TARSIS, HISPANIA, IBERIA. 2100 o 2000 a. C-218 a. C.
Realmente es importante conocer por secciones los diferentes pueblos que habitaron España desde sus comienzos, y su descripción.
La costumbre de poner a las ciudades los nombres de la persona que las fundó o del patriarca de la familia a quien se desea honrar ya era antigua, tan antigua como del propio inicio de la civilización. En el año 2370 a. C., después del diluvio universal, comenzó de nuevo la humanidad.
Después, los 3 hijos de Noé, a saber, Sem, Cam y Jafet comenzaron la historia de la población mundial. A nosotros el que más nos interesa en esta sección es Jafet. El fue el que mediante sus 7 hijos, pobló Europa y se cree que llegaron hasta China. Este poblamiento de toda la tierra fue entre los años de 2.200 al 2050 A. C. El punto neurálgico donde comenzó la humanidad fue cerca del Lago Van, en Irán.
Probablemente al sur del lago Van comenzó la humanidad. (Ver mapa arriba).
Uno de los hijos de Jafet fue Javán. Este, se fue probablemente hacia Grecia y de ahí sus 4 hijos se dividieron:
- Dodanim se fue hacia las Islas de Rodas y del mar Egeo.
- Elisá, se quedó en Grecia.
- Kitim fue a Chipre.
- Tarsis hacia España por el norte de Grecia o por mar. Teniendo en cuenta la anterior cifra entendemos por tanto que España, como muy tarde se empezó a poblarse sobre el 2.100 o 2.000 a.C.
En estas fotos vemos a Grecia, Chipre y las Islas de Rodas, que fueron ya pobladas, seguramente por barco.
Obviamente no estamos hablando de que solo 2 personas poblaron todo un país. Recordemos que el lenguaje se había confundido sobre el 2.200 al 2.050 a. C. y que se tuvieron por lo menos unos 200 o 400 años para procrear y aumentar la población.
Lo más lógico es pensar que familias que hablaban el mismo lenguaje, después de la confusión de estas, migraron juntas. De igual forma, habría que inclinarse por el hecho de que familias vivieran en un mismo territorio, y que los descendientes, como ya dijimos honraran a su patriarca poniendo su nombre a la zona habitada.
Hay pruebas de esto en algunas zonas de Asia, donde se creía que los nombres de algunos personajes bíblicos no existieron. Hace poco se encontraron en esa zona tablillas que hablaban de lugares que se llamaban Serug, Nacor, Taré, justamente nombres que aparecen en la Biblia en aquellos mismos tiempos.
Al parecer, Tarsis y su entorno familiar poblaron España, quizás la zona sur española creando lo que después se conoció como el famoso Tartesso. No sabemos si primero acompañaron a un grupo principal junto a sus hermanos y sus descendientes (los que se quedaron en Chipre, Isla de Rodas y Grecia) y después de alguna de estas islas o de Grecia o Chipre en otra oleada fueron a España, o directamente fueron allí, pero parece más factible que primero acompañaran al grupo principal, y de algún lugar, viajaran otra vez hacia el sur de España para poblarlo. Quizás por ello tuvieron mucha influencia de los fenicios, quienes pudieron haber sido parte del grupo principal que se fue desde el Lago Van hasta lo que se conocía como fenicia junto con Tarsis y sus descendientes.
Foto: http://www.portalplanetasedna.com.ar/fenicios.htm
Foto: http://rolandorios.blogspot.com/2010/11/los-fenicios.html
Río Guadalquivir.
Foto: http://radiotierraviva.blogspot.com/2010/06/tartessos-cuna-del-grial-nuevo-libro-de.html
Fotos: Alfabeto tartésico. http://www.oya-es.net/reportajes/tartesos.htm
No sabemos si Tarsis se fue con ellos, o si solo le pusieron ese nombre, como dijimos antes para honrarle como su ancestro principal.
Por lo tanto, parece ser, que este grupo de personas fueron los primeros habitantes de la posteriormente llamada España, o sea los indígenas del lugar. Probablemente su lenguaje o idioma fue el originalmente creado en la Confusión del lenguaje. No sabemos si fue este grupo de gentes, que pudieran ser de unos cientos o de unos miles, sea la llamada civilización tartésica o si esta fue la anterior a esa civilización y que fue absorbida por esta nueva o la primera estaba hacia otro lado. Apuntemos a que Tartessos sí fue la primera civilización indígena de España(comenzada sobre el 2000 a. C). Si esto fuera así como parece indicar el nombre, eso indicaría que la población fue sobre el 2000 a. C. y en el sur y la parte extremadura de España.
Otra civilización candidata serían los iberos. Sin embargo hay razones para pensar que vinieron de África, lo que quizás no encaje con esta civilización original de la que hablamos.
O como decimos anteriormente fuese otra que con el tiempo se fusionó con alguna de estas siguientes civilizaciones.
¿Qué sabemos de ellos?
Retrato imaginario de Argantonio. Literalmente la traducción de su nombre es “ el hombre de la plata” .
Se desarrolló supuestamente en el triángulo formado por las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, en la costa suroeste de la península Ibérica. Tuvo por eje el río Tartessos, que los romanos llamaron luego Betis (antes Oleum flumen = río de aceite) y los árabes Guadalquivir (que significa río grande). Sin embargo, nada es seguro y varios autores tratan de situar el río Tartessos en las bocas del Odiel y el Tinto (ría de Huelva), en el Mar Menor, en las bocas del Guadiana o en el mismo Tajo. Los tartesios desarrollaron una lengua y escritura distinta a la de los pueblos vecinos (quizás la lengua original después de la confusión de lenguajes o en todo caso una desarrollada de alguna de estas) y tuvieron influencias culturales de egipcios y fenicios.
La primera fuente histórica que alude a Tartessos es la Historia de Heródoto, del siglo V a. C., que habla del rey Argantonio (significa Hombre de plata y se dice que gobernó cien años) y su incontable riqueza, sabiduría y generosidad. Una más tardía data del siglo IV, del escritor romano Rufo Festo Avieno, que escribió una obra titulada Ora maritima, poema en el que se describen las costas mediterráneas. Según el poeta, utilizó fuentes antiquísimas de autor desconocido. Una de estas fuentes data del siglo IV a. C., de la que Avieno escribió que era un "periplo", es decir, un viaje de navegación costera, realizado por un marino griego y cartaginés, en el que partiendo de las costas de Britannia o de Cornualles (Inglaterra) llegó hasta Massalia (Marsella). Como resultado de aquel viaje se narran los lugares visitados por el desconocido marino, que proporciona las noticias más antiguas sobre la Península Ibérica.
La Biblia nos habla de que el Rey Salomón, estando sobre el 1.000 a. C. tenía una "flota de naves de Tarsis", haciendo referencia a una clase de barcos preparados para viajes largos y peligrosos como los que se necesitaban para ir a España o a la civilización más conocida de los pueblos indígenas de España. Se dice que hacían viajes cada 3 años e importaban oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
La verídica historia de Jonás que se narra en la Biblia da a entender que había escala en Tarsis, y que había barcos que iban hacia allí. Esto da a entender que ya estaba poblada con los tartesos ya que se usa el nombre de Tarsis.
Una inscripción del emperador asirio Esar-hadón (del siglo VII a. C.) hace alarde de sus victorias sobre Tiro y Egipto, y afirma que le pagaron tributo todos los reyes de las islas desde Chipre "hasta Tarsisi".
De hecho, la historia también muestra que cuando empezaron los fenicios y griegos a comerciar con España el lugar ya estaba poblado y los nativos llevaban la plata, el hierro, el estaño y el plomo que iban buscando los comerciantes.
Tarsis fue un importante mercado para la ciudad comercial de Tiro, y quizás el que le proporcionó las mayores riquezas durante parte de su historia. Desde tiempos antiguos, España ha tenido minas para explotar sus ricos depósitos de plata, hierro, estaño y otros metales.
Este grupo de indígenas de España, que sin duda alguna, conocían a sus "primos" que estaban en Grecia, Chipre y a los fenicios, siguieron teniendo contacto con ellos. El grupo que más sobresalió en esta época fue el que se quedó en la zona de Fenicia, y por tanto fue el que influenció con sus adelantos y su cultura a los demás, pues comerciaban objetos de una lado a otro y eran expertos navegantes.
Probablemente, la ciudad y la civilización ya existían antes del 1000 a. C. dedicadas al comercio, la metalurgia y la pesca, pero no en la forma que conoceríamos como el Tartessos clásico. La posterior llegada de los fenicios y su establecimiento en 'Gdr, Gadir (actual Cádiz), tal vez estimuló su imperialismo sobre las tierras y ciudades del entorno, la intensificación de la explotación de las minas de cobre y plata (Tartessos se convirtió en el principal proveedor de bronce y plata del Mediterráneo), así como la navegación hasta las islas Casitérides (las Islas Británicas o más concretamente las islas Sorlingas), de donde importaron el estaño necesario para la producción de bronce, aunque también lo obtenían por el lavado de arenas estanníferas.
Los fenicios influyeron de forma notable en la civilización tartésica. Hay autores que creen que estos sometieron a los tartesios hasta que recuperaron su libertad en el 720 a. C. Pero las principales teorías apuntan a que los fenicios sólo tenían ánimo de comerciar sin atender a la guerra. Las principales aportaciones fenicias son el aprendizaje de algunas artesanías, una magnífica mentalidad del comercio, el trabajar los metales y la salazón de pescado importante para los largos viajes.
Quizás algunos indígenas de España ricos, hicieran pactos matrimoniales con los fenicios produciéndose unos pocos linajes de esta índole, pero al parecer los fenicios solo estaban interesados en el comercio, no en la conquista ni en nada más. Prueba de ellos es que no existe mucha marca genética de estos pueblos en esa época.
La influencia griega es difícil de describir puesto que los fenicios tenían muy bien guardado el secreto y localización de Tartessos lo que provocó en los griegos una especie de mito sobre Tartessos; por eso podemos decir que sus colonizaciones fueron mitológicas y carecían de interés. No obstante sus posibles aportaciones serían nuevos cultivos (vid y olivo), el gusto por los animales domésticos (gato o la gallina), la difusión del arado, la orfebrería y los tejidos, el uso de la moneda para transacciones comerciales y el paso de una economía auto-abastecedora a una monetario con salidas al exterior.
Nuevamente vamos a situar en el tiempo un acontecimiento fundamental para la ciudad, que no es otro que la llegada de estos fenicios, más concretamente “tirios”. Para ello vamos a tomar como referencia la fundación de Cádiz, hasta ahora considerada la ciudad más antigua de Europa Occidental. A ésta, el historiador romano Marco Veleyo Patérculo la sitúa en el año 1104 a.C. (dice 80 años después de la Guerra de Troya), fecha poco probable examinando los hallazgos arqueológicos de la ciudad que no lo sitúan antes del siglo IX a.C., y recurriremos a Estrabón en su geografía de Iberia III, 5, sobre esta fundación, que entre otras cosas dice lo siguiente:
“…Tiempo después, los enviados avanzaron más allá del estrecho en torno a los 1500 estadios, hacia una isla consagrada a Heracles (¿los restos del templo romano de la isla Saltés?), situada junto a la ciudad de Onuba de Iberia, consideraron que las columnas (de Heracles) se hallaban allí e hicieron un sacrificio al dios; pero como de nuevo las víctimas no resultaron favorables, regresaron a casa…” y al siguiente intento fundaron Gades en su ubicación actual.
Como vemos, los fenicios antes de fundar Gades venían “dando vueltas” y comerciando por la zona, y este comercio hizo que mereciese la pena fundar una ciudad donde gestionarlo.
Su llegada a nuestra ciudad fue fundamental. Rápidamente se dieron cuenta de la riqueza mineral de la zona y no tardaron en contactar con indígenas, iniciando un comercio que se convirtió en muy productivo para ambas partes. Pronto comenzó a verse los beneficios para esos nativos que por comodidad comenzaré a llamar Tartessos.
A los sistemas de tratamiento de los minerales -que ya usaban-, se unieron otros que enseñaron los fenicios y que ya hacía un tiempo que se venían utilizando en el Mediterráneo oriental y que mejoraría sustancialmente la producción, como por ejemplo, la copelación para la extracción de la plata, llegando a producir grandes cantidades de este metal, que daría fama a la ciudad en todo el Mediterráneo, llegando a dar nombre a un teórico rey, Argantonio, cuyo prefijo hace referencia a la gran cantidad de este metal.
La cultura de los Tartessos pronto comenzó a impregnarse de la fenicia. Joyas, utensilios, religión…, todo comenzó a tener un aspecto de Mediterráneo oriental. Esta intensa relación de dos siglos daría paso, muy posiblemente, a un mestizaje de culturas y personas que a su vez daría paso al Tartessos más conocido, ese que durante siglos ha alimentado la imaginación de numerosos escritores.
Como resto de esa relación, podemos ver en la ciudad el muro fenicio del cabezo de San Pedro, que aunque en terrenos privados (en vías de expropiación según creo), suelen surgir ocasiones en la que poder visitarlo. Quizás gracias a esta circunstancia y a la preocupación del propietario del terreno, que hizo una pequeña construcción que lo protege, se encuentra en bastante buen estado. Este muro hasta ahora se consideraba que se trataba de un muro de contención, pero en los últimos tiempos cada vez son más las voces que lo ponen en duda, considerando que pudiera tratarse de un muro con carácter defensivo. Particularidades, como que carezca de zanja de cimentación, parecen avalar esta teoría. Pero volveremos a este cabezo más adelante.
Según el profesor Juan Pedro Garrido Roiz el producto del mestizaje tartesso-fenicio fue lo que más adelante se encontraron los primeros griegos que llegaron a la zona, que a la vista de la ya mencionada riqueza en metales eligieron el nombre para denominarla, Tartessos, que, sin profundizar mucho en su etimología, viene a significar “lugar de los metales”. Interesa identificar el origen de esos griegos, al igual que hicimos con los Tirios, ya que será de interés al final del artículo, y que no era otro que las ciudades griegas de Focea y Samos. Esta última ciudad fue también origen del que dicen que fue el primer griego que cruzó el estrecho, Kolaios de Samos que entabló amistad con el rey tartesio Argantonio, origen de las leyendas que le siguieron.
Este hecho ya fue el despegue definitivo. El inicio del comercio con el mundo griego hizo entrar definitivamente a Huelva en la historia, además de la entidad, calidad y cantidad de restos arqueológicos hallados, y no igualados por ningún otro yacimiento de la época.
Como dice el profesor Garrido “en la Joya se encontraron más bronces que en Cartago”, y él lo sabe mejor que nadie, ya que fue quien realizó la excavación. Además, hablar de la relación greco-tartesia, es hablar de metales, y los metales de Tartessos estaban en Huelva.
Pero el mundo griego en Huelva, cada vez da más sorpresas y lo que en principio parecía un asentamiento comercial, los hallazgos arqueológicos dejan ver la existencia de una colonia griega en nuestra ciudad, que pudiera tratarse de Olbia (nuevamente cito al profesor Garrido).
Para ello no hay más que fijarse en la cantidad de restos griegos que salen en los últimos hallazgos, vislumbrándose la situación de la misma en las calles Concepción, Puerto y Méndez Núñez, donde se han hallado gran cantidad de cerámicas, muchas de ellas de gran calidad, las últimas en Concepción, nº 3. Además, para reforzar la teoría de la ciudad griega, entre otros, se han hallado restos de culto a una diosa griega muy particular, Hestia, que suele identificarse con la Vesta romana, aunque a ésta se le había dado alguna atribución más. Para quienes no la conozcan, diré que se trata de una diosa de culto muy extendido en Grecia, que según la mitología es hermana de Zeus, Poseidón, Hades, Demeter y Hera, y formaba parte del panteón olímpico, hasta que -según algunos autores-, cedió el lugar a Dionisos. Pero esta diosa tenía una particularidad, era la única que no aparecía interviniendo en ningún mito griego y tiene su explicación. A muchos dioses se le rendían culto para viajar, comerciar, guerrear, explorar, etc., pero a Hestia sólo se le rendía culto en el hogar, única y exclusivamente (se le representaba con el fuego del hogar), lo que deja ver la existencia de que muchos griegos tenían su hogar en la calle Puerto, por ejemplo.
Todas estas circunstancias llevaron a la ciudad a su máximo esplendor, alcanzando una dimensión mayor que la Huelva de principios del siglo XX.
Estos foceos y samios, prácticamente monopolizan el comercio de Tartessos, hasta que éstos entre los años 540 y 535 a.C., sufrieron una estrepitosa derrota marítima en la batalla de Alalia contra cartagineses y etruscos, destruyendo gran parte de su flota, desapareciendo el comercio con los tartesios, y en definitiva, provocando la disipación de esta civilización como tal, ya que los cartagineses tenían orientado su comercio hacia otros lugares (esta es la hipótesis más probable de la desaparición del mundo tartesio). Esto daría paso los turdetanos, considerados herederos de los Tartessos, pero la huella permanecería, y signo de ello es lo que dice Estrabón sobre estos turdetanos: “…Los turdetanos están considerados como los más cultos de todos los iberos. Conocen la escritura y poseen, incluso, testimonios de su antiguo pasado: crónicas históricas, poemas y leyes en verso, que dicen ser de una antigüedad de seis mil años…” lo que deja ver lo evolucionada que estaba la civilización anterior a estos iberos.
Pero es interesante volver a hablar del Cabezo de San Pedro, como ya indiqué antes, ya que el Profesor Garrido Roiz defiende una interesante teoría, que no tiene nada de descabellada. Este cabezo reúne todas las condiciones para que en él se encontrase una acrópolis que dominase la ciudad tartesia. En su dominante posición albergaría los centros de poder y religiosos, que normalmente se van sustituyendo, con el paso del tiempo, con nuevas edificaciones con el mismo carácter, como por ejemplo el Castillo de los duques de Medina-Sidonia junto a la iglesia de San Pedro.
Hablemos ahora de los periodos que algunos proponen para esta cultura:
Periodo geométrico
En el ámbito de la arquitectura y los poblados la información es exigua al carecer de necrópolis. Lo que si se va a ver es el surgimiento de nuevos poblados que se escogen para ocupar lugares estratégicos (promontorios, alto de colinas), pero además sigue un criterio: proximidad a las fuentes económicas y a los puntos de salida de los recursos.
Otra característica será que son construcciones muy sencillas. En un primer momento no se conoce ningún amurallamiento. Surgirán en la cultura tartésica a finales del periodo geométrico (finales del VIII). No hay planificación urbana. Surgen de la aglomeración de pequeñas cabañas de planta circular, de cimientos realizados con piedra, paredes mediante tapial y cubiertas sencillas debido a la estructura simple de techura vegetal. El suelo es de tierra batida o apisonada. Hay dos tipos de poblados, unos muy pequeños dedicados exclusivamente a la actividad minero-metalúrgica (San Bartolomé de Almonte y Chiflón), y otros más grandes como el Cabezo de San Pedro (Hu).
Los elementos defensivos aparecerán en el siglo VIII, como es el caso de la muralla de Carmona y Escacena. Están constituidos por dos lienzos de piedra, escasamente labrados y con relleno de piedras y arena. El lienzo de la muralla exterior casi siempre en talud, y recibe como refuerzo pequeñas construcciones de muretes. A distancias regulares suelen existir bastiones, que en un primer momento son circulares y luego trapezoidales.
El aterrazamiento del Cabezo de San Pedro hecho a base de piedras, muy poco labradas, en forma de talud, y que tiene como soporte un pilar hecho a base de piedras dispuestas a soga y tizón (como con ladrillos), es otra de las grandes construcciones. Aterrazamiento Talud pilar Las llamadas estelas de los guerreros son otro de los elementos de este periodo. Son monumentos en piedra dura que llevan grabados en una de sus caras una serie de motivos iconográficos con información sobre la cultura material. Se manejan dos teorías: - que son estelas funerarias - que son hitos en las rutas interiores del territorio. Suelen tener forma rectangular. Aparecen grabados en la parte superior y media, pero rara vez llegan a ser grabados hasta el final de la estela. Se agrupan en tres tipos en función de la iconografía presente. El más sencillo son aquellos que presentan como motivo central un escudo con una escotadura en V. Ese motivo suele estar flanqueado con grandes espadas y largos lazos. Un segundo tipo es el que además de lo anterior viene acompañado por otros elementos: carros, espejos, etc., que se disponen normalmente rodeando al escudo. Un tercer tipo es aquel que presenta una figura humana. Cuando esto sucede, la figura ocupa el lugar donde se sitúa el escudo. Junto a la figura humana se representan los mismos elementos anteriores, incluso algún elemento musical (posibles relaciones con culturas micénico-egeas).
Cuando el escudo acompaña a la figura humana esta aparece con un casco con cuernos, igual a la figura de los guerreros de los grabados de los pueblos del mar. El escudo también se representa como elemento significativo de etnia o grupo social, el mismo lenguaje iconográfico que en el mundo mnicénico-egeo. El yacimiento de la ría de Huelva (espadas) nos muestra las mismas espadas que las de las estelas (bronce final), se fabrican únicamente en bronce. El bronce se utilizará a mediados del periodo orientalizante.
El otro elemento a utilizar es la cerámica. La encontramos de dos tipos diferentes:
Formas abiertas:
Suelen realizarse a mano y con torno lento de alfarero.Dos tipos de decoraciones:
- tosca : mediante ungulaciones (uña)
-bruñida : fundamentalmente en el exterior, aunque en algunas ocasiones en el interior. Suelen utilizarse mucho las formas geométricas, como por ejemplo la retícula bruñida. Normalmente son de color grisáceo o pardo. Las pastas son algo más depuradas que las utilizadas para las toscas que no tienen decoración bruñida.
Cerámicas con decoración pintada:
Fabricadas con torno lento. Las pastas son claras, de color beige o anaranjado. La decoración se realiza mediante pintura aplicada sobre la superficie exterior. Son de formas cerradas. La pintura suele ser roja o anaranjada oscura y los motivos suelen ser geométricos. Empiezan a aparecer aproximadamente en el siglo IX a.C.:, y aparecen totalmente configuradas, sin ensayos propios. Este es otro de los elementos utilizados para entender que son imitaciones de otras cerámicas del mediterráneo, en concreto las geométricas griegas
Son todavía muy pocos los elementos de la cultura material conocidos para elevar la hipótesis de la sociedad tartésica de este periodo geométrico. Lo que si parece claro es que hay un cambio, una ruptura con el bronce medio. Lo que está claro si está claro es la llegada de elementos culturales nuevos , premediterráneos y que todavía están muy presentes elementos culturales propios que caracterizan esta cultura como autóctona y arcaizante. A partir del siglo VIII y con el asentamiento de las colonias fenicias en las costas andaluzas, esta cultura recibe un nuevo aporte, fenicio en un primer momento y griego después. (fuentes literarias, hallazgos en Huelva de cerámica griega, etc.) este periodo que llega hasta el siglo VI es el llamado periodo orientalizante. La gran diferencia es que, aunque llega hasta su perfección, pierde originalidad al copiar elementos orientales en todos los niveles.
Las excavaciones en las necrópolis tartésicas nos permiten también obtener gran número de informaciones. Los anteriores poblados aumentan en tamaño y surgen nuevas zonas de hábitat, hay un notable auge demográfico. Se va a sustituir el tipo de vivienda. De las antiguas cabañas pasamos a las casas de planta rectangular. Este tipo de vivienda es un aporte fenicio. Aparece por primera vez un trazado urbanístico. En los poblados hay diferenciación de áreas destinadas a distintos fines. El tipo de material es el mismo: cimientos a base de piedra; paredes de adobe, techumbre vegetal; pero la diferencia es que las viviendas tienen en su interior paredes revestidas con pintura, y los suelos no son de tierra batida sino que están revestidos con material, en muchos casos, de tipo vegetal. Las antiguas murallas se refuerzan con nuevas construcciones, bien mediante bastiones trapezoidales, bien mediante contrafuertes. Se conocen por primera vez edificios catalogables como edificios públicos (p.ej. Cancho Roano, donde se encuentra un palacio-santuario con zonas destinadas al culto).
Cancho Ruano se encuentra en Badajoz, no en ningún núcleo de la cultura tartésica. Se viene fechando en el siglo VI a.C. no coincide con el inicio del periodo orientalizante sino con los momentos de mayor apogeo. El nivel de abandono se fecha en el siglo IV. a.C. Su planta es cuadrada, con 20 m. De fondo y casi 21 m. De achura. Se levanta sobre una plataforma de piedras con paredes de adobe. La fachada principal se retranquea y, justo delante, el pavimento se realiza mediante mármol de color azul. Esta zona ha dado gran cantidad de materiales cerámicos, entrada a el área de sacrificios y ofertas. Hay una crujía central, con dos muros de carga y un pilar que sustenta gran parte de la techumbre. Dicha crujía sería el espacio sagrado del edificio (el adython).
Entre los hallazgos más espectaculares se encuentran los dominados obeloi o asadores, unas finas varillas de hierro utilizadas en los ritos sagrados y que cuentan con un concepto pre-monetal. Los obeloi en el mundo griego se utilizaron antes que la moneda en los intercambios comerciales. Muchos de estos obeloi fueron depositados en los templos como ofrenda, como exvotos. Los obeloi estaban fabricados de hierro. También ha aparecido gran cantidad de cerámica griega. Es en este momento del siglo VI cuando llega la influencia focense a la zona onubense. Para la población indígena son considerados como objetos llamativos. El otro punto de información serán las necrópolis. Las necrópolis tartésicas solo se conocen para este periodo. Las primeras se fechan en el siglo VII a.C. Se caracterizan por un tipo de enterramiento sencillo: fosa excavada en la tierra, en cuyo interior se deposita una urna funeraria que recoge parte del ajuar funerario y las cenizas del individuo. Todo ello se cubre mediante un túmulo. Este tipo de enterramientos lo tenemos constatados en dos necrópolis CRUZ DEL NEGRO y ALCANTARILLA.
Un segundo tipo lo tenemos constatado en SETECILLA. Aquí se produce un cambio. A parte de tener tumbas exactamente iguales, es la primera vez que el foso es sustituido por una cámara funeraria, de planta rectangular o cuadrangular, y de mampostería. El sistema de cubrición es el mismo: túmulo. Se empieza a ver una diferenciación ajuares, unos ostetnosos con armas unos y con cerámicas y objeos sofisticados otros. Este tipo de tumba es de aportación fenicia. Las tumbas de cám,ara son muy normales en los enterrameintos fenicios. Serán precedentes de enterramientos en el mundo ibérico. Un tercer tipo es el que tiene planta funeraria de mampostería rectangular o cuadrangular, pero sin cubrición de túmulo (elemento indígena). Lo único que se diferencia de las fenicias es que éstas están hechas con cantería en lugar de mampostería. Un ejemplo de éste es la necrópolis de La Joya, donde comienza a utilizarse el rito de inhumación en lugar del de cremación. Ello se debe al aporte fenicio.
Periodo orientalizante
CERAMICA
Periodo orientalizante.- Cada vez se van haciendo más extrañas las producciones típicas del periodo anterior. Por un lado porque incorporan una nueva tecnología (torno rápido de alfarero frente a las hechas a mano o en torno lento) que permiten un mejor acabado y paredes más finas - se incorporan repertorios decorativos; surgen los motivos figurativos: - animalísticos, a menudo de tipo fantástico/oriental - florales de tipo oriental también. - nuevos acabados en las paredes exteriores, como el engobe (barro con óxido), que sustituyen a la típica decoración bruñida del principio anterior . También se produce una importación de cerámicas extranjeras fenicias y griegas. Al mismo tiempo se empiezan a producir imitaciones de esas cerámicas, no solo en cuanto acabado sino también en cuanto a las formas.
ORFEBRERIA La orfebrería del bronce final de las zonas próximas al núcleo tartésico se caracterizan por repetir una misma forma , normalmente torques. Son elementos exclusivamente elaborados en oro. La diferencia de este tipo de joyería con la tartésica es muy evidente por varios motivos:
1 los fenicios habían desarrollado una tecnología propia de su cultura, muy compleja:
``1.1 utilizan repertorios decorativos muy amplios realizados mediante distintas técnicas, bien mediante la filigrana (finos hilos de metal), el granulado (pequeños granos metálicos), el repujado (la lamina metálica por la parte interior diseñando los motivos decorativos que se quieren mostrar por la otra cara), el troquelado (la decoración se realiza mediante un troquel y mediante presión se graba dicho motivo).
``1.2 se combinan todas ellas en una misma pieza. Comparativamente con la orfebrería anterior exclusivamente de oro, ahora lo característico son las aleaciones.
Es muy difícil distinguir las producciones que aparecen en la Península y las que son fruto de las importaciones fenicias. Se confunden tanto las imitaciones de orfebres indígenas, la producción de orfebres fenicios coloniales o la importación. Cuando estamos ante una producción colonial o indígena, en sus joyas a veces encontramos un cierto gusto autóctono. En este campo se va avanzando gracias a los análisis metalográficos.
Entre las producciones artísticas más características están las que se encuentran en los tesoros del Carambolo y de la Aliseda. Destacan como elementos mas repetitivos las placas articuladas, los brazaletes, un tipo de pendiente(las arracadas) que se caracterizan porque son pendientes de gran tamaño y con decoración que rodea un cuerpo liso, como un fleco decorativo. Otra forma típica son las diademas, que se caracterizan junto los anillos, ya que se acompañan de aditamentos de piedras preciosas o semipreciosas. Son diademas muy elaboradas. Combinan placas articuladas con decoración floral, con colgantes que sirven de adorno (simples esferas, flores de loto, etc.). En los anillos se usan esas piedras preciosas o semipreciosas, sobre todo en los anillos giratorios. Menos típicos son los collares con colgantes. Es el tipo de joyería más sencilla en el que combinan menor número de técnicas.
METAL También en el trabajo del metal destaca esta cultura en la elaboración y decoración de los bocados de caballo, o en los elementos relacionados con la ganadería. Uno de los más conocidos es el famoso bronce con una figura femenina y que, a modo de ala, salen unos protomos a modo de ave (diosa Astarté fenicia, diosa de la fecundidad en el mundo oriental - diosa Tanit en el mundo púnico). El aporte orientalizante ha calado en toda la sociedad tartésica. Con las necrópolis podemos hacer una lectura social: - dominantes ( con ajuares muy ricos); - soldados o militares (con espadas); - clases bajas (ajuares pobres). También se puede ver una lectura social en los lugares de hábitat.
LA EPIGRAFIA TARTESICA Cuando se habla de escrituras peninsulares se hace una diferencia entre las llamadas: - escrituras coloniales: ya configuradas al llegar a la Península. Estas son : griega, fenicia, púnica y latina. - escrituras paleohispánicas o indígenas, que se utilizan exclusivamente en la península y que tienen su origen en la península. Podemos citar a la tartésica (SW), meridional, ibérica (SE), celtibérica. También podemos hablar de tipos intermedios de escrituras: - lenguas mixtas: aquellas que utilizan un sistema de escritura importado para una lengua diferente: - grecoibérica : letras griegas para escribir lengua ibérica. - libiofenicia o neopúnica: caracteres púnicos en lengua indígena. La denominación libiofenicia se utilizó mucho en el siglo XIX para una escritura que se utiliza en la península Ibérica una vez destruida Cartago (s. II a.C.). Se utilizó en una serie de ciudades de la costa andaluza en las colonias fenicias. Solo aparece en algunas monedas: topónimos y personas.
EPIGRAFOS TARTESICOS La mayoría de los hallazgos se encuentran en el Alentejo portugués y son más escasos en la zona de Extremadura, Sevilla y Córdoba. Más recientemente ha habido 1 hallazgo en la costa mediterráneo-levantina (Saladares). ¿Qué tipo de escritura se utilizó en la P.Ib.? Las escrituras hispánicas tienen signos alfabéticos y silábicos. Son escrituras semisilábicas o semialfabéticas. El origen de esta escritura es bastante oscuro. Se tienen pocos documentos fechados en época anterior al siglo VIII/VII a.C. un segundo problema es que la documentación es muy repetitiva.
La mayoría de los documentos epigráficos son:
¡¡a) grafitos en cerámica con un número de signos muy escaso.
´´b) Inscripciones funerarias. También hay algunos obeloi (asadores), una tablilla de aprendizaje (un signario) y poco más, de ahí que la información sea muy escasa. En los grafitos solo hallamos marcas de alfarero y marcas de propiedad.
Otro problema es que, aunque se sabe la escritura no se sabe nada de la lengua utilizada, de su raíz lingüística. Ocurre lo mismo con la meridional y la ibérica. Sin embargo sí que lo conocemos de la lengua celtibérica. Podemos transcribir los signos, podemos leerlo, pero no podemos entenderla. No disponemos de construcciones gramaticales que nos permitan avanzar en el conocimiento de la lengua. Los hallazgos han confirmado que la primera escritura es la tartésica .
¿Cómo se conformó?:
771) Teorías del prof. Correa y prof. de Hoz. Son filólogos y consideran que la escritura en la P. Ibérica surge por influencia de la escritura fenicia. Correa afirma que junto con los aportes fenicios hay que tener también en cuenta algunos signos debidos a los griegos.
00 2) Teorías de Pérz Rojas y de Bendala, arqueólogos. Defienden que esa primitiva escritura ibérica, aunque debió tener contactos con las escrituras fenicias, su origen no debió de estar exclusivamente en los fenicios
0000: a) en la zona colonial fenicia sólo se utilizó la escritura fenicia
BBbbb) en la zona tartésica, aunque hubo contactos con los fenicios y no hubo colonias fenicias, si surgió una escritura utilizada exclusivamente por la población autóctona.
Una segunda evidencia son los hallazgos:
'¡¡a) El grafito más antiguo se encontró en el Cabezo de San Pedro, sobre una cerámica típica del periodo geométrico (bruñida) y en concreto, aquella que representa una decoración en retícula. El fragmento se sitúa cronológicamente al menos en el siglo VIII a.C., en un momento del final del periodo geométrico, antes de que los contactos de la población tartésica con los fenicios fueran intensos (periodo orientalizante de la 2ª mitad del siglo VIII a.C.).
66 b) El otro ejemplo de documentos epigráficos son las estelas funerarias (diapositiva: estela con figura humana correspondiente al tipo más moderno. Aparece rodeada de una inscripción en lugar de otros instrumentos. Estela del periodo geométrico).
Una evolución más es la desaparición de cualquier figura u objeto y aparecen totalmente escritas. Lo característico es que aparezcan grabadas en la parte superior y en la inferior se encuentren lisas, aunque algunas de ellas aparecen prácticamente en su totalidad inscritas o grabadas, ya que también se usaban algunas como losas para cubrir las tumbas. La mayoría de estas estelas están documentadas en Portugal. Casi todas aparecen en necrópolis portuguesas de la 1ª Edad del hierro, fechables entre los siglos VII y V a.C. y por lo tanto, pertenecerían al periodo orientalizante. Por el momento tenemos una información muy parca para fijar el origen de la escritura tartésica. Los contextos arqueológicos dan un contexto anterior, pero ¿qué escritura anterior pudo influir?. Se defiende la existencia de un sistema de escritura exclusivamente silábico.
Entra en contradicción con los sistemas existentes que de una escritura alfabética surgiera una escritura semisilábica (por ejemplo la tartésica). Pero hoy por hoy no se conoce ningún documento de escrituras únicamente silábico. Con un origen histórico podemos encontrar ese dato. Es posible relacionar la escritura lineal b con la escritura tartésica ya que pudo conocerse un sistema silábico por influencias micénicas, como otro elemento más de influencia (Montoro). Posteriormente este sistema silábico se mezclaría con la escritura fenicia (alfabética) y de ahí que surgiera esa escritura semisilábica. Los filólogos defienden el origen en el alfabeto fenicio.
Estela funeraria de enterramientos reales.
Inscripción tartésica.
Moneda tartésica.
El final de Tartessos
:¿Cuáles son las causas que provocaron el declive de esta cultura?. Están íntimamente relacionadas con el debilitamiento del comercio fenicio en las costas andaluzas, aproximadamente alrededor del 600 a.C. Se observa el abandono de muchas de las ciudades y necrópolis fenicias y si no se abandonan en su totalidad se reconvierten. Son razones de tipo político. Los fenicios estaban interesados en la explotación de las minas de metales que eran muy demandados por Oriente, en concreto por el imperio asirio. Esas relaciones comerciales entre las colonias del occidente y los fenicios se interrumpieron debido a la presión asiria y a la interrupción del comercio.
Ello provoca un declive en una de las economías básicas de la cultura tartésica. Tartesos tiene dificultades para dar salida a esos metales. Este vacío se intenta solucionar planteando relaciones comerciales con los griegos (Argantonio y los foceos). La gran profusión de cerámica griega en todos los yacimientos onubenses en estratos fechados entre el 580 y el 550 a.C. confirman arqueológicamente este dato. Este establecimiento queda interrumpido por una nueva política que surge: los púnicos o cartagineses. Cartago intenta hacerse dueña del comercio. Su gran rival son los griegos. Impiden todo comercio por la zona del estrecho, la zona de salida del metal de las minas onubenses. Al mismo tiempo, la estrategia política cartaginesa es diferente. Tiene unos intereses militares muy claros. Habrá un desplazamiento de establecimientos púnicos hacia la zona levantina (fundación de Cartagena). Esa pérdida de interés contrasta con el alza de explotación de otras zonas mineras: las minas de Sierra Morena y las cercanas a Cartagena. A partir del 550 a.C. dará sentido al desarrollo de lo que se viene definiendo a la cultura continuadora de Tartesos: la cultura Turdetana.
Otros proponen para esta emigración hacia el interior de la zona tartésica de extremadura un terremoto o la guerra por el Mediterráneo de griegos y cartagineses.
Su forma de gobierno era el imperio y poseían leyes escritas en verso en tablas de bronce desde tiempo inmemorial; Estrabón habla de 6.000 años, o también puede ser de 6.000 versos, ya que el texto está muy deteriorado y no se puede apreciar bien lo que pone. Si fueran versos sería para blindar las leyes quien las hiciese, ya que si cambia una ley, enseguida se nota su discordancia con el resto de los versos, aunque no se han encontrado pruebas físicas de ello. Eran monarquías como las del resto del Mediterráneo, con sede en una ciudad desde la que controlaba todo el territorio. Los fenicios propiciaron que toda la concentración del poder fuera sobre un rey, ya que de esa manera les resultaba más fácil establecer intercambios comerciales. Se puede dividir la monarquía de Tartessos en dos grandes grupos: los reyes mitológicos y los reyes históricos
Reyes mitológicos
- Gerión: Primer rey mitológico de Tartessos. Según la leyenda, era un gigante tricéfalo, o al menos con tres cuerpos, que pastoreaba sus grandes manadas de bueyes a las orillas del Guadalquivir. El mito dice que una de las doce pruebas de Heracles era el robo de los bueyes de Gerión. También dice la leyenda que Gerión era el gigante mítico que mató Heracles y sobre el que construyó la Torre de Hércules, en La Coruña.
- Norax: Nieto de Gerión e hijo de Erytheia, conquistó el sur de Cerdeña, donde fundó la ciudad de Nora.
- Gárgoris: Primer rey de la segunda dinastía mitológica tartésica, rey de los curetes. Inventó la apicultura y el comercio.
- Habis (Habidis): Hijo bastardo de Gárgoris no reconocido, escapó de la muerte ordenada por su padre viviendo entre las bestias. Fue amamantado por una cierva hasta hacerse un hombre y ser después reconocido por su padre. Descubrió la agricultura, atando dos bueyes a un arado. Formuló las primeras leyes, dividió la sociedad en siete clases y prohibió el trabajo a los nobles. Bajo su reinado se establece un sistema social en que unos pocos viven a costa del trabajo y la miseria de una mayoría pobre. Cuentan que dividió el reino en siete ciudades.
Sobre estos dos últimos monarcas se escribió la Tragicomedia de Gárgoris y Habis, que menciona un sistema social basado en la explotación del hombre por el hombre, nacido tras el descubrimiento de la agricultura. Se trata de personajes mitológicos, cuya existencia real es tan dudosa como la de Heracles.
Reyes históricos
Argantonio es el único rey del que se tienen referencias históricas. Se sabe que fue el último rey de Tartessos. Vivió 120 años según Heródoto, aunque algunos historiadores piensan que puedan referirse a varios reyes conocidos por el mismo nombre. También dice Heródoto que su reinado duró 80 años, desde el 630 a. C. al 580 a. C. Propició el comercio con los griegos foceos durante 40 años, que crearon varias colonias costeras durante su reinado.
Economía
Jarro de Valdegamas (s. VI a. C., M.A.N.).
La base fundamental de la economía de los Tartessos era la agricultura, la ganadería y la pesca. Sin embargo, la riqueza por excelencia fueron los metales, especialmente el oro, la plata y el estaño. Cuando las minas del Sinaí cayeron en desuso, los fenicios buscaron metales en esta zona. Su principal fuente de riqueza era la plata para la acuñación de monedas.
Se especializaron sobre todo en el cultivo de cereales, usando las técnicas importadas de los fenicios, sin olvidar las huertas y los frutales.
La ganadería era muy importante, especialmente para consumo interno.
El comercio fue la base de su economía y, a cambio de los metales, recibieron joyas, telas y otros productos manufacturados. Este trueque fue muy importante, ya que facilitó el intercambio de aspectos culturales y religiosos.
Estrabón, Geografía, III, 2, 4 y6
"La Turdetania es un país sumamente próspero. Dando productos de todas clases y en gran cantidad esta riqueza está duplicada por la exportación. Porque lo que sobra se vende fácilmente dado el gran número de barcos... Se exporta de Turdetania mucho trigo, vino,aceite... También se exporta cera, miel, pez, mucho kermes y almagre,... Los barcos se fabrican con madera indígena...sal fósil...Además se hace no poca salazón de pescado... mucha tela para vestidos, pero hoy viene sólo lana.... Abundante es también la cantidad de ganado...mientras faltan los animales dañinos, exceptuando los conejos, ... La zona costera es rica por la riqueza del mar en ostras, atunes, calamares ...
Fenicios / Griegos ( VIII a.C.)
Cuenta Timeo que los primeros fenicios que llegaron por mar a Tartessos volvieron llevando a cambio del aceite y las baratijas que habían llevado consigo tal cantidad de plata que no tenían sitio para más, viéndose obligados a su regreso a fundir en plata todas aquellas cosas de que se servían, incluso las anclas.
Los fenicios introdujeron el hierro, el torno de alfarero, los pesos y medidas, la arquitectura urbana, el policultivo mediterráneo (asociación detrigo, vid y olivo), la idea de ganancia, monarquías sacras, etc., contribuyendo estos contactos a la aparición de una nueva organización social, jerarquizada y basada en nuevas concepciones religiosas, que explican el origen de la cultura tartésica.
(Estrabón, III, 2, 13).- Estrabón tenía muy claro el carácter fenicio de la Península, o al menos de su mitad meridional, aunque no lo dice y los describe genéricamente:
“Pero es mejor aún lo que vamos a recordar: la expedición de Heraklés y la de los phoinikes a estos parajes diéronle (a Hómeros), de sus habitantes, la idea de un pueblo rico y de buena condición; así, pues, su sujeción a los phoinikes fue tan completa, que hoy día la mayoría de las ciudades de Turdetanía y de las regiones vecinas están habitadas por aquellos”. Y poco más adelante, “pero las primeras noticias fueron debidas a los phoinikes, que dueños de la mejor parte de Ibería, de la Libyé, desde antes de la época de Hómeros, quedaron en posesión de estas regiones hasta la destrucción de su hegemonía por los rhomaíoi”.
Aunque los acontecimientos no fueron de este modo, es significativo el hecho de que Estrabón, en época de Augusto, y movido por autores más antiguos, reconociese la antigüedad de la presencia fenicia en Occidente antes de la época de Homero, el impacto que causaron entre las poblaciones indígenas y su influjo hasta la llegada de los romanos a la bahía gaditana. Reconoce así el carácter fenicio, orientalizante o tartésico de las poblaciones turdetanas, que es el punto al que queríamos llegar. SiendoEstrabón un griego, y mencionando acontecimientos míticos y heroicos griegos, como las hazañas de Heracles en estos parajes, no reconoce el influjo helénico, sino el fenicio en el momento de aludir al carácter cultural de los turdetanos. Es una información de gran valor, pasado ya mucho tiempo desde la presencia fenicia y el tiempo en el que escribe, que aún se rememore a los fenicios como un factor principal de la protohistoria del Bajo Guadalquivir.
Tras los fenicios, en torno a fines del siglo VII a.C., hizo su aparición el comercio griego del Asia Menor. La presencia de pueblos griegos en el sur está mejor atestiguada que la fenicia. Inicialmente de Samos, como indica el fabuloso viaje de Kolaios a Tartessos. Ya en el 650 a.C. según Herodoto, Kolaios de Samos entabló contactos en Tartessos. A partir del siglo VI, los griegos de Focea, pequeña ciudad jonia que hacia el 600 a.C. había fundado Massalia (Marsella) y Emporion (Ampurias), desde estas colonias fueron extendiendo sus redes comerciales y su influjo cultural por todas las costas levantinas y del Sureste peninsular para alcanzar Tartessos, penetrando desde allí hacia la Andalucía oriental.
Los focenses fundan importantes enclaves litorales: Hemeroskopeion, Odisea, cerca de Abdera, y que algún autor sugiere cerca de Granada;Mainake, ... Las principales aportaciones de griegos y fenicios fueron el aceite, la vid y productos manufacturados (tejidos, joyas, cerámica, etc).Otra aportación de fenicios y griegos es la relacionada con la industrialización del pescado: las salazones.
Sociedad
Monarquía autoritaria, donde la mayoría de la población se encontraba trabajando en minas, la ganadería o el campo. Las élites no tenían poder sobre estas gentes, pero sí sobre su trabajo. Las clases superiores se asentaban en un poder militar, como se puede observar en algunas necrópolis, donde los ajuares más ricos lo tienen tumbas con estelas con armas guerreras. La sociedad estaba dividida en varias clases sociales: príncipes, sacerdotes, comerciantes, hombres libres (campesinos, artesanos, comerciantes, marineros) y esclavos.
Religión
Hay muy pocos datos, pero se supone que, al igual que el resto de los pueblos del Mediterráneo, era también una religión politeísta. Se cree que pudieron adorar a una diosa producto de la aculturación de los fenicios, Astarté o Potnia. Pudo haber una divinidad fenicia masculina, Baal o Melkart. Se han encontrado santuarios de estilo fenicio en el yacimiento deCastulo (Linares, Jaén). Se han hallado exvotos en diversos puntos de Andalucía y en otros puntos más alejados, como Salamanca, que no se sabe exactamente de dónde provienen. En el aspecto religioso, la aculturación fenicia fue diferencial, no influyendo en todos los sitios por igual.
Desaparición de Tartessos
En el siglo VI a. C., Tartessos desaparece abruptamente de la historia, posiblemente barrida por Cartago y las demás colonias fenicias (Gadir, metrópolis fenicia, se encontraba en pleno reino Tartesso) que, después de la batalla de Alalia, entre Cartago y Grecia, le hicieron pagar así su alianza con los griegos focenses. De esta desaparición surgió una nueva civilización que, descendiente de Tartessos, se adaptó a las nuevas condiciones geo-políticas de su época.
Perdido el enlace comercial y cultural que Tartessos mantenía con los griegos, la Turdetania se vio inmersa en la influencia cartaginesa, aunque desarrolló una evolución propia de la cultura anterior, de forma que la población turdetana se sabía descendiente de los antiguos tartesios, y a la llegada de los romanos, aún mantenía sus señas de identidad propias. De ahí que Estrabón señalara en sus crónicas que
...son considerados los más cultos de los iberos, ya que conocen la escritura y, según sus tradiciones ancestrales, incluso tienen crónicas históricas, poemas y leyes en verso que ellos dicen de seis mil años de antigüedad.
Estrabón, III 1,6.
Otros dicen que fue refundada, sobre condiciones poco claras, con el nombre de Carpia. Los romanos llamaron a la amplia Bahía de Cádiz 'Tartessius Sinus', pero el reino ya no existía.
También se considera que el agotamiento de las vetas de minerales, fuente principal de su riqueza comercial, habría colapsado la economía tartésica y creado convulsiones sociales al perder las élites la fuente de su riqueza y poder, basado en el comercio exterior. Una vez desaparecidas las élites, habría desaparecido la unidad política y social de los núcleos tartésicos.
Otras teorías afirman que su desaparición pudo deberse a invasiones de los celtas e incluso se habla de que pudo haber un terremoto.
Más recientemente se ha planteado que esta civilización pudo ser barrida del mapa por la sucesión de desastres naturales en la zona.
Diosa Astarté.
Casco corintio hallado en Huelva
Cabeza de Seth en terracota
El tesoro de La Aliseda, Cáceres
siglosVII-VI a.c.
Está compuesto por trescientas piezas, destacando el aderezo femenino más rico de la arqueología pensinsular.
Hallado en 1920
Bronce Carriazo
Museo Arqueológico
Sevilla
Collar de oro con restos de esmalte
Colgantes en forma de sellos
Tesoro del Carambolo
Pectoral de oro
Tesoro del Carambolo
Fotos:
http://perso.wanadoo.es/emilio10/tartessos.htm
Las colonias fenicias pasaron a ser controladas por Cartago desde el siglo vi a. C., periodo en el que también se produce la desaparición de Tartessos. Ya en el siglo iii a. C., la victoria de Roma en la primera guerra púnica estimuló aún más el interés cartaginés por la península ibérica, por lo que se produjo una verdadera colonización territorial o imperio cartaginés en Hispania, con centro en Qart Hadasht (Cartagena), liderada por la familia Barca.
En conclusión, Tartessos fue al parecer una cultura originada por los descendientes de Tarsis, sobre el 2100 o 2000 a. C. los cuales la denominaron igual que este ascendiente suyo. Al principio fue un unido núcleo familiar, convirtiéndose después en un gran pueblo cuya ciudad principal fue tarsisi o Tartessos, ciudad que hasta ahora no se ha encontrado pero eso no significa que no exista o que haya existido.
Durante mucho tiempo tuvieron reyes, y progresaron hasta tal punto que pudieron explotar de forma excelente la tierra que tenían , bien sea con alimentos, o con la extracción de minerales.
Con el tiempo, recibieron la influencia de sus "primos", los que se quedaron tanto en Fenicia como en Grecia.
Aunque quizás más de los fenicios, con ellos hicieron excelentes tratos comerciales. Probablemente no tuvieron mayores problemas con ellos, ni con los griegos hasta que como suele suceder sí los tuvieron y el caso es que al parecer en venganza de su apoyo griego fueron eliminados por los cartagineses, pero los que se quedaron se convirtieron en turdetanos, de los cuales hablaremos ahora.
Fuentes: Wikipedia; http://html.rincondelvago.com/tartesos.html; http://lahuelvacateta.wordpress.com/tag/tartessos/; http://iesbuenocrespo.iespana.es/Proyecto/mediterraneorigenes/Flora%20y%20fauna/Index.htm
Los Turdetanos fueron un pueblo íbero que habitaba en la Turdetania, región que abarcaba el valle del Guadalquivir desde el Algarve en Portugal hasta Sierra Morena, coincidiendo con los territorios de la antigua civilización de Tartessos. Limitaban al norte con los Túrdulos, al oeste con los Conios y al este con los Bastetanos.
Cultura
Relieve de Osuna
Descendientes históricos de los Tartessos, tenían una personalidad propia dentro de la cultura de los íberos. Ésta se caracterizaba por un tipo de cerámica, pintada y con decoración geométrica, escultura animalística que en época romana se continuó con figuración humana. En la necrópolis de Osuna, Sevilla, se encuentran algunas de las muestras más representativas. Aunque hay bastantes excavaciones en esta zona, éstas están más centradas en la búsqueda de restos tartésicos que en los turdetanos.
Tenían características que les diferenciaban del resto de pueblos íberos. Tenían una lengua propia, descendiente del idioma tartésico, y un alfabeto propio, siendo el único pueblo que no adoptó el de los íberos. La otra diferencia fundamental son las particularidades en las necrópolis y enterramientos.
]Economía
Era el pueblo más civilizado de la península ibérica a la llegada de los romanos. Su próspera economía es alabada por Estrabón quien afirma que los Turdetanos son los más cultos de los íberos.
La minería sería uno de sus recursos más importantes. En Huelva se han encontrado las minas más importantes, y por los productos manufacturados asociados a ellas, se cree que ya eran explotadas antes de la llegada de los romanos. Había toda una industria asociada a las minas, situadas donde anteriormente se encontraban las factorías tartésicas. Estas factorías se encontraban en un triángulo formado por las actuales Huelva, Cádiz y Sevilla. Se han encontrado distintos escoriales que muestran que el sistema de explotación no tuvo significativos cambios desde antes de la llegada de los Fenicios. Estas minas han sido bien estudiadas por algunos historiadores, como Antonio Blanco Freijeiro o Rothenberg. Los minerales extraídos son plata y cobre, convirtiéndose sobre todo la plata en el principal material explotado, culminando con la llegada de Roma. Sobre la propiedad de las minas, Diodoro dice que éstas eran de particulares hasta la llegada de Roma.
Según Estrabón, la agricultura fue muy importante y muy variada. Según Varrón, éstos ya conocían el arado y el trillo antes de la llegada de Roma, por influencia de Cartago. Cultivaban cereales, olivo y vid. No existe una opinión uniforme sobre su estructura económica en este aspecto, algunos historiadores hablan de concentración de la tierra en pocas manos, otros hablan de dispersión de la misma. Otros hablan de un sistema latifundista y de un sistema absentista de explotación agrícola.
Sobre ganadería, se sabe que criaban bueyes, ovejas, y caballos. Se conoce la cría de ovejas por la industria textil asociada, como muestra la gran cantidad de fusayolas y pesas de telar encontradas en algunas tumbas.
En toda la costa mediterránea se fabricaba lo que los romanos llamaban garum, una salsa con tripas de pescados en salmuera, que posteriormente se comercializaría por todo el imperio a muy alto precio. También hubo otro tipo de industrias relacionadas con la pesca, conserveras y salazones sobre todo, siendo muy importantes en la zona del Estrecho.
El comercio interior, el comercio interregional y el comercio exterior fue muy importante para su economía. Hay muy pocos datos de los dos primeros, ya que es posible que fueran productos naturales perecederos o manufacturados similares al del resto de pueblos.
Sociedad
Yacimiento arqueológico de Doña Blanca.
A la caída de Tartessos, el poder monárquico se disgrega y surgen pequeños reyes. Es difícil seguir a esta monarquía hasta la llegada de Roma. Se sabe que hubo distintas alianzas entre ciudades. Los historiadores de la época nombran los reyes que tuvieron algún tipo de relación en las guerras Púnicas, como a Culchas. A pesar de esto, se cree que los turdetanos y también el resto de los pueblos íberos, tenían un carácter pacífico.
Parece ser que existía una vida urbana importante en este pueblo, viendo la gran cantidad de ciudades que contenía, más que en ningún otro pueblo prerromano de la península.
Hay evidencias de la existencia no de esclavos sino de una servidumbre comunitaria, explotados por una clase dominante. Es posible que estos siervos se dedicaran a las tareas agrícolas y mineras. El poder político estaba basado en el poder militar, ejércitos de mercenarios según algunas referencias. Se ha constatado la existencia de una élite que vivía lujosamente gracias a los recursos mineros y las riquezas naturales de esta región.
Religión
Es complicado conocer la relgión de los turdetanos. Hay muy pocas fuentes de los autores clásicos, y poca documentación arqueológica. Todavía no se ha establecido una relación clara entre elementos simbólicos plasmados en su cerámica, por ejemplo, donde muestran todo tipo de figuración y seres fantásticos, y su religión. Hay divinidades de finales de la Edad del bronce que se van asimilando con los dioses traídos de fuera por los Fenicios y cartagineses en las distintas colonizaciones. Estrabón habla del santuario fenicio dedicado a Melkart-Hércules en Gadir, otro dedicado a Tanit y un oráculo dedicado a Menesteo. Se han encontrado en distintas cuevas de Sierra Morena gran serie de ofrendas votivas, sobre todo pequeñas esculturas de bronce. Esto puede significar la existencia de distintos santuarios en la zona, ya que se encuentran en sitios elevados, pero de fácil accesibilidad.
Ritual Funerario
Se han encontrado muy pocas necrópolis en la Turdetania, si se compara con el alto número de centros urbanos. Esta desproporcionalidad es mostrada por algunos historiadores como prueba de que en la última etapa de su cultura se separaron de las costumbres íberas y se acercaron a costumbres funerarias de raíces indoeuropeas de pueblos del interior, que dejaban pocos datos de sus enterramientos. Es esta una de las particularidades que los diferencia del resto de los pueblos íberos.
El ritual funerario encontrado en distintas necrópolis se basa en la incineración, aunque debido a no poder conseguir temperaturas demasiado altas, sería más preciso considerarlo cremación, ya que el cadáver no se reducía totalmente a cenizas. A los muertos se les quemaba con sus vestidos y objetos personales. Se han descrito dos tipos distintos de cremación, una cremación primaria, donde los cadáveres son quemados en la propia tumba donde serán enterrados, y cremación secundaria, donde el quemadero es común a varias tumbas, los restos se recogen y se depositan en una urna. Éstos últimos son enterrados con recipientes con hierbas aromáticas, ajuares que no cabían en la urna, y ofrendas de alimentos.
Se ha encontrado una serie de esculturas asociadas a ritos funerarios. Tienen cronología antigua, del siglo V a. C., y se cree que podían representar a gentes de las clases altas. También se han encontrado diversas estelas con animales mitológicos en Osuna, de cronología mucho más reciente, del siglo I a. C.
Las necrópolis y las esculturas se cree que tienen más relación con la aculturación fenicia y cartaginesa y posteriormente romana, que con las tradiciones funerarias autóctonas turdetanas.
Historia
En el año 237 a. C., Amílcar Barca desembarca en la vieja colonia fenicia de Gadir con el propósito de adueñarse de las riquezas mineras de Iberia. Esto, a pesar de la tradición de comercio con los cartagineses que hasta entonces había existido en la Turdetania, supuso el enfrentamiento abierto entre Cartago y varias ciudades de la Turdetania, especialmente las del interior. Los régulos turdetanos se opusieron al avance cartaginés por el valle del Guadalquivir con la ayuda de los mercenarios celtíberos, pero a pesar de ello, Amílcar consiguió su propósito de controlar las zonas mineras de Sierra Morena. De los textos de cronistas clásicos como Diodoro se deduce que la fuerte influencia cartaginense en la Turdetania y el poco ímpetu expansionista de Amílcar más allá de sus intereses económicos impidió que el enfrentamiento fuera mayor.
Por otro lado, los reyes turdetanos carecían de una organización global capaz de enfrentarse a la potencia militar cartaginesa, por lo que los ejércitos de los reyes Istolacio e Indortes, cuya resistencia fue mayor, fueron rápidamente derrotados y desmantelados o asimilados a las fuerzas de Cartago. Posteriormente, los caudillos cartagineses emprendieron la marcha hacia el levante peninsular para fundar «Akra-Leuke», que sería su primera base permanente de operaciones en la Península Ibérica y que posteriormente se convirtió en la Lucentum romana.
Desde el año 197 a. C., casi todos los pueblos de Hispania se habían rebelado contra la presencia romana y sus despóticas maneras. El 195 a. C., Marco Porcio Catón entraba en Hispania con su ejército consular para aplastar las revueltas. Tras una triunfal campaña, Catón condujo a sus tropas a Sierra Morena, donde los turdetanos tenían sus minas. A pesar de que éstos habían contratado mercenarios celtíberos para combatir a los romanos, los tribunos emisarios de Catón convencieron o coaccionaron a los celtíberos para que se retiraran a sus tierras sin presentar batalla. Después de perder el apoyo militar celtíbero, los turdetanos fueron derrotados en Iliturgi, actualmente conocida como el cerro de Máquiz, en Mengíbar (provincia de Jaén).
Esta derrota significó la pérdida de sus posesiones mineras, lo que obligó a los turdetanos a permanecer en el valle del Guadalquivir, dedicándose a la agricultura y la ganadería. Por su parte, Catón regresó al norte atravesando la Celtiberia con el fin de amedrentar a los celtíberos e impedir futuros levantamientos, aunque a partir del 193 a. C., las rebeliones serían habituales.
- Abra/Torredonjimeno
- Acinipo/Ronda la Vieja
- Asido/Medina Sidonia
- Asta/Mesas de Asta
- Ástigis/Écija
- Aurgi/Jaén
- Baesuri/Castro Marim
- Balleia/Ribera del Fresno
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- Balsa/Tavira
- Bora/Las Casillas de Martos
- Caetobriga/Setúbal
- Callentum/Cazalla de la Sierra
- Carisa/Espera
- Carmo/Carmona
- Castulo/Linares/Torreblascopedro
- Corduba/Córdoba
- Hispalis/Sevilla
- Ilipa/Alcalá del Río
- Ilipla/Niebla
- Ilturir/Atarfe
- Ipolka/Porcuna
- Iptuci/Paterna del Campo
- Myrtilis/Mértola
- Onuba/Huelva
- Orippo/Dos Hermanas
- Ossonoba/Faro
- Ostippo/Estepa
- Pésula/Salteras
- Tuci/Martos
- Urso/Osuna
- Odisseia/Cerrón de Dalías
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Tenían características que les diferenciaban del resto de pueblos íberos. Tenían una lengua propia, descendiente del idioma tartésico, y
un alfabeto propio, siendo el único pueblo que no adoptó el de los íberos. La otra diferencia fundamental son las particularidades en las necrópolis y enterramientos.
Según Estrabón, la agricultura fue muy importante y muy variada. Según Varrón, éstos ya conocían el arado y el trillo antes de la llegada de Roma, por influencia de Cartago. Cultivaban cereales, olivo y vid.
Sobre ganadería, se sabe que criaban bueyes, ovejas, y caballos. Se conoce la cría de ovejas por la industria textil asociada, como muestra la gran cantidad de fusayolas y pesas de telar encontradas en algunas tumbas.
Sociedad y economía.
Se trataba de una sociedad muy urbana, algo muy excepcional en aquella época. En sus escritos cuenta el historiador griego Polibio (200 a. C. - 118 a. C.) que en Turdetania existían más de 200 ciudades y entre ellas cita a Corduba (Córdoba), Híspalis (Sevilla) y Gades (Cádiz).
Al igual que el reino de Tartessos, basaban su economía en la agricultura, la ganadería, la pesca y la minería.
La minería continuaría siendo una de sus principales fuentes de riqueza. En Huelva se han encontrado las minas más importantes. Las excavaciones muestran que el sistema de explotación minero debió ser anterior a la llegada de los fenicios, sin significativos cambios cuando éstos llegaron. Los minerales extraídos son plata y cobre, siendo la plata el principal material explotado. Sobre la propiedad de las minas, Diodoro dice que pertenecían a particulares hasta la llegada de Roma.
Tenían asimismo toda una industria asociada a las minas, situadas donde anteriormente se encontraban las factorías tartesas, en un triángulo formado por las actuales Huelva, Cádiz y Sevilla.
Según Estrabón, la agricultura fue muy variada y Varrón narra que ya conocían el arado y el trillo. Cultivaban cereales, olivo y vid.
Sobre ganadería, se sabe que criaban bueyes, ovejas, y caballos. Asociada a la cría de ovejas tenían una la industria textil como muestra la gran cantidad de fusayolas y pesas de telar encontradas en algunas tumbas.
Referente a la industria pesquera tenían fábricas de conservas y salazones y de "garum" o "liquamen" una salsa a base de pescado muy apreciada por los romanos.
Dibujo: http://abemdanacao.blogs.sapo.pt/2008/12/
Dibujo: http://cacela-hispania.blogspot.com/2009/11/los-turdetanos-herederos-de-tartesos-y.html
A los tartessos y después a los turdetanos les acompañaban en la estancia en España otros pueblos. Entre ellos, el de los íberos y el de los celtas.
LOS IBEROS.
Los iberos o íberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos a la gente del levante y sur de la península ibérica para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. De estos pueblos escribieron Hecateo de Mileto, Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citándolos con estos nombres, al menos desde el siglo VI a. C.: elisices, sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos, ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos, ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones, edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio de la península ibérica.
La primera referencia que se tiene de los iberos es a través de los historiadores y geógrafos griegos. Curiosamente, los griegos también llamaban iberos a un pueblo de la actual Georgia, conocido como Iberia caucásica. Al principio, los griegos utilizaron la palabra ibero para designar el litoral mediterráneo occidental, y posteriormente, para designar a todas las tribus de la península. También llamaban Iberia al conjunto de sus pueblos.
Las primeras descripciones de la costa ibera mediterránea provienen de Avieno en su Ora maritima, del viaje de un marino de Massalia mil años antes (530 a. C.):
La mayor parte de los autores refieren que los iberos se llaman así justo por este río,2 pero no por aquel río que baña a los revoltosos vascones. Pues a toda la zona de este pueblo que se encuentra junto a tal río, en dirección occidente, se la denomina Iberia. Sin embargo el área oriental abarca a tartesios y cilbicenos.
Avieno, Ora maritima.
Apiano habla de pueblos y ciudades, aunque ya habían desaparecido en su época. También describe la parte más occidental de Andalucía. Estrabón hace una descripción de esta zona basándose en autores anteriores, y se refiere a las ciudades de la Turdetania, como descendientes de la cultura de Tartessos. En general, autores como Plinio el Viejo y otros historiadores latinos se limitan a hablar de pasada sobre estos pueblos como antecedentes de la Hispania romana.
ORIGEN DE LOS IBEROS.
A pesar de que estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos aspectos. No se sabe detalladamente el origen de los iberos, aunque hay varias teorías que intentan establecerlo:
Al parecer pudiera ser que fuera una de las primeras civilizaciones de España, quizás el grupo que vino desde el Lago Van sobre el 2000 a. C. Parece ser que existen evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este.
Otros estudiosos han sugerido que pueden tener su origen en el norte de África, aunque se trata de una hipótesis discutida. Los iberos inicialmente se habrían asentado a lo largo de la costa oriental de España y, posiblemente, más adelante se propagaron por parte de la península ibérica.
Otra hipótesis alternativa afirma que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona, posiblemente, una teoría respaldada por estudios genéticos. Los iberos serían similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Posteriormente (según la interpretación más tradicional), los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C. Los celtas se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero.
Los supuestos límites máximos de la expansión íbera habrían llegado desde el mediodía francés hasta el Algarve portugués y el norte de la costa africana.3
Sin embargo, con posterioridad, los pueblos celtíberos ejercieron influencia sobre otros pueblos del interior de la península. Esta influencia se aprecia en la llegada del torno de alfarero a muchas zonas de la meseta norte de la península, sobre todo a los pueblos limítrofes del valle del Ebro, e incluso a algunos más alejados como arévacos, pelendones o vacceos.
Los iberos fueron, en definitiva, los diferentes pueblos que evolucionan desde diferentes culturas precedentes hacia una serie de estructuras proto-estatales, viéndose ayudados en dicha evolución por la influencia de fenicios, primero, y luego de griegos y púnicos, que traerán consigo elementos de lujo que ayudarán, como bienes de prestigio, a la diferenciación interna de los diversos grupos sociales.
Vista del poblado de San Cristóbal, en Mazaleón (Teruel).
Famosa estatua íbera.
Mujeres íberas tejiendo.
LA LENGUA IBERA.
La lengua ibera es una lengua paleohispánica que está documentada por escrito, fundamentalmente, en signario ibero nororiental (o levantino) y ocasionalmente en signario ibero suroriental (o meridional) y en alfabeto greco-ibérico. Las inscripciones más antiguas de esta lengua se datan a finales del siglo V a. C. y las más modernas a finales del siglo I a. C., o principios del siglo I d. C.
Los textos en lengua ibera se saben leer razonablemente bien, gracias al desciframiento del alfabeto por Gómez-Moreno pero en su mayor parte son incomprensibles, puesto que la lengua íbera es una lengua sin parientes suficientemente cercanos de su época que sean comprensibles, para haber sido útil para la traducción de textos. Después de los años transcurridos desde el desciframiento se han producido una serie de lentos avances que, aun siendo poco espectaculares, permiten ya un atisbo de comprensión de inscripciones de poca extensión (principalmente funerarias o de propiedad sobre instrumentum), además de intuir algunas características gramaticales o tipológicas.
La lengua ibera, en sus diferentes variantes, se hablaba en la amplia franja costera que se extiende desde el sur del Languedoc-Rosellón hasta Alicante, y penetraba hacia el interior por el valle del Ebro, el valle del Júcar, el valle del Segura y el alto valle del Guadalquivir hasta el río Guadiana como límite noroeste. Las inscripciones en lengua íbera aparecen sobre materiales muy variados: monedas de plata y bronce, láminas de plomo, cerámicas áticas, cerámicas de barniz negro A y B, cerámicas pintadas, dolías, ánforas, fusayolas, estelas, placas de piedra, mosaicos, etc. Es, con diferencia, la lengua paleohispánica con más documentos escritos encontrados, unos dos millares de inscripciones, que representan el 95 % del total.
La escritura ibérica constituye uno de los principales testimonios del desarrollo cultural con personalidad propia de los iberos. Se conocen tres tipos de escrituras paleohispánicas: la escritura del suroeste, la meridional y la ibérica levantina. Además se escribió lengua ibérica con alfabeto jónico, prácticamente solo en territorio contestano, como lo testimonian algunos plomos encontrados en la Serreta de Alcoy, grafitos sobre cerámica procedentes de la Isleta de Campello (ambos en Alicante) y el plomo de El Cigarralejo (Mula, Murcia). La escritura ibérico-levantina es la mejor conocida, y fue descifrada en la década de 1920 por Manuel Gómez-Moreno.
Sin embargo, hasta la fecha, no ha sido posible su traducción, por lo que no es posible entender lo que dicen los textos. Es una escritura de tipo mixto, silábica y alfabética, que posiblemente procede de una escritura más antigua de origen fenicio o chipriota. El descubrimiento de grafitos en cerámica procedentes de yacimientos tartésicos como el Cabezo de San Pedro, en Huelva, con una cronología entre mediados del siglo IX y mediados del siglo VIII AC, sugieren que la adopción de la escritura meridional y del SO se produjo de forma temprana, lo que explicaría la introducción de formas arcaicas del alfabeto fenicio, utilizadas con anterioridad al siglo VIII a. C. Este alfabeto sería adaptado a la lengua tartésica, con la introducción de signos silábicos, dando origen al primitivo signatario paleohispánico y que será el origen de la escritura del SO utilizada en las estelas tartésicas. La escritura meridional se utilizó en la Alta Andalucía y en el sureste, incluida la Contestania, persistiendo hasta época romana temprana.
Esta escritura fue posteriormente adaptada a la lengua ibérica posiblemente en el territorio de la Contestania dando origen a la ibero-levantina (que se escribe de izquierda a derecha, al contrario que la meridional), conviviendo con la escritura meridional y la ibero-jónica, y desde allí se extendió al resto del territorio ibérico. El hecho de que en Contestania se documente la utilización de tres formas de escribir la lengua ibérica (escritura meridional, levantina e ibero-jónica), sugiere a algunos autores (J de Hoz, ver referencias) que sería en este territorio donde se produjo la aparición de la escritura ibérica levantina a partir de la meridional.
Los procesos de intercambio comercial facilitaron la extensión de la escritura levantina por el arco mediterráneo y el valle del Ebro (junto a otras manifestaciones culturales como la cerámica ibérica), donde fue utilizada para escribir celtíbero en el siglo I a. C. (ejem., bronces de Botorrita procedentes de Contrebia Belaisca y alfabeto monetal), y cuando prácticamente ya no se utilizaba en su lugar de origen. En la Contestania y en la Edetania encontramos textos escritos en plomo (La Serreta, La Bastida de las Alcusas, este en escritura meridional) y sobre cerámica (San Miguel de Liria), principalmente. Es posible que se utilizaran otros soportes (madera, papiro, pieles) de los que no queda testimonio. Una pregunta interesante se plantea en relación con qué estratos sociales conocían y utilizaban la escritura. Parece probable una aplicación relacionada con prácticas religiosas y comerciales. Es posible que las clases dirigentes la utilizaran como método de control de mercancías (grafitos en cerámica indicadores de origen, destino, o poseedor), sin descartar prácticas de tipo mágico relacionadas con determinados cultos, como sugiere su presencia en depósitos votivos (como en el plomo de Amarejo) y santuarios, así como en cerámica, y de tipo funerario (estelas, como la de Sinarcas).
La romanización hizo que la utilización de la escritura ibérica fuera desapareciendo de forma paralela a una progresiva latinización. En algunos lugares como Sagunto o el valle del Ebro perduró hasta época republicana, desapareciendo prácticamente su uso en torno al siglo I a. C. Una relevante excepción la constituye el fragmento de sigillata con inscripción bilingüe procedente del Tossal de Manises, depositado en el MARQ. No obstante, algunos autores sospechan que pueda tratarse de una falsificación en tanto que, si bien la pieza es antigua, la inscripción podría no serlo ya que se hunde en algunos descorchados de la pieza.
El origen del sustrato cultural local que ejerció influencia en los iberos se remonta, cuando menos, al primer Neolítico mediterráneo: la cultura agro-pescadora de la cerámica impreso-cardial, que se extendió desde el Adriático hacia occidente, influyendo intensamente en los aborígenes paleolíticos y asimilando toda las regiones costeras del Mediterráneo occidental en el V milenio a. C.
Hacia el 2100 a. C. se desarrolla en Andalucía oriental la civilización calcolítica, que se aprecia en los yacimientos de Los Millares (Almería) y Marroquíes Bajos (Jaén), estrechamente relacionados con la cultura portuguesa de Vila Nova y quizás (no probado) con alguna cultura del Mediterráneo oriental (Chipre).
Hacia 1800 a. C., esta cultura se ve sustituida por la de El Argar (bronce), que se desarrolla independientemente y parece estar muy influida en su fase B (desde 1500 a. C.) por las culturas egeas contemporáneas (enterramientos en pithoi).
Hacia 1300 a. C., coincidiendo con la invasión del noroeste peninsular por los celtas, El Argar, que bien pudo haber sido un estado centralizado, da paso a una cultura «post-argárica», de villas fortificadas independientes, en su mismo ámbito. Tras la fundación de Marsella por los focenses (hacia 600 a. C.), los iberos reconquistan el noreste a los celtas, permitiendo la creación de nuevos establecimientos griegos al sur de los Pirineos.
La famosa y representativa Dama de Elche.
Pebetero contestano hallado en la necrópolis de Lucentum (o Akra Leuké), conjunto arqueológico del Tossal de Manises (provincia de Alicante). Actualmente en el Museo Arqueológico de Alicante.
Guerrero de la doble armadura (siglo V a. C.), procedente del yacimiento arqueológico del Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén).
OTROS PUEBLOS COETÁNEOS DE LOS IBEROS.
A las comunidades establecidas al final de la edad del bronce se las considera sustrato indígena al hablar de la cultura íbera. Básicamente hay cuatro focos: El Argar, la cultura del Bronce Manchego, la del Bronce Valenciano y los campos de urnas del Noreste.
Gran parte del occidente, norte y centro peninsular pertenece a una cultura no ibérica, de pueblos asentados (desde el 2000 o 2100a. C.), y desde el siglo VIII a. C. se añadirán grandes contingentes de inmigrantes celtas que, paulatinamente, se asentarán en la meseta y en las zonas costeras atlánticas. Serán influenciados por las culturas fenicia y griega, indirectamente, a través de sus relaciones con los pueblos íberos.
Aunque los textos clásicos hablan de unas formas de gobierno muy homogéneas —simplificación debida a motivos propagandísticos–, la mayoría de la comunidad científica estima que hubo formas de gobierno mucho más heterogéneas y complejas.8
... los iberos, amantes de la libertad, que no aceptaban un jefe, sino a lo sumo en caso de guerra y por corto tiempo,... —Adolf Schulten.
La sociedad ibera estaba fuertemente jerarquizada en varias castas sociales muy dispares, todas ellas con una perfecta y bien definida misión para hacer funcionar correctamente una sociedad que dependía de ella misma para mantener a su ciudad.[cita requerida]
La casta guerrera y noble era la que contaba con más prestigio y poder dentro de estas. Aparte de las armas, poseer caballos otorgaba también gran prestigio y reflejaba poder, nobleza, y formar parte de la clase más pudiente.
También tenían gran importancia la casta sacerdotal,[cita requerida] en la que las mujeres, como se observa en los túmulos funerarios, eran el vínculo de la vida y la muerte. Las sacerdotisas gozaban de gran prestigio, ya que eran las que estaban en continuo contacto con el mundo de los dioses, aunque también había hombres que desarrollaban una tarea mística, prueba de ello son los sacerdotes lusitanos, que leían el futuro en los intestinos de los guerreros enemigos.
Otra de las castas era la de los artesanos, apreciados porque de ellos salían los ropajes con los que se vestían y resguardaban del frío, los que elaboraban calzado, los que modelaban vasijas en las que guardar agua y alimentos y, sobre todo, por ser los que les hacían, a medida, armas y armaduras con las que se distinguían de las otras castas más bajas.
Finalmente estaba el «pueblo llano», gente de distintos oficios que se dedicaban a los trabajos más duros.
Indumentaria ibera.
Los iberos se vestían con telas de distintas calidades, según su poder económico.
Guerreros: Según los textos antiguos, la prenda más habitual era un vestido de tela, como la de los romanos, con el ribete en rojo.
Sacerdotisas: Las sacerdotisas eran quizás las que más adornos tenían. De ellas vienen la mantilla y la peineta, con la que se solían cubrir la cabeza y el cuerpo, un ejemplo de ello es la Dama de Elche, y los moños que hoy se pueden ver en Castellón.
Otras prendas de vestir: Otra prenda muy valorada, era el sagum, una capa de lana, que protegía del duro frío. Otra de las prendas que aún existen hoy, es una tela que a modo de diadema utilizaban los guerreros para recogerse el pelo. Su calzado era unas alpargatas, que se ataban a la pierna y el pie, en el invierno se cubrían los pies y las piernas con unas botas de piel y pelo de animal.
Economía
No sabemos mucho sobre la agricultura ibérica, pero sí lo suficiente como para deducir su importancia económica. Del estudio de una buena cantidad de piezas del utillaje agrícola halladas en los poblados del área valenciana, dedujo E. Plá que se había llegado en este, como en otros edificios, a una especialización adecuada, dándose con la herramienta justa que en muchos casos ha llegado hasta nuestros días.
La agricultura que se practica es la de secano, siendo los cultivos fundamentales el cereal, el olivo y la vid, para la que está atestiguada ya en el siglo VI la obtención de excedentes con destino a su comercialización, así como las leguminosas (garbanzos, guisantes, habas y lentejas). Y por otra parte, se conocen diversas especies frutales, entre las cuales destaca el manzano, el granado y la higuera.
Tuvieron también cierta importancia determinados cultivos industriales, especialmente el lino en Saitabi (Játiva). Tenemos ampliamente documentada la industrialización del esparto, especialmente en el Campus Spartarius, al norte de Cartagena, con multitud de aplicaciones, entre las cuales sobresalen los cordajes para la navegación.
Respecto a la ganadería, no parece haber tenido un papel predominante, salvo quizá en regiones específicas, limitándose al papel habitual complementario de la agricultura. Sí es necesario señalar la importancia de ciertas especies como el caballo, utilizado en la caza y la guerra y probablemente símbolo de determinado estatus social en cuanto que da acceso a estas actividades. También debió tenerse en gran estima al buey y de la abundancia de ganado bovino nos hablan las frecuentes menciones del sagum o manto de lana ibérico en las fuentes romanas.
La caza, parece haber tenido una cierta importancia, según se deduce de su frecuente representación en la cerámica pintada, aunque quizá más como actividad social que económica. El jabalí debe haber sido la pieza reina, aunque junto a él se cazan igualmente cérvidos y varias especies menore
Cerámica ibérica.
Oso de Porcuna.
Guerrero de Mogente.
Religión
La religión es un tema poco conocido de la cultura ibérica, pero en los últimos años se han producido importantes avances en el conocimiento e interpretación de muchos hallazgos. Las fuentes fundamentales son los materiales arqueológicos, y los escasos escritos. Entre los materiales más relevantes estarían los exvotos de bronce, terracota y piedra, la cerámica y otros objetos como falcatas votivas.
Animales sagrados
Poco se sabe del mundo de los dioses de los iberos, lo poco que se conoce es gracias a escritos de antiguos historiadores y filósofos, y a algún que otro resto arqueológico. De lo que sí se tiene constancia, es que animales como los toros, lobos, linces, o buitres, formaban parte de este mundo, ya fuese como dioses, símbolos, vínculos con el mundo mortal y sus 'espíritus', o el mundo divino.
El toro representaría la virilidad y la fuerza. El lince estaba vinculado al mundo de los muertos. Los buitres llevaban las almas de los guerreros muertos en las batallas al mundo de los dioses. No se sabe mucho más, ya que ha perdurado escasa información sobre estos asuntos.
ENTERRAMIENTOS.
Los iberos utilizaban el rito de la incineración, conocido gracias a los fenicios o a los pueblos transpirenaicos que introducen la cultura de los campos de urnas.
Las cenizas eran guardadas en urnas cinerarias de cerámica con forma de copa, con tapa y sin decoración. Otras tenían forma de caja con patas terminadas en garras, con tapadera y decoración de animales. Las urnas se introducían en fosos excavados en tierra junto con un ajuar funerario. Los íberos, para señalizar el lugar de la tumba, construían túmulos de variadas dimensiones, aunque había enterramientos mucho más elaborados para las clases sociales más altas como ocurre en el caso de la Cámara Sepulcral de Toya, Peal de Becerro (Jaén).
Se han hallado túmulos con recipientes cerámicos a los pies de la difunta, como la Dama de Baza que está sentada en una especie de trono alado, o Dama de Elche que guarda y protege los restos y el ajuar funerario. En otros túmulos se depositaban las armas del difunto, al que se incineraba y se introducía en una vasija de cerámica ornamentada. En algunos funerales se peleaba sobre la propia tumba hasta la muerte, como en el entierro de Viriato.
ASENTAMIENTOS.
Las zonas que mejor se conocen son las del Alto Guadalquivir y del río Segura, donde se distinguen tres tipos de poblados:
Pequeños asentamientos, situados en zonas llanas y que carecían de fortificación;
Recintos fortificados, estructuras de dimensiones reducidas con fuertes defensas que solían estar en zonas altas.
Grandes poblados u oppida, centros que controlaban una región o un territorio, donde se situaban los distritos poblados en llano y sus recintos fortificados. Son las capitales mencionadas por Estrabón.
CIUDADES ÍBERAS.
Las ciudades iberas podían estar construidas junto a cerros, en lugares estratégicos, controlando las vías de paso, lo que les daban una importante ventaja frente a los enemigos; solían estar circundadas por muros de piedra y adobe, sobre los que se disponían torres de vigilancia y las puertas a la ciudad. Los asentamientos construidos en llano nunca estaban amurallados y tenían una funcionalidad económica, agrícola y ganadera.11
La mayoría... no fueron concebidos para rechazar asedios formales que nunca vendrían, no solo porque las fortificaciones ejercieran un efectivo papel militar disuasorio —también—, sino porque el atacante no tendría ningún interés en asediar la ciudad. Un asalto rápido o por sorpresa a una granja, bien; una entrada en tropel por una puerta abierta cuando se perseguía a un enemigo en huida, de acuerdo... pero un asedio prolongado carecería de sentido en la forma ibérica de entender la guerra... más valdría volver a saquear los campos y buscar la sorpresa la primavera siguiente.
Fernando Quesada Sanz
Las casas de las ciudades solían ser de planta rectangular, hechas de adobe sobre una base de piedra, a modo de cimientos, de una sola planta y, algunas veces, dos; las cubiertas tenían una estructura de madera y recubrimiento vegetal.
La principal ciudad de la Oretania, Cástulo, fue también el oppidum más extenso de la península, si bien las posteriores etapas históricas, principalmente romanas y medievales, ocultaron arqueológicamente esta fase ibera, conocida gracias a las diversas campañas de investigación.
Conquista romana.
Roma decidió conquistar la península ibérica por la gran cantidad de recursos que poseía y su valor estratégico.
El proceso conquistador duró cerca de doscientos años y se hizo en varias etapas: los Escipiones (218–197 a. C.) ocuparon la franja mediterránea, el valle del Ebro y el del Guadalquivir, aunque no sin dificultades. Después, conquistaron la Meseta y Lusitania (Portugal). Los guerreros íberos preferían la muerte a tener que entregar sus armas. Los pueblos que habitaban estas zonas, ofrecieron gran resistencia, como los guerrilleros lusitanos con Viriato y los numantinos con jefes celtíberos como Retógenes el Caraunio (App. Iber. 93). Posteriormente (29 a 19 a. C.) sometieron a los cántabros y astures, dominando así toda la península, aunque la violenta resistencia requirió la presencia del emperador Augusto. Hispania fue dividida administrativamente en provincias romanas y se convirtió en fuente de materias primas con destino a la capital de Imperio romano.
Por lo tanto al conquistar Hispania, se encontraron con varias civilizaciones, celtas o de descendencia celta, los celtíberos y los íberos. Pero como estos no eran pueblos homogéneos, cada cual tuvo su propia lucha.Los romanos los describieron o los citaron desde su punto de vista, al igual que antes lo hicieron los griegos. Estos habitantes de España que sin duda alguna aglutinan a los pueblos originarios, si es que alguno de estos no lo fue (íberos o tartesos).
Las culturas más fuertes y de las que ellos fueron influenciados eran, la griega, y la fenicia/cartaginesa. Los etruscos eran poderosos también. Al final los cartagineses y romanos empezaron a disputársela y al quedar ellos en medio, era cuestión de tiempo, que alguna de estas dos civilizaciones quisiera conquistarla, la que lo pudo hacer es la romana, como bien ya sabemos.
El sustrato de población existente en España en época prerromana.
LOS CELTAS.
En tiempos antiguos los celtas que llegaron a lo largo del primer milenio, hacia el 1200 a. C. a Europa y según el punto de vista tradicional, hacia el 900 a. C. en la península ibérica, eran un cierto número de pueblos interrelacionados entre ellos que habitaban en Europa Central; todos estos pueblos hablaban lenguas indoeuropeas, indicativo de un origen común. Hoy, el término "celta" se utiliza a menudo para describir a la gente, las culturas y lenguas de muchos grupos étnicos de las islas británicas, Francia en la región de Bretaña, España, en Galicia, Cantabria y Asturias, y Portugal en la región de Minho. Sin embargo, tribus o naciones, como los atrébates, Menapii, y Parisii, desde regiones celtas de tierra firme, incluyendo la Galia y Bélgica, se sabe que se movieron hacia Gran Bretaña e Irlanda y contribuyeron al crecimiento de aquellas poblaciones. El uso del término celta para referirse a gente de Irlanda y Gran Bretaña surge en el siglo XVIII. Vivían en pueblos amurallados llamados castros.
Los griegos los llamaron primeramente "hiperbóreos"; después fueron llamados keltoi o gente oculta, que proviene del griego Hecateo de Mileto del 517 a. C.
No se puede hablar de un Estado propiamente celta, ya que cada zona tenía su líder, y siendo los celtas un pueblo guerrero como eran, siempre había rivalidades entre ellos.
Asentamiento celta en Eslovaquia.
Casa celta en Gales.
PREHISTORIA E HISTORIA DE LOS PUEBLOS CELTAS.
El término celta (keltoi) es de origen griego, quienes pudieron haberlo tomado prestado de iberos o ligures. Los celtas probablemente se llamaban a sí mismos *gal-,[cita requerida] o sea: galos (derivados: gálata).
No se ha logrado discernir etnias propiamente celtas entre los primeros grupos de indoeuropeos que penetraron en la Europa central. Según el punto de vista tradicional, solo hasta el siglo V a. C. con el surgimiento de la cultura de La Tène es razonablemente seguro identificar a los portadores de esa cultura como hablantes de lenguas celtas. Desde un punto de vista igualmente tradicional, los primeros pobladores indoeuropeos podrían haber sido los portadores de la cultura de los campos de urnas que se propagaron rápida y extensamente por Europa hacia el siglo XIII a. C. Los portadores de esta cultura se expandieron descendiendo por la margen derecha del Ródano ocupando Languedoc, Cataluña y el bajo valle del Ebro. Otra línea de expansión les llevó a Bélgica y el sureste británico.
Sin embargo, recientemente se ha asociado a los celtas o sus precursores inmediatos con la cultura del vaso campaniforme, que en el Neolítico medio se habría expandido desde la península ibérica, difundiéndose por el frente Atlántico hasta el centro de Europa (zona media del Elba). Al confluir así con la cultura de la cerámica cordada se habría constituido el primer horizonte cultural Paneuropeo, que algo más tarde desembocaría en la cultura del bronce en Unetice, cerca de Praga. El estudio aún más reciente de la distribución del haplotipo mitocondrial H, no solo es consistente con estas hipótesis, sino concluye que esta difusión, que parte del SO de Europa, habría supuesto un importante movimiento de población, y no solo la transmisión de un "paquete cultural".
A partir del siglo VIII a. C., otros pueblos presuntamente indoeuropeos fueron los portadores de la cultura de Hallstatt (Hierro I), extendiéndose en esta fase por el interior de la península ibérica (siglo VII a. C.) En el siglo VI a. C. los pueblos presuntamente indoeuropeos fueron desplazados del noreste ibérico a manos de los iberos, quedando así los celtas de Iberia aislados del resto de pueblos celtas continentales.
Desde el siglo IV a. C., los celtas continentales inauguran la cultura de La Tène, específicamente celta (Hierro II). En esta fase, los celtas acabaron de ocupar el norte y centro de Francia (la Galia), el norte de Italia, así como la mayor parte de las islas británicas. También se extendieron por los Balcanes, alcanzando incluso una comarca de Asia Menor, que será conocida como Galatia. En esta época se construyen importantes villas fortificadas (lat. oppida), que sirven de centros comerciales y políticos. Es también en este período cuando el druidismo se extiende entre los celtas. Contrariamente a lo que se cree, los druidas no tenían templos de piedra ni arqueológicamente se ha podido enlazar el druidismo celta con Stonehenge, siendo la cultura megalítica anterior en varios milenios a la cultura celta y al fenómero del druidismo. Este error de asociar la cultura megalítica atlántica (presente en las islas británicas, Francia y España) con Stonehenge está muy extendido entre la gente por ser un invento del romanticismo del siglo XVIII. Como ejemplo: los celtas ibéricos no conocieron el fenómeno druídico, pero en España hay muchos restos megalíticos.
Una de las primeras menciones de los celtas, es la de los galos senones cisalpinos liderados por su rey Breno, que llegaron a invadir Roma en el 390 a. C. Posteriormente la república romana primero y el imperio romano después combatirían exitosamente a los galos cisalpinos y transalpinos. Julio César ya había luchado contra ellos durante su conquista de la Galia y, con el tiempo, los romanos les arrebataron también sus dominios británicos e ibéricos. A finales del Imperio romano (476 d. C), los celtas tan sólo ocupaban partes del noroeste de Francia, Irlanda, Gales y algunas zonas de Escocia. Durante el transcurso de la Edad Media, reforzaron su control de Escocia e hicieron varios intentos de ampliar su territorio en Inglaterra. A partir del siglo II a. C., los celtas acusan la creciente presión militar de los germanos por el norte y, algo después, la de los romanos por el sur. En pocas décadas toda la Galia está ocupada por los romanos. La presencia romana en Gran Bretaña fue de escasa duración, lo que permitió a las lenguas celtas de esta isla (galés) sobrevivir y, más tarde, regresar al continente (Bretaña francesa).
Todavía en el siglo VII los celtas llevaron a cabo su quizá última expansión: los escotos irlandeses invadieron Caledonia, región que pasó a ser llamada Escocia.
Entre los restos arqueológicos celtas destacan los castros y los petroglifos (nota: muchos petroglifos son mil años anteriores a la cultura celta, aunque se seguirán haciendo durante el periodo celta), que se encuentran con frecuencia en el noroeste de la península ibérica.
Los pueblos y cultura célticas tuvieron una fuerte presencia en el sudoeste de la península, documentada por Plinio el Viejo y otras fuentes. Según historiadores como Adolf Schulten el norte de la Península estaba habitado no por pueblos celtas sino por ligures. Además, los celtas, un pueblo guerrero que habitaba zonas de Irlanda, Inglaterra, Escocia, Francia y Norte de España, celebraban ya hace más de 3 mil años lo que hoy conocemos como Halloween. Precisamente el 31 de octubre, los celtas celebraban el fin del verano y pensaban que los muertos salían de sus tumbas como zombis y para protegerse de ellos decoraban las casas con motivos siniestros.
Expansión de los pueblos célticos en Europa.
OTRA TEORÍA SOBRE EL ORIGEN DE LOS CELTAS.
Hace relativamente poco, se ofreció una tercera vía por parte de Ramón Sainero Sánchez, quien expone la teoría de que el origen de la cultura celta estuvo precisamente en la Península Ibérica, contraviniendo las tesis que hemos expuesto anteriormente. Basándose en estudios de ADN y también linguïsticos, afirma que el sustrato celta que encontramos en la Península en el siglo VII a.C. se extendió desde el territorio ibérico hacia el resto de Europa, configurando así el mundo céltico europeo que conocemos.
Algunos expertos de las Universidades de Oxford y de Gales avalan esta teoría, señalando que las lenguas primitivas del occidente atlántico tienen su origen en la Península Ibérica, concretamente en la zona donde se ubicaba Tartessos, desde donde se extendió hacia Galicia y de ahí al resto de Europa. La base de afirmación de Ramón Sainero es la semejanza de la escritura ibérica con las runas que aparecieron posteriormente en Irlanda, Inglaterra, Escocia, Alemania o Escandinavia.
Esta propagación linguïstica vendría favorecida por intercambios comerciales y desplazamientos de población. Se apoya también en el el texto de Herodoto, quien afirma que los primeros celtas existían en la zona de Tartessos, los llamados celtici. Además, los primitivos textos irlandeses como Los Anales de Clonmacnoise y El Libro de las Invasiones parecen dar a entender que desde Galicia se gestó la invasión y la conquista de Irlanda por parte de estos celtas.
Este estudio linguïstico es incompatible con las teorías que sitúan el origen de los celtas en Centroeuropa (Austria, sur de Alemania y Suiza), pues precisamente en estas zonas no se encuentran datos acerca de la lengua celta propiamente dicha que sí se encuentra en otros territorios. Estudios genéticos realizados en Reino Unido parecen demostrar la vinculación de las poblaciones del norte de España con Irlanda e Inglaterra.
A día de hoy, los investigadores siguen sin ponerse de acuerdo en cómo sucedió exactamente esta aculturación céltica por parte de los pueblos que habitaban la Península Ibérica, por lo que no existe una versión oficial ni un consenso acerca de este proceso, quedando a la espera que evidencias más concluyentes que puedan afectar las investigaciones y hacer que los especialistas puedan decantarse hacia un lado.
Lenguas celtas
Sin duda el principal rasgo definitorio de las etnicidades celtas es la lengua. Ya que el resto de aspectos históricos y culturales fueron más cambiantes, en tanto que la lengua es más estable frente al devenir histórico, a pesar que debido al cambio lingüístico las lenguas celtas fueron diversificándose en un proceso análogo al que llevó del latín a las lenguas románicas.
Las lenguas celtas derivan de un conjunto de dialectos del proto-indoeuropeo, idioma que cronológicamente ocupa una posición intermedia dentro de la familia indoeuropea. A partir de los rasgos comunes a las lenguas celtas mediante los métodos de la lingüística histórica se ha reconstruido del proto-celta que es una aproximación a la lengua madre que dio lugar por diversificación a las lenguas celtas históricamente conocidas.
CULTURA CELTA.
La cultura celta está formada por tradiciones transmitidas de forma oral, destacando las historias incluidas en el Ciclo del Ulster, como el "cuento del cerdo de Mac Datho", la batalla de los bueyes de Cualinge o Bricriu.
Los autores griegos y romanos describen a los celtas como personajes jactanciosos y turbulentos, muy amigos de armar camorra. Esto era aún más cierto durante sus festines. Los festines eran una parte importante de la vida de la nobleza celta. A menudo se celebraban festines para celebrar la victoria en una batalla. Los guerreros tenían entonces la oportunidad de alardear de sus hazañas. Antes de trinchar la carne, tenían lugar una contienda verbal de bravuconería, para decidir quién era el guerrero más valiente de los presentes. Los contendientes para la obtención del título eran estimulados por sus defensores para exponer los alegatos más extravagantes. El vencedor era premiado con trinchar el animal asado, y reservarse para el la parte superior del músculo, llamada la “parte del campeón”.
La vestimenta de los celtas, tal y como ha sido reconstruida, muestra un estilo colorista y bien ornamentado, con mucha tendencia a la mezcla de colores llamativos. Los tintes principales, que tanto fervor causaron, seguramente eran: para el rojo, la llamada “Roja” (Rubia tinctorum L.), para el amarillo Reseda luteola y para el azul, yerba pastel (Isatis tinctoria). El lino ha sido el material textil más antiguo hallado, usado por los proto-celtas. La lana se convirtió en la materia prima más usada una vez las ovejas fueron domesticadas. En la Edad de Hierro la mayoría de ropa de los celtas estaba hecha de lana. La tela se tejía con telares, a cuadros y rayas, pero más simples que el “tartán” actual. Las piezas de vestir básicas eran braccae para los varones10 y túnicas largas y peplum para las mujeres, así como un saquito en el cinturón (denominado pouch) para ambos.
Las casas estaban formadas por una armadura de postes de madera, ramas y mimbres entrelazados y embarrados, cubiertas de entramados de paja. Hoyos distribuidos alrededor de la vivienda, servían para almacenar los cereales. Las viviendas se encontraban dentro de cerros fortificados, como es el caso de Maiden, en Dorset.
Toros de Guisando en Ávila.
CELTÍBEROS.
A juzgar por el registro arqueológico, los celtas llegaron a la península ibérica en el siglo XIII a. C. con la gran expansión de los pueblos de la cultura de los campos de urnas, ocupando entonces la región noreste. En el siglo VII a. C., durante la cultura de Hallstatt se expanden por amplias zonas de la meseta y Portugal, llegando algunos grupos a Galicia. Sin embargo, tras la fundación griega de Masalia (actual Marsella), los íberos vuelven a ocupar el valle medio del Ebro y el noreste peninsular a los celtas, dando pie a nuevos establecimientos griegos (Ampurias). Los celtas de la península quedaron así desconectados de sus parientes continentales, de manera que ni la cultura celta de La Tène ni el fenómeno religioso del druidismo les llegarían nunca.
De este modo, con el tiempo, el aislamiento y la muy posible influencia de otras lenguas pre-indoeuropeas habladas en la península se desarrolló una lengua independiente del celta común, el idioma celtíbero.
Esta fue la lengua hablada por los celtíberos, un conjunto de tribus y pueblos que habitaban en el noreste del área central de la península ibérica, de cultura céltica pero con influencia ibérica, adoptando de éstos, entre otros rasgos, su sistema de escritura como más adelante se expondrá. Su territorio se extendía por el sistema Central y el valle alto del Ebro, y entre ellos se encontraban principalmente los arévacos, los pelendones, los lusones, los titos, los belos, y tal vez también se podría incluir aquí a los antiguos olcades, los turboletas, y los berones. En el 133 a. C., tras la caída de Numancia, su territorio pasó a formar parte de la provincia romana de Hispania Citerior.
Signario celtibérico. Bronce de Luzaga (Guadalajara). Signario occidental.
Bronce de Cortono. Signario celtíbero.
HISTORIA DE CELTIBERIA.
Se cree que sobre el 100 a. C al 100 d. C Celtiberia pudiera tener entre 250.000 a 450.000 habitantes.
La Celtiberia ha sido un territorio cambiante, a lo largo del período descrito por los autores grecolatinos,2 que abarca las guerras de conquista y el posterior proceso de romanización. Para intentar abordar su delimitación geográfica, tendremos que tener una visión conjunta de la Céltica hispana, mucho más amplia que la Celtiberia.
Durante la Edad del Hierro, la península ibérica indoeuropea quedó unificada por el desarrollo de las habilidades metalúrgicas, la lengua y un régimen de subsistencia más o menos pastoril, aunque dividida en varios grupos culturales, con culturas materiales independientes y cronologías diferentes. La céltica peninsular es, por tanto, un rompecabezas que comprende comunidades distintas.
Por lo tanto se trata sobre todo de delimitar un ámbito geográfico, pero sobre todo etnocultural, que la diferencian de otros pueblos con el mismo patrón cultural y lingüístico.
Las regiones interiores de la península ibérica.
Donde se localizarían los celtíberos, considerados mayoritariamente como celtas, existe un concepto genérico, amplio de la zona ocupada por la Celtiberia y pueden determinarse por la localización de las ciudades, vinculadas a estos pueblos, un indicio de su extensión nos lo da, la utilización de apelativos, que hacen referencia al carácter limítrofe de ciertas ciudades, como Clunia, Celtiberiae finis (Plinio el Viejo, Historia Natural, 3, 27), Segóbriga, caput Celtiberiae (Plinio el Viejo, op. cit. 3, 25) o Contrebia, caput gentis celtiberorum (Valerio Máximo, 7, 4, 5). Es Estrabón, que escribió alrededor del cambio de era, el que ofrece una descripción de la Celtiberia, basándose en Polibio y Posidonio.
"Pasando la Idubeda se llega en seguida a la Celtiberia, que es grande y desigual, siendo su mayor parte áspera y bañada por ríos, ya que por esta región va el Anas y el Tagus y los ríos que siguen (...) De ellos el Dorius corre por Numancia y Serguntia. Al norte de los celtíberos están los berones (...) Lindan también con los bardyetas, que hoy se llaman bárdulos. Por el oeste están algunos de los astures y de los callaicos y de los vacceos y también de los vettones y carpetanos. Por el sur los oretanos y los demás habitantes de la Oróspeda, los bastetanos y edetanos. Por el este, está la Idubeda.
Estrabón, Geografía.
Según Estrabón, la Celtiberia, sería un país pobre y dividido en cuatro partes de las que enumera dos, habitadas por arévacos y lusones, aunque por Polibio y Apiano, se sabe que las otras dos corresponderían a bellos y tittos. Para Estrabón, los más fuertes son los arévacos.
Los lusones que según Apiano, "habitan cerca del Ebro" y "son vecinos de los numantinos", aparecen en Estrabón al este de la Celtiberia, llegando, como los arévacos a las fuentes del Tagus.
Los bellos y los tittos, son citados de forma conjunta, por las fuentes, señalándose su vecindad. Protagonizan los sucesos de los años 154-152 a. C., siendo mencionados en las guerras lusitanas los años 147-146 a. C. y 143 a. C. Aunque del episodio de Segeda Belaisca, de las guerras celtíberas del año 154-153 a. C., se ve la situación de dependencia de los tittos respecto a los bellos, en las demás citas están considerados, en un plano de igualdad.
Plinio, reflejando la situación administrativa de Hispania, tras las reformas de Augusto, solo se refiere a arévacos y pelendones como celtíberos en su descripción de la Hispania Citerior.
Ya en el siglo II, Ptolomeo, al describir la provincia Tarraconense, trata de forma independiente de los celtíberos, a los arévacos y pelendones. Entre los celtíberos, que considera más orientales y a su vez más meridionales a vacceos y arévacos que los carpetanos, sitúa una serie de ciudades, vinculadas al Ebro medio, en su margen derecha, junto a otras situadas más al sur, en la actual provincia de Cuenca.
Suroeste peninsular.
Otra de las grandes áreas, donde las fuentes coinciden en señalar la presencia de pueblos celtas, es el suroeste; Estrabón (3, 1, 6) siguiendo a Posidonio, menciona a los keltikoi, como los habitantes mayoritarios de la región entre el Tajo y el Guadiana.
Para Plinio (3, 13), los célticos de la Beturia, serían celtíberos, aunque venidos desde Lusitania. Los célticos serían mansos y civilizados, debido a su vecindad con los turdetanos. En este sentido, la celtización de la Bética, se puede observar, por la existencia de ciudades cuyos nombres, se consideran celtas, Segida Augurina (Plin., 3, 10); por su parte Ptolomeo, en el siglo II, cita como ciudades de los célticos de la Bética a Arucci, Arunda y Uama. La presencia de los celtas en la Bética, encuentra un nuevo apoyo, con la propuesta, de la localización de la última Celtiberia Liv. (40, 47) basado en la identificación toponímicas de las ciudades de Munda y la que los celtíberos llaman Cértima, con las actuales Monda y Cártama, en la provincia de Málaga. Cuestionando la división inicial de Schulten, en citerior, correspondiente al valle medio del Ebro y ulterior, identificado con el valle del alto Duero.
IDEAS GENERALIZADAS.
Haciendo un pequeño resumen hasta aquí, notaremos que sea como fuese tenemos un sustrato compuesto hasta ahora de los primeros indígenas que llegaron a España sin conocer su o sus nombres si es que no fueron pueblos como los tartesos o los íberos. Los tartesos son absorbidos o son sus descendientes los turdetanos. Quedan los íberos. Estos conviven con los celtas(al parecer varias oleadas). Algunos de estos se unieron con los íberos, produciéndose varias tribus llamadas celtíberas, que al parecer fueron una mezcla de ambos. Se ignora exactamente de cómo se compone este estrato. Muxhos de estos pueblos ya luchaban como mercenarios para griegos y posteriormente para cartagineses y romanos.
Se cree que durante la conquista romana en España había 6.000.000 millones de habitantes. Probablemente durante la presencia romana en España, esta sirvió para aglutinar en un conjunto ya más homogéneo, a la población española. Ya se consideraban hispano romanos.
Como ya hicieran con los fenicios y con los griegos, con los romanos, las élites hispanas hacían pactos de paz. Estos, también a veces eran hechos por ciudades enteras. Con el tiempo, en muchos lugares hubo paz, pero de vez en cuando surgían revueltas o revoluciones cortas que eran apagadas por los romanos. Una y otra tribu a veces, se aliaban en contra y a favor de los romanos.
La intervención romana se produjo en la segunda guerra púnica (218 a. C.), que inició una paulatina conquista romana de Hispania, no completada hasta casi doscientos años más tarde. La derrota cartaginesa permitió una relativamente rápida incorporación de las zonas este y sur, que eran las más ricas y con un nivel de desarrollo económico, social y cultural más compatible con la propia civilización romana. Mucho más dificultoso se demostró el sometimiento de los pueblos de la Meseta, más pobres (guerras lusitanas y guerras celtíberas), que exigió enfrentarse a planteamientos bélicos totalmente diferentes a la guerra clásica (la guerrilla liderada por Viriato —asesinado el 139 a. C.—, resistencias extremas como la de Numancia —vencida el 133 a. C.—). En el siglo siguiente, las provincias romanas de Hispania, convertidas en fuente de enriquecimiento de funcionarios y comerciantes romanos y de materias primas y mercenarios, estuvieron entre los principales escenarios de las guerras civiles romanas, con la presencia de Sertorio, Pompeyo y Julio César. La pacificación (pax romana) fue el propósito declarado de Augusto, que pretendió dejarla definitivamente asentada con el sometimiento de cántabros y astures (29-19 a. C.), aunque no se produjo su efectiva romanización. En el resto del territorio, la romanización de Hispania fue tan profunda como para que algunas familias hispanorromanas alcanzaran la dignidad imperial (Trajano, Adriano y Teodosio) y hubiera hispanos entre los más importantes intelectuales romanos (el filósofo Lucio Anneo Séneca, los poetas Lucano, Quintiliano o Marcial, el geógrafo Pomponio Mela o el agrónomo Columela), si bien, como escribió Tito Livio en tiempos de Augusto, «aunque fue la primera provincia importante invadida por los romanos fue la última en ser dominada completamente y ha resistido hasta nuestra época», atribuyéndolo a la naturaleza del territorio y al carácter recalcitrante de sus habitantes. La asimilación del modo de vida romano, larga y costosa, ofreció una gran diversidad desde los grados avanzados en la Bética a la incompleta y superficial romanización del norte peninsular.
LA INVASIÓN ROMANA. 218 a. C-409 d. C.
Roma envió a Hispania tropas al mando de Cneo y Publio Cornelio Escipión. Cneo Escipión fue el primero que llegó a Hispania, mientras su hermano Publio se desviaba hacia Massalia con el fin de recabar apoyos y tratar de cortar el avance cartaginés. Emporion o Ampurias fue el punto de partida de Roma en la península. Su primera misión fue buscar aliados entre los iberos. Consiguió firmar algunos tratados de alianza con jefes tribales íberos de la zona costera, pero probablemente no logró atraer a su causa a la mayoría. Así por ejemplo sabemos que la tribu de los Ilergetes, una de las más importantes al Norte del Ebro, era aliada de los cartagineses. Cneo Escipión sometió mediante tratado o por la fuerza la zona costera al Norte del Ebro, incluyendo la ciudad de Tarraco, donde estableció su residencia.
El primer combate importante entre cartagineses y romanos tuvo lugar en Cissa (218 a. C.) probablemente cerca de Tarraco, aunque se ha pretendido identificarla con Guisona en la actual provincia de Lérida. Los cartagineses, al mando de Hannón, fueron derrotados por las fuerzas romanas al mando del propio Cneo Escipión. El caudillo de los Ilergetes, Indíbil, que combatía en el bando cartaginés, fue capturado. Pero cuando la victoria de Cneo era un hecho, acudió Asdrúbal Barca con refuerzos y dispersó a los romanos, sin derrotarlos. Las fuerzas cartaginesas regresaron a su capital Qart Hadasht (Cartagena), y los romanos a su base principal, la ciudad de Tarraco.
En 217 a. C. la flota de Cneo Escipión venció a la de Asdrúbal Barca en el río Ebro. Poco después llegaron refuerzos procedentes de Italia, al mando de Publio Escipión, y los romanos pudieron avanzar hasta Sagunto.
A Cneo y Publio Escipión hay que atribuir la fortificación de Tarraco y el establecimiento de un puerto militar. La muralla de la ciudad se construyó probablemente sobre la anterior muralla ciclópea; se aprecian en ella marcas de picapedrero ibéricas, ya que para su construcción debió emplearse la mano de obra local.
En 216 a. C. Cneo y Publio Escipión combatieron contra los íberos, probablemente de tribus del sur del Ebro. Los ataques de estos íberos fueron rechazados.
En 215 a. C. los cartagineses recibieron refuerzos al mando de Himilcón Fameas, y se dio un nuevo combate en sur del río Ebro, cerca de la actual Amposta o de San Carlos de la Rápita, en la llamada batalla de Ibera. La rebelión de Sifax, aliado de Roma, en Numidia (Argel y Orán), obligó a Asdrúbal a volver a África con sus mejores tropas (214 a. C.) dejando el campo libre en Hispania a los romanos. Asdrúbal Barca, ya en África, obtuvo el apoyo del otro rey númida, Gala, señor de la región de Constantina, y con ayuda de este (y del hijo de Gala, Masinisa), derrotó a Sifax.
En 211 a. C. Asdrúbal Barca regresó a la península. Le acompañaba Masinisa con sus guerreros númidas.
Quizás entre el 214 y el 211 a. C., Cneo y Publio Escipión remontaron el Ebro. Sabemos seguro que el 211 a. C., los Escipiones contaban en su ejército con un fuerte contingente de mercenarios celtíberos, compuesto de varios millares de combatientes. Los celtíberos actuaban frecuentemente como soldados de fortuna.
Las fuerzas cartaginesas se estructuraron en tres ejércitos, comandados respectivamente por los hermanos Barca Asdrúbal y Magón, y por otro Asdrúbal (hijo este último del comandante cartaginés Aníbal Giscón, muerto en la primera guerra púnica). Por su parte, los romanos se organizaron en otros tres grupos, comandados por Cneo y Publio Escipión y por Tito Fonteyo.
Asdrúbal Giscón y Magón Barca, apoyados por el númida Masinisa, vencieron a Publio Escipión, que resultó muerto. Cneo Escipión hubo de retirarse al desertar los mercenarios celtíberos, a los que Asdrúbal Barca ofreció una suma mayor que la pagada por Roma. Cneo murió durante la retirada, y los cartagineses estaban a punto de pasar el río Ebro cuando un oficial llamado Cayo Lucio Marcio Séptimo, elegido como general por las tropas, les rechazó. El escenario de estos combates es incierto, pero sabemos que Indíbil combatía de nuevo con los cartagineses. El combate tuvo lugar en 211 a. C.
En 210 a. C. una expedición al mando de Cayo Claudio Nerón logró capturar a Asdrúbal Barca, pero este traicionó su palabra y huyó deshonrosamente.
El Senado romano decidió enviar un nuevo ejército al Ebro, para evitar el paso del ejército cartaginés hacia Italia. El mando de este ejército fue confiado a Escipión el Africano, hijo del general de igual nombre, muerto en combate en 211 a. C.
Publio Escipión (hijo) llegó a Hispania acompañado del procónsul Marco Silano (que debía suceder a Claudio Nerón) y del consejero Cayo Lelio, jefe de la escuadra.
A su llegada los tres ejércitos cartagineses se hallaban situados así: el ejército de Asdrúbal Barca tenía sus posiciones en la zona del nacimiento del Tajo; el ejército de Asdrúbal hijo de Giscón se situaba en Lusitania, cerca de la actual Lisboa; y el ejército de Magón quedaba ubicado en la zona del estrecho de Gibraltar.
Publio Escipión, en un golpe audaz, dejó desguarnecido el Ebro, y atacó Cartago Nova por tierra y mar. La capital púnica peninsular, dotada de una guarnición insuficiente al mando de un comandante llamado también Magón (comandante de Cartago Nova), hubo de ceder, y la ciudad quedó ocupada por los romanos. Publio Escipión regresó a Tarraco antes de que Asdrúbal pudiera traspasar las desguarnecidas líneas del Ebro.
Tras esta audaz operación una buena parte de la Hispania Ulterior se sometió a Roma. Publio Escipión supo atraerse a varios caudillos íberos, hasta entonces aliados de los cartagineses, como Edecón (enemistado con Cartago desde que su mujer y sus hijos fueron tomados como rehenes), Indíbil (por la misma causa), y Mandonio (afrentado por Asdrúbal Barca).
En el invierno de 209 a 208 a. C., Publio Escipión avanzó hacia el Sur, y chocó con el ejército de Asdrúbal Barca (que a su vez avanzaba hacia el Norte) cerca de Santo Tomé, en la aldea de Baecula, donde tuvo lugar la batalla de Baecula. Publio Escipión se atribuyó la victoria (lo cual es dudoso), pero, si tal fue el caso, no logró impedir que Asdrúbal Barca siguiera el avance hacia el Norte con la mayor parte de sus tropas. En su avance hacia el Norte Asdrúbal llegó a los pasos occidentales pirenaicos.
Así pues, se sabe que Asdrúbal cruzó los pirineos a través del país de los vascones. Probablemente trataría de concertar una alianza con éstos, aunque en cualquier caso, los vascones carecían de medios para oponerse al avance cartaginés. Asdrúbal acampó en el Sur de las Galias, y después paso a Italia (209 a. C.).
En 208 a. C. Magón Barca se retiró con sus fuerzas a las islas Baleares, y Asdrúbal Giscón se mantuvo en Lusitania.
En 207 a. C., reorganizados los cartagineses y con refuerzos procedentes de África al mando de Hannón, pudieron recobrar la mayor parte del Sur de la península. Tras someter Hannon esta zona, regresó Magón con sus fuerzas, y se trasladó a la zona Asdrúbal Giscón. Pero poco después las fuerzas de Hannon y de Magón fueron derrotadas por el ejército romano mandado por Marco Silano. Hannon fue capturado, y Asdrúbal Giscón y Magón hubieron de fortificarse en las principales plazas fuertes.
Asdrúbal Giscón y Magón Barca recibieron nuevos refuerzos desde África (206 a. C.), y por su parte reclutaron un contingente de indígenas, y presentaron batalla a los romanos en Ilipa (la actual Alcalá del Río, en la provincia de Sevilla), pero en esta ocasión Publio Escipión hijo obtuvo una clara victoria. Magón y Asdrúbal Giscón se refugiaron en Gades, y Publio Escipión quedó dueño de todo el sur peninsular, y pudo cruzar a África donde se entrevistó con el rey númida Sifax, que antes le había visitado en Hispania.
Una enfermedad de Publio Escipión fue aprovechada por una unidad del ejército para amotinarse en demanda de sueldos atrasados, y esto, a su vez, fue aprovechado por los Ilergetes y otras tribus ibéricas para rebelarse, al mando de los caudillos Indíbil (de los Ilergetes) y Mandonio (de los Ausetanos), rebelión dirigida esencialmente contra los procónsules Lucio Cornelio Léntulo y Lucio Manlio Acidino. Publio Escipión apaciguó el motín y puso un final sangriento a la revuelta de los iberos. Mandonio fue preso y ejecutado (205 a. C.); Indíbil logró escapar.
Magón y Asdrúbal Giscón abandonaron Gades con todos sus barcos y sus tropas para acudir a Italia en apoyo de Aníbal, y tras la salida de estas fuerzas, Roma quedó dueña de todo el Sur de Hispania. Roma dominaba ahora desde los Pirineos al Algarve, siguiendo la costa. El dominio romano alcanzaba hasta Huesca, y desde allí hacia el Sur hasta el Ebro y por el Este hasta el mar.
Desde 197 a. C. la parte de la península ibérica sometida a Roma quedó dividida en dos provincias: la Citerior, al Norte (la futura Tarraconense, con Tarraco por capital), y la Ulterior (al Sur), con capital en Córdoba. El gobierno de estas dos provincias correspondería a dos procónsules (llamados también pretores o propretores) bianuales (lo que a menudo resultará incumplido).
Ya el mismo 197 a. C. la provincia Citerior fue escenario de la rebelión de los pueblos íberos e ilergetes, que el procónsul Quinto Minucio Termo tuvo dificultades para controlar. La provincia Ulterior, tras la rebelión de los turdetanos, escapó del control de Roma, muriendo su gobernador. Roma hubo de enviar en 195 a. C. al cónsul Marco Catón, quien cuando llegó a Hispania encontró toda la provincia Citerior en rebeldía, con las fuerzas romanas controlando solo algunas ciudades fortificadas. Catón venció a los rebeldes en el verano de este mismo año y recobró la provincia pero no logró atraerse a sus naturales, ni a los celtíberos que actuaban como mercenarios pagados por los turdetanos y cuyos servicios necesitaba. Tras una demostración de fuerza, pasando con las legiones romanas por el territorio celtíbero, les convenció para que volvieran a sus tierras. La sumisión de los indígenas era aparente, y cuando corrió el rumor de la salida de Catón hacia Italia, la rebelión se reanudó. Catón actuó con decisión, venció a los sublevados y vendió a los cautivos como esclavos. Todos los indígenas de la provincia fueron desarmados. Catón regresó a Roma con un triunfo otorgado por el Senado y un enorme botín de guerra, consistente en más de once mil kilos de plata, más de 600 kg de oro, 123 000 denarios y 540 000 monedas de plata, todo ello arrebatado a los pueblos hispánicos en sus acciones militares. Tal como había prometido a Roma antes de su campaña, «la guerra se alimentará de sí misma».
Otro procónsul de Hispania, Marco Fulvio Nobilior, combatió posteriormente otras rebeliones.
Se acometió después la conquista de Lusitania, con dos destacadas victorias: en 189 a. C. la obtenida por el procónsul Lucio Emilio Paulo, y en 185 a. C. la obtenida por el pretor o procónsul Cayo Calpurnio (esta última más que dudosa).
La conquista de la zona central, la región llamada Celtiberia, se acometió en 181 a. C. por Quinto Fulvio Flaco. Éste venció a los celtíberos y sometió algunos territorios. Pero la empresa fue obra principalmente de Tiberio Sempronio Graco (179 a 178 a. C.) que conquistó treinta ciudades y aldeas, algunas mediante pactos y otras valiéndose de la rivalidad de los celtíberos con los vascones situados más al Norte, con los cuales probablemente concertó las alianzas necesarias para facilitar la dominación romana en la región de Celtiberia.
Quizás en esta época algunas de las aldeas o ciudades vasconas ya habían sido sometidas (o lo fueron posteriormente) pero una parte importante de los vascones debió acceder al dominio romano voluntariamente, por alianza. Tiberio Sempronio Graco fundó sobre la ciudad ya existente de Ilurcís la nueva ciudad de Graccuris o Gracurris o Graecuris (probablemente la actual Alfaro, en La Rioja, o la ciudad de Corella en Navarra), de estructura romana, donde parece ser que fueron asentados grupos celtíberos organizados en bandas errantes. Esta fundación se situaría en 179 a. C. si bien la referencia escrita es posterior. Se cree que la fundación de esta ciudad tenía como finalidad la civilización de la zona celtibérica y la difusión de la cultura romana.
Graccuris debía encontrarse en la zona que durante los siguientes años se disputarán celtíberos y vascones, zona que coincide en líneas esenciales con el Valle del Ebro. Probablemente a Tiberio Sempronio Graco hay que atribuir la mayoría de los tratados concertados con los vascones y los celtíberos. En general los pactos establecían para las ciudades o aldeas un tributo pagadero en plata o productos naturales. Cada ciudad o aldea debía aportar un contingente prefijado para el ejército. Solo algunas ciudades conservaron el derecho a emitir moneda.
Pero los habitantes de las ciudades sometidas por la fuerza no eran casi nunca súbditos tributarios: Cuando ofrecían resistencia y eran derrotados eran vendidos como esclavos. Cuando se sometían antes de su derrota total, eran incluidos como ciudadanos de su ciudad pero sin derecho de ciudadanía romana.
Cuando las ciudades se sometían libremente, los habitantes tenían la condición de ciudadanos, y la ciudad conservaba su autonomía municipal y a veces la exención de impuestos. Los procónsules (llamados también pretores o propretores), es decir los gobernadores provinciales, tomaron la costumbre de enriquecerse a costa de su gobierno. Los regalos forzados y los abusos eran norma general. En sus viajes el pretor o procónsul, y otros funcionarios, se hacían hospedar gratuitamente; a veces se hacían requisas. Los pretores imponían suministros de granos a precios bajos, para sus necesidades y las de los funcionarios y familiares, y a veces también para los soldados. Las quejas eran tan fuertes que el Senado romano, tras oír una embajada de provinciales hispanos, emitió en 171 a. C. unas leyes de control: Los tributos no podrían recaudarse mediante requisas militares; los pagos en cereales eran admisibles pero los pretores no podrían recoger más de un quinto de la cosecha; se prohibía al pretor fijar por sí solo el valor en tasa de los granos; se limitaban las peticiones para sufragar las fiestas populares de Roma; y se mantenía la aportación de contingentes para el ejército. No obstante, como el enjuiciamiento de los procónsules que habían cometido abusos correspondía al Senado a través del Pretor de la Ciudad, rara vez algún procónsul fue juzgado.
Probablemente fuera Lusitania la zona de la Península que más tiempo resistió el empuje invasor de Roma. Ya desde el año 155 a. C., el caudillo lusitano Púnico efectuó importantes incursiones en la parte de Lusitania dominada por los romanos, terminando con la paz de más de veinte años lograda por el anterior pretor, Tiberio Sempronio Graco. Púnico obtuvo una importante victoria frente a los pretores Manilio y Calpurnio, causándoles alrededor de seis mil muertos.
Tras la muerte de Púnico, Caisaros tomó el relevo de la lucha contra Roma, venciendo de nuevo a las tropas romanas el año 153 a. C., y arrebatando a éstas sus estandartes, los cuales fueron triunfalmente mostrados al resto de los pueblos ibéricos como muestra de la vulnerabilidad de Roma. Por entonces, también los vetones y los celtíberos se habían unido a la resistencia, dejando la situación de Roma en Hispania en un estado de suma precariedad. Lusitanos, vetones y celtíberos saqueaban las costas mediterráneas, aunque en lugar de asegurar su posición en la Península, se desplazaron hacia el norte de África. Es en este año cuando llegan a Hispania los dos nuevos cónsules, Quinto Fulvio Nobilior y Lucio Mumio. La urgencia por restituir el dominio sobre Hispania hizo que los dos cónsules entraran en su cargo con dos meses y medio de anticipación. Los lusitanos desplazados a África fueron derrotados en Okile (actualmente Arcila, Marruecos) por Mumio, que les forzó a aceptar un tratado de paz. Por su parte, el cónsul Servio Sulpicio Galba había sometido a los lusitanos en la Península, muchos de los cuales fueron asesinados.
Nobilior fue sustituido al año siguiente (152 a. C.) por Marco Claudio Marcelo que ya había sido procónsul el 168 a. C. Éste fue a su vez sucedido el año 150 a. C. por Lucio Licinio Lúculo, que se distinguió por su crueldad y su infamia.
El 147 a. C., un nuevo líder lusitano llamado Viriato vuelve a rebelarse contra el poder de Roma. Huido de las matanzas de Servio Sulpicio Galba tres años antes, y reuniendo a las tribus lusitanas de nuevo, Viriato inició una guerra de guerrillas que desgastaba al enemigo, aunque sin presentarle batalla en campo abierto. Condujo numerosas incursiones y llegó incluso a las costas murcianas. Sus numerosas victorias y la humillación a la que sometió a los romanos le valieron la permanencia durante siglos en la memoria hispánica como el referente heroico de la resistencia sin tregua. Viriato fue asesinado sobre el año 139 a. C. por sus propios lugartenientes, muy probablemente sobornados por Roma. Con la muerte de Viriato desaparece también la última resistencia organizada de los lusitanos, y Roma continuaría adentrándose en la Lusitania, de lo que es buen testimonio el Bronce de Alcántara, datado en 104 a. C.
Entre el 135 y el 132 a. C., el cónsul Décimo Junio Bruto realizó una expedición hasta la Gallaecia (Norte de Portugal y Galicia). Casi simultáneamente (133 a. C.) fue destruida la ciudad celtíbera de Numancia, último bastión de los celtíberos. Éste sería el punto culminante de la guerra entre celtíberos y romanos, entre el 143 y el 133 a. C.; la ciudad celtíbera acabó siendo tomada por Publio Cornelio Escipión Emiliano, cuando ya el hambre hacía imposible la resistencia. Los jefes celtíberos se suicidaron con sus familias y el resto de la población fue vendida como esclavos. La ciudad fue arrasada.
Durante más de un siglo los vascones y celtíberos se disputaron las ricas tierras del valle del Ebro. Probablemente la celtíbera Calagurris, hoy Calahorra, llevó el peso de la lucha, auxiliada por alianzas tribales; por parte vascona debía existir algún asentamiento medianamente importante situado al otro lado del Ebro, más o menos frente a Calagurris, que obtenía también el apoyo de los vascones de otros puntos. Seguramente los celtíberos llevaron la mejor parte en la lucha, y destruyeron la ciudad vascona, ocupando tierras al otro lado del Ebro.
Pero los llamados «celtíberos» eran enemigos de Roma, y los vascones eran (estratégicamente es lo más razonable) sus aliados. Cuando fue destruida Calagurris por los romanos, fue repoblada con vascones, probablemente procedentes de la ciudad vascona del otro lado del río, destruida tiempo antes por los celtíberos (que habrían ocupado sus tierras al Norte del Ebro), y por vascones de otros lugares.
Cuando el 123 a. C. los romanos ocuparon las islas Baleares, se establecieron en ellas tres mil hispanos que hablaban latín, lo que da idea de la penetración cultural romana en la Península en apenas un siglo.
Hispania no fue ajena a las disputas políticas y militares de los últimos años de la República Romana, cuando Quinto Sertorio se enfrentó al partido de los aristócratas encabezado por Sila en 83 a. C. Al perder en Italia, Quinto se refugió en Hispania, continuando la guerra contra el gobierno de Roma y estableciendo todo un sistema de gobierno con capital en Huesca (Osca). Finalmente, fue Pompeyo quien, tras varios intentos de incursión en Hispania, terminó con Quinto Sertorio utilizando más la intriga política que la fuerza militar. Posteriormente sería el apoyo peninsular a Pompeyo el causante de una nueva guerra en Hispania entre seguidores de éste y los de Julio César. Esta guerra finalizó en 49 a. C. con la victoria de Julio César.
Julio César invade Hispania como parte de su guerra contra Pompeyo por el poder en Roma. Para entonces, Pompeyo se había refugiado en Grecia, y lo que César pretendía era eliminar el apoyo a Pompeyo en occidente y aislarle del resto del imperio.
La primera batalla entre Julio César y los pompeyanos en Hispania fue la batalla de Ilerda (Lérida), y aunque las fuerzas parecían igualadas en número la victoria se inclinó al lado cesariano. Las tropas se posicionaron en las dos orillas del río Segre. Afranio y Petreyo, los hombres de confianza de Pompeyo, se refugiaron tras los muros de Ilerda tras la riada del Segre a finales de junio del 49 a. C., lo que César aprovechó para remontar el río, cruzarlo y buscar avituallamiento antes de atacar a los leales a su enemigo que, acorralados y sin provisiones, se rindieron el 2 de agosto sin oponer apenas resistencia. Mientras tanto, en la Bética, Varrón trataba de hacerse fuerte, pero César cosechaba mayores simpatías entre los locales porque estos recordaban con agrado todo lo que había hecho por ellos cuando era gobernador de Hispania. El consejo de notables de las principales ciudades se decantó por César y Varrón no tuvo más remedio que someterse a su enemigo.
En esta guerra César sufrió el amotinamiento de las tropas de Plasencia, que habían comenzado a saquear toda la región, noticia que llegó junto con la comunicación de que en Roma había sido nombrado dictador a propuesta del pretor M. Emilio Lépido. La guerra proseguiría por tierra y mar. En Albania tuvo lugar la batalla de Dirraquio y luengo en Grecia la batalla de Farsalia el 9 de agosto de 48 a. C., que volvió a poner en fuga a Pompeyo. Posteriormente, Pompeyo sería asesinado en las costas de Egipto por Ptolomeo XIII, que quería ganarse así el favor de César. César, sin embargo, no solamente no apoyó este gesto, que le pareció de cobardía, sino que hizo liquidar a los traidores que habían vendido a su enemigo.
Sin embargo, pese a la muerte de Pompeyo, los partidarios de este seguían teniendo mucho poder en África y, sobre todo, seguían controlando muchos territorios de Hispania. Finalmente, la de Munda en 45 a. C., fue la última batalla de esta guerra y acabó con las aspiraciones de los pompeyanos supervivientes, sus hijos Cneo y Sexto.
Su victoria sin paliativos en Hispania fue determinante para la carrera política de César y le permitió regresar a Roma para ser investido como dictador perpetuo. Un año más tarde, Julio César sería asesinado a las puertas del Senado de Roma, y su sobrino-nieto Cayo Julio César Octaviano, tras una breve lucha por el poder contra Marco Antonio, fue nombrado cónsul para, posteriormente, ir acumulando poderes que finalmente conducirían a la agonizante república romana hasta el imperio.
LA GUERRA CÁNTABRAS.
Operaciones militares romanas llevadas a cabo durante las guerras cántabras contra cántabros y astures.
Campaña del año 25 a. C. Campaña del año 26 a. C. Campaña de Julio César del año 61 a. C. Campaña de Décimo Junio Bruto del año 137 a. C.
Durante el gobierno de César Augusto, Roma se vio obligada a mantener una cruenta lucha contra las tribus astures y cántabras, unos pueblos de guerreros celtas del norte de Hispania que presentaron una feroz resistencia a la ocupación romana, poniendo en jaque durante muchos años a las poderosas legiones de Roma. El propio emperador hubo de trasladarse a Segisama, actual Sasamón, (Burgos), para dirigir en persona la campaña. Finalmente el Imperio romano logró la victoria total y absoluta sobre estas tribus, ocupando totalmente la Península. Roma adoptó con estos pueblos una cruel política de exterminio que supuso la práctica extinción de esta cultura prerromana. Con el final de esta guerra terminarán los largos años de luchas civiles y guerras de conquista en los territorios de la península ibérica, inaugurando una larga época de estabilidad política y económica en Hispania.
ASIMILACIÓN HISPANA A LOS ROMANOS.
De hecho, tras el periodo de conquistas, Hispania se convirtió en una parte fundamental del Imperio romano, proporcionando a éste un enorme caudal de recursos materiales y humanos, y siendo durante siglos una de las partes más estables del mundo romano y cuna de algunos gobernantes del imperio.
El proceso de asimilación del modo de vida romano y su cultura por los pueblos sometidos se conoce como romanización. El elemento humano fue su más activo factor, y el ejército el principal agente integrador.
La sociedad hispana se organizó como la del resto del Imperio romano, en hombres libres y esclavos. Los hombres libres podían participar en el gobierno, votar en las elecciones y ser propietarios de tierras. Los esclavos, en cambio, no tenían ningún derecho y eran propiedad de algún hombre libre. Las mujeres podían ser libres o esclavas, pero no tenían los mismos derechos que los hombres.
LAS CIUDADES.
El proceso de romanización en la Península se basó fundamentalmente en las ciudades como núcleos exportadores de la nueva cultura. La política urbanizadora comenzó pronto, aunque con fines casi exclusivamente defensivos. Durante la época republicana las riquezas mineras y agropecuarias de Hispania atrajeron gran número de emigrantes romano-itálicos, sobre todo después de la crisis del siglo II a. C. Éstos, unidos a los soldados establecidos en la Península comenzaron a asentarse en ciudades de estatus jurídico dudoso. Un ejemplo de esta etapa es la ciudad de Carteia.
Con Julio César comenzó un periodo de colonización y municipalización, resolviendo el problema que padecía Italia por la falta de ager publicus, asentó en Hispania a sus soldados fundando nuevas colonias. También concedió la ciudadanía romana a municipios ya existentes, premiando así su fidelidad en la guerra civil que mantuvo con Pompeyo en la Península, por eso la mayoría de ellos se encuentran en la Bética. Augusto continuó la política de César, municipios augusteos son: Osca, Caesaraugusta, Calagurris, Baetulo, Segóbriga, Valeria,5 Ilerda, Iulia Traducta, Iuliobriga, etc. Vespasiano concedió el derecho latino a todas las ciudades de Hispania.
Las ciudades poseían diferente categoría jurídica; así las colonias y municipios romanos estaban libres de cargas tributarias, las ciudades de derecho latino se encontraban en un escalafón inferior, por debajo de éstas estaban las ciudades peregrinae que carecen de privilegios jurídicos para sus habitantes. En el último lugar se encontraban las stipendiariae, que estaban obligadas a pagar un tributo a Roma, así como a aportar soldados al ejército.
Puente romano en la localidad burgalesa de Tordómar.
Latinización de la Hispania.
Uno de los aspectos más trascendentes de la romanización en la península ibérica fue el de su latinización. Es decir, el proceso que trajo consigo la pérdida de los idiomas indígenas, a excepción del euskera, y la concomitante y paralela sustitución de éstos por el latín, del que más tarde derivarían las lenguas romances. La latinización de España comenzó desde la llegada de Roma en 218 a. C., y continuó hasta la conversión oficial de Hispania en parte del Imperio romano en 19 a. C., durante el gobierno de Augusto. El gran catálogo de Untermann sobre epigrafía ibérica pone de manifiesto que la escritura ibérica se siguió usando en muchos ámbitos: baste comprobar los grafitos marcados a punzón sobre cerámicas o bien los nombres de las ciudades escritos sobre monedas en ibérico o en latín de modo que, a veces se vuelve al uso del ibérico después de haber acuñado monedas con textos latinos. Los grafitos sobre esculturas del Cerro de los Santos y del santuario de Torreparedones presentan unas veces textos latinos y otras ibéricos. La latinización no fue igual en toda la Hispania, sino que en la Ulterior fue de forma más acelerada.
Si tenemos en cuenta los años ya después de Cristo, los hispano romanos ya adoptaron totalmente la cultura romana. Pero no creo que ya hubiera mucha presencia romana según iba avanzando la culturización a no ser en periodos específicos en los que había problemas de índole política o militar. Con el devenir del tiempo los propios hispanos ocupaban casi todo lo requerido a no ser los más importantes puestos.
Eso significa que para el hispano "de a pie", íbero, celta o celtíbero, poco significaba quién estuviera arriba. La mayoría de ellos no fueron asimilados por Roma, solo conquistados. Eso sí se beneficiaban de todo lo que Roma trajo. También llegaron judíos a Hispania, aportando alguna nueva genética al país. Pero podemos decir que para casi todos, los romanos genéticamente "llegaron de puntillas", a juzgar por los resultados de ADN de la actual población española. Ese fue el nuevo sustrato que encontraron los "siguientes" en Hispania.
AÑO 409 d. C.-711 d. C.
Según un cálculo libre pues no existen fuentes confiables en cuanto a exactitud, sobre esas fechas habría unos 4 millones de habitantes en España. Pudiera ser lógico puesto que las enfermedades y las guerras se cebaban con la población.
LLEGAN NUEVOS INQUILINOS A HISPANIA. LOS VISIGODOS.
Desde el siglo III al V, dos pueblos germánicos habían cruzado la península ibérica, los suevos y los vándalos, así como los alanos, un pueblo iranio, que existe todavía en Osetia, en las montañas del Cáucaso. Hacia el 409 o 410, se tienen noticias de la entrada por los Pirineos de un número no determinado de suevos (unos 30.000 aunque no hay consenso entre los historiadores), el pueblo germánico de mayor complejidad cultural, ocupando el noroeste de la península, lo que es Gallaecia, con capital en Braccara.
SUEVOS.
Los suevos eran un gran grupo de los pueblos germánicos que se menciona por primera vez por Julio César en el marco de la campaña de Ariovisto en la Galia, c. 58 a. C. Mientras que César les trataba como una tribu germánica, aunque la mayor y más belicosa, autores posteriores como Tácito, Plinio el Viejo y Estrabón especificaron que los suevos "no son, como los catos o téncteros, constituyentes de una sola nación". En realidad ocupaban más de la mitad de Alemania, y se dividían en una serie de tribus distintas bajo nombres distintos, aunque todos en general eran llamados "suevos". En un momento, la etnografía clásica había aplicado el nombre de "suevos" a tantas tribus germánicas que parecía como si en los primeros siglos este nombre nativo reemplazaría el nombre extranjero "germanos".
Autores clásicos observaron que las tribus suevas, en comparación con otras tribus germánicas, eran muy móviles, y no dependientes de la agricultura. Varios grupos suevos mudaron de la ubicación del mar Báltico, convirtiéndose en una amenaza periódica para Roma. Hacia el final del Imperio, los alamanes, también conocidos como suevos, se asentaron en el Agro Decumates y luego cruzaron el Rin y ocuparon Alsacia. Un grupo permaneció en la región que hoy todavía se llama Suabia, un área en el suroeste de Alemania, cuyo nombre actual deriva de los suevos. Otros se trasladaron hasta Gallaecia (actuales Galicia, Asturias y León en España, y el norte de Portugal) y establecieron un reino allí que duró 170 años hasta su integración en el reino visigodo.
Etimólogos trazan el nombre del proto-germánico, *swēbaz, ya sea basados en la raíz proto-germánica *swē- que significa "uno mismo" pueblo, o en la tercera persona del pronombre reflexivo; o desde una anterior raíz indoeuropea *swe-. Las fuentes etimológicas enumeran los siguientes nombres étnicos como también de la misma raíz: suiones, semnones, samnitas, sabelli, sabinos, lo que indica la posibilidad de un nombre étnico indoeuropeo antes, "nuestra propia gente". Alternativamente, puede ser tomado de una palabra celta para "vagabundo".
Su población a inicios del siglo V era de entre veinte y veinticinco mil personas (de ellas, entre seis y siete mil guerreros), cuando cruzaron el Rin;12 quizás entre treinta y cuarenta mil personas al establecer su reino en la actual Galicia.
VÁNDALOS.
Los vándalos fueron un pueblo germano de Europa central. Su lengua pertenece a la rama germánica oriental que habitaban las regiones ribereñas del Báltico, en las actuales Alemania y Polonia (solo se conservan unos pocos fragmentos de idioma vándalo).
A principios del siglo v cruzaron la Galia y la península ibérica, se instalaron brevemente en el valle del Guadalquivir, pasaron el estrecho de Gibraltar y, comandado por Genserico, crearon un reino en el norte de África, centrado en la actual Túnez, que finalmente fue destruido por los bizantinos en 534.
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El nombre de los vándalos se ha relacionado a menudo con el de Vendel, el nombre de una población de Uppland, Suecia, el cual es también epónimo de la era de Vendel de la prehistoria de Suecia, asimismo correspondiente a la Edad del hierro germánica que conduce a la Era vikinga. La conexión estaría en que Vendel fue el lugar de origen de los vándalos antes del Período de las grandes migraciones y conservaría su nombre tribal como topónimo. Otras posibles patrias de los vándalos en Escandinavia serían Vendsyssel en Dinamarca y Hallingdal en Noruega.1
Los lugiones o vándalos ocupaban el territorio al oeste del Vístula y junto al Oder, hasta el norte de Bohemia. La palabra vándalo parece tener un doble significado y querría decir «los que cambian» y «los hábiles», mientras que su otro nombre, lugios o lugiones, también con doble significado, querría decir «mentirosos» y «confederados».
Parece ser que al principio las tribus de los vandulios (o vandalios) y la de los lugios (o lugiones), junto con las de los silingos, omanos, buros, varinos (seguramente llamados también auarinos), didunos, helvecones, arios o charinos, manimios, elisios y najarvales correspondían a pequeños grupos de origen similar, integrando otra rama del grupo de los hermiones, que formaron después un gran grupo identificado generalmente como lugiones, cuyo nombre predominaba para designar a todos los pueblos componentes incluidos los vándalos. Más tarde, en el siglo ii, acabó prevaleciendo el nombre de vándalos para el conjunto de pueblos.
La llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el sur y a asentarse en las riberas del mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Durante el siglo i, las tribus del grupo de los lugiones o lugios (incluyendo entre ellas a las tribus de la rama de los vándalos) estuvieron en guerra frecuente con los suevos y los cuados, contando ocasionalmente con la alianza de otras tribus, especialmente los hermunduros. A mediados de siglo derrocaron a un rey de los suevos, y en el 84 d. C. sometieron temporalmente a los cuados. Durante parte de este siglo y en el siguiente, se fusionaron las diversas tribus de lugiones y dieron origen a un grupo mayor, conocido por vándalos.
En tiempos de las guerras marcomanas ya predomina la denominación de vándalos y aparecen divididos en varios grupos: los silingos, los lacringos y los victovales, estos últimos gobernados por el linaje de los asdingos (astingos o hasdingos), cuyo nombre evocaba su larga cabellera. Junto a los longobardos, los lacringos y victovales o victofalios cruzaron el Danubio hacia el año 167 y pidieron establecerse en Panonia.
Los asdingos o victovales, dirigidos por Rao y Rapto, no fueron admitidos en Panonia (donde se habían establecido longobardos y lacringos), por lo que avanzaron hacia el año 171 en dirección a la parte media de los Cárpatos durante las guerras marcomanas, y de acuerdo con los romanos se instalaron en la frontera septentrional de Dacia. Más tarde se adueñaron de la Dacia Occidental. Al parecer, los vándalos quedaron divididos únicamente en asdingos (o victovales) y silingos, desapareciendo, mezclada entre ambos grupos y con los longobardos, la tribu de los lacringos durante el siglo iii.
A partir de 275, los asdingos se enfrentaron a los godos por la posesión del Banato (abandonado por Roma), mientras que los silingos, seguramente bajo presión de los godos, abandonaron sus asentamientos en Silesia y emigraron junto a los burgundios para acabar estableciéndose en la zona del Meno. Sus ataques a Recia fueron rechazados por Probo.
El rey asdingo Wisumarh (Visumaro) combatió contra los godos procedentes del este al mando de Geberico, que atacaron sus territorios. Wisumarh murió en lucha contra los godos, y los integrantes de las tribus de vándalos que no quisieron someterse a los godos, hubieron de pasar a territorio imperial, instalándose en Panonia, donde también se asentaron los cuados. A principios del siglo v habían abandonado Panonia (como también los cuados) y se unieron a los suevos y alanos para invadir las Galias. En las primeras luchas del año 406 murió el rey Godegisel (Godegisilio). Pocos años después, los dos grupos vándalos acabaron fusionados.
Llegaron a Hispania en 409, donde se establecen como federados. Hacia el 425 asolaron y saquearon la ciudad de Carthago Nova, actual Cartagena, y en el 426 tomaron la ciudad de Hispalis (Sevilla) con Gunderico al mando.
En la primavera de 429, los vándalos, liderados por su rey Genserico, decidieron pasar a África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del Imperio. Para ello construyeron barcos con los cuales cruzaron el Estrecho de Gibraltar y llegaron a Tánger y Ceuta quince a veinte mil guerreros.2
Luego se desplazaron al este, haciéndose, tras algunos años de lucha, con el control del África romana y la ciudad de Cartago que pasó a ser la capital de su reino, por tanto, las fuentes de producción de la mayor región cerealista del viejo imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de soportar sus razzias piratas en el Mediterráneo occidental.
Para ello contaban con el gran puerto de Cartago y con la flota imperial en él apresada. Sobre la base de esta última, Genserico consiguió apoderarse de bases marítimas de gran valor estratégico para controlar el comercio marítimo del Mediterráneo occidental: las islas Baleares, Córcega, Cerdeña y Sicilia.
Como en otras partes del Imperio romano, contingentes germanos de unos pocos miles hábilmente pasaban a controlar poblaciones muy superiores.3
En 461, el emperador romano occidental Mayoriano reunió en la ciudad de Carthago Nova una flota de 45 barcos con la intención de invadir y recuperar para el Imperio romano el reino vándalo, ya que su pérdida significaba el corte del flujo del cereal a Italia. La batalla de Cartagena se saldó con una gran derrota de la armada romana, que fue totalmente destruida y con ella las esperanzas de recuperar el norte de África para el Imperio.
Sin embargo, el dominio vándalo del norte de África duraría sólo algo más de un siglo y se caracterizó por un progresivo debilitamiento militar del ejército vándalo, una gran incapacidad de sus reyes y aristocracia cortesana para encontrar un modus vivendi aceptable con los grupos dirigentes romanos y por la paulatina vida aparte de amplios territorios del interior, más periféricos y montañeses, donde fueron consolidándose embriones de Estados bajo el liderazgo de jefes tribales bereberes más o menos romanizados y cristianizados.
La política de la monarquía vándala fue fundamentalmente defensiva y de amedrentamiento contra todos sus más inmediatos enemigos: la propia nobleza bárbara y la aristocracia provincial romana. Una labor de desatención social y descabezamiento político que a la fuerza habría de afectar a las mismas estructuras administrativas heredadas del Imperio, lo que ocasionaría su definitiva ruina. La causa profunda de dicha ruina no sería otra que la misma base del poder de los reyes vándalos, el ejército y las exigencias del mismo.
Genserico (428-477), el auténtico fundador del reino vándalo, puso las bases del apogeo del mismo, pero también las de su futura decadencia. El cénit de su reinado y del poderío vándalo en África y el Mediterráneo lo constituyó la paz perpetua conseguida con Constantinopla en el verano del 474, en virtud de la cual se reconocían su soberanía sobre las provincias norteafricanas, las Baleares, Sicilia, Córcega y Cerdeña. No obstante, desde los primeros momentos de la invasión (429-430) Genserico golpeó a la importante nobleza senatorial y aristocracia urbana norteafricanas, así como a sus máximos representantes en estos momentos, el episcopado católico, procediendo a numerosas confiscaciones de propiedades y entregando algunos de los bienes eclesiásticos a la rival Iglesia donatista y a la nueva Iglesia arriana oficial. Tampoco pudo destruir las bases sociales de la Iglesia católica, que se convirtió así en un núcleo de permanente oposición política e ideológica al poder vándalo.
Respecto de su propio pueblo, Genserico realizó en el 442 una sangrienta purga en las filas de la nobleza vándalo-alana. Como consecuencia de ello, dicha nobleza prácticamente dejó de existir, destruyéndose así el fortalecimiento de la misma, consecuencia del asentamiento y reparto de tierras. En su lugar, Genserico trató de poner en pie una nobleza de servicio adicta a su persona y a su familia. Elemento importante de dicha nobleza de servicio sería el clero arriano, favorecido con cuantiosas donaciones y reclutado entre bárbaros y romanos.
Con el fin de eliminar posibles disensiones en el seno de su familia y linaje por cuestión de la sucesión real, suprimiendo así también cualquier papel de la nobleza en la misma, Genserico creó un extraño sistema de sucesión, tal vez a imitación del que pudiera existir en los principados bereberes, denominado seniorato o «Tanistry», en virtud del cual la realeza se transmitía primero entre hermanos por orden de edad y sólo después del fallecimiento del último de éstos se pasaba a una segunda generación. Los reinados de los sucesores de Genserico no hicieron más que acentuar las contradicciones internas de la Monarquía, en medio de un debilitamiento constante del poder central y su falta de sustitución por otra alternativa.
El reinado de su hijo y sucesor Hunerico, que gobernó entre 477 y 484, supuso un paso más en la tentativa de fortalecer el poder real, destruyendo toda jerarquía sociopolítica alternativa.
Su intento de establecer un sistema de sucesión patrilineal chocó con la oposición de buena parte de la nobleza de servicio y de su propia familia, con el resultado de sangrientas purgas.
El que dicha oposición buscara apoyo en la Iglesia católica supuso que Hunerico iniciase en 483 una activa política de represión y persecución de la misma, que culminó en la reunión en febrero de 484 de una conferencia de obispos arrianos y católicos en Cartago, en la que el rey ordenó la conversión forzosa al arrianismo. La muerte de Hunerico en medio de una gran hambruna testimonió el comienzo de una crisis en el sistema fiscal del reino Vándalo, que habría de serle fatal.
Guntamundo, cuyo reinado comenzó en 484 y terminó en 496, trataría inútilmente de buscar buenas relaciones con la antes perseguida Iglesia católica para impedir la extensión del poder de los principados bereberes, y como legitimación del reino vándalo frente a un imperio constantinopolitano que con la política religiosa del emperador Zenón había roto con el catolicismo occidental.
Sin embargo, el reinado de su hermano y sucesor Trasamundo, que reinó entre 496 y 523, sería una síntesis de los dos precedentes, claro síntoma del fracaso de ambos. A falta de apoyos internos, Trasamundo buscaría sobre todo alianzas externas con Bizancio y el poderoso Teodorico, matrimoniando con la hermana de éste, Amalafrida.
La crisis política del final del reinado del ostrogodo incitó a su sucesor y sobrino Hilderico, cuyo reinado comenzó en 523 y terminó en 530, a buscar a toda costa el apoyo del emperador Justiniano I, para lo que intentó hacer las paces con la Iglesia católica africana, a la que restituyó sus posesiones. Política ésta que no dejó de crear descontentos entre la nobleza de servicio.
Aprovechando una derrota militar frente a grupos bereberes, esta oposición logró destronarle, asesinarle y nombrar en su lugar a uno de los suyos, Gelimer, que gobernó entre 530 y 534. No obstante, un intento de crear una segunda monarquía vándala carecía de futuro. Falto de apoyos y debilitado militarmente, el reino vándalo sucumbía ante la fuerza expedicionaria bizantina, de sólo 15 000 hombres, comandada por Belisario.
Población.
En 405 Radagaiso cruzó el Rin con 80 000 asdingos, 50 000 silingos, 30 000 a 40 000 alanos y 30 000 a 35 000 suevos según las crónicas. Otros rebajan la cifra de 40 000 vándalos y 19 000 alanos. En 429, según Procopio de Cesarea, más de 50 000 vándalos y alanos y 30 000 esclavos y grupos menores de otros pueblos entran en África pero historiadores modernos sostienen que esa cifra es una exageración, proponiendo alrededor de 50 000. El número de guerreros probablemente era de 10 000 a 15 000.
ALANOS.
Los alanos (llamados también alauni o halani) eran un grupo étnico de origen germánico o iranio relacionado con los sármatas, pastores nómadas muy belicosos de diferentes procedencias, que hablaban la lengua irania y compartían con ellos la misma cultura en muchos aspectos.
Los primeros documentos históricos en los que aparecen nombres que se han relacionado luego con los alanos datan de fuentes coetáneas, la geografía greco-latina y las crónicas de la dinastía china del siglo I a. C. Estrabón, un autor griego nacido en el Ponto (mar Negro) que también trabajó con fuentes persas, a juzgar por las formas que utiliza para denominar a las tribus, menciona en su Geografía (Libro xxiii, capítulo 11.v) a los aorsos, a los que asocia con los siracos, señalando que el rey de los primeros, un tal Spadines, podía reunir hasta 200.000 arqueros a caballo a mitad del siglo I a. C. aunque los aorsos del norte, de quienes habían huido como fugitivo, podrían enviar muchos más, ya que dominaban la región costera del mar Caspio.
Y por lo tanto podían importar camellos de los mercados de India y Babilonia, recibiéndolos a su vez de los armenios y los medos, y también, debido a su riqueza, podían vestir ornamentos de oro. Hoy los aorsos viven en el Tanaïs (río Don) pero los siracos habitan el Acardeo (río Kubán) que fluye de las montañas del Cáucaso y desemboca en el lago Meotis.
Los nombres de lugares y personas que aparecen en las crónicas chinas son objeto de más especulación que las griegas, aunque siglos antes, en la crónica de la Dinastía Han, el Hou Han Shu, escrito en el año 88 del siglo V, se hacía mención a un informe en el que decía que la zona esteparia llamada Yancai era también conocida como Alanliao (阿蘭聊):
El Reino de Yancai (literalmente 'vasta estepa') ha cambiado su nombre a Reino de Alanliao. Su capital es la ciudad de Di. Es una provincia de Kangju (en el centro de Turkestan en Bei'tian, movido más tarde a Taskent en Zhe'she) El clima es suave. Son numerosos los aligustros (ligustrum lucidum) los pinos y la «hierba blanca» (aconitum napellus) Su estilo de vida y de vestimenta son similares a los habitantes de Kangju.
En otro capítulo del Shiji, escrito en el 123 (siglo II a. C.) se informaba de que:
A unos 832 km al noroeste de Kangju está el Estado de Yen-ts'ai. Sus arqueros entrenados ascienden a 100.000. Su estilo de vida es similar al de Kangju. Está situado en el Gran Pantano, que no tiene [más] orilla [y presumiblemente es el mar al norte].
Para intentar adivinar la zona de la que habla, hay que saber que el ri chino del período Han difiere de las unidades básicas de distancia del SI, ya que un ri equivalía a 415,8 metros. El «Gran Pantano» puede ser o bien un cabo del mar de Aral, que está situado no muy lejos de Kangju (entre Taskent y Aralsk hay alrededor de 866 km); o bien las tierras húmedas del delta del Danubio, un obstáculo enorme que entorpecía a los pueblos nómadas que querían internarse al oeste; o bien los aún más impresionantes pantanos del Pripet, en las actuales Bielorrusia y Ucrania. De ese modo, a principios del siglo I, los alanos habían ocupado las tierras al noreste del mar de Azov a lo largo del río Don. Las fuentes escritas sugieren que entre la segunda mitad del siglo I hasta el siglo IV, los alanos tenían la supremacía de las tribus y habrían creado una poderosa confederación de tribus sármatas. Los alanos supusieron un problema para el Imperio romano, ya que efectuaban incursiones tanto en el Danubio como en las provincias del Cáucaso durante los siglos II y III.
El historiador romano Amiano Marcelino sostenía que: «Casi todos los alanos son altos y bien parecidos. Su pelo es normalmente rubio y sus ojos terriblemente fieros». Asimismo, consideraba que los alanos eran los antiguos masagetos: «Iuxtaque Massagetae Halani et Sargetae», «Per Albanos et Massagetas, quos Alanos nunc appellamus», «Halanos pervenit, veteres Massagetas».
Los hallazgos arqueológicos apoyan las fuentes escritas. P.D. Rau ha identificado restos de los últimos sármatas con los alanos históricos. Basándose en el material arqueológico, fueron una de las tribus nómadas de lengua irania que comenzaron a entrar en el área dominada por los sármatas en los siglos I y II.
Los alanos aparecen por primera vez en los escritos romanos en el siglo I y fueron descritos más tarde como gente belicosa especializada en la cría de caballos. Atacaban con frecuencia el Imperio Parto y las provincias romanas del Cáucaso. En una inscripción del rey parto Vologeses I se puede leer que luchó contra Kuluk, rey de los alanos, en el 11º año de su reinado.
Esta inscripción está respaldada por el historiador judío contemporáneo, Flavio Josefo (37-94), que escribe en su Guerra de los judíos (libro VII, capítulo 8.4) cómo los alanos (a quienes llama tribu escita) que vivían cerca del mar de Azov, cruzaron las Puertas de Hierro en busca de pillaje y que derrotaron a los ejércitos de Pacoros, rey de Media, y Tiridates, rey de Armenia, hermanos los dos de Vologeses I (cuya inscripción vimos más arriba):
4. Había una nación llamada de los alanos, que anteriormente habíamos llamado de los escitas, y que habitaban en el Lago Meotis. En estos tiempos esta nación tenía a bien atacar Media y áreas ulteriores con el objetivo de realizar pillaje. Con esa intención hicieron un tratado con el rey de Hircania, ya que él era el amo del paso que el gran Alejandro Magno había cerrado con puertas de hierro. Este rey les dio permiso para atravesarlo y así lo hicieron en grandes multitudes y cayeron sobre los medas sin previo aviso y rapiñaron su país, que encontraron muy habitado, y lo repoblaron de gran abundancia de ganado y nadie se atrevió a oponerles resistencia, ya que Parocos, el rey del país, había huido por miedo hacia lugares de difícil acceso y había cedido todo lo que tenía, conservando solamente a su esposa y a sus concubinas, no sin dificultad, porque tras hacerlas cautivas tuvo que darles cien talentos por su rescate. Estos alanos, por lo tanto, rapiñaron el país sin encontrar oposición y con gran facilidad. Procedían de la lejana Armenia y en su paso habían arrasado con todo. Era Tiridates rey de ese país y se enfrentó y luchó con ellos y por poco cayó prisionero en la batalla, ya que cierto hombre le tiró una red desde gran distancia y lo hubiera agarrado si no llega a ser porque el rey inmediatamente cortó las cuerdas con su espada y huyó. De modo que los alanos, aún más enfadados al ver tal hecho, arrasaron el país y se llevaron consigo a muchísimos hombres y una gran cantidad de lo apresado en ambos reinos, y luego se retiraron a su propio país.
Flavio Arriano marchó contra los alanos en el siglo I y dejó un detallado informe (Ektaxis kata Alanoon o La guerra contra los alanos), que es una de las mayores fuentes para estudiar las tácticas militares imperiales, aunque no revela mucho de su enemigo.
Alrededor del año 370, los alanos fueron barridos por los hunos y se dividieron en varios grupos, algunos de los cuales huyeron al oeste. Una parte de esos alanos occidentales se unieron a las tribus germánicas de los vándalos y suevos cuando invadieron la Galia romana. Gregorio de Tours destaca en su Liber historiae Francorum (Libro sobre la historia de los francos) que el rey alano Respendial salvó la batalla para los vándalos en un choque con los francos cerca del Rin el 31 de diciembre de 406. Según este historiador, otro grupo de alanos dirigido por Goar cruzaron este río por esas fechas, pero al punto se unieron a los romanos y se asentaron en la Galia.
Si seguimos el derrotero de vándalos y suevos en la Península Ibérica (la entonces Hispania) en 409, los alanos se asentaron en las provincias de Lusitania y Cartaginense: «Alani Lusitaniam et Carthaginiensem provincias, et Wandali cognomine Silingi Baeticam sortiuntur» (Hidacio). Los vándalos silingos se asentaron en la Bética, los suevos en la Galicia costera y los vándalos asdingos en el resto de Galicia.
En 412, el rey alano Ataces conquistó la ciudad de Emérita Augusta (Mérida) y estableció en ella su corte durante seis años, hasta que en 418 murió en una batalla contra los visigodos, y esta rama de los alanos, por consiguiente, apeló al rey vándalo asdingo Gunderico para que aceptara la corona alana. Aunque algunos de estos alanos permanecieron en Iberia, la mayoría se dirigió al norte de África con los vándalos en 429. Los posteriores reyes vándalos de esta zona se hacían llamar Rex Wandalorum et Alanorum (Rey de los vándalos y de los alanos).
En la Galia, los alanos en un principio conducidos por Goar se asentaron en diversas áreas, sobre todo cerca de Orleans y Valence. Bajo este rey se aliaron con los burgundios de Gundahario (Gunther), con quienes entronizaron al emperador usurpador Jovino. Con el sucesor de Goar, Sangiban, los alanos de Orleans desempeñaron un papel crucial al repeler la invasión de Atila en la Batalla de los Campos Cataláunicos. Tras el siglo V, sin embargo, los alanos de la Galia se sumieron en las luchas territoriales de los francos y los visigodos y dejaron de tener la independencia de antes. Flavio Aecio congregó a numerosos alanos en la región de Armórica para reprimir los levantamientos. El nombre bretón de Alan (antes que el francés Alain) y muchas poblaciones con nombres relacionados a «alano», como Alanville, son considerados popularmente como evidencias de que un contingente de este pueblo se asentó en la Bretaña.
En la Península Ibérica se centraron en las provincias romanas de Lusitania y Cartaginense. Llegaron a ser conocidos más tarde por sus cacerías masivas y sus perros de pelea, que aparentemente introdujeron en Europa. Una raza de esos canes, que sobrevive en ciertas zonas de Castilla y León, Asturias y el País Vasco, aún lleva el nombre de «alana». Normalmente los utilizaban en las cacerías de osos y para guardar el ganado. Pero no solo eso. Una parte del grupo de alanos germánicos junto con visigodos se establecen en la parte noreste de la península y según la Encyclopædia Iranica dan su nombre a Cataluña, cuyos pobladores se llaman los Got-Alanien.
Actualmente la ciencia genética ha descubierto una distribución geográfica de los marcadores genéticos que han convencido a algunos investigadores de que existe una conexión entre la antiquísima y profunda herencia sármato-alana y el grupo G de línea paterna del ADN, especialmente el G2.
VANDALOS ASDINGOS.
Los asdingos fueron un pueblo germánico, más concretamente una ramificación de los vándalos que se establecieron alrededor del siglo II en el área actual de Hungría, Rumania, Eslovaquia y Polonia. A finales del siglo III se unen a los silingos e invaden la península ibérica en el 409. Después de firmar un foedus con los romanos reciben tierras en la Gallaecia, el norte de Portugal y la actual región española de Galicia. Gunderico, el rey de los asdingos, tras haber sido derrotado por los suevos y los romanos en la batalla de los montes Nervasos, se marcha con su ejército a la Bética, donde se convierte en rey de ambas ramas de los silingos y los alanos, mientras que su reino en la Gallecia se incorpora al Reino suevo de Hermerico. Hidacio de Chaves en su crónica no dice cual fue el destino de la población del reino asdingo, si consiguió huir a la Bética o como era costumbre en la época, fue reducida a la esclavitud. Más tarde, el reino unido de los vándalos y alanos liderado por Genserico se trasladó al norte de África.
Los vándalos asdingos fueron desplazados por los los hunos de las llanuras de Hungría y tras intentar cruzar el Danubio, bien defendido por Estilicón, a la sazón general de Flavio Honorio emperador de Occidente, se dirigieron hacia el Rin arrastrando a los vándalos silingos, esta vez si atravesaron el Rin, concretamente por Maguncia y asolaron la Galia, puesto que Estilicón tuvo que retirar sus tropas para defender la península de Italia de la invasión de los visigodos de la mano de su rey Alarico I. Fue solo después de esto y no antes sin arrasar Aquitania, cuando cruzaron los Pirineos en el 409 para asentarse en Galicia y norte de Portugal, tras llegar a un acuerdo con los representantes del emperador.
HISTORIA DE LOS VISIGODOS.
El cronista Hidacio, hablando sobre todo de la ocupación de la Gallaecia por los suevos, habla de todo tipo de atropellos y brutalidades:
"Los bárbaros que habían penetrado en las Españas las devastan en lucha sangrienta [...] Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas, y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y los mantenimientos guardados en las ciudades; reina un hambre espantosa, y las fieras destrozan hasta a los hombres más fuertes".
C. Sánchez Albornoz y A. Viñas: Lecturas históricas españolas.
No obstante, los historiadores actualmente consideran que las fuentes de la época deben ser miradas con prudencia, analizando no sólo lo que se escribe sino también la finalidad que perseguía el autor en su época con dicha obra, debiendo someterlas a un enjuiciamiento crítico.2
Galicia fue ocupada no sólo por los suevos, sino también por vándalos asdingos. Los alanos se desplazaron hacia la Lusitania y la Carthaginense. Con los vándalos silingos en la zona de la Bética, solo quedaba en poder del Imperio romano la provincia de la Tarraconense. Precisamente para poder recuperar el dominio perdido en la península ibérica, el imperio pacta con el rey godo Valia para que sean ellos quienes defiendan los derechos de Roma frente a estas tribus germanas. Así pues, en el 416 los visigodos penetran como aliados de Roma, a través de un foedus, derrotando a los alanos y a parte de los vándalos, con lo que el Imperio recupera el control de las regiones más romanizadas (la Bética y el sur de la Tarraconense).
El emperador Honorio en el 418 los aleja del rico Mediterráneo, recolocándolos en la Aquitania. Los suevos ocuparon entonces buena parte de la península, con capital en Emérita Augusta, la actual Mérida. Los vándalos los derrotaron en Mérida pero, hacia 429, pasaron a África. Los alanos ocuparon el centro y el este de la Península, y acabaron siendo absorbidos por la población hispanorromana.
En esta situación el Imperio romano de Occidente había recuperado el dominio al menos nominal de la Península, excepto la zona dominada por los suevos, que afianzaban su reino en el occidente. Hacia el año 438 el rey suevo Requila emprende una decidida actividad de conquista del resto de Hispania, adueñándose de la Lusitania, la Carthaginense y la Bética. Su sucesor, Requiario, aprovechará las perturbaciones del movimiento bagauda para avanzar hacia la zona de Zaragoza y Lérida. Tal acción impulsó al Imperio romano a pedir nuevamente a los visigodos, a través de su rey Teodorico II, la ayuda precisa para controlar Hispania. Las tropas visigodas cruzan los Pirineos y en el 456 capturan al rey Requiario, quedando el resto de los suevos en el territorio comprendido en las actuales Galicia, parte de Asturias y León y mitad norte de Portugal. El reino suevo se mantuvo independiente hasta finales del siglo VI. El resto de la península queda en manos visigodas, pasando a formar parte del Reino visigodo de Tolosa, con capitalidad en Tolosa (Toulouse, actual Francia). Las oleadas de conquista se sucederán con posterioridad, pero ahora para ocupar espacios donde domina todavía el Imperio romano.
En el año 476, los visigodos ya se habían asentado en la península ibérica y en el 490 termina el grueso de las migraciones desde el norte.
EL SIGLO VI.
Los visigodos no controlaban toda la península ibérica. En la parte noroeste estaba el reino de los suevos. Toda la cornisa cantábrica, desde la cordillera hasta el mar, zona poco romanizada, estaba dominada por astures, cántabros y vascones. La monarquía visigoda conoció un momento de debilidad durante el siglo VI. Al menos dos reyes son asesinados sucesivamente, Teudiselo y Agila I, y en distintas zonas de la península se producen sublevaciones de terratenientes contra la autoridad real (Córdoba, Sevilla y Mérida, estas dos últimas capitales del reino).
A finales de 552 el emperador Justiniano I ya había finalizado la campaña de conquista del reino ostrogodo, accediendo ese mismo año a la petición de ayuda formulada en el 551 por el rebelde visigodo Atanagildo a cambio de una franja costera desde Alicante hasta la costa sur-atlántica portuguesa, incluyendo el norte de África y las Islas Baleares. El nuevo territorio conquistado se denominó Provincia de Spania, y se estableció su capital en Carthago Spartaria, la actual Cartagena, controlando buena parte del Mediterráneo hispano y el estrecho de Gibraltar, y con ello el comercio. La colaboración oriental fue decisiva para decantar la guerra civil en el reino peninsular hispano a favor de aquel candidato frente a Agila. Pero la compensación territorial nunca fue plataforma para la conquista de la antigua Hispania. De hecho, las zonas concedidas en 552 comenzaron a menguar en las décadas siguientes, especialmente durante el reino de Leovigildo, hasta su desaparición hacia el 624 ya en época del rey Suintila.
Reino visigodo durante Leovigildo, año 586.
Al final del reinado de Teudis se trasladó la capital a Toledo y con Atanagildo se consolidó dicho traslado. Gracias a la decidida acción política de Leovigildo (573-586) se produjo en la segunda mitad del siglo VI un fortalecimiento de la monarquía, con logros en diversos campos. Consiguió cierto nivel de estabilidad de la monarquía con reformas monetarias, restableciendo el control soberano sobre territorios que se habían declarado independientes en la segunda mitad del siglo VI, la conquista del reino suevo, así como contra las instalaciones bizantinas, muchas de las cuales pasaron de nuevo a manos visigodas.
No obstante, la pretensión de Leovigildo de unificar sus reinos religiosamente, con base en el arrianismo, fracasó. Vivió sus peores horas con la sublevación de su hijo Hermenegildo en el sur, convertido al catolicismo. Hasta el 584 no se restaurará la paz con la derrota del hijo a manos del padre. Su hijo y sucesor Recaredo (586-601), hermano de Hermenegildo, logró esa unidad religiosa, pero tomando como base el catolicismo. En el trascendental III Concilio de Toledo el rey y Baddo, su esposa manifestaron su conversión. Se considera que, tras esta conversión, la cultura visigótica en Hispania alcanza su cénit.
Reino visigodo durante Leovigildo, año 586.
EL SIGLO VII.
La relativa paz que se respiraba con Leovigildo y Recaredo, se ve truncada nuevamente. Se suceden Liuva II, Witerico, Gundemaro y Recaredo II y de ellos, el que no es asesinado, incluso siendo menor de edad, muere en extrañas circunstancias. Únicamente Suintila (621-631), gran general, termina por expulsar a los bizantinos en el 620.
Recesvinto (649-672) será reconocido por su labor legislativa de corta duración (Liber Iudiciorum), mejorada por Wamba, pero que influirá de manera notable en los fueros locales a partir del siglo X.
Hispania visigótica hacia el año 700, antes de la conquista musulmana de la península ibérica.
El derrumbamiento del Estado visigodo.
En una carta al rey Etelredo de Mercia, fechada en el 746-747, san Bonifacio atribuía el derrumbamiento del reino visigodo a «la degeneración moral de los godos». Para E. A. Thompson, que es quien comenta esto en el prólogo de Los godos en Hispania (1969), «no es en absoluto evidente que la moderna investigación, en el punto en que se encuentra, haya profundizado mucho más».
En cualquier caso, según la historia clásica, hacia el 710 se suceden los enfrentamientos por el trono tras la muerte de Witiza. Los pretendientes a la corona, Roderico (conocido como don Rodrigo) y Agila II, el primero en el sur y el segundo en el norte de la península, se sitúan en posiciones extremas. Se conviene en que Witiza había pactado antes de su muerte la conquista musulmana de la península ibérica para el control del reino. Otros sostienen que fue Agila II, pero mantienen que las fuerzas del Califato Omeya, tras haber conquistado el norte de África, cruzan el estrecho de Gibraltar y conquistan Toledo, venciendo y matando a Rodrigo en la batalla de Guadalete (o de la Laguna de la Janda). Su entrada es imparable y dos años más tarde sitian Zaragoza.
Por medio de una serie de capitulaciones, un noble visigodo perteneciente a los círculos palatinos, Teodomiro, consiguió mantener durante unas décadas más, una considerable autonomía en el Reino de Tudmir, un vasto territorio en torno a la ciudad de Orihuela, en las actuales provincias de Murcia y Alicante.
Para el siglo IX toda la península, a excepción del norte peninsular, quedaría bajo el dominio musulmán. Existen otras teorías minoritarias para explicar el fin del reino visigodo sustituido por el predominio musulmán.
La historiografía clásica dice que varios nobles visigodos escaparon a Asturias, una zona fuera del control musulmán, aunque las fuentes históricas reseñan la presencia de gobernadores musulmanes (como el famoso «moro Muza», en realidad Munuza), y uno de ellos, un oficial de Roderico, llamado Pelayo, consiguió derrotar el 722 a una expedición de conquista musulmana en la batalla de Covadonga. Don Pelayo fue elegido príncipe de los astures y así se conseguirá la creación de un pequeño pero férreo núcleo de resistencia que daría lugar a la formación de los primeros reinos cristianos. Las pruebas históricas no permiten corroborar tal afirmación, ni la localización exacta del lugar de la escaramuza, ni la fecha concreta, que abarca un período incluido entre los años 718 y 722.
Aspectos demográficos.
En cualquier caso, los godos debieron formar una minoría que se supone que empezaría a estar integrada en la sociedad hispanorromana. Su número no ha sido precisado con exactitud por historiador alguno, pero los cálculos más fiables hablan de entre 150 000 y 200 000 visigodos instalados en la península, sobre una población que no llegaba a los nueve millones, según San Isidoro de Sevilla. Otras fuentes hablan de 80 000-100 000 visigodos sobre una población de seis millones de hispanorromanos.
Recientemente se ha realizado un estudio arqueológico del poblamiento visigodo estimando una cifra para la población visigoda entre 130 000 y 150 000 personas, lo que representaría entre el 3 % y el 4 % de la población total hispana.
Los visigodos se asentaron sobre todo por la zona de la Meseta Norte, especialmente en el centro de la cuenca del río Duero, zona poco poblada y con escasa urbanización.
Éste es el tiempo en el que se produce la reutilización de los materiales de construcción romanos para basílicas, iglesias y otras construcciones civiles (véase Arte visigodo).
Se trata de una sociedad que se ha considerado prefeudal o de transición al feudalismo, por concurrir en la misma una serie de características que serían propias de etapas posteriores de la Edad Media y que la diferencian de la Hispania romana. En primer lugar, se produce una paulatina ruralización social, abandonándose las grandes ciudades en algunos puntos y creándose en torno a las villas romanas núcleos de población más reducidos. Por otro lado, se tiende al autoconsumo y se desarrollan lazos de dependencia personal que anticipan el feudalismo. Así, de los reyes dependían como clientes los gardingos. Los nobles, a su vez, tenían a los bucelarios. Y de los grandes propietarios de la tierra dependían los colonos.
Se produjo en esta época una sustitución de la esclavitud por el colonato, como forma de relación en cuanto a la explotación de la tierra, lo cual se había iniciado ya en el Bajo Imperio. Los colonos formaban la amplia masa social. Los humildes, pequeños propietarios libres, eran una clase social en decadencia. La clase alta estaba formada por los potentados, los grandes terratenientes nobles, tanto godos como hispanorromanos. La dureza de las condiciones de vida de las clases bajas acabaron produciendo en alguna ocasión revueltas campesinas, las cuales a veces eran confundidas con herejías como el priscilianismo.
Se diferencia dentro de la sociedad entre los visigodos y los hispanorromanos, cada uno de ellos regido por sus propias leyes. No obstante, con el paso de los siglos se tendió a la fusión de ambos grupos sociales, permitiéndose los matrimonios mixtos. Un intento de acabar con la diversidad jurídica fue el Liber Iudiciorum (publicado en 654), en el que se trata de recoger el derecho romano junto a las prácticas, ya señoriales, que se habían ido imponiendo en la península en torno al derecho de propiedad.
ARRIANOS, CATÓLICOS Y JUDÍOS.
En cuanto a la religión, los visigodos seguían el arrianismo que se había extendido en el Imperio romano en el siglo IV, aunque no existían enfrentamientos significativos con los católicos, que constituían la mayoría de la población hispanorromana. En los Concilios de Toledo, en especial durante el tercero celebrado en el 589, se solventó la división provocada por el arrianismo gracias a la conversión de Recaredo. Este proceso, no sin altibajos, llevó a una unificación de ambas confesiones. La situación favoreció la plena integración entre las comunidades godas y las hispanorromanas y la aparición de figuras fundamentales de la nueva cultura como Isidoro de Sevilla, obispo, y cuyas Etimologías son consideradas por algunos como la primera gran obra de la Edad Media. La iglesia ganó gran influencia social, legitima a los reyes a partir del 672 y el obispado de Toledo se convertiría en el más importante de todos los peninsulares.
La relación con los judíos fue siempre tensa. Aunque al inicio del periodo visigodo los problemas eran menores, la conversión al catolicismo llevaría a una mayor discriminación contra los judíos, por lo que muchos de ellos se convirtieron falsamente. Especialmente estrictos fueron Sisebuto y Égica, que confiscaron sus propiedades acusándoles de conspirar contra la corona. Las medidas más comunes fueron la prohibición de los matrimonios mixtos, aun en caso de judíos conversos; la prohibición de que los judíos tuvieran esclavos cristianos y las constantes reparaciones económicas a que eran sometidos sin motivo alguno.
ECONOMÍA.
La sociedad visigoda estaba dominada por las actividades de carácter agrícola y ganadero. En este punto continuaron la misma actividad económica de la Hispania romana, con los mismos cultivos, introduciendo alguno nuevo, como el de las espinacas o la alcachofa. La explotación de la tierra seguía organizada en torno a grandes villae. Una villa estaba dividida en reserva y mansos. No obstante, la mano de obra no era ya esclava, sino que se trataba de colonos, lo cual se había iniciado en la época del Bajo Imperio.
Sin embargo, otros rasgos de la época romana cambiaron. Así, desaparece la importancia de las grandes ciudades, del comercio o la minería. La circulación de moneda era escasa. El único comercio de cierta importancia era el de productos de lujo que provenían del Mediterráneo, y que era gestionado por mercaderes internacionales.
MONARQUÍA.
El rey era el jefe supremo de la comunidad. La institución monárquica llevaba largo tiempo afianzada en el pueblo visigodo cuando éste llegó a la Península. Los reyes debían ser de condición noble y accedían al trono mediante un sistema electivo en el que intervenían los obispos y los magnates palatinos. Pero con ese sistema sólo fueron entronizados tres reyes (Chintila, Wamba y Rodrigo). La asociación al trono era, en la práctica, la forma más común, junto con las usurpaciones, de tomar el poder. El monarca estaba ungido por Dios y a éste debía su legitimidad; la realeza poseía así un carácter sagrado, que se supone debía de disuadir cualquier intento de atentar contra el rey. Pero eso no bastaba y los asesinatos de monarcas, rebeliones, conjuras y usurpaciones eran moneda de cambio en el reino visigodo.
Junto al rey estaba el Aula Regia, consejo asesor que estaba formado por nobles.
LA ADMINISTRACIÓN TERRITORIAL.
Los visigodos aceptaron la división provincial de la Hispania Romana. Al frente de las provincias pusieron a los duces (singular, dux; en español, «duques») y al frente de las ciudades a los comites (comes, «condes»).
Las instituciones municipales, en cambio, entraron en decadencia. Los curiales municipales, encargados de recaudar los impuestos en las ciudades, continúan y acentúan su caída. Son despojados de su poder tributario y éste recae en manos de los duces y los comes. Estos asumirán gran parte de la labor administrativa del reino y gobernarán provincias o regiones con plenas competencias en la administración y justicia. Iniciándose un proceso de protofeudalización.
LA HACIENDA PÚBLICA.
Estaba formada por el Tesoro Regio, el patrimonio de la corona y los ingresos por impuestos.
El Tesoro Regio lo constituían las grandes cantidades de oro, plata y joyas que los visigodos habían conseguido con los saqueos a lo largo de su historia. El encargado de su custodia era el comes thesauri y pasó por diversas vicisitudes. Tras la derrota de Alarico II en la batalla de Vouillé en el 507, el tesoro pasó a Rávena bajo custodia de los ostrogodos y fue reinstaurado en el 526 tras la muerte del rey ostrogodo Teodorico el Grande.
Estaba dividido en dos grupos claramente diferenciados (distintas ubicaciones):
Tesoro nuevo: monedas de oro y plata con las que pagaban al ejército, administración, etc.
Tesoro antiguo: con las joyas almacenadas de los saqueos. Entre estas piezas estaba con seguridad la «Mesa de Salomón» y se especula con que también estuviese el «Candelabro de los Siete Brazos», ambos objetos capturados en el saqueo a Roma por Alarico.
El Tesoro Regio constituía una reserva muy importante para el reino visigodo y sus monarcas no dudaron en utilizarlo para pagar aliados en sus luchas internas.
El patrimonio de la corona era inmenso y lo componía sobre todo la gran cantidad de tierras que los monarcas amasaban. Estas provenían de varias fuentes: las expropiadas por las constantes purgas que se realizaban en la nobleza, las tierras desiertas o deshabitadas y las tierras provenientes del fisco romano. Estas tierras se arrendaban a siervos que las cultivaban y pagaban una renta. Todas eran administradas por el conde del patrimonio. En el VIII Concilio de Toledo bajo reinado de Recesvinto se establece una separación entre el patrimonio del monarca y el del Estado.
Los impuestos en el reino visigodo no es una cuestión clara. Se sabe que los pequeños propietarios y los siervos que cultivaban las tierras reales pagaban un tributo. Parece que también existió un impuesto al clero, pero no tuvo continuidad en el tiempo. Los judíos fueron sometidos a un impuesto especial. Obispos y numerarii establecían el cambio de dinero a especie y funcionarios de la administración central se encargaban de su recaudación; al frente de la organización fiscal se encontraba el conde del patrimonio.
La influencia lingüística de los visigodos sobre la lengua española.
Para los visigodos en la península ibérica la lengua no era un factor distintivo entre ellos y los hispano-romanos (que vivían en el territorio antes de su llegada); ambos grupos hablaban la misma lengua, el latín vulgar. A pesar de eso, la lengua gótica original y otros aspectos de la cultura de los visigodos tuvieron un impacto lingüístico sobre algunos aspectos del castellano en la actualidad. En otras palabras, hay reflejos lingüísticos del contacto social entre los romanos y los visigodos en la lengua española hoy en día.
En cuanto a la fonética, no hay huellas de los visigodos. No obstante, hay rastros de su lengua en la morfología y lexicología del español. Por ejemplo, ciertas palabras conservan el sufijo gótico -ing, que se convertiría en -engo. Podemos ver ejemplos de eso en las palabras «abolengo» y «realengo».
Ciertos tipos de palabras reflejan las dos culturas y sus propias lenguas; podemos ver influencia lingüística de los visigodos en el español en palabras relacionadas con el comercio, la agricultura, la industria, la vivienda, y el derecho. En principio, es probable que las palabras fuesen palabras prestadas de la lengua gótica, pero gradualmente se desarrollaron para ser más parecidas al español y más fáciles de pronunciar para un hablante de latín vernáculo y, posteriormente, para un hispanohablante.
También los hispano-romanos tomaron palabras de los góticos para conceptos que ya conocían y los adaptaban a su lengua vernácula; por ejemplo, la palabra jabón se deriva de una palabra gótico: saipo → sapone → jabón. Los visigodos introducían un concepto para los hispanorromanos (en este caso, el concepto nuevo de jabón) y adaptaban la palabra gótica original (de saipo) para que fuera más fácil de pronunciar y más parecido a una lengua romance.
Otras palabras en la lengua castellana reflejan palabras góticas relacionadas con lo militar o diplomático. La palabra «guerra» reemplazó la palabra latina bellum. «Guerra» se deriva de la lengua gótica como sigue: werra → guerre → guerra. Además, la palabra «tregua» se deriva de triggwa, de la lengua gótica.
De interés particular es el impacto de los visigodos en la antroponimia, que es una rama de la onomástica que estudia los nombres propios. De hecho, muchos nombres españoles comunes tienen sus orígenes en la lengua gótica a causa de la ocupación de los visigodos en la península ibérica. Por ejemplo, el nombre «Fernando» se deriva de una combinación de dos palabras góticas: frithu ('paz') y nanth ('atrevido'). Gradualmente los hispanorromanos los adaptaban hasta formar un nombre nuevo, Fridenandus, y finalmente se convertían en «Fernando». También podemos ver este proceso en el nombre «Álvaro», que deriva de las palabras all y wars, que significan respectivamente 'todo' y 'prevenido'. «Alfonso» está compuesto de una combinación de all y funs ('preparado'). Más antropónimos de origen gótico son Rodrigo, Rosendo, Argimiro, Elvira, Gonzalo y Alberto.
En el año 700, un poco antes de la conquista bereber de España se calculaban los habitantes en 3 millones. Si el dato fuese cierto, la baja demografía fue abismal en ese tiempo.
LA CONQUISTA DEL ISLAM DE ESPAÑA. 711-1492.
La conquista del reino visigodo por dirigentes musulmanes del Califato Omeya fue un proceso largo, que duró quince años, del 711 al 726, en el que se llegó a tomar la península ibérica y parte del sur de la actual Francia; si bien lo que era el territorio peninsular del reino estaba ya conquistado en el 720, tras diez años del inicio de la conquista. Un poco antes de acabar la conquista del reino visigodo en su parte nororiental, los conquistadores fueron echados de la costa y las montañas de la actual Asturias. Aunque el proceso en total ocupó todo ese tiempo, la cronología no es exacta en cuanto a los años y las fechas, sino solo aproximada, pues las fuentes difieren entre sí.
A lo largo de este proceso de conquista del reino visigodo, que requirió numerosas campañas, constantes refuerzos militares y pactos con núcleos resistentes, se debe a varios motivos: lo escaso de las fuerzas musulmanas que lo conquistaron, los constantes levantamientos entre los visigodos, la difícil orografía del territorio y la fuerte base de asentamiento social del anterior reino visigodo.
Sin embargo, la gran centralización política del reino, la inseguridad causada por bandas de esclavos fugitivos, el empobrecimiento de la hacienda real (especialmente durante el reinado de Witiza) y la pérdida de poder del rey frente a los nobles fueron elementos que facilitaron la acción de los conquistadores, así como el uso de la densa red de calzadas romanas, que aún existían y facilitaban los desplazamientos de su ejército.
Pero el factor quizás más importante para la caída visigoda fue la grave crisis demográfica del reino, que en los últimos veinticinco años había perdido más de un tercio de su población. Esto fue debido a las epidemias de peste y los años de sequía y hambre de finales del siglo VII, especialmente durante el reinado de Ervigio, y que se repitieron también con gran dureza bajo el de Witiza, el antecesor de Rodrigo.
Además, existía una fractura política importante entre dos grandes clanes político-familiares godos en su lucha por el trono, y que llevaba varios decenios dividiendo políticamente el reino y generando constantes problemas. De una parte estaba el clan gentilicio de Wamba-Égica, al que perteneció o al que estaba vinculado Witiza, y de otra el clan de Chindasvinto-Recesvinto, al que pertenecía Rodrigo. Esta situación dividió al estamento aristocrático-militar en dos facciones cada vez más irreconciliables, hasta el punto de considerar alguna historiografía a los witizanos como instigadores e incluso aliados, explícitos u oportunistas, de los musulmanes.
Los conquistadores musulmanes también contaron con el apoyo de parte de la población judía, muy numerosa en la Bética, en la Galia Narbonense y en toda la cuenca mediterránea. Estaba presente principalmente en los centros urbanos, destacando, entre otras, las comunidades de Narbona, Tarragona, Sagunto, Elche, Lucena, Elvira, Córdoba, Mérida, Zaragoza, Sevilla, Málaga y de la capital, Toledo.
La ayuda que los judíos prestaron a los conquistadores se debió a que aquellos, en su mayoría conversos forzados pero fingidos, eran reiteradamente hostigados por la legislación visigoda (con algunas excepciones, como bajo los reyes Witerico y Suintila, y contra el criterio de obispos como el cartagenero San Isidoro, obispo de Sevilla, que los defendía). Y sabían, por lo que había ocurrido en el norte de África, que mejoraría su situación al recibir de los gobernantes musulmanes el mismo estatus que la población cristiana.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los judíos habían sido esclavizados bajo el reinado de Égica (excepto los de la Narbonense, con la excusa de que la provincia aún no se había repuesto de la última epidemia de peste), bajo la acusación de que conspiraban contra el rey con los musulmanes del norte de África. Estos ya habían realizado algunas incursiones en la península, por lo que suscitaba miedo una posible colaboración con ellos para una futura conquista.
Esta idea partía de los informes de los cristianos del norte de África que habían huido de aquella zona, y que informaron del apoyo dado a los musulmanes por parte de los judíos de allá; lo cual era lógico dado que su situación allí era también de acoso por el poder bizantino.
Pero además de los judíos étnicamente puros de la diáspora, en el norte de África había bereberes que profesaban el judaísmo por proselitismo y mestizaje, muchos de los cuales dieron apoyo a los musulmanes en su conquista y se unieron a ellos (como muchos bereberes cristianos) por lazos de clientela. Verdad o pretexto, esta acusación de traición fue la utilizada contra ellos.
Finalmente, las divisiones dinásticas internas entre los nobles visigodos sobre la sucesión de Witiza facilitaron aún más el desarrollo de la conquista.
Una última precisión, previa al relato de los acontecimientos, es que el reino visigodo tan solo cubría el territorio peninsular y la Septimania en el sur de Francia. Baleares estaba bajo soberanía bizantina y quedó excluida del proceso musulmán de conquista. Siguieron bajo control bizantino algunos años más, para pasar después a depender, al menos nominalmente, del reino franco (798), por propia petición, para que los defendiera de los ataques musulmanes. Estos ataques continuaron y hubo varios tratados de paz, poco respetados, y cierta sumisión política, hasta la conquista por el Emirato de Córdoba entre los años 902 (Ibiza y Mallorca) y 903 (Menorca).
Tras los primeros éxitos de los musulmanes, la rebelión bereber contra los conquistadores los expulsó de nuevo hasta Libia, llegando los bereberes a tomar la nueva capital musulmana de Ifriquiya, Qairuán. Los musulmanes, en sucesivas campañas, conquistaron de nuevo estas tierras, e incluso los puertos con ciudades amuralladas que habían permanecido siendo bizantinos; como Cartago, que arrasaron, a pesar de contar con la ayuda de una flota bizantina, a finales del año 697. Y aún tardaron otros ocho años en volver a someter el resto del norte de África, que culminó en el año 705 con la conquista de Tánger. Todo esto obligó a posponer los planes de conquista de Hispania, hasta acabar con dicha rebelión.
Con anterioridad a la invasión de la península ibérica conquistaron Ceuta (710), fortaleza que había sido objeto de constante lucha entre visigodos y bizantinos. Dicha ciudad había vuelto a manos visigodas unos veinte años antes, aprovechando la caída del África bizantina. Según una leyenda muy improbable, Don Julián, gobernador visigodo de Ceuta, cuya hija, la Caba, habría sido violada por Rodrigo, habría proporcionado ayuda logística al ejército musulmán.
Los musulmanes también habían estado reconociendo el terreno, tanteando las costas españolas con breves ataques y saqueando varias ciudades: el primero, ya citado, bajo el reinado de Ervigio, y el último en julio de 710, tras la conquista de Ceuta, con el desembarco de Tarif ben Malluk en la isla de Tarifa y su posterior vuelta al norte de Africa.
Al parecer, también habían entrado en tratos con los nobles opuestos al rey Rodrigo. No está claro si los nobles leales a los herederos de Witiza (puede que incluso el propio rey Agila II, al que luego nombraremos) pidieron el apoyo musulmán (como hizo Atanagildo con los bizantinos, a quienes dio a cambio una parte del territorio) pero, en todo caso, la división existente benefició a los musulmanes. Estos, sin embargo, si dicho acuerdo existió, no lo respetaron.
A finales del año 710, Hroþareiks o Rodericus (conocido posteriormente como Rodrigo) dux de la Bética y, al parecer, nieto de Chindasvinto, fue elegido y proclamado rey en Toledo por el Senatus de la aristocracia visigoda, tras la muerte de Witiza. No se sabe con certeza si se había sublevado previamente contra dicho rey, venciéndolo, pero sí que consiguió la mayoría de los apoyos en la asamblea electoral de los nobles. Era, por tanto, el rey legítimo, según el derecho visigodo.
Sin embargo, un sector de la nobleza apoyó a otro rey, Agila II, que era dux de la Tarraconense. Agila II gobernó en el Nordeste (en el sur de Francia, en la actual Cataluña y en el valle del Ebro, es decir, las provincias visigodas de Iberia y Septimania, en parte equivalentes a las antiguas provincias romanas de Narbonense y Tarraconense) e incluso acuñó monedas propias. Puede que Agila II fuese ya antes, desde 708, rey asociado a Witiza, a cuyo clan parece que pertenecía (algunas fuentes lo citan como hijo suyo, aunque es poco probable).
El reino, pues, estaba en una situación de conflicto civil o, al menos, dividido con alguna suerte de acuerdo de reparto y asociación (como ya había ocurrido varias veces en el pasado). Y a los pocos meses de haber subido Rodrigo al trono, en una situación no unánime y vulnerable, se produjo la invasión.
Conquista militar del sur de la península.
Según algunas fuentes, Musa ibn Nusayr, gobernador de Ifriqiya, dependiente del walí de Egipto, ordenó a su lugarteniente, Táriq ibn Ziyad, que iniciase la conquista. Táriq era bereber, ligado por una relación de clientela con una tribu musulmán, y liberto del gobernador de Ifriqiya, Musa ibn Nusayr. Sin embargo, otras fuentes conjeturan que Musa no conocía los planes de Táriq, que este actuó por su cuenta y que Musa solo vino en su apoyo tras conocer su victoria.
Sea cumpliendo órdenes o por propia iniciativa, Táriq ibn Ziyad desembarcó a principios del año 711, con el inicio de la primavera, en la bahía de Algeciras (llamada entonces Iulia Traducta), con un ejército de unos 7000 hombres fundamentalmente bereber (solo recientemente sometidos), e incluso cristianos del norte de África (las fuentes musulmanas hablan de entre 1700 y 12 000 hombres, considerando 7000 hombres una cifra intermedia y bastante repetida en la historiografía). Táriq se asentó en el peñón de Gibraltar (nombre que deriva de este conquistador, Ŷebel at-Tariq, 'Montaña de Táriq'), bien protegida por su altura, mientras iba recibiendo todo su ejército en sucesivos desembarcos. Desde allí comenzó a saquear zonas y ciudades de la baja Andalucía.
Táriq aprovechó militarmente el hecho de que el conde de la Bética estaba con Rodrigo en una campaña en el norte, al parecer contra los vascones, ya que cuando el rey realizaba una campaña militar solía llevar a los condes del reino con él. Esto era por una doble razón: porque necesitaba de sus recursos humanos para reunir un ejército y para evitar su sublevación mientras él realizaba una campaña militar por otras tierras. En años anteriores hubo varias incursiones militares musulmanes contra algunas ciudades del sur, que habían sido rechazadas o que se habían retirado al poco tiempo, tras obtener suficiente botín. Por ello, esta incursión de Tariq no despertó inicialmente una gran preocupación.
Además, de acuerdo con las leyes para tiempo de guerra promulgadas por Wamba y retocadas por su sucesor Ervigio, todos los súbditos residentes en un perímetro de cien millas alrededor de la zona donde hubiese surgido el peligro tenían la obligación de tomar las armas, sin necesidad de especial convocatoria, ante la sola noticia de la existencia del mismo. Esto, a pesar de las duras sanciones previstas, no siempre se cumplía. Pero está claro que los nobles terratenientes de la zona tendrían interés en defender sus propiedades y cosechas, y que el conde de cada territorio tenía como una de sus funciones la defensa del mismo.
BATALLA DE GUADALETE.
Tras ver que las fuerzas locales del sur de la península no podían con Tariq, y que éste no se retiraba como había ocurrido en anteriores ataques musulmanes, Rodrigo acudió contra él.[cita requerida] Rodrigo también retrasó su reacción porque se encontraba en plena lucha por las tierras del norte. En ese momento estaba sitiando la ciudad de Pamplona, cuyas murallas habían sido restauradas no hacía mucho por el rey visigodo Wamba. Esta ciudad o bien había caído en poder de los vascones o bien estaba en manos de nobles witizanos leales a Agila II. Rodrigo, en todo caso, partió hacia Toledo sin haberla recuperado. Cuando las tropas comandadas por Rodrigo entraron en contacto con las de Táriq ya habían pasado varios meses desde su llegada al sur. Durante ese tiempo, Táriq ibn Ziyad había obtenido el refuerzo de cinco mil bereberes más.
Otro aspecto a tener en cuenta es el de que organizar un ejército no era fácil en los últimos tiempos del reino visigodo. Ello se debía a que la pérdida de propiedades del Patrimonio de la Corona, de donde se obtenía el reclutamiento de los siervos que atendían tales propiedades, hizo que el rey tuviese un ejército propio muy menguado y dependiera en gran medida de los efectivos aportados por los nobles. Aunque había leyes que penaban y multaban fuertemente a quienes no acudían a apoyar al rey, muchos nobles preferían mantener las labores agrícolas, fuente de sus ingresos. Si a ello unimos el problema de Agila II en el noroeste y la división nobiliaria en su propio bando, el resultado fue que, además de presentarse tarde, el ejército de Rodrigo no debía de ser muy numeroso. Este ejército además de reducido estaba dividido, y surgieron desacuerdos que motivaron luchas internas y deserciones. Parece muy probable que, incluso, Táriq recibiera en el transcurso de la batalla apoyo de nobles witizanos que acompañaban al rey.
La consecuencia de todo ello fue que Rodrigo resultó derrotado en la batalla del río Guadalete (aunque algunos historiadores la sitúan más al sur, en los ríos Salado o Barbate, o junto al lago de la Janda, o incluso junto al río Guadarranque). Sea donde fuere, la batalla tuvo lugar a finales de julio de 711, precedida de diversos tanteos y escarceos durante varios días, muriendo en ella o inmediatamente después el propio rey Rodrigo. Los nobles que permanecieron con el rey y sus opositores witizanos murieron también en su mayoría.
Táriq se hizo con un gran botín, pues Rodrigo viajaba con un gran lujo, dado el fasto y lo rico del ajuar que utilizaban los reyes visigodos desde Leovigildo, imitando la pompa y riqueza de la corte de los emperadores bizantinos.
A la muerte de Rodrigo, un sector de la nobleza eligió a Oppa, hijo del rey Egica y hermano de Witiza, si bien nunca fue aceptado mayoritariamente ni, al parecer, coronado como tal. Hubo enfrentamientos entre los propios visigodos, con los leales a Agila II y con otros nobles no witizanos que se negaban a aceptar al nuevo rey. Oppa pudo contar inicialmente con la permisividad o apoyo de las fuerzas musulmanas, pero en todo caso acabó por enfrentarse a ellos.
Tras haber asentado Táriq una pequeña cabeza de puente en el sur, Musa ben Nusayr, gobernador de Ifriquiya, llegó a Hispania en ese mismo año. Desembarcó con otro ejército, de unos 18 000 hombres, en la ciudad de Cádiz, ya bajo control musulmán.
Las fuerzas musulmanes, así reforzadas, conquistaron fácilmente, casi sin resistencia, Medina Sidonia. Después se dirigieron a sitiar Sevilla, pero esta última solo cayó tras un mes largo de asedio. Sevilla era importante, pues esta ciudad era la capital de la provincia visigoda de Hispalis y de esta forma se evitaba una acción coordinada desde esa zona. Así queda completada la acción inicial de la conquista, asentando un territorio propio mínimo desde el que poder iniciar un proceso más amplio.
Una vez conquistada, Sevilla se convirtió en la base de las operaciones militares. Desde esta ciudad salieron dos ejércitos, que empezaron a operar por separado en la península: uno se dirigió hacia Córdoba, capital de la provincia visigoda de la Bética, y otro hacia Mérida, capital de la provincia de Lusitania. Se trataba de rendir cuanto antes los centros de poder administrativo y militar visigodos (ya se ha explicado antes la fuerza militar que organizaba cada provincia), de forma que no pudiera haber una respuesta coordinada y contundente de estos.
Además, Musa, muy bien informado y aconsejado, pretendía llegar cuanto antes a Toledo, capital del fuertemente centralizado reino visigodo, y era importante eliminar pronto los obstáculos para dirigirse hacia Toledo lo más rápidamente posible. Para ello, utilizaron el trazado de las calzadas romanas, lo que facilitaba su traslado y la sumisión, por la fuerza o por rendición, de las ciudades que se encontraban en su trayecto.
Táriq avanzó por el Guadalquivir, y cerca de Écija tuvo lugar una nueva batalla en campo abierto, dada por los restos del ejército real y refuerzos de la provincia Bética, que se habían podido reorganizar gracias al mes que duró la resistencia de Sevilla. Los musulmanes vencieron de nuevo, la ciudad de Écija también se les rindió y siguieron rápidamente para tomar Córdoba por sorpresa (excepto la ciudadela, cuyos defensores fueron asesinados en su totalidad por los musulmanes tras ser rendida por el conde visigodo de la ciudad). Luego continuaron para tomar, ya casi sin resistencia tras la caída de la capital de la provincia, otras ciudades de la Andalucía oriental, como Málaga y Granada en el sur o Martos, Jaén y Baeza en el norte.
Mientras, Musa se dirigió hacia Mérida, utilizando la calzada que desde Sevilla iba hacia esa ciudad y luego seguía hasta Toledo, discurriendo por Cáceres y Talavera la Vieja. Pero Mérida se resistió fuertemente, abastecida por su puerto fluvial y agrupando el ejército provincial en el interior de sus imponentes y fuertes murallas. Para no retrasarse, Musa tuvo que dejar allí un contingente de asedio mientras él continuaba con el grueso del ejército hacia su objetivo.
Musa continuó por la calzada romana, conquistando Cáceres y Talavera la Vieja, hasta llegar a Toledo. Allí Táriq se unió al ejército de Musa. Para ello Táriq había seguido la calzada romana que iba desde Linares, ciudad ya controlada por los musulmanes, pasando por Despeñaperros y Consuegra (Consabura), hasta Toledo; dejando algunos contingentes en el sur.
Toledo fue conquistada por Musa, casi sin resistencia, antes de acabar el año 711; haciendo huir al nuevo rey, Oppa, que quizás murió pronto o que, al menos, ya no volvió a ejercer como tal, y ejecutando a cuantos nobles había en la ciudad; aunque muchos de ellos, como el propio Arzobispo, huyeron antes de que fuera sitiada. Abandonada de antemano por quienes podían haberla defendido, la tímida resistencia que pudo oponer la ciudad fue rápidamente vencida.
La caída de Toledo buscaba un efecto psicológico, que sin duda tuvo, y un efecto político, pues la gran centralización del reino visigodo impidió una respuesta coordinada frente a las fuerzas musulmanas. Salvo el nordeste, bajo el control del rey visigodo Agila II, el resto de las zonas solo pudieron oponer una resistencia aislada, sin coordinación entre sí, dirigida por la aristocracia local de cada territorio. Además, conseguir Toledo permitió a los conquistadores hacerse con el grueso del riquísimo Tesoro Real visigodo (fruto, entre otros, del saqueo de Roma y de la conquista del reino suevo), que era el más importante de los tesoros reales del Occidente Germánico. Esto tenía a la vez un efecto de restar poder económico a la resistencia y de golpe psicológico a la misma, pues era la primera vez que dicho tesoro resultaba capturado.
Los nobles que lograron escapar, con todas las riquezas que pudieron reunir, huyeron hacia el norte. Unos reforzaron al rey Agila II, en el nordeste (como el propio Arzobispo de Toledo, Sinderedo), y otros se dirigieron hacia las plazas fuertes cercanas a la zona gallega.
Musa decidió acabar en Toledo el invierno. Con la llegada de la primavera, el ejército musulmán avanzó por la calzada romana que unía Toledo con las ciudades de Alcalá de Henares, Guadalajara, Sigüenza y Medinaceli, ocupándolas, y volvieron a dividirse a partir de esta última ciudad.
Musa atacó el noroeste, menos organizado que la zona controlada por el rey visigodo Agila II. En su campaña ocupó los centros administrativos y plazas fuertes de Clunia, Amaya (que no pudo tomar y hubo de ser reducida por el hambre), León y Astorga, donde estableció guarniciones militares. Allí hizo miles de prisioneros, entre ellos bastantes nobles, apoderándose también de las riquezas que habían llevado consigo.
Táriq, mientras, se dirigió hacia el nordeste, pasando por Calatayud y llegando hasta Zaragoza, ciudad que incendió en parte, matando incluso a los niños y crucificando a los hombres por no habérsele rendido, mientras las mujeres eran esclavizadas. Esta masacre tuvo un efecto psicológico importante en el resto de la península, como luego veremos. Desde allí, Táriq avanzó hacia el oeste, siguiendo la vía romana de Zaragoza a Astorga, y sometiendo el curso medio y alto del río Ebro. En esa zona aceptó un pacto de sumisión con el conde de la familia Casius (Casio), de nombre Fortún, en la zona de Tarazona, puede que similar al suscrito después con el conde Teodomiro en el sureste. Este Fortún era el heredero de una rica familia hispanorromana, los Casio, terratenientes desde hacía siglos en la ribera media del Ebro. Él y su familia se islamizaron, como luego veremos que ocurrió con otras familias nobles, y llegó a formar la dinastía de los Banu-Qasi (literalmente, los hijos de Casio), que varios siglos más tarde fueron reyes de la taifa de aquella zona.
Continuando su trayecto, Táriq llegó, pasando por Amaya, hasta Astorga, capital de la provincia visigoda Asturiensis o Autrigonia, donde de nuevo unió sus fuerzas con Musa, y llegaron juntos hasta Lugo, capital de la provincia de Gallaecia o Galecia, ciudad fuertemente amurallada que fue sometida. En aquella zona recibió pacto de sumisión de diversas ciudades de ambas provincias visigodas, entre las que cabe destacar a Gijón (ciudad fundada por los romanos), en la misma costa de Asturias.
Con la toma de Lugo, los musulmanes se habían apoderado ya no solo de la capital del reino visigodo, sino también de la cabeza administrativa de más de la mitad de las provincias visigodas, excepto las ciudades de Tarragona y Narbona, y la aún sitiada Mérida.
Antes de llegar a Lugo, Musa había recibido una orden del califa para ir a Damasco. Desde Lugo, Musa se dirigió otra vez a Toledo, pero esta vez por Salamanca, sometiendo igualmente las poblaciones a su paso.
Sin embargo, muchas regiones y ciudades aún no reconocían su dominio, estando bajo el control de nobles o de otras autoridades locales que capitaneaban la resistencia. Entre ellas destacaba Mérida, la segunda ciudad, por entonces, del país por población y riqueza. Mérida llevaba muchos meses resistiendo (casi un año), abastecida por su puerto fluvial y protegida por una fuerte muralla, restaurada por los visigodos y que causó admiración a los conquistadores musulmanes.
Fue Abd-el-Aziz, hijo de Musa, quien, aún bajo el gobierno de su padre, acabó el asedio de esta ciudad, que se rindió a el 30 de junio de 712. El convenio de capitulación (llamado por los musulmanes sulh) respetaba la vida y bienes de los emeritenses, permitiéndoles celebrar sus cultos, mientras que los musulmanes se apropiaban de los bienes de todas las iglesias (que servían para mantener hospitales, escuelas y viudas, y al propio clero) y de quienes hubiesen huido.
Tras los hechos sangrientos de Zaragoza, anteriormente citados, aterrorizadas por ese ejemplo, al tiempo que desmoralizadas por la falta de un poder central, la mayoría de las ciudades y regiones se rindieron a los musulmanes por capitulación (sulh), como ocurrirá en general en los siguientes años de la conquista.
Estos pactos fueron muy diversos, dependiendo de las circunstancias, pues algunos incluían el respeto del gobierno local, la conservación de algunos bienes y un mínimo grado de tolerancia religiosa (tipo ’ahd, como luego veremos algún ejemplo) y otros eran más similares al modelo de Mérida, con sumisión seguida por la entrega de bienes. Estos acuerdos se extendieron también a los magnates que, aún sin el título de conde, gobernaban de hecho sobre extensos territorios en los que no había ninguna ciudad importante, manteniéndolos en sus propiedades a cambio de su lealtad.
Pero las ciudades que se resistían eran destruidas y quemadas, sus iglesias derruidas, y su población muerta o esclavizada, con el fin de dar un escarmiento y un aviso para otras ciudades. A los hombres se les mataba, normalmente crucificados, y las mujeres y niños eran esclavizados, siendo estos últimos islamizados a la fuerza. En algunos casos, los hombres y jóvenes que se libraban de la muerte trabajaban como esclavos en sus antiguas tierras, cultivadas ahora en provecho de sus nuevos señores.
Los conquistadores también se reforzaron ofreciendo la libertad a los esclavos que se convertían al islam. Estos, sin embargo, debían jurar fidelidad al clan tribal del jefe militar que los liberaba, e integrarse en su ejército. Musa no estableció ninguna modificación en los impuestos, los cuales seguirían recaudándose en igual forma que hasta entonces, pero su importe lo recibía el wali musulmán de Hispania (éste era el título que utilizaba Musa). Con Musa, la legislación antijudía desapareció, lo que también le granjeó el apoyo de esa comunidad.
Musa dejó al frente del ejército en España a su hijo Abd el-Aziz ibn Musa (Abdelaziz), quien tras reconquistar a la sublevada Sevilla, permaneció en ella y la convirtió en la primera capital de Al-Ándalus, actuando desde ella como wali. Con él se quedó el grueso del botín. Aunque una parte estaba destinada a cubrir los gastos de la administración y de la guerra, la mayoría se mantenía para su reparto entre las tropas cuando se licenciasen al final de la campaña, con reserva de un quinto (llamado jums) para el califa. Este reparto, a causa de lo lento de la conquista, aún tardó varios años.
Mientras, el rey visigodo Agila II, tras haber resistido la fuerte acometida de Táriq, mantenía el control de la actual Cataluña, más algunas zonas adyacentes y la provincia goda de Septimania. El propio Arzobispo de Toledo, Sinderedo, que como ya dijimos abandonó la capital, se unió a él para reforzar su autoridad como heredero de Rodrigo, por el sentido simbólico legitimador que su presencia y apoyo tenía para la monarquía visigoda.
Agila II ejercía su dominio en una zona muy compacta geográficamente y de reducido tamaño, lo que facilitaba su defensa. Además, eran dos provincias visigodas (parte de Iberia y Septimania) con una urbanización y con una demografía superiores a la media del territorio visigodo; demografía que se vio reforzada con la emigración de quienes huían de las acciones guerreras procedentes de otras zonas de la península.
Abd el-Aziz, con el fin de dotarse de mayores medios económicos para continuar las campañas, estableció un sistema de impuestos por capitación (gizya), o pago fijo anual por persona, aplicable sólo a los no musulmanes, que era utilizado en todos los países conquistados por los musulmanes. De esta manera, además de forzar las conversiones de cristianos al islam, pretendía obtener una capacidad financiera propia para continuar la conquista sin necesidad de recurrir al botín y al pillaje.
Abd el-Aziz también se dedicó a eliminar los focos de resistencia existentes en el centro y sur de la península, tanto en centros urbanos como en las zonas montañosas, con el fin de asentar su control en el extenso territorio que ya había conquistado, y evitar situaciones de peligro en su retaguardia. Así, durante el año 713 avanzó por la Bética oriental, sometiendo de nuevo Málaga y Granada, que se habían sublevado, y siguiendo por Guadix hasta llegar a Lorca y Orihuela, en el sureste peninsular.
Para extender el control musulmán en la península, y dado lo limitado de sus fuerzas militares, Abd el-Aziz, además del recurso de la fuerza, estableció también acuerdos y alianzas en determinadas regiones con los nobles visigodos. Aunque estos acuerdos, en general, no se respetaron por los musulmanes mucho tiempo, sirvieron para posibilitar y facilitar la conquista, que de otro modo habría sido aún más larga y costosa.
Así, por ejemplo, el 5 de abril de 713, firmó un acuerdo con el conde Teodomiro, gobernador de Orihuela y de una extensa demarcación a su alrededor. El tratado suscrito fue del tipo que los musulmanes llaman ‘ahd, que no solo respetaba los bienes (como el ya citado de tipo sulh), sino que otorgaba una más o menos extensa autonomía de gobierno. Este Teodomiro era un noble con fama de culto y con prestigio de buen guerrero, que había rechazado un intento de invasión bizantina (quizás la flota que huyó de Cartago tras su conquista por los musulmanes) en las costas de Cartagena en tiempos del rey Egica, anterior a Witiza.
En el acuerdo antes citado, siete ciudades, de las cuales hoy solo son reconocibles por su nombre Orihuela, Alicante, Elche, Mula, Villena y Lorca, mantenían sus propios señores y gobierno, no serían molestados en el ejercicio de su religión (no olvidemos que el Islam prohíbe las prácticas religiosas externas de otras religiones) y no serían destruidas sus iglesias, algo que solía ocurrir durante la conquista musulmana. En Córdoba la iglesia principal, la iglesia de San Vicente, fue repartida en dos zonas, la mitad para prácticas del rito cristiano y la otra mitad para el musulmán. Esta medida fue revocada en tiempos de Abderramán 50 años después, cuando derribó la iglesia y empezó a erigir la gran mezquita de la ciudad.
A cambio de esa autonomía, los vencidos se sometían al dominio del Califa, jurando ser fieles y sinceros con el walí, y se comprometían a no dar apoyo a los rebeldes contra dicha ocupación, así como a pagar un tributo anual fijo por cada persona, libre o esclava, no musulmana (la gizya antes citada). Este tributo era parte en especie (trigo, cebada, mosto, vinagre, miel y aceite) y otra parte en metálico, consistente en un dinar (moneda de oro musulmán equivalente al «sueldo» visigodo) por persona libre. Por cada esclavo se estipulaba medio pago.
En Orihuela se estableció una guarnición musulmana y se enviaron destacamentos a diversas ciudades de la antigua provincia. Cartagena no formaba parte del enclave, sino que fue ocupada directamente por los musulmanes, dada la gran importancia estratégica de su puerto. Este enclave continuó su autogobierno con Teodomiro hasta el año 743, en que fue sucedido por su hijo Atanagildo; y de la riqueza de la zona se tiene noticia antes de 754. No obstante, el estatus de autonomía de que gozaron sus tierras fue suprimido antes de 780 bajo Abderramán I.
Desde esta zona del sureste, Abd el-Aziz se dirigió por la costa para controlar todo el Levante, sometiendo Valencia y Sagunto. Por el otro extremo, y partiendo también desde Sevilla, en la campaña del año 714, el propio Abd el-Aziz sometió Huelva, Faro, Beja, Évora, Santarem y Lisboa; y alcanzó un acuerdo de tipo ‘ahd en una amplia zona al norte de Coímbra. Con ello, se consolidó también el dominio en la limítrofe Galicia, muy endeble hasta esa fecha. En ese mismo año murió el rey visigodo Agila II, que fue sucedido por Ardo; si bien algunos historiadores sitúan su muerte en el año 713 (puede que coincidiendo con la campaña musulmán de levante, antes citada).
Abd el-Aziz instaló la sede del gobierno omeya en Sevilla (tras su segunda conquista). Esto rompía la política tradicional de los árabes, que consistía, como ocurrió en Persia, Egipto o África del Norte, en degradar los anteriores centros de gobierno y gobernar desde un nuevo centro. Sin embargo, el escaso número de los musulmanes en España y la continuidad de las acciones guerreras de conquista impidieron que, como en esos otros países, se pudiese construir una nueva ciudad para el gobierno.
Por ello, como alternativa a Toledo se optó por Sevilla, ciudad que había sido capital de provincia con los visigodos, y que incluso fue capital del reino godo por algún tiempo en el pasado. Esto cuadraba más con la política pactista de Abd el-Aziz. Pero había también razones estratégicas, propias de un tiempo de conquista: Sevilla es una ciudad cercana al mar y al estrecho y, por tanto, desde donde poder recibir refuerzos más rápidamente.
Con estos acuerdos y el trabajo de desarrollar una administración estable, 715 fue un año sin campañas, en el que Abd el-Aziz se dedicó a asentar el poder de los conquistadores, sin arrebatar nuevas tierras el rey visigodo Ardo. Además, tras cuatro años de guerra era necesario recomponer el ejército y las finanzas, recoger todas las cosechas y permitir que se recuperaran tanto el país como las tropas invasoras. No salieron ejércitos en primavera para realizar nuevas conquistas, y Abd el-Aziz organizó otros planes igualmente efectivos.
Dentro de su política de asentar lo conquistado mediante alianzas y acuerdos, Abd el-Aziz contrajo matrimonio con Egilo (también citada en algunas fuentes como Egilona), viuda del rey Rodrigo, con quien tuvo un hijo, llamado Asim. Convertida al islam (aunque según sus críticos musulmanes, sólo en apariencia), cambió su nombre por el de Umm ‘Asim (madre de Asim).
Esto atrajo a otros nobles visigodos, que abandonaron así la resistencia. Algunos de ellos incluso se convirtieron al islam, para no tener que pagar impuestos por las propiedades que habían logrado conservar (de hecho, los nobles de ascendencia goda estaban también exentos de tributos en la época visigoda), y para mantener su estatus e influencia mediante nuevas relaciones de clientela política con los jefes de los conquistadores.
FINAL DEL PROCESO DE CONQUISTA.
El califa Omar II, en 718, un año después del inicio de su reinado, estudió el abandono de las conquistas en Hispania. Aunque se desconocen los motivos exactos, estas dudas parece que tenían que ver porque la continuidad de las acciones bélicas proporcionaban escasos ingresos, pues se los comía el gasto de sostener un numeroso ejército; por lo lejano de las operaciones, con comunicaciones difíciles; y por la fragilidad aún existente de la conquista.
Un hecho importante para estas dudas del Califa fueron también los primeros enfrentamientos en la península entre los bereberes del norte de África, recién islamizados, y los árabes[cita requerida]. Los segundos veían a los primeros como musulmanes de segunda, y estos habían recibido una parte muy pequeña del botín. Los aproximadamente 35 000 soldados bereberes no se sentían bien pagados, y entre 716 y 718 hubo dos nuevas migraciones de bereberes hacia la península, lo que aumentó gravemente la tensión entre los dos pueblos. Finalmente, sin embargo, Omar II optó por continuar en España y nombrar un nuevo gobernador, al-Samh ben Malik (718–721).
Éste lo primero que hizo fue una especie de catastro o registro de ingresos imponibles, para clarificar las fuentes y capacidades del fisco y aumentar así su rendimiento. A continuación hizo una distribución del botín, que aún estaba pendiente de dividir. Este reparto del botín tenía un efecto político y psicológico, pues mostraba a las claras que la decisión tomada por Omar II de permanecer en la península era definitiva.
Con el reparto se asignaron propiedades y bienes a la hacienda pública, y se distribuyeron otras tierras entre los conquistadores, a fin de calmar sus enfrentamientos. Incluso parte de los terrenos correspondientes al Califa por jums fueron entregados en usufructo, por decisión de Omar II, a cambio de un pacto feudal. Con todo ello, se consiguió reducir la tensión entre los conquistadores bereberes y árabes[cita requerida]. Pero aun en esto se notó el diferente trato hacia los bereberes, que fueron asentados en las laderas de los sistemas cantábrico y central, y en las montañas andaluzas, mientras que los terrenos más fértiles del sur fueron para contingentes árabes[cita requerida], procedentes de Siria y Egipto.
Nada más hecho esto, continuó las acciones militares y llegó hasta Septimania en la primavera de 719. En el año 720, Perpiñán y Narbona fueron capturadas, matando a todos los hombres y esclavizando mujeres y niños; y estableciendo una guarnición permanente en esta última ciudad. En ese mismo año murió, quizás en alguna campaña, el último rey visigodo, Ardo.
Al-Samh continuó sus conquistas en el sur de la Galia, contra las pocas ciudades de la Septimania aún libres, atacando incluso ciudades de otros reinos que apoyaban a los visigodos, como Toulouse en 721. Allí fue derrotado y muerto por el duque Eudo (o Eudes) de Aquitania, que fue a socorrer dicha población.
El ejército musulmán eligió allí mismo como gobernador a Al-Gafiqi (721–722), que llevó como pudo los restos del ejército hasta Narbona, evitando el acoso desde la fortaleza de Carcasona, aún sin conquistar. El Walí de Ifriqiya, Bishr Ubn Safwan, lo ratificó provisionalmente, pero sólo ocupó su puesto durante un año, en que intentó recuperarse de la derrota, reorganizando el ejército y consolidando la administración del territorio recién conquistado. Al-Gafiqi, sin embargo, volvió a ser nombrado gobernador años más tarde, en el 730.
En el año 722 el Walí de Ifriqiya nombró finalmente un nuevo gobernador, Anbasa ibn Suhaym al-Kalbi, que no continuó las acciones militares hasta reforzarse internamente. Durante tres años solo se realizaron incursiones a pequeña escala bajo el mando de sus subordinados militares. Como anteriormente, el objetivo inicial fue aumentar sus ingresos. El califato llevaba ya muchos años gastando dinero, y reclamaba que estas campañas no solo se autofinanciasen, sino que reportasen nuevas sumas a la hacienda califal.
Para ello, Anbasa subió de forma importante los impuestos sobre la población no musulmana (las crónicas hablan incluso de que los duplicó). También reforzó su poder mediante un control más directo de las zonas que habían llegado a acuerdos con Abd el-Aziz: algunas vieron desaparecer su autonomía, y todas aumentaron de forma importante sus pagos fiscales a la hacienda musulmán.
Con todo esto, en el año 724 organizó un fuerte ejército. Aún quedaban sin conquistar algunas ciudades del reino visigodo, ahora dirigidas por la aristocracia local. Todas cayeron en esta campaña: comenzó con Carcasona, en 724, y acabó en Nimes, punto extremo del dominio visigodo en la Galia, en 725. Con ello se acababa la conquista del reino visigodo.
Pero ya antes (en una fecha incierta entre 718 y 722, aunque más probable esta última) había estallado la revuelta en Asturias contra los conquistadores, capitaneada por el noble visigodo Pelayo, que obtuvo una victoria en la denominada batalla de Covadonga. Lo más probable es que hubiera escaramuzas y pequeñas batallas en esos años, y la constante conflictividad interna de Al-Ándalus propició la consolidación de un movimiento insurreccional en la costa del Cantábrico. Hasta que en el 722, bajo el mandato de Anbasa, consiguieron hacer huir al gobernador musulmán de Asturias, con sede en la ciudad costera de Gijón, sin que volvieran a gobernar los musulmanes en esa zona, más o menos del tamaño y lindes de la actual Asturias. En la primera mitad del siglo se fue consolidando paulatinamente el reino de Asturias, al que seguirían más tarde la formación de otros núcleos en la zona oriental.
RECONQUISTA DE ESPAÑA.
Tras la invasión islámica, una minoría cristiana escapó al norte de la Península. Del núcleo asturiano surgió una monarquía cuyo poder les permitiría avanzar en los años siguientes hasta la línea del Duero entre Oporto y Simancas. En el año 718 se sublevó un noble llamado Pelayo (718-37). Fracasó, fue hecho prisionero y enviado a Córdoba (los escritos usan la palabra «Córdoba», pero esto no implica que fuera la capital, ya que los árabes llamaban Córdoba a todo el califato). Sin embargo, consiguió escapar y organizó una segunda revuelta en los montes de Asturias, que empezó con la batalla de Covadonga de 722. Esta batalla se considera el comienzo de la Reconquista. La interpretación es discutida: mientras que en las crónicas cristianas aparece como «una gran victoria frente a los infieles, gracias a la ayuda de Dios»,[cita requerida] los cronistas árabes,[cita requerida] describen un enfrentamiento con un reducido grupo de cristianos, a los que tras vencer se desiste de perseguir al considerarlos inofensivos. Probablemente fuera una victoria cristiana sobre un pequeño contingente de exploración. La realidad es que esta victoria de Covadonga, por pequeñas que fueran las fuerzas contendientes, tuvo una importancia tal que polarizó en torno a Don Pelayo un foco de independencia del poder musulmán, lo cual le permitió mantenerse independiente en Oviedo e ir incorporando nuevas tierras a sus dominios. Con Alfonso I de Asturias (739-57)el reino se benefició de las dificultades de al-Andalus y de la inmigración de cristianos venidos del valle del Duero, que quedó prácticamente despoblado. Este aporte humano permitió a los reyes de Asturias ampliar sus dominios.
En cualquier caso, los árabes desistieron de controlar la zona más septentrional de la península, dado que en su opinión, dominar una región montañosa de limitados recursos e inviernos extremos no valía la pena el esfuerzo. Además, la fuerte resistencia de los francos en Aquitania y Septimania les impidió destinar fuerzas a la cornisa cantábrica. Los cristianos de la zona no representaban un peligro, y controlar el extremo más alejado supondría más costes que beneficios[cita requerida]. Las poblaciones astures y cántabras emprendieron una campaña de resistencia y depredación contra las tierras del Duero. El yerno de Pelayo, Alfonso I de Asturias (739-757) aprovechó la crisis interna del emirato de Córdoba para extender el control desde Galicia a Álava. La sorprendente expansión y consolidación del minúsculo reino con el largo reinado de Alfonso II (791-842), quien ya pudo vencer en batalla campal a los musulmanes, recuperó conscientemente la herencia visigoda (officium palatinum), favoreció la creación de monasterios y estableció la capital en Oviedo35, Ordoño I (850-66) y Alfonso III (866-910) pronto preocupó a las autoridades califales. Hubo sucesivas incursiones (en tiempos de Alfonso II, se hizo una cada año en territorio asturiano), pero el reino sobrevivió y se siguió expandiendo, con sonoras victorias, como la batalla de Lutos, Polvoraria y la toma de Lisboa en 798. La aparición del presunto sepulcro del apóstol Santiago en Compostela sirvió para fortalecer la identidad e ideología del reino.
El reino de Asturias era inicialmente de carácter astur y fue sometido en sus últimas décadas a una sucesiva gotificación debida a los inmigrantes de cultura hispanogoda huidos al reino cristiano del norte. Asimismo, fue un referente para parte del espacio cultural europeo con la batalla contra el adopcionismo al romper con el obispado de Toledo. El reino estuvo por épocas muy vinculado al de los francos, sobre todo a raíz del «descubrimiento» del supuesto sepulcro del apóstol Santiago. Esta idea «propagandista» consiguió vincular a la Europa cristiana con el pequeño reino del norte, frente a un sur islamizado. La emigración de clérigos mozárabes a Asturias permitieron crear la doctrina que consideraba al rey como heredero de los visigodos con derechos a avanzar hacia el sur sobre los territorios de Al-Andalus. Esta doctrina proporcionó a la nueva monarquía elementos propios de las tradiciones godas:
"Alfonso el Magno reinó cincuenta y un años. En el undécimo de su reinado fue depuesto por un rebelde y recluido en el monasterio de Ablaña. Liberado por un tal Teuda y otros fieles, fue repuesto en el trono del reino de Oviedo. Alfonso hizo en Oviedo una admirable iglesia de piedra y cal dedicada a San Salvador y los doce apóstoles y edificó la de Santa María con sus tres altares. Construyó igualmente la basílica de San Tirso, admirable edificio, y adornó cuidadosamente estas casas de Dios con arcos y columnas de mármol, oro y plata y lo mismo que hizo con los palacios del rey, las decoró con pinturas. Estableció en Oviedo todo el ceremonial de los godos, tal como se había desarrollado en Toledo, tanto en la organización de la Iglesia como en la del palacio".
Crónica albeldense, finales del siglo IX.
El foco pirenaico: formación de los reinos.
Se originó a partir de la resistencia carolingia (el caudillo franco Carlos Martel había rechazado la invasión musulmana de Aquitania en la Batalla de Poitiers en 732). Posteriormente su sucesor, Carlomagno, trató de hacer retroceder a los musulmanes mediante una expedición en el valle del Ebro, consiguiendo conquistar Barcelona y Gerona. Con todo, la expedición fue un desastre tras la derrota ante los vascones en la batalla de Roncesvalles, tal y como narra la Chanson de Roland. Tras este fracaso creó la Marca Hispánica como barrera defensiva (frontera militar del sur), que con el tiempo dio origen a otros focos cristianos en la península: el reino de Pamplona, los actualmente llamados condados catalanes, y los de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza.
MARCA HISPÁNICA.
El territorio situado entre el oriente de Navarra y el mar se dividió en condados sometidos a los francos. Los condados catalanes fueron divisiones de la zona occidental Marca Hispánica y los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza ocupaban la zona intermedia. Fue una zona de contención militar que tomaron los francos para frenar las incursiones sarracenas. Si bien la intención inicial de estos era llevar las fronteras hasta el Ebro, la Marca quedó delimitada por los Pirineos en el norte y por el Llobregat en el Sur. Los francos favorecieron la llegada de mozárabes, entre los que surgió con el tiempo un sentimiento contrario al dominio franco. Con el tiempo se independizó del dominio franco con condes como Wifredo el Velloso, que en el año 874 reunió y gobernó de forma autónoma los condados catalanes para legarlo luego a sus descendientes38 como Borrell II (947-92) y Ramón Borrell (992-1018)31, y Aznar Galíndez, conde de Aragón desde 809 hasta 820. .
En la zona de los posteriormente denominados condados catalanes, el Condado de Barcelona se convirtió muy pronto en el condado dominante de la zona. Con el tiempo, tras la unión dinástica entre el Reino de Aragón y el conjunto de condados vinculados al de Barcelona, daría origen a la Corona de Aragón. Posteriormente, los dominios de esta corona se extendieron hacia el sur y el Mediterráneo.
El avance de los reinos cristianos en la península ibérica fue un proceso lento, discontinuo y complejo en el que se alternaron períodos de expansión con otros de estabilización de fronteras y en el que muchas veces diferentes reinos o núcleos cristianos siguieron también ritmos de expansión distintos, a la vez que se remodelaban internamente a lo largo del tiempo (con uniones, divisiones y reagrupaciones territoriales de signo dinástico); y a la vez que, también, cambiaba internamente la forma y fuerza del poder musulmán peninsular al que se enfrentaban (que experimentó diversas fases de poder centralizado y períodos de disgregación).
Asimismo la expansión conquistadora estuvo salpicada de continuos conflictos y cambiantes pactos entre reinos cristianos, negociaciones y acuerdos con poderes regionales musulmanes y, puntualmente, alianzas cristianas más amplias contra aquellos como la que se dio en la Batalla de Simancas (939), que aseguró el control cristiano del Valle del Duero y del Tormes; o la más sonada (por su excepcionalidad) y de más amplios vuelos en la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212, que supuso el principio del fin de la presencia almohade en la península ibérica. El estudio de tan dilatado y complejo proceso pasa por el establecimiento de diferentes fases en las que los historiadores han establecido perfiles diferenciados en los ritmos y características de conquista, ocupación y repoblación.
Siglos VIII-X
Derrotado el reino visigodo de Toledo entre el año 711 y el 714, al margen de la invasión solo queda una estrecha franja montañosa en el norte peninsular. El principal esfuerzo de estos primeros núcleos de resistencia hasta el siglo x irá dirigido a consolidar nuevas estructuras político-institucionales sobre unas realidades socio-económicas en transformación (el asentamiento masivo de población huida del avance musulmán), configurando las bases del feudalismo en la Península. Al Oeste se afianzó el reino asturiano, extendiéndose entre Galicia, el Duero y el Nervión. Al Este la Marca defensiva carolingia germinará en diferentes núcleos cristianos pirenaicos. Su precaria situación quedará demostrada durante el reinado de Abd al-Rahman III (912-961), cuando reconozcan la soberanía del Califato, convirtiéndose en Estados tributarios.
Durante el siglo IX y a comienzos del x los territorios cristianos asistieron a un incremento de la población y desarrollo de la colonización y explotación de tierras. Los avances de las consuistas fueron lentos al principio durante los últimos años de Alfonso II (Brañosera 824), para acelerarse con posterioridad desde mediados del siglo ix durante los reinados de Ordoño I y Alfonso III (Braga, Tuy, Astorga, León, Amaya, Briviesca, Miranda, Oporto (868), Simancas (889) y Zamora (893). En la zona castellana serían incorporadas a territorio cristiano: Clunia, Roa, San Esteban de Gormaz (912) y Osma. En el año 914 durante el reinado de Sancho Garcés I se añadiría la zona alta de la Rioja.
Asturias.
El avance sobre el valle del Duero a lo largo del siglo IX parece confirmar la visión goticista iniciada con Alfonso III el Magno (866-910). En el año 856 se produce la toma de León, siendo la nueva sede de los monarcas para administrar mejor los nuevos territorios. Con Alfonso III la frontera quedó fijada en el Duero gracias a la política de colonización de habitantes de las montañas y huidos cristianos de la zona islámica. Las tierras de repoblación pasan a ser propiedad de los labriegos en lo que se conoce como presuras. Estos campesinos llevaban una vida rudimentaria, fundamentalmente ganadería y agricultura en torno a pequeños núcleos. El Reino de Asturias tuvo varias escisiones. La primera a la muerte del rey Alfonso III el Magno, que repartió sus dominios entre tres de sus cinco hijos: García, Ordoño y Fruela. Estos dominios incluían, además de Asturias, el condado de León, el de Castilla, el de Galicia, la marca de Álava y la de Portugal (que entonces era solo la frontera sur de Galicia). García se quedó León, Álava y Castilla, fundando el Reino de León. Ordoño se quedó Galicia y Portugal, y Fruela se quedó Asturias.
Reino de León.
En la primera mitad del s. x se llegó a superar la línea del Duero, avanzando hasta Salamanca y Coimbra. En la zona oriental del Duero se produjeron choques más duros contra los musulmanes, entre los que destacamos la derrota de las fuerzas conjuntas de Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Pamplona en la Valdejunquera (920) contra el entonces todavía emir Abderramán III y la victoria de Ramiro II (931-951) en Simancas (939). Ramiro II repobló Sepúlveda y la cuenca del Tormes. A Ordoño III de León (951-956) sucede Sancho I (956-958) por presiones de la facción navarra, cuya influencia culmina con Ramiro III.
El avance cristiano al sur del Duero no terminó consolidándose a causa de la reunificación de al-Andalus por Abderramán III, que en el año 929 se autoproclamó califa iniciando el Califato de Córdoba. Será en esos años bajo su gobierno que la zona islámica peninsular alcanzó su cénit político, económico y cultural. El territorio cristiano sufrió ataques con las aceifas de Almanzor, canciller del Califato de Córdoba y hayib o chambelán del califa Hisham II (976-1009). Se perdieron todas las plazas situadas al sur del Duero y la mayoría de las ciudades importantes del norte peninsular como Santiago, León o Barcelona sufrieron asaltos y daños importantes.
Castilla.
Castilla (territorium Castellae) fue mencionada por primera vez en un documento en el año 800. Era la zona más oriental de León y expuesta a las incursiones islámicas del valle del Ebro y se correspondía al valle alto del río Trueba, al norte de la provincia de Burgos y al pie de la Cordillera Cantábrica. Se trataba de un condado poblado fundamentalmente por vascones cristianizados que había ido adquiriendo autonomía a medida que declinaba el poder de los reyes de León. Se fue consolidando un estilo de vida propio de la zona de frontera: una sociedad fuertemente jerarquizada en lo militar (con unos condes muy autónomos con respecto al poder de los reyes de León), habituada a la guerra y al botín por un lado y a las relaciones mercantiles con al-Andalus por otro. Se independizó de León con Fernán González (930-970) tras la muerte de Ordoño III en el año 951. La expansión castellana, tan pronto guerrera como pacífica, tuvo como resultado lejano la construcción de un amplio conjunto de territorios desde el Atlántico al Mediterráneo. En su avance hacia territorios despoblados del sur durante los siglos IX X se definirán dos zonas: «Castilla Vieja», que correspondería con los territorios al norte del Duero, y lo que quedaría al sur hasta la Cordillera Central o Extrema Dorii, que durante mucho tiempo conservará un derecho propio y unas instituciones urbanas particulares.
Navarra.
El Reino de Pamplona, posteriormente llamado Reino de Navarra, tuvo como origen la propia familia gobernante, que había pactado la expulsión de las tropas francas de Pamplona con los muladíes de Tudela, la familia Banu Qasi38. Su primer rey fue Íñigo Arista (820-851). Tras él, el nuevo reino mantiene la autonomía con García Íñiguez (851-70) y Fortún Garcés (870-905)31. A principios del siglo x, la familia Jimena sustituye a la Arista y el primer rey es Sancho Garcés I (905-26), que tiene un gran éxito militar[cita requerida]. Le seguirán García Sánchez I (926-70), Sancho Garcés II (970-94) y García Sánchez II (994-1000). La economía del reino está basada findamentalmente en la agricultura y el pastoreo con algunos contactos comerciales con los musulmanes31. Pamplona llegó a controlar lo que actualmente es Navarra (su origen), La Rioja (llamado entonces «Reino de Nájera») y lo que en la actualidad es el País Vasco38, y a unir dinásticamente los condados de Castilla, dependiente de León pero muy autónomo, y Aragón (tras haberse constituido como dinastía hereditaria con el conde Aznar Galíndez), Sobrarbe y Ribagorza en los Pirineos en tiempos de Sancho el Mayor (1004-1035). A su muerte legó su reino patrimonial (el Reino de Pamplona) a García Sánchez III de Pamplona (1035-54), a quien de jure deberían estar subordinados los tenentes de las otras zonas de su reino: Fernando, que recibió el condado de Castilla; y Ramiro, que recibió el condado de Aragón para después hacerse independiente tras anexionarse Sobrarbe y Ribagorza en 1045, condados que habían sido heredados por el menor de los hermanos, Gonzalo45.
Referencia a Sancho Garcés I en la Crónica albeldense (881):
"En la era 944 [año 906] surgió en Pamplona un rey de nombre Sancho Garcés. Fue hombre de inquebrantable veneración a la fe de cristo, piadoso con todos los fieles y misericorde con los católicos primidos. ¿A qué decir mucho? En todas sus acciones se mostró magnífico guerrero contra las gentes de los ismaelitas; causó múltiples desastres a los sarracenos. Este mismo conquistó, en Cantabria, desde la ciudad de Nájera hasta Tudela, todas las plazas fuertes. Desde luego la tierra de Degio, con sus villas, la poseyó entera. La tierra de Pamplona la sometió a su ley, y conquistó asimismo todo el territorio de Aragón con sus fortalezas. Luego, tras eliminar a todos los infieles, el vigésimo año de su reinado partió de este mundo".
Crónica albeldense (s.XI)
Siglos XI y XII.
La disgregación del Califato en una treintena de (Taifas) coincidirá con la reorganización y consolidación política de los reinos hispano-cristianos y facilitará un lento avance cristiano por la Meseta norte y el valle del Ebro. Ello será financiado con las imposiciones tributarias (Parias) a que sometieron a los reinos musulmanes tanto Fernando I de Castilla y León (1035-1065), como Sancho Garcés IV de Pamplona (1054-1076), Sancho Ramírez de Aragón (1064-1094) o Ramón Berenguer I de Barcelona (1935-1976) convirtiéndolos virtualmente en protectorados. Es un período de europeización, con la apertura a las corrientes culturales continentales (Cluny, Cister) y la aceptación de la supremacía religiosa de Roma. La guerra con al-Andalus se plantea ya como una guerra de reconquista, provocando que la frontera adquiera un carácter de provisionalidad permanente. El avance castellano-leonés (Toledo, 1085) provocó sucesivas invasiones norteafricanas –Almorávides y Almohades- que evitaron el colapso de la España musulmana. La repoblación entre el Duero y el Tajo se sustenta en colonos libres y concejos con amplia autonomía (fueros), mientras que en el Ebro los señoríos cristianos explotarán a la población agrícola musulmana.
ARAGÓN.
El Reino de Aragón tiene su origen en un condado procedente de la Marca Hispánica. Se uniría debido al enlace dinástico de Andregoto Galíndez con García Sánchez I en el año 943 al de Pamplona. Con Sancho II Tras la muerte de Sancho III de Navarra en 1035, legó a su hijo Ramiro (1035-63) el dominio del condado de Aragón, que se emanciparía45 y, tras anexionarse los condados de Sobrarbe y Ribagorza, cuyo gobierno había correspondido a un adolescente Gonzalo a su muerte en 1045, Ramiro I establecería un reino de facto que comprendía los tres antiguos condados y ocupaba los Pirineos centrales. Poco después, en 1076 a la muerte de Sancho el de Peñalén, llegó a anexionarse Navarra, aunque tras la muerte de Alfonso I el Batallador la unión se deshizo. Por esa época, tras una dura lucha con las taifas de Zaragoza, el reino aragonés llegó al Ebro, conquistando la capital en 1118.
Navarra
Incluye Castilla, León, Navarra y el bajo Aragón. Entre los años 1000-35, Sancho el Mayor somete a la Iglesia a Roma con la reforma benedictina con Cluny como referencia. Tras García Sánchez (1035-54) el reino se divide entre castellanos y aragoneses.
Castilla
Tras ser un condado hereditario con Fernán González (923-970), pasa a ser un reino con Fernando I (1032-1065). Le siguen Sancho II (1065-72) y Alfonso VI (1072-1109). Auge del románico.
Siglos XIII y XIV.
La alianza entre los reinos cristianos (Navas de Tolosa, 1212) logra el definitivo derrumbe del Al-Andalus, conquistando con gran celeridad el sur peninsular (salvo Granada), destacando la Batalla del Estrecho donde entran en juego el último pueblo norteafricano que intervienen en la Península, los Benimerines. Una expansión protagonizada por las coronas de Castilla y Aragón generará determinados problemas: la absorción de un enorme volumen territorial y poblacional. En Andalucía y Murcia, la imposición de grandes señoríos –nobles guerreros y órdenes militares- y la expulsión de las poblaciones autóctonas –agrícolas y artesanas- derivará en la decadencia económica del territorio. En Valencia y Alicante, los señoríos cristianos, de menor extensión, se superpondrán a una población musulmana que mantendrá la prosperidad económica. Problemas solapados con la crisis económica del siglo xiv y las guerras civiles que desangraron a los reinos castellanos bajomedievales. De esta forma se consolida España como la nación que por excelencia resistió y contuvo los ataques musulmanes en Occidente, siendo el Reino de Hungría el guardián de Europa en el Este ante la llegada de los turcos.
Comentario de Antonio Ubieto Arteta sobre la Batalla de Las Navas de Tolosa, en el año 1212, que abrió a los reinos cristianos el acceso al valle del Guadalquivir:
La batalla se riñó el día 16 de julio de 1212, y los cristianos utilizaron la misma táctica que los almohades habían empleado por vez primera en Alarcos. El Miramamolín (emir-Al-muminin, o sea emir de los creyentes) almohade huyó a uña de caballo, y aquella misma noche llegó a Jaén. El botín cogido por los cristianos es incalculable. Basta señalar que el precio del oro se hundió inmediatamente en las ferias de Champaña y que el rey Sancho VII el Fuerte se convirtió a partir de esa batalla en el más acaudalado banquero del mundo occidental. Sus fabulosos préstamos se hicieron a base del oro cogido en esta batalla. Si económicamente la batalla fue un desastre para el mundo musulmán, desde el punto de vista demográfico prácticamente desapareció su ejército. Las cifras que dan los cronistas cercanos a los acontecimientos son muy dispares, pero parece que murieron entre cien mil y ciento cincuenta mil soldados musulmanes. Aunque no se conocen los efectivos numéricos del ejército musulmán, es evidente que las bajas sufridas fueron casi el total de las gentes capaces de llevar armas. Una masa tan considerable de cadáveres insepultos, sobre los que actuó el calor andaluz del verano, produjeron inmediatamente una epidemia de disentería, que impidió a los cristianos ocupar todo el reino musulmán. Es más, las escasas ciudades que tomaron inmediatamente, o que quedaron vacías por la huida de los musulmanes (Úbeda, Baeza), se tuvieron que abandonar. Sólo faltó que el siguiente año 1213 fuese de sequía, escasez y hambre para que la consecuencia lógica del éxito de las Navas de Tolosa no pudiese llevarse a efecto.
Ubieto, A. y otros: Introducción a la Historia de España. Barcelona, 1972
Aragón.
Unión dinástica, con el matrimonio de Petronila (hija única del rey de Aragón, años 1157-64) y Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona ( 1131-62), lo que conformó la Corona de Aragón, que agrupaba al Reino y a los Condados, si bien cada territorio mantuvo sus usos y costumbres consuetudinarios.
La Corona acabaría por unificar con el tiempo lo que hoy es Cataluña, arrebatando a los árabes el resto de Cataluña, la Cataluña Nueva, y anexionándose los restantes territorios.
Es de todos conocido que yo Ramiro, por la gracia de Dios rey de los aragoneses, di mi hija a Ramón, conde de los barceloneses junto con todo el honor de mi reino. Ahora también, con libre voluntad y fuerte ama de corazón, quiero, ordeno y mando a todos mis hombres, caballeros, clérigos y peones, que los castillos y fortificaciones y todos los demás honores los tengan y posean aquí adelante por el mismo conde Ramón como por rey deben tener y poseer, y que le guardan obediencia y fidelidad continuamente en todas las cosas así como rey. Y para que contra esto nada pueda ser pensado o maquinado por nadie, le dé, otorgue y concedo todo lo que me había reservado en esa misma carta de donación que le había hecho primero, en entregarle mi hija. Yo, Ramiro, rey de los aragoneses doy y otorgue todo lo que he mencionado, y se lo ratifique firmemente al citado Ramón, conde de los barceloneses, para que el que ahora le dé y lo que ya tenía lo retenga perpetuamente a mi servicio y fidelidad.
Contrato de esponsales entre el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV y Petronila de Aragón (1137)
Castilla.
Los condes de Castilla extendieron su control sobre Álava y Guipúzcoa, incorporada en el siglo XIII. Ambos territorios conservaron su lengua y amplia autonomía. Vizcaya sería incorporada a Castilla en el año 1379, conservando también sus fueros.
Siglo XV
La supervivencia del Emirato de Granada responde a varias razones: su condición de vasallo del rey castellano, su conveniencia para este como refugio de población musulmana, el carácter montañoso del reino (complementado con una consistente red de fortalezas fronterizas), el apoyo norteafricano, la crisis castellana bajomedieval y la indiferencia aragonesa (ocupada en su expansión mediterránea). Además, la homogeneidad cultural y religiosa (sin población mozárabe) proporcionó al Estado granadino una fuerte cohesión. Su desaparición a finales del siglo xv –además de por sus interminables luchas dinásticas- se ensarta en el contexto de la construcción de un Estado moderno llevado a cabo por los Reyes Católicos a través de la unificación territorial y el reforzamiento de la soberanía de la Corona.
Aragón y Castilla.
Sicilia es incorporada a la Corona de Aragón en el año 1479. Esta anexión coincide con las políticas de acercamiento para la unión de Castilla y Aragón con el matrimonio en el año 1469 entre Isabel I [1451-1504] y Fernando I [1452-1516]. Los Reyes Católicos desarrollarán una política interior autoritaria donde destacamos: Incorporación de los maestrazgos de las Órdenes militares a la Corona, disminución de la autonomía de los municipios con el nombramiento de los corregidores y de las facultades de las Cortes, reforzamiento o ampliación de los Consejos, creación de la sala de Contadores (Hacienda), reforma militar (nuevos reclutamientos), mejora de la seguridad pública con la Santa Hermandad y reforma de la justicia. El 2 de enero de 1492 se produjo la toma de Granada, dando fin al último reino islámico de la Península Ibérica. El 31 de marzo de ese mismo año se produjo la expulsión salvo bautismo de los judíos. Los conversos darán lugar a una nueva minoría llamada criptojudíos perseguidos por el Santo Oficio.
LA REPOBLACIÓN.
En paralelo al avance militar se produjo un proceso de repoblación, con el asentamiento de población cristiana, que podía provenir de los núcleos septentrionales (de tierras montañosas, pobres y superpobladas), de las comunidades mozárabes del sur que emigraban al norte durante las coyunturas de incremento de la represión religiosa (al arte mozárabe se le denomina también arte de repoblación), e incluso de zonas de la Europa al norte de los Pirineos (a los que genéricamente se llamaba francos). Las modalidades de asentamiento de esa población varió en sus características según la forma en que se hubiera producido la conquista, el ritmo de la ocupación y el volumen de la población musulmana preexistente en el territorio a repoblar. En las zonas que sucesivamente fueron frontera entre cristianos y musulmanes, nunca hubo un "vacío demográfico" o "zona despoblada", a pesar de que algunos documentos (que así lo pretendían, justificando de ese modo la legitimidad de las apropiaciones) dieron origen al concepto de "desierto del Duero", acuñado por la historiografía de comienzos del siglo xx (Claudio Sánchez Albornoz).
La llegada de los repobladores cristianos se testimonia arqueológicamente no solo en lo más evidente (edificaciones religiosas o enterramientos), sino con cambios en la cultura material, como la denominada cerámica de repoblación.
Sirviendo como hitos divisores los valles de los grandes ríos que cruzan la Península de este a oeste, se han definido ciertas modalidades de repoblación, protagonizadas cada una por distintas instituciones y agentes sociales en épocas sucesivas:
Entre la Cordillera Cantábrica y el Duero. En una verdadera "cultura de frontera", el rey atribuye durante los siglos viii y xi tierras deshabitadas a hombres libres que debían defenderse a sí mismos en un entorno inseguro, y ocupar la tierra que ellos mismos iban a cultivar (presuras). Un proceso en cierta forma similar se denomina aprisio en los núcleos pirenaicos. A medida que la frontera se alejaba hacia el sur, la independencia inicial que caracterizó el espíritu del condado de Castilla (caballeros-villanos, behetrías) se fue sustituyendo por formas más equiparables al feudalismo europeo, con el establecimiento de señoríos monásticos y nobiliarios. De acuerdo con el historiador Ladero Quesada, el siglo x fue «clave en el proceso de colonización de las tierras así incorporadas, cuya población anterior debía ser muy escasa y carente de organización». Y Ladero añade «el proceso colonizador era parte de la expansión dinámica de una sociedad coherente o en camino de adquiriri esa coherencia hasta hacerla cristalizar tanto en formas de poblamiento como en formas de pensamiento y organización comunes»
Entre el Duero y el Sistema Central. En los siglos xi y xii se establecieron concejos municipales a los que se atraía a la población mediante el establecimiento de sustanciales privilegios colectivos fijados por escrito en cartas aforadas (cartas pueblas o fueros). Estas ciudades ejercían el papel de verdaderos señores colectivos sobre el campo circundante (alfoz) con el que formaban comunidades de villa y tierra: Salamanca, Ávila, Arévalo, Segovia, Cuéllar, Sepúlveda, Soria, etc.
En el Sistema Ibérico, en el solar de la antigua Celtiberia, se establecen a partir de 1131 instituciones que en un principio son similares a las comunidades de villa y tierra, pero que en pocos años se independizan de las ciudades de las que son vasallas constituyéndose en el Reino de Aragón las comunidades de aldeas en la Extremadura aragonesa con amplias libertades para sus pobladores y con representación en Cortes.
Valle del Tajo. Sin mucha aportación nueva de repobladores, se mantuvo gran parte de la población autóctona de la Taifa de Toledo (una zona densamente poblada). Se inició desde la conquista de Toledo (1086) y de forma simultánea a la repoblación del espacio más al norte, con la que comparte formas jurídicas equivalentes: Talavera, Madrid, Guadalajara, Talamanca, Alcalá de Henares, etc. Cada comunidad definida por su origen étnico-religioso (judíos, musulmanes, mozárabes y castellanos) contó con un estatuto jurídico particular. Tras la invasión almorávide se expulsó a los musulmanes, castellanizándose el reino. La sede arzobispal toledana se enriqueció con las propiedades de las mezquitas y la adquisición de otras, particularmente de familias mozárabes (mesa arzobispal de Toledo, montes de Toledo).
Valle del Ebro. Durante la primera mitad del siglo xii, los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosa mantienen la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio oleadas de mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo el sistema del repartimiento, ocupando las casas abandonadas.
Cuencas medias del Guadiana, del Júcar y del Turia. Entre finales del siglo xii y principios del xiii, el rey concede a las órdenes militares españolas grandes señoríos (encomiendas), principalmente en Extremadura, La Mancha y El Maestrazgo. Alrededor de sus castillos se asientan poblaciones campesinas con libertades muy recortadas, no configurándose concejos de relevancia.
Valles del Guadalquivir y del Segura, llanura litoral valenciana e islas Baleares. Durante el siglo xiii se realiza mediante repartimientos de donadíos (grandes extensiones concedidas a los más altos nobles, funcionarios, órdenes militares e instituciones eclesiásticas) y heredamientos (medianas y pequeñas parcelas entregadas a caballeros de linaje, caballeros y peones). La población musulmana permaneció en las zonas castellanas hasta la revuelta mudéjar de 1264 y su posterior expulsión, que posibilitó el aumento de los grandes señoríos. En el reino de Valencia la población musulmana se mantuvo en las zonas rurales hasta la expulsión de los moriscos de 1609.
Repoblaciones emprendidas tras la toma de Simancas por Ramiro II, en 939. Sampiro fue un cronista del reino de León quien redactó la obra conocida Crónica de Sampiro, del siglo xi. Este texto tiene importancia debido a que la Crónica albeldense finaliza su relato en el año 883:
Después Abderramán, rey cordobés, se aproximó rápidamente a Simancas con un gran ejército. Nuestro rey católico, al oír esto, se dispuso a ir allí con un gran ejército. Y, después de combatir uno contra otro, el Señor dio la victoria al segundo día víspera de la fiesta de los Santos Justo y Pastor, fueron aniquilados 80.000 de ellos. También fue capturado allí mismo por los nuestros el mismo Abohahia, rey agareno, llevado a León y metido en prisión: porque mintió fue hecho prisionero por Don Ramiro, según el recto juicio de Dios. Pero aquellos que habían permanecido en su sitio, tomando un camino, se dieron a la fuga. Pero el rey persiguiéndolos en cuanto llegaron a una ciudad que se llama Alhandega, fueron alcanzados allí mismo por los nuestros y aniquilados. Pero el propio rey Abderramán escapó semimuerto. De allí los nuestros se llevaron muchos despojos, naturalmente oro, plata y vestidos de mucho valor. El rey ciertamente ya seguro, se dirigió a su casa en paz tras su gran victoria. Después, al segundo mes se dispuso a ir a las orillas del Tormes en expedición militar y allí pobló ciudades abandonadas. Estas son: Salamanca, antigua sede de campamento, Ledesma, Ribas, Baños, Alhandega, Peña y otros muchos castillos, que es largo enumerar.
Sampiro, Chronicon. Recogido por Fr. J. Pérez de Ubriel, Sampiro, su crónica y la monarquía leonesa en el siglo x, Madrid, 1952, 282-283
Las comunidades cristianas peninsulares, tanto en territorio musulmán como cristiano, desarrollaron su propio rito diferente al del resto de la cristiandad de Occidente. Esto será reprochado por el papado en el siglo XI, tal y como lo expresó Gregorio VII:
Ya que el Beato apóstol Pablo declaró claramente que había ido a España y que después, desde la ciudad de Roma, habían sido enviados por los apóstoles Pedro y Pablo siete obispos que, destruida la idoloatría, fundaron la cristiandad, implantaron la religión, mostraron el orden y el oficio de los cultos divinos, fundaron iglesias y las consagraron con su sangre, no cabe lugar a duda de cuánta unidad tuvo España con la ciudad de Roma en la religión y el orden de los divinos oficios. Pero después que el reino de España fue durante largo tiempo mancillado por la locura de los priscilistas, depravado por la perfidia de los arrianos y separado del rito romano por la invasión de los godos primero, y finalmente de los sarracenos, no solo disminuyó la práctica de la religión sino que también las obras fueron perversamente destruidas. Por lo tanto como a hijos muy queridos os exhorto y aviso para que, como buenos hijos también después de una gran rotura, reconozcáis por fin como madre verdadera a vuestra Iglesia romana y os reunáis al mismo tiempo con nosotros, vuestros hermanos, y recibáis y tengáis, como los restantes reinos de Oriente y Occidente, el orden y oficio de la Iglesia romana, no la de Toledo ni la de ninguna otra parte.
Gregorio VII a Alfonso VI de Castilla y Sancho IV de Navarra (1074), apud D. MANSILLA: La documentación pontificia hasta Inocencio III, pp. 15-16.
En el 1300, según algunas fuentes existían es España 6 millones que en 1400, 100 años después bajan a 4 millones.
"Lo que la ciencia nos demuestra y deja claro es que la composición genética de los antiguos pobladores de la Península Ibérica era muy similar a la que se encuentra en la moderna España, lo que sugiere una fuerte continuidad genética a largo plazo desde la época prerromana. Por España pasaron muchos pueblos, pero muchos dejaron poca o ninguna huella genética, parece ser el caso de árabes y cartagineses/fenicios o romanos. Los que realmente nos dejaron huella fueron los antiguos Celtas e Iberos. Los íberos formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y eran similares a las poblaciones celtas del primer milenio antes de Cristo de Irlanda, Gran Bretaña y Francia. Posteriormente, los celtas cruzaron los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo a. C. Los celtas se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los íberos para conformar el grupo llamado celtíbero.
El haplogrupo predominante en el 70% de los españoles es el R1b, conservamos así el linaje de los primeros pobladores del continente además de una importante herencia celtíbera. Ni los fenicios/cartagineses, ni los griegos, ni los godos, ni los romanos, ni los árabes modificaron sustancialmente la composición genética de esa población primigenia, la aportación de estos pueblos fue mucho más fuerte a nivel cultural que a nivel genético. Eso se debe a muchas razones diversas, entre otras, que estas poblaciones invasoras nunca fueron relevantes numéricamente respecto del resto de la población, algunas de ellas (griegos y fenicios) se dedicaban a construir colonias costeras para el comercio, no a invadir a los nativos. Por otra parte el Estrecho de Gibraltar nunca fue cruzado por una migración importante desde Norafrica a Europa o desde Europa a Norafrica. Eventos demográficos incluyendo el Neolítico, contactos mediterráneos (desde el segundo milenio A.C al periodo romano), y las expansiones islámicas parecen haber tenido poco impacto genético sobre los intercambios norte-sur.
Si nos centramos en el impacto genético de los ocho siglos de al-Ándalus en la genética de la población actual observamos como hay una determinada relación genética entre la Península Ibérica y el Norte de África, pero no necesariamente debemos atribuirla exclusivamente a este período histórico, aunque posiblemente ha tenido su influencia. En concreto la mayoría de estudios estiman en torno a un 10% de la población actual tiene características genéticas propias de los habitantes del norte de África, porcentaje muy similar al encontrado en el norte de Italia o en Francia. Por contra en otros lugares de Europa esa aportación genética resulta bastante más notoria, son los casos de Grecia, Serbia, Albania o el sur de Italia (cerca del 25%). En la misma Península Ibérica, el haplogrupo E tiene en Portugal, principalmente en la zona sur mayor peso en el global de la población que en España".
Fuente: http://jesusgonzalezfonseca.blogspot.com/2011/09/como-es-el-mapa-genetico-de-europa-y-de.html
Haplogrupo R1b (Y-DNA).
Predomio del halogrupo R1b, ese halogrupo se encuentra presente en la mayoría de los irlandeses, galeses, escoceses, franceses, belgas, españoles, portugueses, ingleses del oeste, holandeses del sur, austríacos del oeste, italianos del norte (valle del Po) y alemanes del sur. Actualmente también es frecuente entre los habitantes de América y Oceanía, debido a la emigración.
En realidad el R1b es el haplogrupo más común en Europa occidental, llegando a más del 80% de la población en Irlanda, las tierras altas escocesas, en el oeste de Gales, la franja atlántica de Francia y el País Vasco. Se asocia tradicionalmente con el hombre de Cromagnon, quienes fueron los primeros humanos modernos en entrar a Europa; de tal manera que los europeos de las costas del Atlántico con mayor frecuencia de R1b, conservarían el linaje de los primeros pobladores de Europa.
Predominio del halogrupo I1 (nórdico o germánico), este halogrupo se encuentra presente en la mayoría de los noruegos, suecos, daneses, finlandeses, islandeses, alemanes del norte, ingleses del este y holandeses.
Típico de los pueblos escandinavos como Noruega, Suecia, Dinamarca y oeste de Finlandia; moderadamente en Rusia, países bálticos y en todo Europa oriental. Se encuentra principalmente en Escandinavia, el norte de Alemania, Holanda y la región oriental de Inglaterra. Asociado con el origen étnico nórdico, que se encuentra en todos los lugares invadidos por las antiguas tribus germánicas y los vikingos.
"Fenicios y griegos Entre los años 1200 y 539 a. C., los fenicios construyeron un vasto imperio comercial desde su tierra natal levantina a lo largo del sur del Mediterráneo hasta Andalucía. La ciudad más antigua de Iberia es Cádiz, que fue fundada por los fenicios como Gadir o Agadir en 1104 a. Los fenicios también fundaron Almuñécar, Málaga, Cartaya y Huelva, y se establecieron en otras ciudades existentes como Tartessos y Carmona. Según los haplogrupos encontrados en el Líbano moderno y en sus antiguas colonias, los fenicios parecen haber transportado una mezcla de haplogrupo J2a, J1, E1b1b, G, R1b-M269 / L23, T, L, R1b-V88, R2. y Q1b, aproximadamente en ese orden de frecuencia. No es fácil evaluar el porcentaje de linajes ibéricos modernos de origen fenicio porque muchos otros pueblos trajeron haplogrupos similares. Los linajes fenicios más singulares, que normalmente no se encontraban entre los antiguos griegos y romanos, son Q1b, R1b-V88 y R2. Y, de hecho, todos ellos se han encontrado, principalmente en Portugal y en el suroeste de Andalucía, pero solo a frecuencias mínimas (menos del 0,5%). La isla de Ibiza fue otra importante colonia fenicia, que tiene la particularidad de haber quedado aislada durante la mayor parte de su historia posterior. Por lo tanto, es probable que tenga más linajes fenicios que el promedio. Ese es probablemente el caso como Adams et al. (2008) encontraron el 17% de haplogrupo T en Ibiza, con mucho el porcentaje más alto en Europa para el linaje del Medio Oriente, pero también 13% de haplogrupo G (más que en cualquier otro lugar en Iberia) y 4% de E-M123, la variedad levantina de E1b1b. No es sorprendente que el segundo porcentaje más alto de haplogrupo T identificado en Iberia se encuentre en Cádiz (10%). Al igual que el haplogrupo T, E-M123 se encuentra principalmente en Murcia, Andalucía, Extremadura y Portugal, lo que sugiere que aquí es donde los fenicios tuvieron el mayor impacto genético. No es sorprendente que los haplogrupos J1 y J2a también tengan un pico en estas regiones. Los antiguos griegos tuvieron un impacto relativamente pequeño en el conjunto de genes español, teniendo solo unas pocas colonias menores en Cataluña y cerca de Alicante. Los catalanes modernos tienen solo el 2% del haplogrupo J2 y el 3% del haplogrupo E1b1b, los dos principales linajes griegos. Sin embargo, si explicamos la contribución de los romanos y otros invasores, y tenemos en cuenta la posibilidad de que algún E1b1b sea de origen mesolítico, neolítico o incluso de la Edad de Bronce, es dudoso que el Y-ADN griego supere el 3% de la población masculina en Cataluña , la región con mayor ascendencia griega potencial. Romanos y judíos Los romanos no establecieron muchas colonias de población en Iberia como lo hicieron en la Galia. Eran solo cuatro ciudades romanas en Hispania: Tarraco (Tarragona), Emerita Augusta (Mérida), Itálica (Santiponce, cerca de Sevilla) y Carthago Nova (Cartagena), reconstruidas sobre las ruinas de la ciudad de Carthagianian. Los romanos habrían traído linajes muy similares a los celtas de Hallstatt (R1b-U152, E-V13, G2a3b1 y J2b2), siendo descendientes de una migración anterior (hacia 1200 a. C.) de Hallstatt Italo-Celtas. Pero los romanos también asimilaron muchas tribus vecinas en Italia, incluidos los etruscos y los griegos, que habrían transportado los linajes E-V13, E-M34, G2a, J2a, R1b-L23 y T. El impacto genético de los romanos es el más difícil de medir ya que sus haplogrupos se parecen esencialmente a una mezcla de celtas de Hallstatt y griegos. Comparando las frecuencias de R1b-U152 y R1b-L23, y deduciendo la parte atribuible a otros grupos étnicos, podría haber entre 1 y 15% de ADN-Y romano en varias regiones de Iberia. El nivel más alto probablemente se encuentre a lo largo de la costa mediterránea, en Andalucía occidental y en Extremadura, porque es donde R1b-L23, J2 y E-V13 son los más altos, pero también porque aquí es donde se encontraron los principales centros de población romanos. Los judíos establecieron comunidades por toda España y Portugal en los primeros siglos EC, durante la época romana, y llegaron a ser conocidos como judíos sefarditas. Los judíos españoles alguna vez constituyeron una de las comunidades judías más grandes y prósperas bajo el dominio musulmán y cristiano, antes de que ellos, junto con musulmanes residentes, se vieran obligados a convertirse al catolicismo, ser expulsados o asesinados cuando España se unió bajo los Reyes Católicos, el rey Fernando e Isabella en 1492. La edad de oro de la cultura judía en España comenzó con la conquista omeya de Iberia en 711 y duró hasta el final del Califato de Córdoba y la invasión almorávide en el siglo XI. En el siglo XIV, aproximadamente el 8% de la población española era judía. No se sabe cuántos judíos se convirtieron al catolicismo para escapar de las persecuciones, pero los historiadores estiman que fueron muy grandes. Los judíos sefarditas que huyeron de la Inquisición y buscaron refugio en otros países europeos o en Turquía siguieron siendo un grupo étnico disidente hasta el día de hoy, por lo que es fácil evaluar la composición de su haplogrupo. De hecho, esto fue hecho por Adams et al. (2008) en su encuesta de linajes paternos españoles (ver tabla a continuación) - aunque no existe un estudio comparable para ADNmt (solo para judíos Ashkenazi). De manera insospechada, los judíos sefardíes tienen haplogrupos de Y-DNA muy similares a los libaneses, y también deben haber estado cerca de los antiguos fenicios. Desafortunadamente, esto hace casi imposible distinguir qué linaje es de origen judío o fenicio en Iberia, una tarea que se hace aún más difícil por las interferencias de haplogrupos similares traídos por los griegos y los romanos (J2a, R1b-L23, T) o los árabes (J1, J2a, T). Una estimación aproximada es que el Y-DNA judío o fenicio representa el 25-30% en Extremadura y el sur de Portugal, el 15-20% de los linajes en el centro de Portugal, Andalucía y posiblemente también en Castilla-La Mancha, y menos del 10% en la mayoría regiones. La única advertencia es que estas cifras no tienen en cuenta la contribución genética de los pastores neolíticos que pueden haber venido del sudoeste asiático a través del norte de África. Solo un análisis más profundo de los subgrupos de haplogrupos J1 y T podría confirmar exactamente la proporción de ascendencia paterna neolítica, fenicia, judía y árabe en cada región de España y Portugal. Migraciones germánicas En los siglos IV y V el enfriamiento del clima incitó a las tribus germánicas y eslavas a emigrar al sur y al oeste e invadir el Imperio Romano en busca de tierras más fértiles. En 406, los alanos (que no eran germanos sino de origen iraní), los suevos y los vándalos cruzaron el Rin juntos, invadiendo la Galia, tres años más tarde, cruzaron los Pirineos hacia la Hispania romana. Los suevos emigraron a la mitad occidental de Iberia, donde establecieron el Reino de Gallaecia (409-585). Los vándalos y los alanos se dirigieron al sur, a Andalucía, y luego cruzaron el norte de África en 429, donde fundaron un reino que también comprendía Sicilia, Cerdeña y Córcega. Los suevos fueron los únicos de las tres tribus que se establecieron en Iberia. Como tribu germánica, habrían traído haplogrupos I1, I2a2a (M223, anteriormente conocido como I2b1), R1b-U106 y R1a (subclades L664, Z282 y Z283) a la península Ibérica, y de hecho todos ellos excepto R1a se encuentran esencialmente en la mitad occidental de la Ibérica, especialmente en Portugal y Galicia. R1a se encuentra en el norte de Castilla, Asturias y Cantabria, y podría haber sido traída por los visigodos o ser descendiente de los cazadores-recolectores del Mesolítico (como es el caso de los Pasiegos). Los godos, que fueron los primeros en penetrar en el Imperio Romano a comienzos del siglo IV, primero estableciéndose en los Balcanes, y finalmente se dividieron en dos facciones, los Ostrogodos y los Visigodos. Este último, bajo el mando de Alarico I, saqueó Roma en 410, y luego fue a establecer un reino visigodo en el sudoeste de la Galia en 418. Expandiéndose rápidamente por toda Aquitania, los visigodos ahora buscaban expandirse hacia el sur, y hacia la mitad del Siglo 5, habían conquistado la mayor parte del centro y sur de Iberia. En la década de los años ochenta anexaron el reino de Suebi, así como la tierra de los cántabros y los vascos. El Reino Visigodo duró hasta la conquista musulmana de Iberia en 711. El Reino Visigótico era el más grande y más longevo que el Reino Suevo, y sin embargo, los godos no parecen haber tenido un impacto genético significativo en la población ibérica, al menos no en términos de Y-ADN germánico. La razón podría ser simplemente que ya no eran una tribu predominantemente germánica. Después de todo, los godos habían vivido durante muchos siglos en Europa del Este y casi dos siglos más en los Balcanes antes de invadir Italia, Galia e Iberia. Podrían haber asimilado una gran cantidad de personas no germánicas en el camino, especialmente los eslavos R1a e I2a1b y predominantemente E1b1b, I2a1b y J2 balcánico. Sería bastante complicado en este momento desentrañar el balcánico E1b1b y J2 de todos los demás (neolítico, fenicio, griego, romano, judío, árabe) que se encuentran en Iberia. Pero es notablemente fácil comprobar el I2a1b de Europa del Este (M423) y el R1a (M458 y Z280). Ninguna migración histórica podría explicar los haplogrupos eslavos en Iberia, aparte de las poblaciones de Europa del Este asimiladas por los godos antes del siglo IV. El proyecto I2a en FTDNA tiene tres M423-Dinaric-N y uno M423-Isles-B2 de España, mientras que el proyecto R1a1a y Subclades Y-DNA tiene cuatro miembros españoles Z280 (CTS1211 +). En general, las migraciones germánicas no dejaron mucho ADN germánico en la península Ibérica. Eso no es sorprendente teniendo en cuenta que solo había 40,000 suevos que se establecieron allí de forma permanente, y fueron los más importantes si excluimos a los visigodos fuertemente hibridizados. Galicia, el norte y centro de Portugal y Cataluña son las regiones con las proporciones más altas de Y-ADN germánico hoy (aproximadamente del 5 al 10% de los linajes masculinos), lo cual es consistente con los asentamientos históricos de los suevos y la influencia franca. en el caso de Cataluña. Los linajes paternos de las clases dominantes, sin embargo, generalmente son una sobreestimación de la verdadera distribución genética, ya que los invasores extranjeros se convirtieron en monarcas y los nobles tienden a procrear más teniendo múltiples parejas sexuales (si no múltiples esposas, al menos amantes o concubinas). Desafortunadamente, actualmente es imposible determinar la cantidad de ADN mitocondrial germánico, ya que esto requeriría probar secuencias mitocondriales completas (que muy pocos estudios han realizado hasta la fecha), e incluso entonces puede resultar esquivo debido a las limitaciones de la secuencia de ADNmt extremadamente corta. . Una estimación razonable es que los genes germánicos representan no más del 1% de la reserva genética ibérica, con máximos de quizás 3% o 4% en Galicia y el norte de Portugal. Moros y francos En el siglo VII, los primeros musulmanes de la península Arábiga comenzaron a difundir su nueva fe y conquistaron buena parte del Medio Oriente y de toda África del Norte bajo el Califato omeya. En 711, cruzaron el paso de Gibraltar e invadieron Iberia, que llamaron Al-Andalus. Este fue el comienzo del período árabe en la península, que duraría casi ocho siglos, hasta la caída del emirato de Granada a los monarcas católicos en 1492. La Inquisición mató o expulsó a muchos musulmanes, pero, como en el caso de los judíos, muchos se convirtieron al cristianismo y permanecieron en España y Portugal. Hasta 275,000 de estos moriscos, como se conocía a los conversos, fueron expulsados de Castilla y Valencia a principios del siglo XVII, pero muchos más se quedaron en otras regiones, especialmente Aragón, Andalucía, Extremadura y Portugal. En un momento dado, los moriscos representaron el 20% de la población de Aragón. Probablemente no sea una coincidencia que los haplogrupos E1b1b, J y T constituyan el 20% de los linajes masculinos aragoneses modernos, a pesar de que la región nunca estuvo bajo influencia fenicia o griega. Los moros habrían sido una población híbrida compuesta por árabes, pertenecientes principalmente a Y-haplogrupos J1-P858 y T, con pequeñas cantidades de J2a, R1a-Z93 y R1b-V88, y < b> Bereberes, que entonces eran casi exclusivamente E-M81. Ahora es posible distinguir el árabe J1-P858 del judío J1-L816 y el fenicio J1-YSC234 o el J1-YSC76, pero ninguno de los estudios sobre cromosomas Y Ibéricos ha probado subclades J1 profundos hasta la fecha. Todo lo que se sabe es que todos estos subclades se han encontrado tanto en Portugal como en España en pruebas comerciales de ADN, pero los datos son insuficientes para determinar las proporciones regionales de cada subclade. En cuanto al E-M81, existen muchos subclades, pero ninguno se ha encontrado exclusivamente europeo o norteafricano, por lo que aún no es posible distinguir el M81 que llegó a Iberia durante la prehistoria de la contribución más reciente de los moros. Los francos fueron los que detuvieron la progresión musulmana en Europa occidental al derrotar a los ejércitos moros en la batalla de Tours en 732. Posteriormente, bajo el gobierno de Carlomagno, la Marca Hispánica fue creado como un buffer contra el califato omeya en el lado español de los Pirineos (desde Navarra hasta Cataluña). La marcha se convirtió rápidamente en el Reino independiente de Navarra (824-1620) y el condado franco de Barcelona (801-1162), que más tarde se convertiría en el Reino independiente de Aragón (1035-1706). Sin embargo, los francos no colonizaron la región y el legado genético solo habría pasado a través de la nobleza (potencialmente prolífera) Análisis genómico completo Al observar el ADN autosómico (es decir, el genoma completo excepto los cromosomas X e Y y el ADN mitocondrial), los íberos son notablemente homogéneos, de una manera que no se podía adivinar al observar la distribución de los haplogrupos de ADN Y y ADN mitocondrial. solamente. Esto se debe a que los genes se propagan rápidamente en una población unida por un lenguaje común y una entidad política unificada. Los linajes paternos a menudo mantienen patrones regionales y locales heredados durante siglos y milenios porque en las sociedades patriarcales, como Europa ha sido al menos desde la Edad del Bronce, han sido consistentemente hombres que heredaron la tierra de sus padres, y mujeres que se casaron en la aldea o pueblo. Esto mantuvo los linajes masculinos más fijos geográficamente que los linajes femeninos o genes generales. Solo los principales obstáculos geográficos o lingüísticos, como cruzar la Cordillera Cantábrica cubierta de nieve, o casarse con hablantes de un idioma completamente diferente como el vasco, habrían obstaculizado seriamente la propagación del ADN autosómico a largo plazo.
Las excepciones vascas y catalanas Los vascos son de hecho algo diferentes genéticamente de otros españoles. Tienen un poco más de ancestros europeos del noroeste (heredados de los cazadores-recolectores mesolíticos) y carecen por completo de las mezclas del Mar Rojo, del sudoeste asiático y del Cáucaso (ver mapas autosómicos) . La ausencia de mezcla entre el Mar Rojo y el sudoeste asiático indica que los vascos no tienen ascendencia fenicia, judía, griega, romana o árabe. En cuanto a los linajes maternos, los vascos también se destacan del resto de la península, careciendo de muchos haplogrupos, ya sean asociados con ascendencia asiática africana o sudoeste (HV, L, M1, U3, U6) o aquellos vinculados al Indo indoeuropeo. País de origen europeo en Europa del Este (H2a1, H4, H7, H8, H11, H15, I, T1a1a1, U2, U4, W). Lo compensan con frecuencias más altas de los linajes mesolítico y neolítico (H1, H2a2a, H3, H5a3, J2a1a, J1c, K1a, T2, U5, V y X). Esto está en perfecto acuerdo con el hecho de que el euskera no es indoeuropeo. Lo que generalmente sorprende es que el 85% de los linajes paternos vascos pertenecen al Proto-Celtic R1b-P312. Esto puede ser explicado por el rápido reemplazo de los linajes masculinos debido a la guerra con los vecinos Proto-Celts y el establecimiento de una clase dominante celta que rápidamente propagó su Y-DNA a través de la poligamia.
Curiosamente, los catalanes también carecen de ascendencia asiática del sudoeste, pero tienen algunos genes del Mar Rojo y del Cáucaso. La mezcla del sudoeste asiático es ligeramente más común en el sur de Portugal y Andalucía, lo que es consistente con la mayor presencia histórica de fenicios, romanos y árabes en esa región. Los vascos y los catalanes son los únicos europeos occidentales que carecen por completo de la contribución genética del sudoeste de Asia. Esto también se traduce en una escasez extrema de Y-haplogrupos J1, E-M34 y T, que son todos típicamente linajes del sudoeste asiático.
ADN de Oriente Medio y Norte de África en Iberia Los aditivos caucásicos, del Mar Rojo y de África son los dos marcadores anómalos autosómicos menos homogéneos. Son considerablemente más pronunciados en el oeste de Iberia, desde Galicia y Asturias hasta Portugal y Andalucía, pasando por el noroeste de Castilla y Extremadura. Esto corresponde casi exactamente a la frecuencia más alta de Y-haplogrupos E1b1b (tanto en el norte de África E-M81 y suroeste asiático E-M34) y T (Oriente Medio y Mar Rojo), y mt-haplogrupos L (África) y U3 (suroeste de Asia) ) Aunque esto tiene sentido para el sudoeste de la península debido a la presencia histórica de fenicios, judíos, árabes y bereberes, todavía no está claro por qué el noroeste (norte de Portugal, Galicia, León, Asturias) sigue exactamente el mismo patrón en todos los niveles (autosómico, Y-DNA y mtDNA).
Una posibilidad es que la región occidental de Iberia fuera poblada por agricultores neolíticos del sudoeste de Asia que llegaron a través del norte de África y recogieron E-M81 y mtDNA L, M1 y U6 en el camino. La presencia de aditivos del Cáucaso y el Mar Rojo sin ninguna mezcla sustancial del sudoeste asiático generalmente apunta a un origen neolítico. La mezcla del sudoeste asiático es solo sustancial en el sudoeste de Iberia. Un origen neolítico tendría sentido si no fuera por la presencia de E-M34 (también conocido como E-M123), que se cree que es el linaje original proto-semítico y que solo habría llegado al sudoeste de Asia durante la Edad del Cobre o la Edad del Bronce Antiguo. En Europa son sobre todo los romanos quienes propagan E-M34, y este linaje, de hecho, está casi ausente de las regiones que mintieron fuera de las fronteras del Imperio Romano.
La segunda hipótesis es que el noroeste fue históricamente repoblado por personas del suroeste. Durante la Reconquista, se sabe que sucedió lo contrario. Tampoco podría haber sucedido durante el período árabe, ya que los moros nunca lograron conquistar Galicia, Asturias y Cantabria. Así que eso deja los períodos fenicios y romanos (aproximadamente del 1000 aC al 500 aC) como un posible cronograma para este movimiento de población hacia el norte. Las dos hipótesis no son mutuamente excluyentes, y de hecho el noroeste tiene menos E-M34 que el sur, debido a una menor presencia de linajes fenicios, romanos, judíos o árabes. De hecho, la explicación más probable es que la mayor parte del ADN del sudoeste y del norte de África se encuentra en el noroeste de Iberia, es de origen neolítico, y los linajes como E-M34 provienen de colonos romanos y judíos que se convirtieron al cristianismo.
El caso de Cantabria es el más revelador ya que los cántabros tienen los porcentajes más altos de E-M81, G2a, J1 y T en el norte de España, pero carecen casi por completo de E-M34, E-V13 y J2a. Este solo J2 en la región es J2b, que no se encuentra en el sudoeste de Asia o en el norte de África y muy probablemente haya venido con celtas de Europa central. Todo esto es totalmente coherente con un origen exclusivamente neolítico de esos linajes y un patrimonio romano o judío insignificante.
Estimar ADN fenicio y árabe de los datos de Haak 2015 Los datos autosómicos proporcionados por Haak et al 2015 (cifra de datos ampliada) muestra que los vascos y otros españoles del norte difieren de otros españoles por la ausencia de beduinos -like (púrpura), caucaso-gedrosianos (verde grisáceo) y adornos de África Oriental (rosa). Estos tres componentes se encuentran entre los asiáticos del sudoeste (árabes) y norteafricanos. Indudablemente, representan las contribuciones genéticas de árabes y bereberes del período árabe, pero también probablemente en gran medida de los antiguos fenicios.
La mezcla parecida a un beduino es el componente dominante y representa aproximadamente el 10% del ADN de España central y sur. Esta mezcla alcanza su punto máximo en Arabia Saudita y Yemen, y parte de ella podría indicar ascendencia árabe medieval. Luego viene el Caucaso-Gedrosian (5%), que se encuentra principalmente en el Medio Oriente, pero está ausente de Marruecos y de la mayor parte de Argelia. Sin embargo, esta mezcla se encuentra en Túnez (8%) y Cerdeña (3%), lo que sugiere fuertemente que los fenicios la trajeron al Mediterráneo occidental. La mezcla de África Oriental solo constituye el 1% de los genomas españoles, el mismo porcentaje que en los sicilianos y los judíos del norte de África. Los bereberes y los egipcios tienen alrededor del 10% de esta mezcla. Los agricultores neolíticos habrían contribuido con la mayor parte del 50% de la mezcla de naranja, que representa la mezcla de los primeros agricultores europeos tomada de muestras neolíticas reales. Alguna mezcla neolítica habría venido de los fenicios y los moros. Comparando las mezclas encontradas en Líbano, Cerdeña y Túnez, parece que los antiguos fenicios tenían alrededor de un tercio de los beduinos (púrpura), un tercio de Caucaso-Gedrosian (verde grisáceo) y un tercio de los agricultores neolíticos (naranja).
Ya que el Caucaso-Gedrosian probablemente fue traído a España principalmente por fenicios (siendo casi ausente de Argelia, Mozabite y Beduino B), se puede inferir que los fenicios contribuyeron con aproximadamente el 12% del ADN en un genoma del Sur de España promedio (4 % para cada una de las tres mezclas). El otro 6% de la mezcla beduina sería de origen medieval árabe. Utilizando las proporciones de los modernos árabes saudíes como proxy, podemos estimar que la mezcla de tipo Beduino formó el 75% de los genomas de los árabes medievales. Eso daría un total de aproximadamente 8% de ADN árabe en un genoma del sur de España hoy.
Conclusión La mayoría de los linajes paternos ibéricos son indoeuropeos (R1b, G2a3b1, J2b2 y una pequeña cantidad de R1a), lo que puede atribuirse a los invasores celtas Proto-Celtic y Hallstatt, y en menor medida a los colonos romanos y germánicos posteriores. En total, estos representan 50-85% de Y-DNA español y 60% de Y-DNA portugués. Los linajes maternos, por otro lado, parecen tener un origen mayoritariamente neolítico y mesolítico, notablemente haplogrupos H1, H3, HV0, K1a, J1c, J2a1, J2b1a, T2, U5b, V y X, que constituyen más del 80% del ADN mitocondrial en regiones como el País Vasco o Asturias, y siempre más del 50% de la población de cualquier región.
Western Iberia, desde Galicia y Asturias hasta el sur de Portugal y el oeste de Andalucía, tienen porcentajes relativamente altos de haplogrupos cromosómicos del suroeste de Asia (E-M34, J1, J2a, T). Su origen histórico es diverso, siendo las contribuciones acumulativas de los pastores neolíticos levantinos, fenicios, judíos y árabes, aunque su proporción exacta sigue siendo difícil de evaluar y puede variar mucho entre regiones. Lo que se puede determinar es que las regiones del norte como Cantabria, Asturias e incluso Galicia tienen insignificante ascendencia medieval árabe, judía y fenicia, por lo que la presencia de haplogrupos del sudoeste asiático debe atribuirse a los pastores neolíticos. Los linajes asiáticos sudoeste maternal incluyeron especialmente HV, J1d, J2a2, U3, X1 así como algunos subclades K, T y X2. Los datos autosómicos muestran un máximo del 12% de ADN del sudoeste asiático y del Mar Rojo en el sur de Portugal y Andalucía occidental, y un mínimo de 0% en el País Vasco.
Los linajes del sudoeste asiático generalmente se encuentran al lado de los linajes del norte de África, como el Y-haplogrupo E-M81 y los haplogrupos mt L, M1 y U6. La explicación más probable para la presencia en Iberia es que "hicieron autostop" con los pastores neolíticos y los invasores árabes medievales que pasaban por el Magreb. Algunos linajes del norte de África incluso pueden haber llegado durante el último período glacial. El origen de mtDNA H1, H3 o HV0 / V no está claro. Es posible que hayan estado presentes en Iberia y / o el Magreb en el período Mesolítico, ya que estos tres linajes también se encuentran en todo el norte de África. Sin embargo, no se puede excluir que integraron la comunidad agrícola neolítica en el Magreb y se trasladaron a Iberia en ese momento. Los datos autosómicos muestran un promedio del 5% de ADN de África del Norte en la mitad occidental de Iberia, y 1 o 2% en la mitad este.
El noreste de España, del País Vasco a Cataluña, fue colonizado por agricultores neolíticos de Italia y Francia, y en consecuencia tiene la incidencia más baja de ADN del sudoeste asiático o del norte de África en la península hoy en día.
Las migraciones y los asentamientos en tiempos históricos tuvieron un impacto menor en la estructura genética de los eventos ibéricos que el Neolítico y la Edad de Bronce. Solo el ADN-Y se puede usar hoy para medir las contribuciones de otras poblaciones europeas en Iberia, e incluso el ADN-Y no puede proporcionar una estimación precisa sin grandes cantidades de datos de alta resolución. Los romanos dejaron tal vez entre el 1% y el 15% de los cromosomas Y detrás de ellos, con una mayor proporción a lo largo de la costa mediterránea, en Andalucía y en Extremadura. Los linajes masculinos germánicos ahora representan alrededor del 4% de la población total, con las frecuencias más altas (6-10%) observadas en el noroeste y en Cataluña.".
Frecuencias de Y-DNA por región
Total de muestras: España = 1798; Portugal = 1458; Judíos sefardíes = 174. Las frecuencias de Y-DNA para el Líbano también están indicadas por el bien de la comparación con la tierra natal fenicia histórica.
Región/Haplogrupo | I1 | I2*/I2a | I2b | R1a | R1b | G | J2 | J*/J1 | E1b1b | T | Q | N | Sample size |
Portugal | 2 | 1.5 | 3 | 1.5 | 56 | 6.5 | 9.5 | 3 | 14 | 2.5 | 0.5 | 0 | |
España | 1.5 | 4.5 | 1 | 2 | 69 | 3 | 8 | 1.5 | 7 | 2.5 | 0 | 0 | |
Andalucía
| 0 | 9.5 | 0 | 3.5 | 58.5 | 3 | 10.5 | 2 | 10 | 3 | 0 | 0 | |
Aragon
| 2 | 14.5 | 1 | 2 | 60.5 | 1 | 10.5 | 0 | 5 | 4 | 0 | 0 | |
Asturias
| 2 | 2 | 0 | 2.5 | 58.5 | 8 | 8 | 2 | 14 | 3 | 0 | 0 | |
País Vasco
| 0.5 | 5 | 0 | 0 | 85 | 1.5 | 2.5 | 0.5 | 2.5 | 0 | 0.5 | 0 | |
Cantabria
| 1 | 3 | 2 | 8.5 | 55 | 10.5 | 3 | 2.5 | 11 | 2.5 | 0 | 0 | |
Castilla y León
| 0.5 | 2 | 0.5 | 3 | 64 | 5 | 6 | 1 | 16 | 2 | 0 | 0 | |
Castile-La-Mancha
| 1.5 | 1.5 | 0.5 | 1.5 | 66 | 8 | 10 | 4 | 5 | 2 | 0 | 0 | |
Catalonia
| 2 | 3.5 | 1.5 | 1.5 | 66.5 | 4.5 | 7.5 | 1.5 | 8.5 | 1 | 0 | 0 | |
Extremadura
| 3.5 | 5 | 1 | 0 | 50 | 5 | 11.5 | 0 | 18.5 | 5 | 0 | 0 | |
Galicia
| 3 | 2.5 | 1.5 | 0 | 63 | 3 | 3.5 | 1 | 22 | 0.5 | 0 | 0 | |
Valencia
| 3 | 5.5 | 1 | 3 | 63.5 | 1 | 6 | 2 | 13.5 | 1.5 | 0 | 0 | |
Judíos sefarditas | 0 | 1 | 0 | 5 | 13 | 15 | 25 | 22 | 9 | 6 | 2 | 0 | |
(Líbano) | 2 | 1.5 | 1.5 | 2.5 | 8 | 6.5 | 26 | 20 | 17.5 | 5 | 2 | 0 | |
Tamaños de muestra
: Menos de 100 muestras
: de 100 a 250 muestras
: de 250 a 500 muestras
: 500 a 1000 muestras
: más de 1000 muestras
MtDNA frecuencias por región
Región/Haplogrupo | L | HV | H | H1+H3 | H5 | HV0+V | J | T1 | T2 | U2 | U3 | U4 | U5 | U | K | I | W | X | Otros | Tamaño |
Portugal | 6.4 | 0.1 | 43.9 | (26) | (2.1) | 4.8 | 6.8 | 3.3 | 6.3 | 1.2 | 0.9 | 1.7 | 6.5 | 3 | 6.1 | 2.2 | 1.8 | 2 | 2.9 | 1448 |
España | 2.4 | 0.7 | 44.1 | (28) | (2.6) | 7.5 | 6.6 | 2.1 | 6.4 | 1.1 | 1.4 | 1.9 | 8.1 | 1.8 | 6.3 | 1.1 | 1.4 | 1.7 | 5.5 | 2506 |
Andalucía
| 7.4 | 0.8 | 44.3 | (29.5) | | 4.8 | 8.9 | 2.3 | 2.6 | 1 | 1 | 1.6 | 5.7 | 1.2 | 6.8 | 1.3 | 1.6 | 3.2 | 3.1 | 310 |
Aragon
| 1.2 | 1 | 39.3 | | | 5 | 15.8 | 0 | 10.9 | 0.8 | 0 | 1.7 | 9.6 | 0 | 4.2 | 1.7 | 0.8 | 0.8 | 7.2 | 119 |
Asturias
| 0 | 1 | 54.1 | | | 5.6 | 9 | 0 | 1.1 | 0 | 2.2 | 0 | 12.3 | 2.2 | 7.9 | 1.1 | 1.1 | 0 | 2.4 | 89 |
Vascos
| 0.3 | 0.8 | 49 | (44) | (2.8) | 7.9 | 7.6 | 1.5 | 6 | 1 | 0.3 | 0.8 | 11.7 | 1.9 | 5.3 | 0.6 | 1.1 | 2.3 | 1.8 | 618 |
Cantabria
| 1.6 | 2.5 | 37.6 | (27) | | 19 | 3.7 | 0.4 | 2.5 | 0.8 | 1.2 | 2.9 | 10.7 | 2.5 | 3.7 | 2.9 | 0 | 0 | 0.4 | 242 |
Catalonia
| 3.1 | 0.5 | 29.5 | | | 7.5 | 7 | 1.3 | 7.6 | 1.3 | 2.5 | 3.8 | 10.1 | 3.9 | 10 | 1.3 | 5 | 2.5 | 3.1 | 80 |
Galicia
| 3.7 | 1 | 58.5 | (34) | | 3.8 | 8.6 | 1.1 | 3.7 | 1.6 | 0 | 0.5 | 5.4 | 1.5 | 4.9 | 0.5 | 1.6 | 1.1 | 0.5 | 185 |
Fuente:Trabajo de https://www.eupedia.com/genetics/historia_genetica_de_iberia.shtml
Fuentes:
-Gran parte está copiado de Wikipedia
-http://certamenliterarioelboyero.blogspot.com/2009/05/los-turdetanos-los-iberos-de-aqui.html; http://www.red2000.com/spain/primer/1turdetania.html
-http://www.celticahispana.com/
NECESITO LA BIBLIOGRAFIA
ResponderEliminarLa mayoría es de Wikipedia, de Eupedia, de la Biblia, de Perspicacia para comprender las Escrituras, editado por los testigos de Jehová, de mis conclusiones de investigación.
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