripciones, tales como la de Sigüenza, en Castilla, y algunas otras en Asturias y el Pirineo Aragonés (Suessetanos). Venerado igualmente por los beturios en la zona sur de Hispania, e incluso se piensa que la actual palabra eusquera para nombrar al oso, artza, es un préstamo de legado celta de esa tierra. Que lo emparentaría directamente con un posible origen y culto a su vez al dios Oso Arconi.
Como curiosidad decir que el nombre vasco “Harsus”, mas típico en la Aquitania antigua, y también "García", en castellano, tienen precisamente ese origen que les identifica con el animal totémico, el oso. Aun cuando posiblemente esto no sean mas que leyendas y creencias populares, ademas no se sabe si es Dios o Diosa
Ataecina o Ataegina (en portugués: Atégina) es una diosa hispana adorada por los antiguos lusitanos, carpetanos y celtíberos en la península ibérica, una de las antiguas deidades de la península ibérica más importantes. Aunque de carácter ctónico, también era la diosa de la primavera, la fertilidad, la naturaleza, la luna y la curación. Por estos atributos fue asimilada por los romanos con Proserpina y por los cartagineses con Tanit.
El culto de Ataecina se extendió sobre todo en Lusitania y una parte de la Bética; también había santuarios dedicados a Ataecina en Elvas (Portugal) y Mérida y Cáceres en España, además de otras localidades cerca del Guadiana. Fue una de las principales deidades adoradas en Myrtilis (actualmente Mértola, Portugal), Pax Julia (Beja, Portugal) y especialmente en la ciudad de Turobriga. También es conocida por diversas inscripciones en los valles del Tajo y del Baetis (Guadalquivir), donde la asimilaron a la diosa romana Proserpina: ATAEGINA TURIBRIGENSIS PROSERPINA. A menudo, se la representaba con una rama de ciprés. En Alcuéscar tuvo su santuario más importante. En Malpartida de Cáceres tuvo también un santuario. El culto de Ataecina se expandió por muchos lugares de Hispania, especialmente en época del Imperio Romano y tras la expansión del cristianismo podría haber sido asimilado con el de Santa Lucía. Muchas veces es representada con un ramo de ciprés.
Betatun («BETATVN») es el teónimo de una divinidad indígena de la península ibérica que los epigrafistas han identificado como la primera deidad ibérica. Los restos epigráficos que mencionan a la divinidad fueron encontrados en un yacimiento de la época romana en la localidad jiennense de Fuerte del Rey. Relacionada con la curación, se desconoce si era una divinidad masculina o femenina.
Netón, Neto, Neito, Neithi, es un dios hispánico de la guerra, cuya imagen -según Macrobio Teodosio- se adornaba con rayos. Fue adorado en la zona de Turdetania y Oretania e incluso parte de la Bastetania en lugares poblados por iberos y quizá también por algunas poblaciones indoeuropeas. Posteriormente se convirtió en un dios panhispánico adorado tanto por celtas como iberos.
Aparece en textos de Macrobio Teodosio, quién menciona su similitud con Marte, con la particularidad de adornarse su imagen con rayos.
Netón podría entenderse como una divinidad bélica y de las artes marciales como en muchas teogonías de las sociedades indoeuropeas de la antigüedad. Marte en Roma, Ares en Grecia, Indra o Varuna en la India, Cuchulain en Irlanda, Horus en Egipto, etc.
Neto/Neton o Neitin, también aparece en los textos de los iberos con una relativa alta frecuencia y en contextos mágico-religiosos, y se le halla formando el posible antropónimo teofórico Neitinbeles.
A un Tuatha de Dannam se le llamó Neith, y algunos creen que podría tratarse de un "dios de la guerra", aunque no existe ni una sola fuente primaria irlandesa, ni fuente clásica alguna, que lo acredite. Es una mera deducción basada en la raíz del Viejo Irlandés nīth y su significado de 'lucha, batalla, pasión'.
En la granadina Guadix (la antigua colonia romana Iulia Gemella Acci) se encontró una inscripción latina que aludía a esta divinidad bastetana. Macrobio escribió sobre los antiguos accitani o habitantes de Guadix:
Accitani etiam, Hispana gens, simulacrum Martis radiis ornatum maxima religione celebrant, Neton uocantes
Esto es, "los accitanos, tribu hispana, celebran como máxima religión a un dios parecido a Marte adornado con rayos, al que llaman Netón" En sierra Mágina (provincia de Jaén), la montaña de Az-naitín podría tener su nombre en honor a la supuesta divinidad ibérica -quizá celtibérica también- Neitin.
En un ara procedente de Conimbriga (Coímbra) y actualmente desaparecida, José Barbosa Canais de Figueiredo, encontró en 1815 la palabra Neto. En otra de Trujillo se documenta la expresión Netoni Deo.
En el bronce de Botorrita se puede leer la palabra Neito, que algunos interpretan como un teónimo o nombre de dios.
Martín Almagro Gorbea encontró escrito Niethos en un grafito con caracteres del alfabeto griego arcaico grabado sobre un vaso griego datado entre los años 590 y 570/560 antes de Cristo, procedente de Huelva.
Posible culto en el área ibérica
En el monumento de Binéfar, Antonio Beltrán Martínez pudo leer "neitin", y esta palabra también se ha documentado en el yacimiento de Ullastret (provincia de Gerona). Neitin se puede interpretar como teónimo, pero no es seguro, aunque ciertamente suele aparecer con cierta frecuencia al principio de los textos y asociado con iunstir cuya función parece ser la de 'mandato, orden, encargo, servicio, pacto', etc.
Necis es el nombre que tomó el dios Marte en la mitología ibera. Los antiguos íberos adoraron con este nombre al dios romano, considerándolo como un poder de destrucción. El filólogo Bernardo de Alderete usó el término Neci para este dios, causante de muertes espantosas y rigurosas.
En la mitología céltica de las provincias romanas de la Gallaecia y las Galias, Borvo o Bormánico (conocido también con las grafías Bormo, Boramus o Borvoni) es un dios sanador, asociado al agua.
Cariocecus, Dios de la guerra en el panteón lusitano.
Estrabón no lo menciona, pero sí señala que los lusitanos realizaban sacrificios humanos a sus dioses y examinaban las entrañas y las venas de los sujetos sacrificados. También practicaban la adivinación a través de los órganos vitales de las víctimas humanas, muchas veces prisioneros de guerra que eran enterrados después de que el adivino les amputara sus órganos vitales.1
Los lusitanos también cortaban la mano derecha de sus prisioneros y se la ofrecían a los dioses. Los lusitanos ofrecían al dios cabras, caballos y prisioneros de guerra, junto con hecatombes al estilo griego.
Durius o Durio es la latinización de una divinidad celta adorada por las tribus celtas de la península ibérica asentadas a lo largo de la ribera del río Duero. Esta, siguiendo la tradición celta de asignar una entidad espiritual a los ríos, era la personificación de dicho río y solía ser representada sosteniendo una red de pesca. En los alrededores de Oporto hay un santuario donde se le rindió culto.
Su nombre deriva de la raíz celta *dubro- y ésta del proto-celta *dur cuyo significado podría ser ‘agua’.
Endovélico o Enobólico es un dios celta de la Edad del Hierro. Aunque extendido a varios territorios, fue la divinidad principal del panteón lusitano, así como de su homólogo vetón bajo el nombre alternativo de Vaelico.1 Se trata de una deidad de atributos infernales y ctónicos, pero también de la salud, los sueños y la naturaleza. Fue asimilado por los romanos como Esculapio o Serapis.
Los animales sagrados de Endovélico eran el jabalí y el lobo, animales vinculados con el tránsito al más allá, mientras que su vinculación botánica era con la palma y la corona de laurel.
Por su vinculación con el lobo y las fratrías guerreras, se ha especulado con su relación al dios galo Sucellos.
Endovélico tuvo un templo dedicado especialmente importante en Sao Miguel da Mota, Terena, en el Alentejo, que algunos identifican como un nemeton. Su importancia religiosa sólo era igualada por la de su diosa paredra, Ataecina, cuyo santuario se encontraba en Turobriga (Aroche, Huelva).
Los hallazgos sugieren la práctica de la "incubatio", consistente en la manifestación divina a través del sueño del devoto, como el rito más renombrado en relación con el culto de Endovélico.
A Endovélico le tocaban música los trovadores, los juglares y muchos más.
La diosa Epona es la diosa protectora de los équidos, de la fertilidad y de la naturaleza siendo una de las principales deidades del mundo celta e íbero. Sus seguidores procedían de todos los estamentos sociales y entre ellos se encontraba la caballería y el ejército. Se trata también de una divinidad doméstica, que presidía la cría de caballos y era adorada, en general, como diosa de la abundancia y la prosperidad.
La asociación del caballo con divinidades femeninas está testimoniada desde la Edad del Hierro, se asocia al agua, la curación y la muerte, funciones comparables a las de la diosa Cibeles. Su asociación con la muerte se debe a la antigua creencia de que los caballos eran guías de almas desde el mundo terrestre al más allá. Las fuentes escritas son escasas y no proporcionan muchos datos sobre esta deidad, por lo que no conocemos mucho sobre ella.
Sus atributos principales son una pátera (un cuenco de poco fondo), que se usaba en los sacrificios antiguos, cestas de fruta o maíz y la cornucopia (cuerno de la abundancia) entre las manos, posiblemente un añadido romano. Se suele representar a esta deidad de forma sedente sobre un taburete mirando hacia la derecha, su regazo lleno de frutas, y frente a ella un caballo con riendas. Otra de las formas en las que se representa es sentada a lomos de un caballo, de pie en medio de una manada o alimentando a potros.
La cultura y admiración por el caballo se confirma con diferentes estelas como las del sudoeste, Cancho Roano, Porcuna, Cigarralejo y otros. En el santuario del Cigarralejo se encontraron diferentes figuras de exvotos quinos que mueven a pensar que existía en la Península Ibérica un culto a una divinidad protectora de caballos.
Ilurbeda es una divinidad de origen vetón bien conocida, extendida por la Lusitania romana, con registros epigráficos hallados en Cáceres (San Martín de Trevejo (Olivares, 2007)), Ávila (dos aras encontradas en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción de Narros del Puerto), Salamanca (Segoyuela de los Cornejos (AE, 1985), Martiago (Hernández-Guerra, 2001) y La Alberca (HEp, 2000)), Coímbra (dos testimonios en Covas dos Ladrões, Góis) (García, 1991) y Sintra (Faião, Terrugen) (García, 1991).
Los recientes hallazgos abulenses (Rodríguez-Almeida, 2003)(Hernando y Gamallo, 2004) no sólo refuerzan la presencia de Ilurbeda en el ámbito vetón, sino que amplían notablemente su ámbito de dispersión, constituyendo los testimonios más orientales de un culto cuyo centro originario se venía situando en territorio salmantino, y por tanto, confirmando el carácter supra-regional de esta deidad. Sin embargo, desde el punto de vista lingüístico-etimológico, los dos elementos en los que tradicionalmente se viene descomponiendo el teónimo (Ilur-, -beda), parecen situar el origen de la divinidad lejos del territorio vetón, pues se han explicado a través del vasco, el aquitano, el ibérico o el protocéltico, remitiendo, en consecuencia al sector Noreste de la península ibérica. Las raíces ili, ilur son frecuentes en la toponimia ibérica: Ilduro, Ilerda, Ilici, Iliturgis, Ilucia, Iliberris etc. Ptolomeo cita entre las ciudades de los carpetanos Ilurbida . Entre los vascones se constata el teónimo Ilurberrixo/Ilurberrixoni "espino nuevo".
La inscripción de Segoyuela de los Cornejos:
ILVRBEDA/SACRUM/Q(uintus) MINEIV(s)/FACUNDUS/V(otum) S(oluit) L(ibens) A(nimo), está dedicada a la deidad por Quintus Mineius Facundus. (Solana Sáinz y Hernández Guerra, 2000).
Las inscripciones de Narros del Puerto sobre Ilurbeda:
[I]LVRBE/[D]A(e) · ATT+/+ · V(otum) · S(olvit): (Att[---] cumplió el voto a Ilurbeda);
REBV[RRVS] / BEDAC(iqum) · L(aribus) · V(ialibus) / [I]LVRBEDA/[E] · V(otum) · S(olvit) · L(ibens) / M(erito): (Reburro, de los Bedácicos, cumplió de buen grado el voto (ofrecido) a los Lares Viales y a Ilurbeda). (Hernando y Gamallo, 2004)
Del análisis de la dispersión geográfica de las epigrafías encontradas, (Hernando, 2005) pone de manifiesto dos hechos: primero, que todos los testimonios han aparecido en un mismo contexto, la montaña, en las sierras que de este a oeste conforman el Sistema Central; segundo, que en buena parte están especialmente bien emplazados desde el punto de vista de las comunicaciones, cerca de los pasos que permiten franquear sus respectivas montañas. Por ello, Ilurbeda podría explicarse, siempre según Hernando, bien como una divinidad relacionada con la montaña, entendida ésta en sentido amplio, bien como una divinidad relacionada de modo específico con los pasos o caminos de montaña, una divinidad a la que se invocaría para asegurar el tránsito de personas y ganados por un paso o puerto difícil.
Lacubegi (o quizás Lacubeg) es una deidad indígena pre-romana mencionada en la inscripción de un altar aparecida en Ujué (Uxue), Navarra, España. El nombre de este dios o diosa ha sido documentado únicamente en la inscripción de ese altar.
Descubierto en 1929, el altar en el que se encuentra la inscripción es un prisma recto con base cuadrada. El cuerpo central presenta la inscripción en el frente y relieves en los laterales. La inscripción está muy bien ejecutada con caracteres regulares, correctamente alineados y espaciados. A ambos lados se representa la cabeza de un toro, con un diseño sencillo y cuidado. El zócalo y la cornisa tienen molduras, aunque el frente de la cornisa está truncado. Ambos bordes se encuentran muy deteriorados, y en el lado izquierdo hay una fractura importante en la imagen del toro.
El texto de la inscripción nos informa de la ofrenda hecha por Coelii Telesphoros, Festa y Telesinus a Lacubegi. Este altar se encuentra junto a otro similar, del mismo origen, pero sin el relieve lateral, dedicado al dios romano Júpiter con motivos similares.
Inscripción
El texto dice: Coelii Te / sphoros / et Festa / et Telesi / nus Lacu / begi ex / voto
Tamaño: 46x35cm
Módulo de letras: 4,5 cm
Tipo de fuente: mayúscula cuadrada monumental, letras regulares
Traducción: "Coelii Telesphoros y Festa y Telesinus ofrecen esto a Lacubeg(i?) por juramento".
El oferente puede ser liberto o esclavo, sólo uno de los oferentes tiene dos nombres (nomen y cognomen) y puede ser la única persona libre mencionada. Por otro lado, Telesinus, al igual que el cognomen Telesphoros, son nombres de origen griego, y considerando que a los esclavos normalmente se les daba nombres griegos, los dos hombres y la mujer probablemente debían ser esclavos o ex-esclavos (hombres libres).
Por otro lado, hay que tener en cuenta que la -i final del nombre Lacubegi puede ser la marca del dativo latino. De ser así, el nombre del dios o diosa en su forma nominativa sería Lacubeg.
Cabeza de toro
En un lado del altar con la inscripción de Lacubegi, se representaba en relieve una cabeza de toro. Para algunos sería la representación de un dios o diosa y para otros, la representación de un toro ofrecido en sacrificio, o la representación del propio sacrificio. Al fin y al cabo, a ambos lados de los altares romanos era común colocar objetos sacrificiales, por ejemplo, cántaros utilizados en las ceremonias para verter líquidos, una cochleare (una especie de cuchara), una secéspita (cuchillo), etc. En cualquier caso, el monumento de Uxue se ha asociado a altares taurobólicos que han aparecido en bastantes otros lugares del País Vasco, por ejemplo, el encontrado en Amurrio. La historiadora Alicia María Canto ha relacionado el de Uxue con otros altares con cabeza de toro-vaca y ha propuesto que se trataría de un culto asociado a la Luna que tendría su epicentro en Uxue.
Significado del teónimo
El altar apareció en la ermita de Andra María en la localidad de Zuria, en la sacristía de la misma.4 Cerca de Ujué está el emplazamiento de Lakubeli, cuyo nombre podría, hipotéticamente, estar relacionado.
A partir del euskera se ha propuesto que el nombre puede tener dos componentes: "lago" (laku) y "ojo" (begi) o "vaca" (behi). Patxi Salaberri dice que el primer término se utiliza para indicar un lago, un lugar acuoso. José Vicente Huarte también dice que "laku" es una zona acuosa, un préstamo temprano del latín, pero va más allá y lo asocia con el inframundo y la fertilidad.
Navia es un diosa precéltica de origen indoeuropeo. Se discute su origen y pertenencia a algún grupo étnico (cultura campaniforme, cultura de los campos de urnas o cultura de La Tène). De género femenino, se la suele considerar una diosa de la fecundidad. Se han encontrado ofrendas de espadas en su honor en los cauces de los ríos europeos. Se desconocen más datos de su figura, procedencia, a qué grupo de dioses pertenecía, tipo de rituales o ciclo de mitos asociado a ella.
Su nombre se encuentra por todo el noroeste de la península ibérica con el nombre de Nauia (al norte del Miño) o su variante Nabia (en el sur) con una veintena de epígrafes documentando su culto en un área que incluye a Galaicos, Lusitanos y Astures. Los dedicantes son sobre todo indígenas, como refleja su antroponimia y como sucede en el resto de las divinidades de la zona.
La interpretación mayoritaria defiende un carácter acuático para Navia (así Blázquez, Coelho, Ferreira da Silva y otros). Leite de Vasconcelos ya relacionó a esta diosa con los santuarios acuáticos y con el sánscrito navya, “curso de agua”. Apoyaría esta interpretación la existencia de hidrónimos modernos como Navia, Naviegu, Navelgas, Navidiellu, y Nalón (antiguo *Nauilo) repartidos entre Galicia y Asturias, Navea (afluente del Sil en Orense), o los antiguos Nabalia (Eck afluente del Rhin), Nauaeus (Río Naver, Escocia) Nauesbia (actual Naseby, Northants) o Nabarcos (Neber, Gran Bretaña).
Blanca García ha explicado la vinculación de Nabia con los ríos a partir de la concepción céltica del agua como elemento característico del acceso al más allá: desde esta perspectiva, Nabia sería una divinidad soberana facilitadora del acceso al allende a través del agua.
Otros (así Prosper1) defienden una relación con el moderno nava 'valle', teniendo en cuenta la ausencia de corrientes acuáticas en algunos lugares de culto, consideran a Nauia diosa indígena de los valles (*<Nau-ya 'con forma de nave o barco') semejante a la Diana de los latinos. Su vínculo con las divinidades acuáticas, se explicaría por el hecho de que los valles pudieran acoger la existencia de un río.
En realidad ambas percepciones son compatibles, pudiendo traducirse Navia como "la barquera", que al habitar necesariamente en cursos fluviales les habría dado nombre. El mito aparece en los arcaicos pasajes del segundo ciclo de la epopeya heroica irlandesa en los que se describe a una bella mujer que en el mito céltico desempeña el papel de mensajera de la Muerte y psicopompa conductora de las almas de los jóvenes a la morada de los difuntos, cual moura o lavandeira de ciertas leyendas. Cúchulainn, sin saberlo, hiere mortalmente a su propio hijo Connla o Conlaoch. Aparece entonces un hada que se dirige a Connla para decirle: ”Los inmortales te invitan. Serás uno de los héroes del pueblo de Tethra. Día tras día se te verá en las asambleas de tus abuelos, en medio de aquellos que te conocen y te aman". Cúchulainn ve cómo su hijo se lanza a la barca de vidrio que usa la hechicera, y le ve alejarse hasta desaparecer. El mito se repite en el viaje de Arturo hacia su destino final en Avalon, y aún sobrevive en el norte, en advocaciones a la Virgen de la Barca (Muxía) o Virgen de Covadonga (Cangas de Onís) ambas festividades del 8 de septiembre. También, en la Villa Asturiana de Navia, celebran sus fiestas por La Virgen de la Barca el 15 de agosto.
Reo, Reue, Reve o Rebe, es un nombre que aparece en algunas dedicatorias latinas a una deidad lusitana y de la región de la Gallaecia romana, normalmente con un epíteto relativo a un lugar, como en el caso de la referencia a Reo Paramaeco descubierta en Lugo, Galicia. El nombre Reo está en el caso dativo latino, para un nombre latinizado, *Reus.
Reve es considerada una deidad paleohispánica muy difundida en la parte noroccidental de la península ibérica,1 lo que indicaría que era una de las más populares del panteón. El nombre aparece en al menos 20 testimonios, con variaciones:
Reue Reumiraego (Vilardevós, Orense);
Reo Bormanico ;
Reo Paramaeco (Lugo);
Reoue Vadumic(o) ;
Reve Anabaraeco, Reuue Anabaraeco, Reuue Anabaraego (Rubiana y Las Burgas, Orense);
Reve Larauco (Serra do Larouco, Ourense);
Reve Veisuto (Mosteiro de Ribeira, Xinzo de Lima, Ourense);
Reue Marandicui (Guiães, Vila-Real);
Reve amoaego arcuneu (Ginza de Limia, Orense);
Reve siboico (lecturas alternativas: Tebieco o Siddico ) (Celanova, Orense);
Reve langanidae(i)gui (Castelo Branco);
Reve langanid[aeco] (Castelo Branco);
Reve langanitaeco (Idanha-a-Nova, Castelo Branco);
Rebe Trasanci ;
Interpretaciones
Analizando las atestaciones se ha propuesto una forma nominativa *Reu-s o *Revs.
El nombre Rebe se señala como la forma betacista de Reve, interpretado por Villar y Prósper como forma femenina del teónimo.
Epítetos
El epíteto Bormanico probablemente deriva del nombre de un río, *Bormano-, una palabra relacionada con el nombre de la deidad celta continental Borvo.
Aparte de Reo Larauco ('Reus de Larouco'), los epítetos comparten un elemento -aik-, interpretado como un marcador adjetival familiar en las inscripciones lusitanas para las dedicatorias a Reo Paramaeco ('Reus de Paramo') Amoaego Arcunii, Anabaraeco y Alabaraico Sulensi.
El primer elemento Reo/Reus es muy similar al nombre Reue que aparece en la inscripción lusitana de Cabeço das Fráguas, parte de la cual dice "INDI TAVROM IFADEM REVE T...", generalmente interpretado como "y [o después] un toro fértil (?) para Reue", estado el epíteto perdido debido a lo deteriorado de la inscripción. Por lo tanto, Reue también parece ser un dativo en la forma lusitana del nombre. Reue aparece nuevamente en la inscripción de Ribeira da Venda, incluido un epíteto, como "REVE AHARACVI"; esta vez la deidad recibe un sacrificio de diez ovejas.
Etimología
Reflejo del dios del cielo protoindoeuropeo
El erudito polaco K. T. Witczak deriva el nombre del previo *diewo, lo que sugiere que el idioma lusitano cambió la d protoindoeuropea por la r, convirtiendo a Reo en una deidad del cielo similar (y con un nombre similar) al Zeus griego y al Júpiter romano, algo que puede estar respaldado por dedicatorias a él cercanas a montañas que también aluden al Júpiter romano.
Deidad del agua
En otra línea de académica, otros eruditos como Blázquez y Villar sugieren que pudo haber sido una deidad vinculada a los ríos y que el nombre deriva de una raíz que significa 'flujo' o 'corriente'.
En la antigua religión celta, Sulevia era una diosa adorada en las regiones romanas de Galia, Britania y Gallaecia, muy a menudo en las formas plurales Suleviae o (dativo) Sule(v)is. Las dedicatorias a Sulevia(e) están atestiguadas en unas cuarenta inscripciones, distribuidas bastante ampliamente en el mundo celta, pero con concentraciones particulares en Nórico, entre los helvecios, a lo largo del Rin y también en Roma. Jufer y Luginbühl distinguen a las Suleviae de otro grupo de diosas celtas plurales, las Matronae, e interpretan el nombre Suleviae como "aquellas que gobiernan bien". Las Suleviae han sido identificadas en una inscripción con las Junones, pero principalmente con las Matronae, por ejemplo en una inscripción de Camulodunum (actual Colchester), así como en la mayoría de las inscripciones de Roma. La inscripción de Colchester dice:
MATRIBVS SVLEVIS SIMILIS ATTI F CI CANT VSLM
(Traducido: A las madres Sulevi, Similis el hijo de Attius, de la Civitas Cantiacorum, voluntariamente y merecidamente cumple su voto.)
Van Andringa interpreta a las Suleviae como "divinidades domésticas nativas honradas en todos los niveles sociales". Para conocer la teoría de que las Suleviae eran una versión triuna de Sulis Minerva, véase Sulis. Esta teoría es cuestionada por algunos investigadores que no encuentran vínculos directos con Sulis y, en cambio, sugieren que la similitud en los nombres es una coincidencia. Otra teoría conecta Suleviae con las Xulsigiae, conocidas de un sitio en Tréveris.
DEIDADES GRIEGAS
Un examen de los dioses y las diosas de la antigua Grecia revela los vestigios de la influencia babilonia. El profesor George Rawlinson, de la Universidad de Oxford, hizo la siguiente observación: “La notable semejanza entre el sistema caldeo y el de la mitología clásica parece digna de atención especial. Esta semejanza es demasiado general, y demasiado estrecha en algunos respectos, para permitir la suposición de que la mera casualidad ha producido la coincidencia. En los Panteones de Grecia y Roma, y en el de Caldea, puede reconocerse la misma agrupación general; no es raro descubrir la misma sucesión genealógica; y en algunos casos hasta los nombres y los títulos conocidos de las divinidades clásicas admiten la ilustración y explicación más curiosas procedentes de fuentes de información caldeas. Casi no podemos dudar de que, de una manera u otra, hubo una comunicación de creencias... un paso de nociones e ideas mitológicas en tiempos muy primitivos, desde las costas del golfo Pérsico a las tierras bañadas por el Mediterráneo”. (Seven Great Monarchies, vol. 1, págs. 71 y 72.)
En los relatos mitológicos que hablan del dios Apolo matando a la serpiente Pitón, y del infante Heracles (o Hércules, el hijo de Zeus y Alcmena, una mujer terrestre) estrangulando a dos serpientes, se puede observar una distorsión de la declaración de Dios concerniente a la descendencia prometida. Nos enfrentamos de nuevo al tema común de un dios que muere y es luego restaurado a la vida. Anualmente se conmemoraba la muerte violenta de Adonis y su regreso a la vida, ocasión en la que, principalmente las mujeres, lloraban su muerte y llevaban imágenes de su cuerpo como si de una procesión funeral se tratase, y después las lanzaban al mar o a los manantiales. Otra deidad, cuya muerte violenta y regreso a la vida celebraban los griegos, era Dionisia o Baco, quien, al igual que Adonis, ha sido identificado con el dios babilonio Tamuz.
DEIDADES ROMANAS
Con el transcurso del tiempo los prominentes dioses griegos se infiltraron en el panteón romano, aunque con nombres diferentes. Los romanos incluso adoptaron deidades de otras tierras, como por ejemplo: la Mitra persa (cuyo cumpleaños se celebraba el 25 de diciembre), la diosa frigia de la fertilidad llamada Cibeles y la egipcia Isis, ambas identificadas con la babilonia Istar. Además, los mismos emperadores romanos también eran deificados.
A Saturno se le adoraba por traer una edad de oro a Roma. Las saturnales, que originalmente eran una fiesta de un día en su honor, más tarde se extendieron a una celebración de siete días en la segunda quincena de diciembre. Ese acontecimiento se caracterizaba por sus diversiones estrepitosas. Se intercambiaban regalos, como frutas y velas, y se solía dar a los niños muñecos de barro. Durante la fiesta no se imponía ningún castigo. Las escuelas y los tribunales cerraban, e incluso las operaciones bélicas se detenían. Los esclavos cambiaban de puesto con sus amos y se les permitía, sin necesidad de temer el castigo, dar rienda suelta a la lengua.
Figurilla tartésica de una cabra usada como exvoto, del Tesoro de la Aliseda, siglo VII a. C.
LAS ESTELAS.
Las estelas cántabras son discos de piedra monolíticos de diferentes dimensiones, cuyos primeros ejemplares fueron tallados en los siglos previos a la romanización de Cantabria. En su ornamentación habitual figuran esvásticas, trisqueles, cruces, hélices, aspas, guerreros o representaciones funerarias prerromanas. La más famosa es la estela de Barros, la cual puede verse en el parque de Las Estelas de la localidad de Barros, en Los Corrales de Buelna (Cantabria). Esta estela forma parte del actual escudo de Cantabria y el significado del tetrasquel está relacionado con el culto lunar. En el parque de las Estelas, además de la famosa estela o rueda de Barros (como se la conoce en la zona), podemos apreciar otra estela de mayor tamaño. La estela de Barros es una estela discoide gigante, tipo que llama mucho la atención y que supone, precisamente por su tamaño, una de las mayores diferenciaciones con las estelas encontradas en otros lugares del norte de España.
Otras estelas encontradas están expuestas en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria en Santander (MUPAC). Se trata de dos estelas halladas en Lombera conocidas como la primera estela de Lombera y la segunda estela de Lombera, otra encontrada en Zurita que lleva decoración iconográfica (en una de sus caras observamos como un buitre se abalanza sobre un guerrero caído) y otra más proveniente de las cercanías del castro de la Espina del Gallego. A su vez, se han encontrado fragmentos de otras estelas cántabras, como la tercera de Lombera, y el de la Estela de San Vicente de Toranzo, donde en una de sus caras aparece representado un guerrero cántabro a caballo, además de otras menores.
Las estelas cántabras son el testimonio más importante de los pueblos cántabros prerromanos y uno de los signos más representativos de la Cantabria actual, y se siguieron utilizando en Cantabria durante la Edad Media e incluso durante el periodo Barroco, a semejanza de las antiguas, pero perdiendo en parte su forma discoide y sustituyéndose los motivos solares centrales por cruces. Las estelas discoideas medievales y modernas fueron también típicas de otras regiones del norte peninsular, encontrándose numerosos ejemplares, además de en Cantabria, en el País Vasco, y varios en Navarra.
Las estelas discoidales vascas (hilarri), son piedras de forma circular unidas al rito mortuorio. A su vez estas piedras erguidas son el testimonio de una tradición funeraria que se remonta a la época preromana de la cultura íbera.
Son piezas de arte destinadas a la memoria colectiva, cuya función es recordar la relación entre el ser humano, el cosmos y la naturaleza. Una tradición ancestral que fue adaptándose a la simbología religiosa de cada época hasta llegar a nuestros días.
Este apunte sobre la estelas discoidales responde a que son piezas fúnebres que glosan una forma diferente de entender el memorial del difunto.
Su singularidad radica no tanto en el recuerdo concreto del difunto con nombres y apellidos, sino su simbología para transmitir una ancestral y auténtica consciencia sobre la muerte.
Las estelas funerarias de Euskal Herria más antiguas están fechadas entre los siglos II a. C. y II d. C.- y se especula que son una manifestación del culto solar en los ritos funerarios ancestrales de la región. Algunos historiadores opinan que las estelas de Euskal Herria se relacioan con la tradición del druidismo íbero.
Algunos estudios etnográficos argumentan que la circunferencia característica de las estelas vascas es típica en los primitivos cultos panteístas (crómlechs, dólmenes, estelas...). La simbología de tipo astral se encuentra en ya en la estela vasca más antigua que se remonta a los tiempos de la Edad del Hierro, hace unos tres mil años.
La simbología más común grabada que nos ha llegado es la de círculos, ruedas de radios rectos y curvos, orlas de dientes de sierra y cenefas de triángulos, espirales y trisqueles, trazos repetidos y lazos, lunas en fase creciente y estrellas, flores de múltiples pétalos y polígonos estrellados.
Aunque pueda parecer un elemento funerario simple, la simbología de la estela va más allá de representar la forma y el movimiento del sol, la luna y los astros con círculos, arcos, ruedas, lazos y espirales sin principio ni fin.
Algunos elementos de esta simbología ancestral se han mantenido a lo largo de más de veinte siglos: caso de los círculos de dientes y de triángulos, las flores hexapétalas y los polígonos estrellados.
Dado que las estelas se orientan hacia el Este, el sentido de estos grabados solo puede interpretarse como una contribución para acompañar al espíritu del difunto.
LUCHA CONTRA LA IDOLATRÍA DE JEHOVA Y SU PUEBLO.
Para la conclusión de este trabajo sobre la idolatría desde el origen, notamos que todas siguen las mismas líneas desde Babilonia. Cambian nombres, pero siguen el mismo patrón.
Antes del diluvio, durante la vida de Enós (3791 a. E. C), el nieto de Adán, parece que se llegó a practicar cierta forma de idolatría: “En aquel tiempo se dio comienzo a invocar el nombre de Jehová”. (Gé 4:26.)
El registro bíblico no revela hasta qué grado se practicó la idolatría desde los días de Enós hasta el Diluvio. La situación debió ir deteriorándose progresivamente, pues en los días de Noé vio “Jehová [...] que la maldad del hombre abundaba en la tierra, y que toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo”. Además, la inclinación pecaminosa que heredó el hombre, la presencia de los ángeles materializados que tuvieron relaciones con las hijas de los hombres, así como la prole híbrida de estas uniones, los nefilim, ejercieron sobre el mundo de ese tiempo una fuerte influencia hacia lo malo. (Gé 6:4, 5.)
A pesar de que el Diluvio del día de Noé (2370 a. E. C) aniquiló a todos los idólatras humanos, la idolatría surgió de nuevo, esta vez encabezada por Nemrod, “poderoso cazador en oposición a Jehová”. (Gé 10:9.) Sin duda bajo su dirección empezó la construcción de Babel y su torre (probablemente un zigurat para adoración idolátrica). No obstante, Jehová frustró los planes de aquellos constructores, confundiendo su lenguaje. Como no podían entenderse unos con otros, abandonaron gradualmente la construcción de la ciudad y se dispersaron. Sin embargo, la idolatría que empezó en Babel no terminó allí. Aquellos hombres llevaron consigo sus conceptos religiosos falsos.
Al igual que Babel, Ur de los caldeos, la siguiente ciudad que se menciona en las Escrituras, no estaba dedicada a la adoración del Dios verdadero, Jehová. Las excavaciones arqueológicas efectuadas en ese lugar han revelado que la deidad de aquella ciudad era el dios-luna Sin. En Ur residía Taré, el padre de Abrán (Abrahán). (Gé 11:27, 28.) Como Taré (2088 a. E. C) vivía en un entorno en el que se practicaba la idolatría, es posible que a él también le hubiese afectado, tal como dan a entender las palabras que siglos más tarde Josué dirigió a los israelitas: “Fue al otro lado del Río [Éufrates] donde hace mucho moraron sus antepasados, Taré padre de Abrahán y padre de Nacor, y ellos solían servir a otros dioses”. (Jos 24:2.) Sin embargo, Abrahán puso fe en Jehová, el Dios verdadero.
Reconstrucción por computadora del zigurat de Ur-Nammu.
Sin, pasa por ser un antiquísimo dios protector de los pastores. Durante el periodo en que Ur ejerció la supremacía sobre el valle del Éufrates (entre c. 2600 y 2400 a. C.), Sin fue considerado, naturalmente, como el dios supremo del panteón. Es entonces cuando se le designó como «padre de los dioses», «jefe de los dioses» o «creador de todas las cosas». La «sabiduría» personificada por el dios lunar es también una expresión de la existente ciencia de la astronomía o la práctica de la astrología, en la que la observación de las fases de la luna era un factor importante.
Representaciones digitales del dio lunar Sin de Ur.
Allí a donde Abrahán y sus descendientes fueron se encontraron con la idolatría, fruto de la influencia de la apostasía original de Babel. En consecuencia, siempre estaba presente el peligro de contaminarse con aquella idolatría. Los mismos parientes de Abrahán tenían ídolos. Por ejemplo, Labán, suegro del nieto de Abrahán, Jacob, tenía terafim o dioses familiares. (Gé 31:19, 31, 32.) En las excavaciones arqueológicas entre 1925 y 1930 de Nuzi, en Mesopotamia, se descubrió mediante escritos en tablillas de arcilla en cuneiforme que la posesión de los terafines, en ciertas circunstancias, garantizaban a su poseedor el derecho a los bienes de su padre cuando éste muriera. Por eso probablemente, Labán tenía tanto interés en recuperarlos.
Ejemplos de Terafim.
A Jacob mismo se le hizo necesario instruir a su casa para que se librasen de todos sus dioses extranjeros, y luego escondió los ídolos que le habían entregado. (Gé 35:2-4.) Es posible que se deshiciese de ellos de esta manera con el fin de que ninguno de los miembros de su casa usase el metal con un motivo impropio, atribuyéndole un valor especial por haber sido antes un ídolo. No se especifica si previamente Jacob fundió o machacó las imágenes.
La idolatría y el pueblo de Dios. Tal como Jehová le había indicado a Abrahán, sus descendientes, los israelitas, llegaron a ser residentes forasteros en una tierra que no era la suya, Egipto, y allí sufrieron aflicción. (Gé 15:13.) En esa tierra pudieron ver de cerca las prácticas idolátricas más acentuadas, ya que la costumbre de hacer ídolos estaba muy extendida. A muchas de las deidades que se adoraban en Egipto se las representaba con cabezas de animales: Bastet, con cabeza de gato; Hator, con cabeza de vaca; Horus, con cabeza de halcón; Anubis, con cabeza de chacal, y Thot, con cabeza de ibis, por mencionar solo algunos ejemplos. Se veneraban las criaturas marinas, voladoras y terrestres, y cuando los animales sagrados morían, se les momificaba.
La Ley que Jehová le dio a su pueblo después de liberarlos de Egipto condenaba sin ambages las prácticas idolátricas tan extendidas en tiempos pasados. El segundo de los Diez Mandamientos prohibía de manera expresa hacerse una imagen tallada para adoración o una representación de cualquier cosa que estuviese en los cielos, sobre la tierra o en las aguas. (Éx 20:4, 5; Dt 5:8, 9.) En sus exhortaciones finales a los israelitas, Moisés recalcó la imposibilidad de hacer una imagen del Dios verdadero y les advirtió que se cuidasen del lazo de la idolatría. (Dt 4:15-19.) Como otra salvaguarda para que no se hiciesen idólatras, se les ordenó que no celebrasen ningún pacto con los habitantes paganos de la tierra a la que iban a entrar y que no formasen alianzas matrimoniales con ellos. Más bien, los israelitas tendrían que aniquilarlos, y también debían destruir todos los objetos idolátricos: altares, columnas sagradas, postes sagrados e imágenes esculpidas. (Dt 7:2-5.)
Josué, el sucesor de Moisés, reunió a todas las tribus de Israel en Siquem y las exhortó a que se librasen de los dioses falsos y sirviesen fielmente a Jehová. El pueblo estuvo de acuerdo en hacerlo, y continuaron sirviendo a Jehová no solo durante la vida de Josué, sino también con los hombres de más edad que vivieron después de él. (Jos 24:14-16, 31.) Pero con el tiempo surgió una apostasía general. El pueblo empezó a adorar a deidades cananeas: Baal, Astoret y el poste sagrado o aserá. Por esta razón Jehová abandonó a los israelitas en manos de sus enemigos. No obstante, cuando se arrepentían, les tenía misericordia y levantaba jueces para librarlos. (Jue 2:11-19; 3:7)
De igual forma sucedió, durante el tiempo de los reyes.
El dios Kemós.
Estatua potencialmente representando a Milcom o un gobernante amonita deificado como Milcom, siglo VIII a. E. C.
Fuentes:
- Wikipedia.
- Libro Perspicacia para comprender las Escrituras, editado por los testigos de Jehová.
- https://www.funeralnatural.net/articulos/estelas-vascas-nativas