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sábado, 8 de febrero de 2025

ALFONSO XI. BIOGRAFÍA.

Sería el padre del rey más cercano cronológicamente que tengo, Pedro I de Castilla.

En ese tiempo habría unos 6 millones de habitantes en España. En Castilla serían menos. Su reinado combatió también con la epidemia de peste negra.

No vivió mucho tiempo, pues murió relativamente joven, a los 38 años de edad.

Se le llamó el justiciero, apodo que ya nos hable de cómo le veían otros.

Nació en la villa de Salamanca el 13 de agosto de 1311. Fue hijo del rey Fernando IV de Castilla y de la reina Constanza de Portugal. Bisnieto de Alfonso X, el sabio.

                                            Fernando IV.
          Retrato imaginario de Constanza de Portugal (1290-1313).

Su padre murió el 7 de septiembre de 1312, a los 26 años de edad y cuando su hijo, Alfonso, el heredero, solo tenía 1 año y un mes, así que prácticamente no conoció a su padre. Su madre tan solo tenía 22 años de edad cuando se quedó viuda siendo madre de tres hijos. Dos niñas (Leonor, nacida en 1307 y Constanza, nacida en 1308, pero que no conoció porque murió un año antes de que él naciera) y Alfonso.

El historiador y arqueólogo palentino Francisco Simón y Nieto, señaló en su obra Una página del reinado de Fernando IV. Pleito seguido en Valladolid ante el rey y su corte en una sesión, por los personeros de Palencia contra el Obispo D. Álvaro Carrillo, 28 de mayo de 1298, publicada en 1912, que la causa última de la muerte de Fernando IV pudo ser una trombosis coronaria, aunque sin descartar otras, como hemorragia cerebral, edema agudo de pulmón, angina de pecho, infarto de miocardio, embolia, síncope u otras.

El infante Alfonso, heredero de Fernando IV, fue bautizado en la Catedral Vieja de Salamanca, y a pesar de los deseos del rey, quien deseaba encomendar la crianza del niño a su abuela, la reina María de Molina, prevaleció la voluntad de la reina Constanza, quien deseaba, contando para ello con el apoyo de Juan Núñez de Lara y de Lope Díaz de Haro, que la custodia del niño fuese encomendada al infante Pedro de Castilla, hermano de Fernando IV.

           María de Molina, su abuela paterna (c. 1264-1321).

Juan Núñez de Lara intentó entonces apoderarse del niño rey, que se encontraba en la ciudad de Ávila. Sin embargo, se lo impidieron las autoridades de la ciudad, prevenidas por la reina María de Molina. Poco después llegó a Ávila el infante Pedro y se negaron a dejarle entrar en la ciudad. Mientras tanto, el infante Juan y Juan Núñez de Lara, que se encontraban en Burgos, convocaron a los ricoshombres, procuradores y concejos del reino para que se reuniesen en Sahagún, al tiempo que el infante Pedro obtenía la aprobación de la reina María de Molina para ser tutor de su sobrino Alfonso XI durante su minoría de edad. Cuando el infante Juan, que se encontraba en Sahagún con los procuradores del reino, supo de la cercanía del infante Pedro de Castilla, le ofendió ante diversos testigos, provocando con ello que el infante Pedro decidiese marchar contra ellos. El infante Juan y sus acompañantes enviaron entonces al infante Felipe de Castilla, hermano del infante Pedro, a parlamentar con este último, quien reconvino a su hermano por formar parte del bando del infante Juan de Castilla "el de Tarifa". El infante Felipe de Castilla presentó a su madre, la reina María de Molina, las proposiciones del infante Juan, consistentes en que ella fuese tutora del rey Alfonso XI junto con el infante Pedro y el infante Juan, a lo que ella accedió.

                             El infante Felipe (1292-1327).

El infante Pedro de Castilla acudió a las Cortes de Palencia de 1313 acompañado de un ejército de doce mil hombres, después de haberlo reclutado en Asturias y Cantabria, y había acudido a las Cortes sin deseo de entablar combate, pero dispuesto a entablarlo si el otro bando lo deseaba. En el bando del infante Pedro militaban su tío Alfonso Téllez de Molina, hermano de María de Molina, Tello Alfonso de Meneses, hijo del anterior, Rodrigo Álvarez de Asturias y Fernán Ruiz de Saldaña, entre otros ricoshombres. Los principales partidarios del infante Juan de Castilla "el de Tarifa" eran el infante Felipe de Castilla, Fernando de la Cerda, y Juan Núñez de Lara.

Una vez reunidos los asistentes en la ciudad de Palencia, se acordó que cada uno de los dos bandos conservase sólo mil trescientos hombres en las inmediaciones de la ciudad, aunque dicho acuerdo fue quebrantado por el infante Juan de Castilla "el de Tarifa" al conservar junto a sí a cuatro mil hombres, a lo que correspondió el infante Pedro conservando cinco mil de los suyos. Durante las Cortes, la reina viuda Constanza de Portugal, dejó de prestar su apoyo al infante Pedro y pasó a apoyar al infante Juan, procediendo don Juan Manuel, nieto de Fernando III de Castilla, de igual modo. Ante el temor de que surgiesen disputas, y por iniciativa de la reina María de Molina, los infantes Pedro y Juan y sus acompañantes abandonaron la ciudad y se hospedaron en las aldeas cercanas, alojándose el infante Pedro en Amusco, el infante Juan en Becerril de Campos, la reina Constanza en Grijota, y María de Molina en Monzón de Campos. Al mismo tiempo, los prelados y procuradores del reino partidarios del infante Pedro y de María de Molina acordaron reunirse en la iglesia de San Francisco de Palencia, de la Orden de los Franciscanos, y los partidarios del infante Juan lo harían en el convento de San Pablo de Palencia, de la Orden de los Dominicos, y vinculado a la Casa de Lara. A pesar de los deseos del infante Pedro y de su madre la reina, los partidarios del infante Juan no se avinieron a ningún acuerdo y nombraron tutor al infante Juan, al tiempo que el otro bando nombraba tutores a la reina María de Molina y al infante Pedro.

           Don Juan Manuel, príncipe de Villena (1282-1348).


Las dobles Cortes de Palencia de 1313 dieron origen a dos ordenamientos distintos: uno de ellos otorgado por el infante Juan, como tutor de Alfonso XI, a los concejos de Castilla, León, Extremadura, Galicia y Asturias, territorios en los que predominaban sus propios partidarios; y el otro promulgado por la reina María de Molina y por su hijo, el infante Pedro, como tutores conjuntos de Alfonso XI, y fue librado a petición de los concejos de Castilla, León, Toledo, las Extremaduras, Galicia, Asturias y Andalucía. En ambos cuadernos de Cortes consta la presencia del clero, de la nobleza y de los hombres buenos de las villas, deduciéndose de ellos que el infante Juan llevaba cierta ventaja en el número y calidad de los próceres, así como el infante Pedro y la reina María de Molina en prelados, maestres de las Órdenes Militares, y representantes de los concejos. El cuaderno dado por la reina María de Molina lleva los sellos del rey Alfonso XI y los de ambos tutores, y el otorgado por el infante Juan únicamente su propio sello, deduciéndose de ello que la Cancillería real se hallaba en manos de los primeros.​ Acabadas las Cortes, cada uno de los dos bandos comenzó a utilizar el sello real para emitir órdenes y privilegios.

Terminadas las Cortes de Palencia de 1313, Alfonso de Valencia y su padre el infante Juan de Castilla "el de Tarifa" ocuparon la ciudad de León, al tiempo que el infante Pedro se apoderaba de la ciudad de Palencia, dirigiéndose este último después a Ávila junto a su madre, donde se hallaba el rey Alfonso XI. Mientras tanto ambos bandos intentaban alcanzar un acuerdo definitivo sobre quién debía ser tutor del rey, interviniendo en las negociaciones los Maestres de las Órdenes de Santiago y Calatrava, así como don Juan Manuel, partidario del infante Juan de Castilla. El infante Pedro partió hacia Granada a fin de socorrer a Nasr, rey de Granada, contra quien se había sublevado el hijo del arráez de Málaga. Sin embargo, a finales de 1313 el infante Pedro tuvo conocimiento de la derrota del rey granadino y, durante su regreso a Castilla, asedió durante tres días y tomó el castillo de Rute, situado en la Provincia de Córdoba.​ A finales de 1313, el infante Juan convocó a los procuradores del reino en Sahagún.

El día 18 de noviembre, un día después de haber dictado su testamento, en el que nombraba albaceas a sus padres, los reyes de Portugal,​ falleció la reina Constanza de Portugal a la edad de veintitrés años, lo que motivó que el infante Juan y sus partidarios se decidiesen a pactar con la reina María de Molina, ofreciéndole que desempeñase el cargo de tutora del rey en los territorios en los que habían declarado tutores a ella y a su hijo el infante Pedro, al tiempo que el infante Juan de Castilla "el de Tarifa" desempeñaría las funciones de tutor del rey en los territorios que le apoyaban, aceptando la reina María de Molina la proposición.

Por lo tanto se quedó huérfano con tan solo dos años, y prácticamente tampoco conoció a su madre.

SU TÍO FELIPE DE CASTILLA PIDE LA REGENCIA.

En 1314, Alfonso de Valencia, hijo del infante Juan, se dispuso a atacar al infante Felipe en las cercanías de la ciudad de Lugo, donde estuvo a punto de librarse una batalla campal entre ambos, aunque, una vez terminadas las Cortes de Burgos de 1315, Alfonso de Valencia se reconcilió con el infante Felipe en presencia de la reina María de Molina y del infante Juan.

Las Cortes de Burgos de 1315 ratificaron la sentencia emitida por Fernando IV de Castilla sobre el pleito existente entre el concejo de la ciudad de Lugo y su obispo, Juan Fernández. En dichas Cortes se dispuso que el infante Felipe y Alfonso Suárez de Deza, Adelantado mayor de Galicia, hicieran cumplir el fallo emitido por las propias Cortes, pero en 1316 los vecinos de la ciudad de Lugo, a fin de oponerse a lo acordado en las Cortes, le entregaron el señorío de la ciudad al infante Felipe, que lo ocupó sin dificultad. Al mismo tiempo, el infante Felipe ordenó erigir una fortaleza con dos torres en la ciudad de Lugo para defender a los lucenses de los ataques de su propio prelado, y dejó que el concejo de Lugo continuase gobernando la ciudad.

En 1316 fallecieron Alfonso de Valencia, pertiguero mayor de Santiago, y Rodrigo de Padrón, arzobispo de Santiago de Compostela y aliado del infante Felipe de Castilla. La muerte del prelado compostelano provocó que estallara de nuevo la guerra civil por el gobierno de la ciudad de Santiago de Compostela. Los vecinos de la ciudad, viendo vacante la sede compostelana, eligieron un nuevo concejo y, como símbolo de su victoria sobre el difunto arzobispo, arrastraron el pendón arzobispal por las calles de la ciudad. El infante Felipe y el Adelantado mayor de Galicia, Alfonso Suárez de Deza, se mostraron complacidos con los actos de violencia cometidos por los compostelanos contra el poder temporal de la sede compostelana.

El día 15 de julio de 1317 Berenguel de Landoria fue nombrado arzobispo de Santiago de Compostela por el papa Juan XXII. El nuevo arzobispo compostelano, después de ser consagrado en Roma en 1318, emprendió su viaje a Galicia. En Mellid, a medio camino entre Lugo y Santiago de Compostela, salieron a esperarle el infante Felipe y el Adelantado mayor de Galicia, Alfonso Suárez de Deza, que le ofrecieron, en nombre de los vecinos de la ciudad de Santiago de Compostela, entregarle todos los señoríos y propiedades pertenecientes a la sede compostelana, a excepción de la propia ciudad de Santiago de Compostela.

No obstante, el arzobispo rechazó la propuesta de los dos magnates gallegos y se instaló en el castillo de la Rocha, situado en las cercanías de Santiago de Compostela. Allí el arzobispo aguardó el resultado de las negociaciones emprendidas por el infante Felipe y por Alfonso Suárez de Deza con el concejo compostelano aunque, en realidad, ambos personajes acaudillaban al concejo compostelano en su lucha contra su nuevo arzobispo. El 21 de febrero de 1319 el infante Felipe de Castilla fue nombrado Pertiguero mayor de Santiago por Fray Berenguel de Landoria, arzobispo de Santiago de Compostela.

El día 25 de junio de 1319 fallecieron en el Desastre de la Vega de Granada los infantes Pedro y Juan, lo que motivó que la reina María de Molina quedara como única tutora legal de su nieto, el rey Alfonso XI. No obstante, don Juan Manuel, Juan el Tuerto y el infante Felipe intentaron ser reconocidos como tutores de Alfonso XI, lo que provocó que ellos y sus respectivos partidarios se enfrentaran entre sí.

Poco después de la muerte de los infantes Pedro y Juan en el Desastre de la Vega de Granada, María II Díaz de Haro, viuda del infante Juan y madre de Juan el Tuerto, solicitó para este último a la reina María de Molina el cargo de Adelantado mayor de la frontera de Andalucía, todas las tierras que habían pertenecido a su padre, una soldada de medio millón de maravedíes y una llave de la Cancillería, a fin de poder usar el sello del rey. Excepto esto último, la reina le concedió a Juan el Tuerto todo lo demás.

Cuando don Juan Manuel, que se hallaba en tierras murcianas, tuvo conocimiento de la muerte de los infantes Pedro y Juan en el Desastre de la Vega de Granada, aspiró a ejercer en solitario la tutoría de Alfonso XI. El obispado de Cuenca y las ciudades de Madrid, Cuéllar y Sepúlveda designaron a don Juan Manuel tutor del rey junto con la reina María de Molina.

Poco después don Juan Manuel se entrevistó con la reina María de Molina en la ciudad de Valladolid, y solicitó a la reina que le permitiese ejercer la tutoría del rey junto con ella, a lo que se opuso la reina, lo que provocó el enojo de don Juan Manuel. Poco después, don Juan Manuel y sus partidarios intentaron apoderarse de la ciudad de Ávila, aunque el obispo de la ciudad era fiel partidario de la reina María de Molina. Cuando esta última tuvo conocimiento de los planes de don Juan Manuel, solicitó a Fernando de la Cerda que fuese a socorrer la ciudad de Ávila, a lo que este último se negó.

Cuando la reina tuvo conocimiento de que su hijo, el infante Felipe, se hallaba en la ciudad de Zamora después de haber estado en tierras gallegas, le encomendó que se dirigiese a Ávila e impidiese que don Juan Manuel y sus partidarios se apoderasen de ella. No obstante, para cuando el infante Felipe llegó a las cercanías de Ávila el concejo de la ciudad ya había designado a don Juan Manuel tutor del rey. El infante Felipe desafió a don Juan Manuel a combatir ante los muros de la ciudad, pero este último no aceptó el reto y permaneció dentro de Ávila mientras el ejército del infante Felipe saqueaba algunas aldeas de Segovia que apoyaban a don Juan Manuel y a las que este último no prestó apoyo. Cuando la reina María de Molina tuvo conocimiento de estos hechos, ordenó al infante Felipe que dejase de saquear las tierras que apoyaban a don Juan Manuel y se reuniese con ella en Valladolid.

Mientras tanto, María Díaz de Haro, viuda del infante Juan y madre de Juan el Tuerto, solicitó a la reina María de Molina junto con su hijo que le concediesen los cargos de Merino mayor de Castilla, León y Galicia para que ellos se los confiasen a sus partidarios. A esto se opuso el infante Felipe de Castilla, argumentando que el cargo de Merino mayor de Castilla estaba siendo desempeñado por Garcilaso I de la Vega, y que el cargo de Merino mayor de Galicia siempre había sido desempeñado por alguien designado por el propio infante Felipe, como ya había ocurrido durante la tutoría de los infantes Pedro y Juan. Ante la negativa de la reina María de Molina y del infante Felipe, María Díaz de Haro y Juan el Tuerto se mostraron descontentos y afirmaron que no consentirían que el cargo de Merino mayor de Castilla fuera desempeñado por Garcilaso I de la Vega.

En 1320, don Juan Manuel se atribuyó el cargo de tutor del rey Alfonso XI y comenzó a usar el sello real, a impartir justicia y a conceder tierras a sus partidarios. Cuando Fernando de la Cerda tuvo conocimiento de ello, solicitó a la reina María de Molina que le concediese el cargo de Mayordomo mayor del rey, que era desempeñado en esos momentos por don Juan Manuel. La reina accedió y nombró a Fernando de la Cerda Mayordomo mayor del rey y le entregó además cincuenta mil maravedíes en tierras. Poco después don Juan Manuel y el infante Felipe acordaron ejercer la tutoría del rey junto con la reina María de Molina, a lo que se opuso Juan el Tuerto, quien reunió a los representantes de los concejos que le apoyaban en la ciudad de Burgos, a los que se sumó poco después Fernando de la Cerda.

La situación en Galicia se volvió más inestable, pues mientras se reunían en Pontevedra el arzobispo compostelano y el rey Dionisio I de Portugal, los vecinos de la ciudad de Santiago de Compostela, contando con la aprobación del infante Felipe y del adelantado Alfonso Suárez de Deza, incendiaron el palacio episcopal y las casas de los partidarios del prelado compostelano. En vista de la situación, el arzobispo Berenguel de Landoria acudió a la Corte de Castilla para solicitar la ayuda de la reina María de Molina y, al mismo tiempo, pactó con Juan el Tuerto a fin de impedir que el infante Felipe de Castilla fuera nombrado tutor del rey.​ En 1320 la reina se entrevistó con el arzobispo de Santiago de Compostela en el municipio vallisoletano de Tordesillas, y a la entrevista también acudió el infante Felipe de Castilla. No obstante, el resultado de la entrevista fue infructuoso, ya que tanto el infante Felipe como el arzobispo compostelano mantuvieron sus respectivas posiciones.

El arzobispo compostelano regresó a Galicia y fijó su sede en el castillo de la Rocha, donde fue a verle Alfonso Suárez de Deza, Adelantado mayor de Galicia, junto con una comisión de personajes notables compostelanos, a fin de proponerle un nuevo acuerdo. Pero el arzobispo Berenguel de Landoria ordenó asesinar a Alfonso Suárez de Deza y a todos los miembros de la comisión que trataron de defenderle y, los compostelanos, aterrados por los crímenes del arzobispo, le abrieron entonces las puertas de la ciudad de Santiago de Compostela a su arzobispo.

Poco después la reina María de Molina se entrevistó con don Juan Manuel en Tudela de Duero, le ordenó que dejase de utilizar el sello real y le propuso entregarle a cambio una llave de la Cancillería real, a lo que don Juan Manuel se negó, pues deseaba ser nombrado tutor del rey Alfonso XI. Mientras tanto, Juan el Tuerto y sus partidarios, entre los que se contaba Fernando de la Cerda, Pedro Fernández de Castro y Lope Díaz de Haro, se habían reunido en la ciudad de Burgos junto con los representantes de los concejos de Castilla y obtuvieron de éstos la concesión de siete servicios y comenzaron a utilizar un sello de la Hermandad de los concejos de Castilla. En vista de ello, la reina María de Molina y el infante Felipe, que también estaban reunidos con los representantes de los concejos que les apoyaban, obtuvieron de éstos la concesión de seis servicios para poder pagar a sus mesnadas.​

Poco después la reina consiguió reconciliar al infante Felipe con don Juan Manuel, y ambos juraron solemnemente en presencia del obispo de Sigüenza y de otros notables del reino que no irían a la frontera por separado ni sin el consentimiento de la reina María de Molina. Poco después el infante Felipe se dirigió a la ciudad de León, se la arrebató a los partidarios de Juan el Tuerto, y dejó al frente de ella a Rodrigo Álvarez de las Asturias. Después, el infante Felipe se dirigió a Mayorga y estando allí estuvo a punto de librarse una batalla entre sus tropas y las de Juan el Tuerto y sus partidarios, quienes saquearon las tierras de los partidarios del infante Felipe, al tiempo que este último saqueaba y devastaba desde Mayorga las tierras que pertenecían a Juan el Tuerto y a su madre.​

El infante Felipe de Castilla firmó un acuerdo con los emisarios del rey de Granada en la ciudad de Baeza el día 18 de junio de 1320.16​ En dicho acuerdo se pactó una tregua de tres años entre el reino de Granada y el reino de Castilla y León, que fue rota en 1323. En el Acuerdo de Baeza también tomaron parte activa los concejos de las ciudades más importantes de Andalucía, como Córdoba, Jaén, y Sevilla, aunque también intervinieron en la redacción del acuerdo de paz las Órdenes militares, cuyas posesiones y fortalezas eran vitales para mantener el equilibrio estratégico entre los ricoshombres y la Corona. Tras el Acuerdo de Baeza de 1320 se inauguró un período de relativa tranquilidad entre el reino de Granada y el reino de Castilla y León, que se vio alterado cuando expiró la tregua acordada en Baeza. Por su parte, don Juan Manuel, que actuaba como tutor del rey con potestad en los asuntos murcianos, pactó su propia tregua con el reino de Granada, y su suegro, Jaime II de Aragón, actuó de igual modo.

La reina María de Molina contaba con el apoyo de su hijo, el infante Felipe, quien, a pesar de haberse enemistado en un principio con él, terminó aliándose con don Juan Manuel a fin de oponerse conjuntamente a Juan el Tuerto, hijo del difunto infante Juan, y a sus partidarios, entre los que destacaba Fernando de la Cerda, nieto de Alfonso X el Sabio. No obstante, la alianza entre el infante Felipe y don Juan Manuel se quebró en el otoño de 1320, cuando los reinos de Sevilla y Jaén nombraron tutor al infante Felipe, y el reino de Córdoba hizo lo propio con don Juan Manuel.

La mayor parte de las ciudades de Andalucía respaldaba la candidatura del infante Felipe de Castilla, pero don Juan Manuel contaba con numerosos partidarios en la ciudad de Córdoba, entre los que se contaban Juan Ponce de Cabrera, bisnieto de Alfonso IX de León y señor de Cabra, Fernando Gutiérrez de los Ríos, obispo de Córdoba, Fernando Díaz Carrillo, señor de Santa Eufemia y alcalde mayor de Córdoba, y Pedro Alfonso de Haro, señor de Chillón. Los principales partidarios del infante Felipe de Castilla en la ciudad de Córdoba eran Arias de Cabrera, hermano de Juan Ponce de Cabrera, Alfonso Fernández de Córdoba, señor de Cañete de las Torres y Adelantado mayor de la frontera de Andalucía, Pay Arias de Castro, señor de Espejo y alcalde mayor de Córdoba, Fernando Alfonso de Córdoba, Alguacil mayor de Córdoba y alcaide de Alcaudete, Martín Alfonso de Córdoba, hermano del anterior y Alférez mayor de Córdoba, y Pedro Ximénez de Góngora, señor de Cañaveral.

En el otoño de 1320 hubo graves enfrentamientos en la ciudad de Córdoba entre los partidarios del infante Felipe y los de don Juan Manuel. Los representantes municipales de la ciudad de Córdoba solicitaron a la reina María de Molina, abuela de Alfonso XI de Castilla, que destituyese a los oficiales municipales de la ciudad y les permitiese elegir a otros en asamblea vecinal, a lo que no accedió la reina. La negativa de la reina provocó el descontento popular, a pesar de que los partidarios del infante Felipe, entre los que se contaban Pay Arias de Castro, Fernando Alfonso de Córdoba y Martín Alfonso de Córdoba, intentaron defender la legalidad vigente, representada por la reina María de Molina, abuela del monarca.​ Juan Ponce de Cabrera y sus partidarios sitiaron el Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba, donde se habían refugiado los partidarios de la reina, y cuando estos últimos tuvieron conocimiento de que don Juan Manuel se acercaba a Córdoba con su ejército para apoyar a los sitiadores, pactaron su rendición y salieron de la ciudad, dirigiéndose a Castro del Río, municipio al que posteriormente le sería concedido el título de Leal por Alfonso XI de Castilla, junto con otras mercedes.

Tras la salida de Córdoba de los principales partidarios del infante Felipe de Castilla y de la reina María de Molina, los nobles que se habían apoderado de ella, entre los que se contaba Juan Ponce de Cabrera, pactaron con don Juan Manuel y le reconocieron como tutor del rey Alfonso XI en septiembre de 1320, a cambio de que don Juan Manuel aprobara las demandas que los cordobeses habían presentado anteriormente a la reina María de Molina. El reconocimiento de don Juan Manuel como tutor del rey por el concejo cordobés quebrantaba los acuerdos pactados en Peñaflor el día 23 de abril de 1320, que habían sido rubricados por la Hermandad General de Andalucía, a pesar de que dicho reconocimiento contaba con el respaldo popular. En el otoño de 1320 ya actuaba don Juan Manuel como tutor del rey en Córdoba, confirmando privilegios, franquezas y mercedes, como el privilegio concedido a la iglesia de San Pablo de Córdoba y, al mismo tiempo, don Juan Manuel designó a quince hombres buenos que deberían actuar como regidores de la ciudad.

El día 14 de diciembre de 1320, hallándose el infante Felipe de Castilla en la ciudad de Écija, escribió una carta al concejo de la ciudad de Niebla en la que aseguraba al concejo que, a cambio de que lo reconocieran como tutor de Alfonso XI, confirmaría los fueros y privilegios del municipio. Además, en la misma carta el infante Felipe se comprometía a guardar y defender los ordenamientos de la Hermandad General de Andalucía, excepto los del reino de Córdoba, que había reconocido como tutor a don Juan Manuel.

En vista de la situación, la reina María de Molina decidió apelar a la Santa Sede y solicitar la intervención del papa Juan XXII, quien envió una delegación presidida por el cardenal de Santa Sabina, que consiguió imponer una leve tregua entre las distintas facciones rivales. El cardenal llegó a la ciudad de Valladolid a principios de 1321, donde fue recibido con todos los honores. El cardenal se reunió, poco después de su llegada, con Juan el Tuerto y con Fernando de la Cerda, pero ambos sólo consintieron en permitir que la reina María de Molina retrasara su decisión final respecto a la tutoría. La reina convocó entonces Cortes en Palencia para el próximo mes de abril de 1321, y comunicó dicha convocatoria a don Juan Manuel y al infante Felipe de Castilla, su hijo.

Poco después el cardenal de Santa Sabina se entrevistó con don Juan Manuel en Portillo, le entregó al magnate castellano una carta del papa, y le acusó abiertamente de ser el causante de los disturbios existentes por actuar como tutor del rey sin el respaldo de las Cortes. Don Juan Manuel se disculpó ante el cardenal argumentando que eran muchos los concejos que le apoyaban, a lo que el cardenal replicó amenazándole de diversos modos. Don Juan Manuel solicitó entonces al cardenal un plazo para poder decidir sus próximos movimientos. Poco después el cardenal consiguió que Juan el Tuerto renunciase a la tutoría del rey, aunque este último puso como condición para su renuncia que el infante Felipe también renunciase a la misma. El infante Felipe comunicó entonces que él estaba dispuesto a hacer lo que le indicase su madre, siempre que ella no favoreciera los intereses de don Juan Manuel y, poco después, el cardenal de Santa Sabina regresó junto a la reina.

El día 1 de julio de 1321 falleció en la ciudad de Valladolid la reina María de Molina. Antes de morir, la reina convocó a los caballeros del Concejo de Valladolid y les encomendó a su nieto Alfonso XI a fin de que velasen por él, le cuidasen y le protegiesen.

La defunción de la reina María de Molina provocó que la tutoría de Alfonso XI fuera ejercida, aunque sin contar con el respaldo de las Cortes, por Juan el Tuerto, don Juan Manuel y el infante Felipe de Castilla. Este último fue reconocido como tutor en las Cortes de Valladolid de 1322, que él mismo había convocado, por un periodo de cuatro años, en espera de que el rey Alfonso XI alcanzara la mayoría de edad.

La solución de una tutoría compartida de Alfonso XI no satisfizo a ninguno de los tres tutores, en especial a Juan el Tuerto, quien, apenas transcurrido un mes desde que finalizaron las Cortes de Valladolid de 1322, convocó otras en la misma ciudad. La inestabilidad del reino estaba siendo aprovechada por los ricoshombres, que cometían muchos robos y asesinatos en sus áreas de influencia, contando con el apoyo de los diferentes tutores del rey, que no deseaban perder su apoyo.

En 1323 estalló un conflicto interno en la Orden de Calatrava y el infante Felipe ordenó a García Sánchez, alcaide del alcázar de Jaén, y a los concejos del obispado de Jaén que acudiesen a Ciudad Real a fin de combatir al Maestre de la Orden de Calatrava, Al mismo tiempo, el infante Felipe aprobó la acción llevada a cabo por el alcaide de Jaén y por el concejo de Ciudad Real, quienes habían incendiado el municipio de Miguelturra.

A comienzos de 1324 Juan el Tuerto convocó en Burgos a García de Villamayor, Juan Rodríguez de Rojas, Juan Martínez de Leiva y Garcilaso de la Vega, partidarios todos ellos del infante Felipe, y ordenó dar muerte a los dos primeros y prender a Juan Martínez de Leiva, aunque Garcilaso de la Vega no acudió al encuentro, pues temía que fuera una argucia de Juan el Tuerto.

La ciudad de Zamora abandonó el partido de Juan el Tuerto y envió una delegación a Sevilla, a fin de reconocer como tutor al infante Felipe a cambio de su protección frente a los ataques de Juan el Tuerto. Este último, al tener noticia de ello, solicitó la ayuda de don Juan Manuel, y ambos se dirigieron a Zamora con el propósito de sorprender allí al infante Felipe. A continuación estuvo a punto de librarse una batalla campal entre los tres tutores, aunque al final ninguno de los tres se atrevió a iniciar la batalla. Por ello, don Juan Manuel y Juan el Tuerto se dirigieron a Corrales, y el infante Felipe se dirigió junto con sus tropas a los arrabales de la cercana ciudad de Zamora.

Cuando Alfonso XI, que se encontraba en Valladolid, tuvo conocimiento de la batalla campal que había estado a punto de librarse entre sus tres tutores, ordenó reunir a los caballeros que le acompañaban en su Corte y a los representantes del concejo de Valladolid. Todos ellos acordaron enviar mensajeros a los tres tutores para intentar mediar en el conflicto. Poco después, los tres tutores estuvieron a punto de alcanzar un acuerdo de paz, pero la negativa de Juan el Tuerto a reconciliarse con Garcilaso de la Vega, partidario del infante Felipe, frustró el intento. Don Juan Manuel se dirigió entonces a Escalona, Juan el Tuerto a Vizcaya, y el infante Felipe a Zamora, donde este último fue reconocido como tutor. Desde allí, el infante Felipe se dirigió a la Tierra de Campos para devastar las propiedades de don Juan Manuel. Cuando Juan el Tuerto tuvo conocimiento de ello puso sitio al municipio de San Pedro de Latarce, que pertenecía a Álvar Núñez Osorio, partidario del infante Felipe de Castilla, y se apoderó de él. Poco después, el infante Felipe se apoderó pacíficamente del municipio de Portillo y saqueó las propiedades de los partidarios de don Juan Manuel que allí moraban.

Poco después el infante Felipe de Castilla se apoderó de la ciudad de Segovia, excepto de su alcázar, fue reconocido como tutor en ella, y dejó al frente de ella a Pedro Lasso de la Vega, hijo de Garcilaso I de la Vega. No obstante, los vecinos de Segovia se sublevaron contra Pedro Lasso de la Vega debido a los desafueros cometidos por este último, y mataron a varios de los partidarios del infante Felipe de Castilla.

Poco después las ciudad de Sevilla abandonó el partido del infante Felipe, pues el almirante Alonso Jofre Tenorio, con la ayuda de algunos ricoshombres, caballeros y ciudadanos, expulsó a los partidarios del infante Felipe, y recibió de Alfonso XI la orden de no dejar entrar en Sevilla al infante Felipe ni a ninguno de los otros tutores. La pérdida de Sevilla supuso un importante revés para las aspiraciones del infante Felipe, quien se dirigió a la frontera de Andalucía para reforzar sus posiciones. Hallándose el infante Felipe en Carmona, tuvo conocimiento de que en Jerez de la Frontera se preparaba un movimiento contra él análogo al de Sevilla. Por ello, el infante Felipe de Castilla se dirigió a Jerez de la Frontera y ordenó ejecutar de forma cruel a diez habitantes de la ciudad, acusándolos de traición, pues pretendían entregar la ciudad a los musulmanes.

MAYORÍA DE EDAD DE ALFONSO XI.

En agosto de 1325 Alfonso XI cumplió catorce años y alcanzó la mayoría de edad. Don Juan Manuel, Juan el Tuerto y el infante Felipe de Castilla abandonaron entonces sus respectivos cargos de tutores del rey y entregaron al monarca las cartas blancas que tenían con el sello real. El infante Felipe continuó ejerciendo su influencia en la Corte castellana a través de varios de sus antiguos partidarios, entre los que se contaban Álvar Núñez Osorio, Juan Martínez de Leiva y Garcilaso I de la Vega, quienes pasaron a ser los nuevos privados del rey Alfonso XI de Castilla y ejercieron una notable influencia política en el reino de Castilla y León durante los primeros años de la mayoría de edad de Alfonso XI.

En diciembre de 1325 el infante Felipe fue nombrado Mayordomo mayor del rey Alfonso XI de Castilla, cargo que desempeñó hasta enero de 1327, año en que falleció. El día 12 de abril de 1327, hallándose en Madrid, el infante Felipe otorgó testamento, en el que, entre otras disposiciones, ordenaba ser enterrado en el monasterio de Santa Clara de Allariz, en Galicia.​ Al mismo tiempo, el infante Felipe dispuso en su testamento que, en caso de que su esposa estuviese embarazada en el momento de su defunción, fuese su heredero el niño o la niña que naciese, y que en caso de no ser así, heredase sus bienes su hija ilegítima María, nacida de su relación con Estefanía Gómez.

Durante su reinado logró fortalecer el poder real dominando la levantisca nobleza. En su gobierno logró también resolver los problemas que surgieron en el estrecho de Gibraltar relativos a la conquista de Algeciras. Muchos de estos problemas fueron suscitados por las ambiciones reconquistadoras de los benimerines mahometanos.

Los conflictos generados a raíz de la pugna por el poder en la regencia provocaron la división de la Corona al punto de que en 1318 se convocasen Cortes separadas: las Cortes de Castilla en Valladolid, y las Cortes de León en Medina del Campo. Esta regencia fue utilizada como argumento por Tirso de Molina en el drama La prudencia en la mujer, protagonizado por María de Molina; según González Vergel "el más emblemático e importante personaje femenino de todo nuestro Siglo de Oro".​

Durante su minoría de edad se dieron abusos de poderosos y nobles contra el pueblo, tal y como se expresa en la Crónica de Alfonso XI. La conciencia de estos hechos unido a la influencia de su abuela hicieron que fuese un monarca muy comprometido con la justicia y el cumplimiento de las leyes, por lo que se ganó su apelativo.

Nada más asumir el poder regio comenzó un trabajo laborioso en pro del fortalecimiento del poder real dividiendo a sus enemigos. Ejerció gran energía para mantener controlada a la nobleza, ya desde que se hizo cargo del poder, no importándole en muchos casos para conseguir ese sometimiento recurrir al ajusticiamiento de los nobles o incluso a los asesinatos y emboscadas, como ocurrió con Juan de Haro el Tuerto, en la ciudad de Toro en 1326, infundiendo un justificado terror a los nobles que supo reflejar el Romancero, por ejemplo en "Don García de Padilla / ese que Dios perdonase...".

Alfonso XI tras un primer matrimonio no consumado, y posteriormente anulado, con Constanza Manuel, hija de Don Juan Manuel, contrajo matrimonio en el verano de 1328, a los 17 años de edad, en la localidad de Alfayates (Portugal) con su prima María de Portugal, de 15 años de edad y, una vez concluida la ceremonia, los contrayentes se dirigieron a Fuenteguinaldo. Se entregaron recíprocamente diversos castillos y alcázares.​ 

          Retrato imaginario de María de Portugal (1313-1357).

Con ocasión al enlace, el rey Alfonso entregó a María en arras «los alcázares, castillos y villas de Guadalajara, Talavera de la Reina y Olmedo con todos sus términos, derechos, rentas, jurisdicciones y pertencias».

No obstante, el monarca había conocido un año antes en Sevilla, tras una campaña militar en Olvera, a la sevillana Leonor de Guzmán, un año mayor que él, una noble andaluza de la que nunca se separó hasta su muerte y en cuya crónica la describe como:

Era, dueña muy rica y muy fija dalgo y era en fermosura la mas apuesta muger que avia en el Reyno.

Representación imaginaria de Leonor de Guzmán, viuda de Juan de Velasco y amante de Alfonso XI.

Crónica de Alfonso XI 

El rey Alfonso estuvo a punto de separarse de ella por no darle un heredero, lo cual aconteció el 30 de agosto de 1334 con el nacimiento del futuro rey Pedro I de Castilla.

La ausencia inicial de hijos hasta alrededor de 1333 en el matrimonio real resultó perjudicial para la reina María de Portugal, que fue excluida de ocupar un papel más activo y relegada en el monasterio de San Clemente, donde actualmente reposan sus restos.

Apartada de la corte, es probable que la reina pasara largas temporadas en el monasterio de San Clemente de Sevilla, según el cronista Diego Ortiz de Zúñiga:

...tenía lleno el palacio de discordias internas que obligaron a la Reyna este año (1334) a retirarse al Convento de San Clemente, al que tenía mucha devoción, por asilo de sus trabajos; su asistencia en él largas temporadas se verifica en sus papeles.

Con los años Leonor fue convirtiéndose en la principal consejera del rey, por lo que fue una de las mujeres más poderosas de Europa y de facto reina de Castilla.

El padre de Maria de Portugal, Alfonso IV, desde 1335, ejerció presión sobre Alfonso XI a fin de conseguir que se separase de Leonor de Guzmán, implicando al papado, negando la colaboración militar contra los musulmanes, apoyando a los rebeldes castellanos contra su rey, e incluso invadiendo Castilla y León. Alfonso envió a María para que se reuniera con su padre, el rey de Portugal, para solicitar su ayuda en detener la invasión de las tropas musulmanas. María accedió al pedido de su esposo y regresó a la corte castellana «con la obligación de Alfonso XI de dar a su mujer el trato y la honra que le debía y el consiguiente exilio de la corte de Leonor Núñez de Guzmán».​ Así consiguió el apoyo de su suegro en la batalla del Salado donde las tropas portuguesas desempeñaron un papel decisivo en la derrota de los benimerines.​ Una vez finalizados los conflictos militares, Alfonso XI regresó con su amante e incumplió lo acordado previamente.

Su educación fue muy descuidada, pues su padre Alfonso XI, llevado por su amor a Leonor de Guzmán, dejó la crianza de su heredero a su esposa María de Portugal, la reina consorte, que vivió con su hijo en el Alcázar de Sevilla. Pedro creció así apartado de la corte, como lo estaba su madre, a diferencia de la amante paterna y sus hijos. En los primeros años fue criado por Vasco Rodríguez de Cornago, maestre de la Orden de Santiago. Otro de sus preceptores fue el franciscano Juan García de Castrojeriz, confesor de su madre. Para la educación del joven príncipe, el fraile tradujo De regimine principum de Egidio Romano.

Su padre lo prometió a la hija del rey inglés Eduardo III, llamada Juana, pero la pobreza del erario inglés, incapaz de aportar la dote de la novia, y luego la muerte inopinada de esta el 2 de septiembre de 1348 en Burdeos, cuando ya viajaba a Castilla, frustraron el matrimonio, mero sello de la alianza entre reinos.

A partir del año 1331/1332 tuvo diez hijos con Leonor de Guzmán:

1-Pedro de Aguilar (1331/1332–1338), I señor de Aguilar de Campoo, Liébana y La Pernía y de las villas de Orduña, Paredes de Nava, Baena, Luque y Zuheros y canciller mayor de Castilla.

2-Sancho Alfonso de Castilla (1332/1333–1342), llamado «el Mudo», I señor de Ledesma, Béjar, Granadilla, Montemayor, Galisteo, Salvatierra y otros lugares, durante un corto periodo de tiempo, señor de Cabrera y Ribera, y alférez del rey.

3-Enrique II de Castilla (1333/1334–1379), gemelo del siguiente, señor del condado de Noreña, conde de Trastámara, señor de Lemos y Sarria, en Galicia, y las villas de Cabrera y Ribera, fundador de la Casa de Trastámara.

4-Fadrique Alfonso de Castilla (1333/1334–1358), gemelo del anterior, maestre de la Orden de Santiago, señor de Haro, adelantado mayor de la frontera de Andalucía y camarero mayor del rey; de quien descienden los almirantes de Castilla-duques de Medina de Rioseco (Casa de Enríquez), fue el primero de los hermanos que fue asesinado por orden de Pedro;

5-Fernando Alfonso de Castilla (1334–1350), I señor de Ledesma, Haro, Béjar, Granadilla, Montemayor, Galisteo, Salvatierra y de otros lugares.

6-Tello de Castilla (1337–1370), I señor de Aguilar de Campoo, Castañeda, Berlanga, Monteagudo y señor consorte de Lara y de Vizcaya, y de quien descienden los marqueses de Aguilar de Campoo;

7-Juan Alfonso de Castilla (1340–1359), I señor de Jerez de los Caballeros y posteriormente de Ledesma, Salvatierra, Montemayor, Miranda, Galisteo y Granadilla, lo mandó matar su medio hermano Pedro I de Castilla;

8-Juana Alfonso de Castilla (1342-después de 1376), I señora de Medina de Rioseco, Tordehumos, Paredes de Nava y otros lugares, casada en primeras nupcias con Fernán Ruiz de Castro y en segundas con Felipe de Castro;

9-Sancho de Castilla (1342–1374), I conde de Alburquerque y I señor de Ledesma, Haro, Briones, Belorado, Cerezo, Alba de Liste, Medellín, Tiedra y Montalbán. Sucedió a su hermano Tello como alférez mayor del rey Enrique II de Castilla, que era su hermano, en 1371;

10-Pedro Alfonso de Castilla (1345–1359), lo mandó matar su medio hermano Pedro I de Castilla.

En 1331, Alfonso de la Cerda rindió un homenaje a Alfonso para dejar zanjadas sus pretensiones al trono castellano y leonés. En 1332 supo sofocar, con la ayuda de sus súbditos, la revuelta que contra él hicieron Juan Manuel y Alfonso IV de Portugal. Dichos acontecimientos le hicieron descuidar la Reconquista, perdiendo Gibraltar.

Tras la muerte de Alfonso IV, cuñado suyo, ocurrida en la ciudad de Barcelona el 24 de enero de 1336, la reina Leonor, su hermana, huyó a los reinos de Castilla y León donde reinaba su hermano, Alfonso XI, acompañada por sus dos hijos, los infantes Fernando y Juan por temor a Pedro IV, el nuevo rey de Aragón quien se mostraba resentido con su madrastra y hermanastros, debido a la postergación sufrida desde el segundo matrimonio de su padre.

En su testamento, redactado en el Monasterio de Poblet en agosto de 1333, el rey legaba a su segunda esposa sus joyas y confirmaba la posesión de las villas que le había entregado en el pasado, al tiempo que legaba a su hijo, el infante Fernando el marquesado de Tortosa y el de Albarracín. La reina Leonor se refugió en el reino de Castilla, llevándose consigo gran cantidad de oro, plata y joyas, a pesar de que el rey Pedro IV intentó impedir que salieran del reino.

GUERRA CONTRA LOS MUSULMANES.

Alfonso XI actuó de manera agresiva contra el Reino nazarí de Granada, que en aquel momento se mostraba colaborativo con el Sultanato benimerín del norte de África. El monarca consiguió algunos acuerdos con la Corona de Aragón como el Pacto de Ágreda y el Pacto de Tarazona en 1328 para atacar conjuntamente a los musulmanes, aunque no tuvieron resultados positivos. Tanto Alfonso, como Abul-Hasán mandaron un importante contingente naval al Estrecho de Gibraltar, ya que sabían perfectamente la importancia de dicho punto geográfico en sus pretensiones de conquista. Alfonso obtuvo la ayuda de los aragoneses, y el musulmán, de los genoveses. Su primera victoria destacable, con la ayuda de los aragoneses, se produjo en 1330 con la toma de Teba, a lo que los benimerines respondieron conquistando Gibraltar tres años más tarde aprovechando disputas internas.1​ Una de sus grandes victorias, al mando de Alonso Jofre Tenorio fue la batalla del Salado contra los benimerines en 1340, tras lo cual mandó construir un palacio real en Tordesillas, más tarde reconvertido en el monasterio de Santa Clara.1​ A finales de ese año cercó Alcalá la Real, que consiguió tomar el 15 de agosto de 1341, sin que Yusuf I, ni su visir Ridwan consiguieran aprovisionarla ni romper el cerco. El general de los «defensores de la fe» africanos, Ozmín, intentó llevar a las tropas cristianas a una trampa, pero el maestre de Santiago no cayó en ella y el 15 de agosto de 1341 Alcalá tuvo que rendirse. Días después lo harían Priego de Córdoba, Carcabuey, Rute y la torre Matrera. Los expulsados de Alcalá fueron asentados en Moclín para que mantuviesen su deseo de revancha. Los éxitos militares continuaron, debido a que Alfonso XI obtuvo una nueva victoria en la batalla del río Palmones y, la más relevante, la conquista de la relevante plaza del Reino de Algeciras en 1344 tras un largo asedio, por la que el emir granadino Yusuf I pagó 12.000 doblas de oro en concepto de parias. Alfonso intentó en varias ocasiones conquistar Gibraltar sin éxito, aunque sus victorias le permitieron recuperar el comercio entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico para la Corona de Castilla.

Guerra de los Cien Años

Alfonso XI consiguió permanecer neutral durante la guerra de los Cien Años, la gran pugna que enfrentaría durante décadas a los reinos de Inglaterra y Francia. Castilla se aprovechó de la prohibición inglesa de vender lana en las ciudades de Flandes para exportar su propia materia prima desde diversas ciudades castellanas como Burgos, lo que propició un gran crecimiento del comercio exterior y la instauración de colonias castellanas en ciudades como Brujas.

También se sabe que entre sus aficiones se encontraba la caza, teniendo como lugar habitual para ir de caza el pueblo de Valporquero en León, junto a sus cuevas. Durante su reinado se escribió el llamado Libro de la Montería de Alfonso XI, pues su autoría es debatida. A Alfonso XI se le atribuye una cantiga de amor dirigida a Leonor de Guzmán.

CARÁCTER.

Fue el rey don Alfonso non muy grande de cuerpo, mas de buen talante, et de buena fuerza, et rubio et blanco, et venturoso en guerras.

Como su abuela, no era un ingenuo en absoluto y ocultaba a sus cortesanos sus verdaderos pensamientos; incluso contenía y disimulaba su cólera con virtuosismo; según la Gran Crónica «por no dar a entender el su enojo, encubrió el su coraçon con grande paçiencia, como buen rrey, e sabio e entendido en todas las cosas».​ Este carácter tan diplomático le permitió sellar acuerdos con Inglaterra y Francia sin inmiscuirse en la guerra de los Cien Años cuando estos dos reinos lo requirieron, Eduardo III en 1335 y Felipe VI en 1336, respectivamente; la eminencia gris en el Consejo del rey que cerró estos acuerdos fue el canciller de su sello de la puridad Fernán Sánchez de Valladolid, notario mayor de Castilla, "de quien el Rey avia fiado ante desto otras muchas mandaderías, et de grandes fechos"​ política que sus descendientes Pedro I y Enrique II no consiguieron continuar. Presidieron su acción dos principios generales bien establecidos:

Non dexó... de poner en obra dos cosas las más prinçipales que Dios le encomendó en el rreyno: la una, la justiçia; e, la otra, la guerra contra los moros.»

Sin embargo, también honra y fama pesaron mucho en conseguir lo que logró: en 1333, aunque Gibraltar acababa de caer en manos meriníes, Alfonso XI decidió comparecer allí no sólo por si podía recuperar la plaza, sino porque «era más su honrra llegar al castillo». Es más, en la celebérrima batalla del Salado, el hecho de mayor relevancia histórica de su reinado, pese a la inferioridad numérica, el monarca castellano había afirmado que no podía excusar la lid de ninguna manera, y la Gran Crónica puso en boca del monarca que prefería perder la cabeza antes que tener que pasar por la vergüenza de no comparecer en defensa de la villa, recordando que no se podían permitir perder «como malos lo que avian ganado sus anteçessores como buenos», pues era preferible «ganar honrra e, olvidando los viçios deste mundo, [...] ganar fama sienpre». La pérdida de Gibraltar era la «mayor mancilla que tenía el rey en su corazón» y por eso desoyó a sus consejeros y murió manteniendo obstinadamente el asedio, pese al brote de peste que al cabo terminó con su vida. Los ideales caballerescos de honra y fama también influyeron en la creación por su parte de la Orden de la Banda.

MUERTE.

Falleció en el sitio de Gibraltar víctima de la peste negra, en la noche de 25 al 26 de marzo, jueves y viernes de la Semana Santa de 1350,​ siendo el único rey de Europa (además de la Reina Margarita I de Dinamarca) que murió por este motivo.

Pedro heredó el reino sin oposición, pero en una grave situación militar y económica: el ejército se había desbandado tras la muerte del rey Alfonso XI y la frontera meridional se hallaba amenazada, en un momento de gran penuria de la Hacienda castellana, perjudicada por la crisis económica, las malas cosechas, la peste negra y los gastos bélicos del soberano difunto.​ En consecuencia, la primera acción del nuevo rey fue firmar la paz con nazaríes y benimerines el 17 de julio.

Leonor de Castilla (1307-1359). Contrajo matrimonio con Alfonso IV de Aragón, y fue asesinada en 1359 en el municipio y castillo burgalés de Castrojeriz, donde se hallaba prisionera, por orden de su sobrino, Pedro I de Castilla.

         Retrato imaginario de Leonor, hermana de Alfonso XI.









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