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jueves, 20 de julio de 2017

La Niña muerta perdida y desconocida por unos años.

Salía a la luz en mayo de 2016, cuando una señora en Estados Unidos, exactamente en San Francisco, California, hacía una refracción en su garaje. Los obreros quedaron boquiabiertos y jamás pensaron en el desenlace de su trabajo en ese lugar.
Encontraron un ataúd pequeñito, en el que después, se fijaron que estaba ocupado por una niñita que había estado allí durante 145 años.

Tenía una rosa roja en su mano, junto a un rosario, un tejido de flores de lavanda adornaba su peinado, imperturbable pese al tiempo. Tenía hojas de eucalipto a los lados. El color de su pelo era rubio y era rizado. Vestía un largo vestido de color blanco de algodón, hecho a mano, adornado con cintas. Su piel y pelo estaban intactos, probablemente porque estaba sellado totalmente su ataúd y era de plomo y bronce, bastante típico en aquella época.

Había sido enterrada en el cementerio Odd Fellowa, junto a según se cree, 30.000 difuntos más, el 15 de octubre de 1876. Murió dos días antes, el 13 de octubre a los dos años y 10 meses.
En 1920 trasladaron el cementerio y sus difuntos pero olvidaron a esta pequeña niña.

Su nombre era Edith Howard Cook. Había muerto debido a "marasmo", o sea, desnutrición severa. Probablemente había contraído un virus que afectó a su sistema inmunitario y durante unos tres meses de enfermedad cobró su vida.

Era hija de Horatio Nelson Cook (1840-1981), hijo de Matthew M. Cook (1810-1869) y de Catherine Burrows (1815-1887); y Edith Scooffy (1851-1919), hija a su vez de Peter M. Scooffy (1812-1875) y de Marta Jane Bradley (1825-1906), al parecer de clase alta. Era su primera hija y nacía el 28 de noviembre de 1873. El origen familiar de sus antepasados eran británicos. Tenía un hermano mayor que se llamaba Milton H. Cook, cuyo nieto fue Peter Cook, actual descendiente de esta niña.

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El abuelo de Edith era Peter Scooffy, un comerciante de ostras que emigró a los EE.UU. desde Grecia, a través de Nueva Orleans. Allí, en 1845, se casó con Martha Bradley, cuyo linaje familiar se remonta a los primeros colonos de Virginia. La pareja se mudó a San Francisco, donde eventualmente nació la madre de Edith.

Por el lado paterno, el abuelo de la niña, Matthew Mark Cook provenía de Inglaterra, y su abuela de Nueva Escocia. La pareja tuvo siete hijos y se mudó a San Francisco después de la familia Scooffy. Entre sus hijos se encontraba el padre de Edith, Horatio Cook. Juntos, Matthew y Horatio fundaron el negocio familiar, M.M. Cook & Son, de correas y pieles de cuero. Después de que Matthew muriera, Horatio continuó con la compañía junto con sus hijos Milton y Clifford (hermanos de Edith), y renombró el negocio como H.N. Cook Belting.

La compañía permaneció así hasta la década de 1980, cuando se fusionó con Hoffmeyer Belting and Supply Co., en San Leandro. El nuevo negocio fue comprado por San Diego Rubber Co. Inc. en 1994, y renombrado como Hoffmeyer Company Inc.

Ethel, quien nació luego del fallecimiento de Edith, se convirtió en una socialité de San Francisco.

En el libro “Inventing Elsa Maxwell: How an Irrepressible Nobody Conquered High Society, Hollywood, the Press, and the World”, acerca de una mujer de clase media que escaló a lo más alto de la escala social, el autor recuerda un recorte de noticias acerca de Ethel Cook y su matrimonio ‘secreto’ con un neoyorquino prominente.

Los recortes de noticias describían a Ethel Cook como “la campana reinante de San Francisco”, quien una vez “se hizo famosa por el Gran Duque Boris de Rusia, quien brindó con champaña de uno sus zapatos en un banquete y declaró que era la más hermosa mujer estadounidense que jamás había visto”.

En la actualidad, la familia sigue prosperando, según afirmó Peter Cook, quien tiene ocho hijos, 13 nietos y 10 bisnietos. Ya completamente informado acerca de las familias de su esposa y madre, la llamada que recibió el otoño pasado con del misterio de la niña enterrada en San Francisco sólo amplió su orgullo. “Traté de rastrear mi lado paterno, y llegué sólo hasta mi padre; eso era todo”, afirmó. “De pronto, llegaron ellos con información sobre divorcios, mi abuelo volvió a Francia en el USS Normandy… Creo que esto es fantástico. Jelmer [Eerkens] me ha hecho volver a principios de 1700. Realmente me hace sentir bien”.

Peter Cook

Peter Cook, de más de 80 años, sobrino nieto de Edith, la niña muerta.

Foto de Edith


Según los historiadores, cuando San Francisco estaba en su etapa inicial, los residentes y los negocios se fusionaron alrededor de la bahía. Los fallecidos eran enterrados en lo que ahora es el distrito financiero.

Pero cuando llegó la fiebre del oro, en 1849, la ciudad se inundó de nuevos residentes, nuevas enfermedades y muertos. Los cuerpos en el distrito financiero fueron exhumados y reubicados al oeste, más cerca del océano, para dar paso a la migración masiva.

A fines de la década de 1880, había docenas de cementerios en San Francisco, y la mayoría de ellos se encontraban colmados. Los funcionarios y desarrolladores consideraron que esas tierras eran más valiosas para los vivos, y lanzaron una campaña que duró décadas para retirar a los muertos.

Equipos de trabajadores de la ciudad y del cementerio transportaron cientos de miles de cuerpos hacia el sur, a lo que hoy es Colma. En la actualidad, esa ciudad tiene cerca de 1,500 residentes vivos y más de 1.5 millones de fallecidos enterrados en ella, por ejemplo figuras históricas como Wyatt Earp y William Randolph Hearst.

El verano pasado, un email de uno de los investigadores de Edith en Montana explicó por qué tantos cuerpos se perdieron durante el transporte masivo de tumbas a Colma, hace un siglo. “No había excavadoras involucradas en el proceso de remoción”, detalló el experto. “La tierra de la superficie había estado descubierta al menos unos siete años antes de que comenzara la excavación real. Los contratistas colocaron líneas en una orientación de este a oeste, espaciadas donde la experiencia les decía que la mayoría de las tumbas se cruzarían. Los expertos se movieron a lo largo de esas líneas con cuerdas, rastreando con varillas de latón a intervalos establecidos. Ellos podían predecir literalmente por el tacto y la experiencia si había un ataúd, una tumba colapsada, cenizas o ninguna tumba debajo. Los trabajadores sólo cavaban donde ellos indicaban, y tan profundo como lo marcaban. Todo se hacía a mano”.

Fuentes:

  • http://www.ktvu.com/news/255442115-story
  • http://www.hoylosangeles.com/latimesespanol/hoyla-misterio-resuelto-expertos-descubrieron-la-identidad-de-la-nina-en-el-ataud-olvidado-hija-de-una-pro-20170511-story.html

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