TRIBUS PRERROMANAS EN GALICIA.
Un grupo probablemente de los primeros habitantes en fecha inexacta pero entre el 2200 a.c y el 2000 a.c, venidos originariamente desde el territorio de Irán y en varias oleadas pasando por Europa del sur, o quizás desde islas griegas llegaron a lo que se denomina la actual España. No sabemos si en estas escalas hicieron tiempo, quizás de años o quizás de décadas. Tampoco sabemos donde se ubicaron en primer lugar, pero es lógico pensar que si fue por tierra, lo hicieron por Francia y se distribuyeron por el norte, o si fue por mar lo hicieran por el mediterráneo. Desconociendo también el número, imaginamos que fue en cientos de personas; hombres, mujeres y niños. Probablemente fueron los descendientes de un hombre llamado Tarsis. Estos se asentaron en lugares protegidos de forma natural pero todavía había poco poblamiento del país, que en realidad todavía no fue considerado país, solamente una extensión de tierra sin unidad geográfica ni política por la poca población existente como dijimos. Si hemos de hacer caso de la fechación de los dólmenes podemos decir entonces que los que aparecen en la fotografía y otros son de esta época. Que hayan aparecido en Galicia significa que la población, también incluyó dicha geografía. Posteriormente a dicha fecha, España se siguió poblando con gentes venidas de otros lugares, que formaron tribus más o menos emparentadas entre sí. Toda la zona de confluencia entre la zona de Euroasia fue bastante poblada incluyendo el norte de África, sobre todo Egipto. Quizás desde allí hayan venido también poblaciones sobre esta fecha, desde el 2000 a.c.
En esos años, al parecer multitud de poblaciones ya compartían España y sus riquezas, sobre todo mineras y ya había cierto desarrollo en estos asuntos.
En la llamada Edad del Bronce, debido a los cambios climáticos, parece que hubo nuevos pobladores en Galicia, región de la que vamos a tratar en este artículo. Se incrementó la población y los problemas y conflictos aumentaron.
Fue una época de producción de diversos utensilios y joyas de oro o de bronce, que incluso fueron llevadas más allá de los Pirineos. Datan también de esta época la mayoría de los petroglifos (inscripciones sobre las rocas graníticas a cielo abierto) que se conservan en los montes gallegos, principalmente en la provincia de Pontevedra. Son muy conocidas las de Campo Lameiro. Se desconocen todavía su origen y su significado, aunque se piensa que formaban parte de algún tipo de lenguaje ritual o religioso.
En los últimos siglos de esta era, entre el 900 y el 700 a.c. en lo que se conoce como Bronce Final Atlántico, Galicia formó parte de un complejo cultural de frecuentes intercambios comerciales por vía marítima con otras tierras de la fachada atlántica europea, como las Islas Británicas, Portugal y Bretaña.
Armas de ese período.
Puede ser que en estas fechas con un idioma protocéltico se hayan extendido estos primeros habitantes hacia toda la zona Atlántica formando un grupo unido por el idioma con enlaces genéticos entre ellos. Quizás como veremos más abajo, las nuevas oleadas de gentes que vinieron fuesen grupos familiares de estos primeros de los que hablamos, u otras tribus que después conoceremos como celtas. El caso es que fuese el uno o el otro, los dos grupos al parecer, se integraron o unieron.
La etapa castreña se desarrolló aproximadamente entre el año 700 a. C. y el año 1 de nuestra era. Su mayor desarrollo se produce en la segunda mitad de la Edad de Hierro, resultado de la fusión de la cultura de la Edad de Bronce y otras contribuciones posteriores, coexistiendo en parte con la época romana.
Algunos estudios históricos sugieren la llegada de pueblos celtas que trajeron nuevas variedades de ganado, el caballo domesticado y probablemente el centeno. Estos celtas, también denominados sefes o saefes, o incluso celtas de Hallstatt, se encontraron con una región bastante poblada. Según las teorías más aceptadas se superpusieron a la población autóctona como élites guerreras, nobles y jefes de tribus, manteniendo un estatus de superioridad o una cierta estratificación social.
Es en esta época, cuando la provincia romana de Gallaecia (galaicos) aún no estaba constituida política y administrativamente, cuando aparecen los castros. Estas construcciones eran recintos fortificados de forma circular provistos de uno o varios muros concéntricos, precedidos generalmente de su correspondiente foso y situados en su mayoría en la cumbre de oteros y montañas.
En cuanto a los templos, la única construcción encontrada es la de Elviña. En el castro de Meirás se conserva una necrópolis. En otros castros se han hallado cistas (pequeñas construcciones de piedra en forma de caja) con cenizas de difuntos. También existen otras construcciones que están parcialmente soterradas y que tienen un depósito para el agua, en las que los vestigios de fuego indican que debían servir para incinerar los cadáveres.
La economía de los castreños se basaba en la agricultura, la ganadería y el pastoreo.
Los romanos, ya asentados en la mayor parte de la península ibérica (Hispania), llegaron a la actual Galicia atraídos por los recursos mineros de la zona. El sometimiento a Roma de los galaicos, junto al de astures y cántabros, se produjo tardíamente (año 23 a.C.) en comparación al resto de la península, debido en gran medida a la fuerte resistencia y la cohesión social y territorial que caracterizaba a estos pueblos del área atlántica.
La cohesión social y territorial de la cultura castreña explica la extraordinaria resistencia de los galaicos a la dominación romana , que se prolongó durante más de un siglo cuando esta ya se extendía por el resto de la Hispania. Así lo constatan diversas crónicas, como las de Orosio, que cuenta cómo en el año 137 a. C., el Praetor Décimo Junio Bruto Galaico inició una campaña de castigo debido a las continuas incursiones bélicas y de saqueo celtas en el área romana lusitana. Por esta campaña, en la que hubo de enfrentarse con 60.000 gallaicoi en el río Duero, volvió a Roma convertido en héroe, por lo que fue llamado 'Gallaicus'. En ese mismo año, las legiones romanas llegarían al río Limia, que al identificarlo al río Lethes de la mitología romana, sólo pudo ser cruzado cuando el Praetor llamó por sus nombres a sus soldados para demostrar que no había perdido la memoria. El avance hacia el norte se detendría al año siguiente al llegar al río Miño, donde los gallaicoi provocaron el repliegue romano hacia el sur.
La situación se mantendría durante los siguientes cien años, sin que las esporádicas expediciones romanas consiguieran internarse más en territorio galaico, siendo la única significativa la de Publio Licinio Craso del 96-94 a. C. Sin embargo, en el 73 a. C. Quinto Sertorio es derrotado, de forma que la región al norte del río Tajo recupera su independencia. La situación seguiría así hasta que diez años después Julio César es designado Propraetor de la Hispania Ulterior. En el año 61 a. C. retoma el avance hacia el norte, penetrando en la región lusitana situada entre los ríos Tajo y Duero, y de forma personal conduce una incursión marítima que arribaría a Brigantium. No obstante, el interior del territorio galaico continúa una resistencia que se recrudece en su última etapa durante la campaña de César Augusto entre los años 39 al 24 a. C., de la que sería su exponente más significativo la batalla del Monte Medulio. Esto impediría la declaración de la Pax Romana hasta el año 23 a. C., si bien la resistencia proseguiría en las áreas fronterizas astures y cántabras hasta el 19 a. C.
Una vez finalizados los enfrentamientos bélicos, comenzó una fructífera romanización que se prolongaría durante los siguientes cuatro siglos, iniciándose oficialmente entre los años 64 y 70 cuando Vespasiano convierte en pueblo romano a los 451.000 gallaicoi . De esta forma, los castros se transformarían en las villae y la población incorporaría las nuevas tecnologías, como la arquitectura, la agricultura basada en el arado, el Derecho romano o la minería. En este último aspecto cabe destacar el sistema de extracción de metales denominado ruina montium, que consistía en excavar túneles en los montes, por los que se introducía de golpe el agua de embalses preparados al efecto, reventando el monte y rescatando aguas abajo los minerales valiosos (específicamente, el oro).
Tres ciudades, fundadas por Augusto, encabezaron los tres conventus o subprovincias romanas que conformaron la región: Lucus Augusti (Lugo), Bracara Augusta (Braga) y Asturica Augusta (Astorga). Con la reforma de Diocleciano del año 298 estos conventus quedarían unificados bajo una única provincia segregada de la Tarraconensis: Gallaecia.
Con la romanización, los castros perdieron su viejo valor defensivo, aunque muchos de ellos siguieron siendo habitados durante siglos. Los romanos trajeron nuevas técnicas, nuevas vías de comunicación, nuevas formas de organizar la propiedad y una lengua nueva, el latín.
Más tarde llegó el cristianismo a Galicia, aún bajo dominación romana, sustituyendo poco a poco al paganismo. La Iglesia Católica, de creciente influencia en el imperio a partir de su oficialización, tuvo que enfrentarse en la Gallaecia del siglo IV al priscilianismo, una doctrina cristiana basada en los ideales de austeridad y pobreza, que tuvo gran arraigo popular y que fue posteriormente condenada como herejía.
Sin conocer el nombre como tribu de los primeros habitantes de Galicia podremos decir que fueron el núcleo original de la zona pues tuvieron al menos 2200 años para conformarse como pueblo en ese lugar (2200 a.c- 1 d.c). Progresaron mucho y de hecho tuvieron bastante expansión geográfica, que después, con la venida de otras gentes, celtas, hubo una asimilación entre ellos con la cual aparece el lenguaje celta más moderno pero desconocido hoy día. Por supuesto no podemos saber si tuvieron otros aportes genéticos o poblacionales.
Ahora con esta distinción como pueblo celta y llamados Galaicos, aunque hayan sido totalmente heterogéneos pues había multitud de tribus.
La cuestión del idioma es bastante compleja pues no podemos saber su evolución en este campo. Lo que sí sabemos es que en esta zona se hablaba un celta particular, diferente, a otras zonas celtíberas de España.
Ese era su idioma y aunque también había muchas tribus dentro de cada territorio pues no existía unidad como pueblo dentro de éstas estaban bastante jerarquizadas.
Como ya se mencionó, no fue hasta el 23 a.c que esta zona fue subyugada completamente por Roma. Esto no quiere decir que no hubiese más conatos rebeldes en esta zona, pero poco a poco este lugar de España se fue romanizando por cuestión de lógica y sobre todo, de fuerza. Adoptaron dos estrategias para dominar este territorio e incorporarlo como una provincia a su Imperio. Por una parte, romanizaron a los jefes tribales. Muchos jefes ambiciosos vieron la conveniencia de tener como aliados a los romanos, por su poderío militar y su influencia, por lo que llegaron a pactos con ellos. Los hijos de estos reyezuelos y nobles servían como tropas auxiliares de las legiones romanas, aprendiendo el latín y los usos militares de Roma. Así mismo, las élites eran educadas en los usos civilizados hasta que la aristocracia poco a poco se fue pareciendo cada vez más a los romanos. También se produjeron alianzas matrimoniales entre los romanos y príncipes indígenas, por lo que poco a poco la nobleza local fue asimilada por la romana. Por imitación de sus élites, el pueblo poco a poco fue romanizándose. Este proceso resultó más fácil entre los iberos, con un modo de vida más parecido, que entre los celtas. Por lo tanto, ahora ya considerados hispanorromanos, o sea la mezcla de los primeros habitantes con otros pueblos innominados, que confluyeron en esta denominación.
La romanización comenzó con los legionarios, que eran los soldados romanos. Estos transformaron los poblados de los celtas e íberos en ciudades romanas.
Tenían una vida en la agricultura y pequeña ganadería pagando excesivos impuestos pero con una infraestructura alta. No debían estar muy unidos puesto que permitieron hasta cierto grado la invasión de otros pueblos como los que después vamos a ver. Que fueron romanizados lo da la prueba de que terminaron hablando latín. Éste era el idioma oficial y vestigios de anteriores lenguajes en la zona solo quedaron en algunas palabras geográficas y simples.
Los romanos daban más importancia a las ciudades que a los campos.
Además, los romanos implantaron en todo el territorio las leyes romanas. El derecho romano es, aún hoy día, la base de muchas de nuestras leyes.
El 7 y el 8 son ejemplos de hisponorromanos.
Según el blog romanainsolentia.com:
"Los germanos también eran objeto de tópicos y estándares. Por ejemplo Tácito menciona que al no haberse mezclado en matrimonio con otras naciones, habían conseguido mantener una raza peculiar, pura y semejante sólo a sí misma, raza que caracterizaba por sus fieros ojos azules, ojos rubios, grandes y robustos cuerpos, su gran adaptación al hambre y al frío pero no en cambio a la fatiga y el trabajo prolongado, tampoco al calor o a la sed. También les atribuía un origen divino como hijos del dios Tuitón y de su hijo Manno. El propio autor reconocía que estos pueblos estaban divididos en agrupaciones geográficas como los ingevones, próximos al Océano, los hermiones en la zona central y los istevones en el sur y en el interior.
Otros autores sostenían que había muchos otros pueblos como los marsos, gambrivios, suevos o vandilios, siendo el apelativo “germanos” muy reciente y que provenía del primer pueblo que atravesó el Rin y disputó a los galos sus territorios. A partir de aquí encontramos toda una miríada de pueblos proporcionados por los autores grecolatinos para intentar sistematizar ese barbaricum tan desconocido y caótico. En efecto, Plinio, Estrabón y Ptolomeo nos hablan para el norte hasta el río Vístula de frisios, cimbrios, chaucos, varinos, eudosos, lemovios y orugios. Después, para la zona interior nos hablan de chamavos, brúcteos, téncteros, hermunduros, catos, queruscos, angivarios, semnones y un largo y tedioso etcétera. Algunos de estos pueblos ya estaban presentes en la Guerra de las Galias de César aunque con un significado más propagandístico que etnográfico.
No obstante sí tenemos que hablar de los más reconocidos y que tuvieron un peso histórico como fueran los burgundios –o habitantes de los burgos– de cuyos orígenes se decía que provenían de romanos asentados en el norte de Alemania y que se les suele ubicar en la zona central del río Main, junto a alamanes y vándalos. Este pueblo es protagonista de la epopeya de Los Nibelungos junto con los hunos.
A los longobardos se les relaciona con una confederación de gentes del bajo Elba y el Danubio, vecinos de los vándalos y que debían su nombre a sus largas barbas. Estos fueron los que dominaron una parte de Italia en el siglo VI y de los que probablemente hablemos en entradas futuras relacionados con el Imperio Bizantino. Los vándalos son considerados como una formación histórica que provendría del norte de Europa pero que posteriormente se asentó cerca del río Dniéster, en Silesia y Pomerania. Estos eran denominados como vándalos silingos. Los vándalos asdingos en cambio se ubicaban entre Rumanía, Hungría y Eslovaquia y que, ya en el siglo IV, llegaron a dominar parte de África como un reino independiente.
Más importantes son los alamanes –todos los hombres– del alto Rin, el río Main y el Neckar hasta el Elba y que eran el resultado de la fusión de dos pueblos precedentes, los cuados y los teutones. Los suevos también tendrían una gran importancia sobre todo en relación con los godos en la Península Ibérica durante la tardorromanidad y la Antigüedad Tardía. Vivían en el Rin medio y también en las regiones del Saale y Oder.
Hemos de destacar también a los francos del Rin, cuyo nombre podría provenir según los especialistas de “hombres con coraje” y que son el resultado de una confederación de pueblos muy tardía de distintas tribus. Se dividían, como los vándalos, en dos grandes grupos: los salios del norte más o menos ubicados en la actual Bélgica y los ripuarios en el sur, aliados tradicionales de los ejércitos romanos.
Nos tenemos que detener algo más en lo referente a los escitas dada su relación con los godos, un término ciertamente antiguo y que proviene ya de la obra del historiador griego Heródoto. El hecho de que se denominase a los godos como escitas se debe a que los godos vivieron mucho tiempo en los territorios que tradicionalmente habían pertenecido a los escitas. Vemos de nuevo el empleo de términos antiguos para denominar realidades que ya han evolucionado en el tiempo. Escitia era un lugar misterioso y ciertamente extenso donde vivían pueblos exóticos y muchas veces mitológicos, como los calípidas, agatirsos, esedones, gelones, neuros, melanclenos o los yircas, de los que se decía que tenían la nariz chata. Hay otros mejor localizados y conocidos como los caspios, albanos y derbices, también las amazonas. Entrando en la denominación mitológica que se englobaba en Escitia encontraríamos pueblos tan peculiares como los arimaspos, de los que se decía que tenían un solo ojo o los misteriosos hiperbóreos, situados en un lejano lugar donde siempre era de noche. En época tardía podemos encontrar ubicados en esta tierra a los sármatas, los roxolanos, los yazigos y los alanos, de los que detallaremos algo más.
Los alanos son considerados de nuevo por las fuentes como altos, rubios y de ojos azules con unas formas de vida inaceptables incluso dentro de la propia barbarie. Los hunos, enemigos ancestrales de los godos, también eran considerados moradores de Escitia. Jordanes en su Getica afirma que muchos godos tenían nombres hunos y muchos sármatas de las estepas tomaron nombres germánicos, por lo que el rastreo de estos pueblos era irrealizable. Este autor también recoge en su obra que los hunos procedían de los godos en tanto a que estos un día expulsaron a unos magos diabólicos que andaban errantes por lugares desolados y e acabaron por convertir en una raza bárbara y salvaje de las estepas. Hoy en día podríamos identificarlos con algunas tribus mongolas que en su día obligaron a los chinos a construir su Gran Muralla y que controlaron importantes rutas comerciales entre Persia, India y China.
De nuevo atendemos al concepto de la mezcla y mestizaje que sufrieron todos estos pueblos durante la Antigüedad y la imposibilidad de clasificarlos por ello. Cuando Heródoto denominó a unos bárbaros como escitas, nada tenían que ver con los bárbaros de época imperial romana. No obstante con esta entrada hemos sentado las bases para saber de quién hablaremos en próximas entregas por estar relacionados con nuestros protagonistas."
(Blog romanainsolentia.com)
En el año 585, los visigodos, que ya dominaban el resto de la península ibérica, invaden la Galicia sueva incorporando ésta a su reino.
Al principio los reyes visigodos eran elegidos por los nobles, pero en algunos momentos el cargo pasaba de padres a hijos de una misma familia. Las luchas por el poder eran continuas y muchos reyes fueron depuestos o, incluso, asesinados. El rey era auxiliado por diversas personas en el gobierno del reino: el Aula Regia era un consejo que administraba el palacio real y los duques y los condes gobernaban en las provincias. Gran parte de los consejeros del rey eran eclesiásticos, pues eran las únicas personal cultas.
Los nobles y la iglesia retuvieron en sus manos los cargos políticos y eran propietarios de gran parte de las tierras. La mayoría de la población estaba constituida por pastores y campesinos de diferente condición.
a) Los campesinos libres eran propietarios de pequeñas parcelas,
que trabajaban para su sustento. Con sólo una casa de madera o adobe,
generalmente de una sola habitación, que servía a la vez de dormitorio,
comedor, cocina y despensa.
b) Los siervos eran
campesinos a los que se les concedía la explotación de un pequeño
terreno a cambio de que trabajaran gratuitamente las tierras de los
nobles o eclesiásticos.
c) Los esclavos eran personas propiedad de un noble o de la iglesia y que trabajaban las tierras de estos últimos.
Fuentes:
- http://nogalera.blogspot.com/2012/04/los-visigodos-en-el-campo-de-calatrava.html
- http://renacimientogotico.blogspot.es/tags/hispanogodos/