La ciencia actual divide la Edad de Piedra en dos periodos. Entre el paleolítico que establecen que fue de millones de años hasta hace 12.000 años y el neolítico que fue desde los 10.000 años a 7.000 depende la cultura, hasta los 3000 años.
Sin embargo nosotros sabemos que la historia de la humanidad solo pasa por miles de años. De hecho, la mayoría de los países, solo tienen como historia, un máximo de 4.200 años.
Por ello, la llamada Edad de Piedra, comienza como mucho, en 2.200 a. E. C. Además está mal denominada pues había culturas que sí sabían usar ciertos metales y además tenían acceso a él y otras o no llegó el conocimiento a ellos o simplemente no podían acceder a ellos.
Todo esto nos indica que la duración de ciertos periodos dados por los historiadores, arqueólogos u otros estudiosos son más cortos y no tan antiguos.
Se suceden una serie de culturas como el Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense y Magdaleniense.
Los cromosomas Y de esta época en Europa son C e I si es que se han analizado a hombres. Si se han analizado a neandertales o cráneos más antiguos, simplemente se han analizado monos. Por lo tanto no tienen preponderancia para estudios genéticos.
Cultura Musteriense.
Cultura auriñaciense.
Se extendió por Francia, Bélgica, la región de Cataluña, la región Cantábrica de la península ibérica e Inglaterra.
En la industria ósea destaca sobre todo los mangos para herramientas, alisadores, y puntas para caza, también llamadas azagayas, de las cuales, hay tres tipos:
Azagayas de base hendida;
Azagayas de base entera;
Azagayas de base biselada, en hueso o en asta de ciervo.
También se han hallado en los yacimientos punzones, cinceles, bastones perforados y varillas biseladas.
Aparecen nuevas técnicas de elaborar los útiles sobre hueso, como el pulido con arenisca y otras formas de abrasión. La industria lítica estaba realizada sobre sílex, si escaseaba, se utilizaba el cuarzo y la cuarcita.
En Europa Occidental se habitaban las cuevas, mientras que en Europa Central y Oriental habitan al aire libre. El gran número de restos faunísticos en los yacimientos auriñacienses nos indica una economía basada en la caza. Se desarrolló un arte mueble, en el cual generalmente las representaciones son zoomorfas, realizadas en marfil, destacando las figuras de mamut.
No se conocen prácticamente inhumaciones Auriñacienses para Europa occidental. Sí que hay paralelismos, dentro de la cronología Auriñaciense, en Europa Oriental y Levante mediterráneo. Aquellas sepulturas aparecen perfectamente organizadas. Se trata generalmente de inhumaciones individuales, cuyos restos se han encontrado en lugares de habitación o en sus proximidades.
Cultura Gravetiense.
Abarca la península ibérica, Francia, Bélgica, Italia, Europa Central, Ucrania y parte de Rusia.
Hay una gran unidad cultural en la industria lítica, en las estructuras de habitación y en las esculturas femeninas, llamadas venus. Las venus evocan representaciones femeninas, con un tamaño de unos 10 cm de media. Su silueta presenta una exageración de los atributos femeninos.
El utillaje óseo es menos abundante que en el Auriñaciense, aunque aparecen los primeros objetos de hueso decorados. También aparece la cocción de arcilla.
Las estructuras de habitación son numerosas y a menudo de gran complejidad, en fosas circulares u ovales, excavadas en suelo helado, delimitadas por huesos de mamuts.
Esta fase, se caracteriza por la abundancia de buriles, incluso asociados a raspadores, perforadores o a hojas truncadas. En cambio hay menos raspadores y en general son planos. Un útil característico es la llamada punta de la Gravette, de dorso rectilíneo. Aparecen también hojas de dorso rebajado y puntas de azagaya óseas.
La cultura Gravetiense apareció en las montañas de Crimea (el sur de Ucrania). Por 24.000 AP las culturas Solutrenses y Gravetienses estaban presentes en la región al sudoeste de Europa. Se ha teorizado que la técnica / cultura de Gravetiense vino con migraciones de la gente de Oriente Medio, de Anatolia, y de los Balcanes. Pueden estar vinculados con las culturas de transición , porque sus técnicas tienen algunas similitudes y son muy diferentes de las de Auriñacienses, pero este tema es muy oscuro. El Gravetiense también apareció en el Cáucaso y las montañas de Zagros. Pronto desapareció del suroeste de Europa, con la notable excepción de las costas mediterráneas de Iberia.
La cultura Solutrense, extendida desde el norte de España hasta el sureste de Francia, incluye no sólo una hermosa técnica de piedra, sino también el primer desarrollo significativo de la pintura rupestre en cuevas, el uso de la aguja y posiblemente el arco y la flecha. La cultura Gravetiense más difundida no es menos avanzada, al menos en términos artísticos: la escultura (principalmente venus) es la forma más sobresaliente de expresión creativa de estos pueblos.
Venus de Moravany - figura prehistórica descubierta en Eslovaquia a principios del siglo XX.
Cultura Solutrense.
Su desarrollo se dio en Europa Occidental, concretamente en territorio francés y en la península ibérica. El nombre proviene tras el descubrimiento de los yacimientos en Crôt du Charnier en Solutré, distrito Mâcon, en el departamento de Saona y Loira, al este de Francia (región de Borgoña).
En la península ibérica, sin embargo, esta cronología se queda corta. La primera particularidad que presenta la península es la presencia de dos zonas delimitadas por un teórico eje que va desde Portugal al Sur de Francia pasando por Madrid, lo que deja la llamada Zona Cantábrica y la Zona Extracantábrica. A nivel industrial y tipológico estas dos zonas presentan diferencias notables, si bien a nivel artístico presentan muchas semejanzas. Se aprecia la escasa representación del Solutrense Inferior en el Sur. Solo hay dos yacimientos donde se hayan encontrado piezas enmarcables en esta primera etapa: El Parpalló y Les Mallaetes, ambas en Valencia. Los niveles del Solutrense Inferior están datados aproximadamente en el 20.000 BP (Parpalló) y 22.000 BP (Mallaetes). Esta última es la datación más antigua conocida para este momento cultural. En la región cantábrica el Solutrense Inferior no se conoce, comenzando las secuencias al menos en el Medio. El resto de fases están bien representadas y documentadas en ambas zonas. Pero para la península ibérica hay que añadir una última fase, el Solutrense Final Evolucionado. En esta última fase se agudizan las diferencias entre el área cantábrica y la extracantábrica en cuanto a las características industriales; esta fase es la mejor representada en la zona mediterránea de la península, y está caracterizada por la aparición de puntas de muesca y puntas de aleta con pedúnculo. Los yacimientos se reparten por el Sur de la península, con importantes concentraciones en Murcia (Cejo del Pantano), Valencia (La Cova del Llop) y las ya comentadas Mallaetes y El Parpalló, que son las que mejor representan este momento cultural.
Cultura Magdaleniense.
La cultura Magdaleniense se extendió por Francia, Suiza, España y Alemania. Se divide en inferior y superior, cada una a su vez subdividida en tres estadios (I, II y III). En Inglaterra existe una cultura paralela al final del Magdaleniense, llamada creswelliense. En la península ibérica, la obra magdaleniense más famosa son las cuevas de Altamira.
Puede considerarse como la primera civilización europea occidental, pues debido a un aumento demográfico, sobrepasan los límites de su foco originario y se extiende prácticamente por todo el continente europeo. La necesidad de materias primas líticas de buena calidad es un motivo importante para desplazar a un grupo a buscarlas, a veces a varias decenas de kilómetros. Utensilios de un sílex especial denominado tipo Urbasa procedente de la sierra navarra homónima, han sido encontrados a lo largo de la cornisa cantábrica y suroeste de Francia, a 400 kilómetros. Las oscilaciones del clima entre cálidas y frías, y húmedas y secas tienen una gran influencia tanto sobre la fauna como sobre la flora. En las etapas templadas, predominan los caballos, bosques de hoja caduca y extensas praderas de gramíneas, mientras que en las épocas más frías, la especie representativa es el reno y hay una regresión de los bosques en beneficio de las praderas.
Enterraban a sus muertos, pero se conocen escasas sepulturas, comúnmente son simples fosas poco profundas. Se han encontrado extensos campamentos al aire libre organizándose en tiendas o cabañas. Esta tendencia al agrupamiento se ve reforzada, pues determinados yacimientos son auténticas necrópolis.
Fue una cultura de cazadores. Su base era la caza del caballo, mientras que en Europa del Este el mamut era la especie más codiciada. Surge un aprovechamiento completo de las especies animales.
La expansión de los recursos que tuvo lugar durante el solutrense permite continuar con esta estrategia en un entorno similar, de ahí la expresión "con un solo valle basta", la cantidad de recursos de que disponen los magdalenienses es tan grande que les permite volverse semi-sedentarios.
La principal novedad que aporta a los recursos el magdaleniense es la explotación de los recursos marinos. La pieza lítica que caracteriza al magdaleniense es el arpón, diseñado para atrapar grandes presas marinas como cachalotes o ballenas, esto supone que utilizaban embarcaciones (los magdalenienses desarrollaron las primeras embarcaciones de la historia) para pescar en alta mar que no se han conservado al estar hechas de madera.
Aparte de la explotación de los recursos marinos, se continua con el sistema cazador-recolector adaptado a las nuevas condiciones.
Neolítico en Europa.
El Neolítico llega a Europa desde el Próximo Oriente a través de la cuenca Mediterránea.
Se cree que pudo haber unos 7.000.000 de habitantes en Europa.
Los cromosomas Y de esta época en Europa son el G y J.
La primera gran civilización mediterránea plenamente neolítica es la de Cerámicas impresas Cardiales (en el mapa: color verde intenso).
El haplogrupo H mitocondrial propiamente dicho solamente se ha encontrado en Europa, aunque con baja frecuencia, en restos humanos a partir del Neolítico temprano: tres variantes de H1, así como H23, H26, H46 y H88. La diversidad del haplogrupo H en Europa aparece a partir del Neolítico Medio, en restos en los cuales se han encontrado también los haplogrupos H3, H5, H7, H10, H16 y H89. Una mayor diversidad y el aumento de la frecuencia fue el resultado de contribuciones genéticas sustanciales de sucesivas culturas paneuropeas y en particular la cultura del vaso campaniforme, que se expandió desde la península ibérica en el Neolítico Tardío. A partir de entonces se difundieron H2, H3, H4, H11, H13, H16, además de H1.
Es curioso que el 53 % de los iberos prerromanos pertenecían a este haplogrupo.
Haplogrupo en Europa.
Esta civilización es sustituida por otra originada en el Danubio llamada de Cerámica de bandas (verde claro en el mapa), cuya influencia se extiende por el Rin hasta la costa atlántica (amarillo en el mapa). Es entonces cuando se produce un cambio fundamental en las culturas europeas. Aparece en el sur de Portugal la civilización de los constructores de Megalitos. Esta civilización sobrepasa los límites de la Edad de Piedra, ya que perdura durante el Calcolítico (en una fase que se ha denominado Neo-Eneolítico, por la dificultad de establecer una división clara). Desde Portugal y otros puntos de la costa atlántica, el fenómeno megalítico se extiende por toda Europa occidental, ya que, como se ha dicho, perdura durante la edad de los metales). Los constructores de megalitos vivían en poblados fortificados, situados en lugares de fácil defensa (como colinas).
El dolmen de Axeitos, en Galicia, España.
Es el período de la historia humana en el que apareció y se generalizó la agricultura y el pastoreo de animales (ganado), dando origen a las sociedades agrarias. Generalmente, pero no necesariamente, fue acompañado por el trabajo de alfarería. En el Neolítico aparecen los primeros poblados y asentamientos sedentarios humanos.
Según la visión tradicional, la adopción de los modos de vida productores (cultivos y pastoreo) en Europa sería debida a la influencia de las culturas del Oriente Próximo. Los grupos neolíticos comenzaron a basar su alimentación en el cultivo de trigo, cebada y centeno, a la par que domesticaban cabras, ovejas y bueyes, así como asnos, caballos o renos. También empezaron a sedentarizarse, apareciendo los primeros poblados cerca de corrientes de agua.
Asociados a este periodo están la invención de la cerámica, del arado, la hoz, el molino de mano para moler cereales, así como los primeros tejidos hechos de lino y lana. La minería del sílex representa la mayor industria de este período, pero también se extraían obsidiana o variscita (minas de Can Tintorer en Gavá). Los útiles de piedra pulimentada sustituyeron en parte (pero no completamente) a los de piedra tallada y las manifestaciones artísticas se redujeron, cambiando su tipología radicalmente.
Las quemas de bosques para obtener tierras de cultivo y pastos se generalizaron, reduciéndose por primera vez la superficie arbolada debido a una causa antrópica. Aunque muchos cultivos se plantaban en huertos inmediatos a las viviendas, el trigo y la cebada solían ser cultivados en pequeños campos cercanos, con lo que el área usada por un solo asentamiento podía tener un radio de unos 5 km. Las comunidades agrarias de la cultura del Danubio estaban en contacto unas con otras e intercambiaban bienes a través de largas distancias, como el ámbar del Báltico, que llegaba hasta el Mediterráneo.
Uno de los grupos culturales más significativos sería el de la cerámica de bandas, en Europa central: formaron grandes comunidades rurales, mantenían ganado, cultivaban cereales y producían una alfarería característica. Desde la península ibérica se extendió el vaso campaniforme, cuyo límite de expansión oriental fue el sudeste de Polonia. Asociados al vaso campaniforme hay una serie de elementos nuevos (como los conocimientos metalúrgicos o los enterramientos individuales) que se extendieron por toda Europa junto a aquel.
Localización de las lenguas preindoeuropeas documentadas: Península ibérica: euskera, tartesio, ibérico; Península itálica: etrusco, rético, sicano, piceno septentrional, Península anatolia: hático, hurrito-urartiano, Grecia y Chipre: lemnio, eteocretense, eteochipriota, Irán: elamita, India: idioma de Harappa, Sri Lanka: vedda.
Dolmen de Lamas, Braga, Portugal.
Dolmen de Menga en Antequera.
Así el ADN mitocondrial europeo está formado básicamente por los haplotipos H, U y T. El haplotipo H debió entrar en Europa por el Cáucaso y el norte del Próximo Oriente. Se ha conjeturado que la difusión de la agricultura desde Oriente Próximo conllevó la expansión de pueblos agrícolas que penetraron en Europa y que podrían haber sido portadores de este haplotipo. El haplotipo U está extensamente distribuido por Europa Occidental, Norte de África y también Asia Meridional por lo que debe suponerse que se debe a poblaciones que se expandieron desde el norte de África hacia Europa y hacia Asia. Finalmente el haplotipo T parece ser una línea exclusivamente euroasiática.
Por otra parte, respecto al ADN del cromosoma Y, son particularmente importantes los haplotipos R1b, R1a, I2, I1, E1b1b, J2 y N. Entre los haplotipos R1b y R1a el primero es más importante en Europa occidental y el segundo en Europa oriental lo cual revela que esas dos variantes de haplotipo R1 son diferentes en ambos extremos del continente. En particular la distribución del haplotipo R1a muestra cierta similitud con la primera dispersión de las lenguas indoeuropeas en Eurasia. Los haplotipos I1 e I2 tienen una distribución curiosa, siendo más abundantes en los Balcanes (I2) y en Escandinavia (I1). El haplogrupo N parece ligado a la distribución de pueblos urálicos.
Distribución del haplogrupo del cromosoma Y en Europa.
Cuenco de cerámica cardial de la cueva de La Sarsa (Valencia, España)
Durante el Neolítico surgen la agricultura y la ganadería, y con esta nueva economía la población comienza a establecerse permanentemente en un lugar, se sedentariza. En la Península, la ganadería fue la actividad predominante en la mayor parte de las zonas, dadas las propicias condiciones del terreno. Las diferentes tareas agrícolas y ganaderas provocaron una mayor especialización y la división del trabajo, y con ello las diferencias sociales. Se desarrollaron útiles agrícolas, como las azadas, hoces y molinos de mano, y adquirieron un gran desarrollo de los instrumentos de madera, asta y hueso, pero sobre todo se extendió la cerámica, que fue primordial para la conservación de los alimentos y su cocción.
La agricultura del trigo y la cebada está comprobada indirectamente, por haberse encontrado útiles como molinos de mano o molederas; pero también directamente, a partir de semillas de trigo cultivadas. El inicio de la ganadería se deduce de la comprobación del consumo de vaca, oveja y cerdo.
El modelo de hábitat más extendido en el Neolítico peninsular es el de la ocupación de cuevas, con muchos ejemplos en la geografía peninsular como la Cova de l'Or, Los murciélagos de Albuñol, Caldeirão, Nerja o Dehesilla, por señalar algunas. No obstante, no faltan poblados al aire libre que se están documentando recientemente en toda la península ibérica, como La Draga, Mas d'Is o La Lámpara, entre otros, que demuestran la generalización del poblamiento en diversos tipos de ocupaciones.
Las divisiones del Neolítico obedecen siempre a fases de carácter regional, puesto que no está exento de peculiaridades según las regiones de la Península (entre otros, estilos cerámicos o costumbres funerarias distintas).
Se desarrolla en la Península la cultura de la cerámica cardial, caracterizada por su decoración impresa mediante conchas de berberecho (cardium edule). Se han encontrado yacimientos en Cataluña, Levante y Andalucía. En ellos hay muestras de prácticas agrícolas, aunque todavía predominaba la economía ganadera. Sin embargo en las sierras de Andalucía Occidental (Cueva Chica de Santiago, Sevilla, Cueva de la Dehesilla, Cádiz, etc) se da un estrato neolítico prematuro (cerámica de engobe rojo, domesticación de animales).
También en esta fase se encuentran otros hallazgos de cerámicas decoradas, como la de ‘Boquique’ o las incisas. En algunos casos, las cerámicas están adornadas con representaciones humanas (l'Or), cuyas características se han puesto en relación en Levante con la pintura macroesquemática.
Comienza una segunda fase neolítica. Esta etapa fue la de la expansión por el resto de la Península, con asentamientos en las dos mesetas, en el valle del Ebro y el País Vasco. Se desarrolla la cultura de los sepulcros de fosa en Cataluña hasta el sur de Francia, y se caracteriza por las tumbas individuales con ajuar, cubiertas por enormes losas. También poseían una técnica cerámica muy avanzada. En esta cultura predominaba la agricultura, y los restos funerarios demuestran que se trataba de una sociedad dividida en grupos sociales, posiblemente a través del trabajo.
Más al sur, aparecen la cultura megalítica y una tendencia paulatina hacia los enterramientos colectivos, con presencia desde lo que sería hoy la zona de Almería, haciendo un semicírculo que recorre la fachada atlántica hasta el norte de la península en el sentido de las agujas del reloj. Aparece la agricultura y se reduce la actividad errante de las tribus.
También la pintura levantina es característica del Neolítico peninsular. Está localizada en abrigos rocosos de las sierras interiores, normalmente al descubierto, y representa escenas de grupos, con mucho dinamismo y con figuras humanas estilizadas, reflejo de un mayor grado de esquematización y abstracción que la pintura cantábrica del Magdaleniense.
LA LLAMADA EDAD DEL COBRE EN IBERIA.
Posteriormente, estas comunidades incorporaron el vaso campaniforme, que, tradicionalmente, ha sido utilizado para marcar un antes y un después en las periodizaciones (por ejemplo, en el sudeste: Precampaniforme o Millares I y Campaniforme o Millares II). Actualmente, y sin negar la importancia del campaniforme como fósil director del Calcolítico final, algunos investigadores muestran reticencias a la hora de establecer esta diferenciación en dos momentos entre los que no se observa ninguna ruptura. Por ello, se empieza a prescindir de esta secuenciación y a considerar el campaniforme como una simple adición artefactual, una moda.
Cuenco de los Millares.
La mayoría de los yacimientos relacionados con este grupo se distribuyen por la provincia de Almería y el sector oriental de la de Granada, llegando hasta Murcia (Cabezo del Plomo en Mazarrón) y el sur de la provincia de Alicante (Les Moreres en Crevillente). Esta zona resulta ser la más árida de Europa, aunque la desertización bien puede tener a la población humana de aquella época como factor importante, ya que recientes estudios faunísticos y palinológicos indican que el medio ambiente del III milenio a. C. era bastante más fértil que el actual.
EL POBLAMIENTO.
Frente a un poblamiento muy disperso y de débil densidad demográfica de la etapa anterior, se implantó un modelo polarizado en torno a yacimientos de entidad y con cierto grado de urbanización, desde los que se vertebraba la explotación de sus respectivos territorios. Como ejemplos se pueden mencionar: los Millares, en el valle del Andarax; Almizaraque, en el bajo Almanzora; Terrera Ventura, en el área de Tabernas; el Tarajal, en el campo de Níjar; el Malagón, en el altiplano de Chirivel.
No fueron grandes focos de población, ya que su extensión normal rondaba la hectárea (excepto en los Millares, con una extensión de 4 a 5 ha de caserío). Es muy importante destacar el carácter permanente de estos poblados, demostrado por la existencia de murallas, las estructuras habitacionales con zócalo de piedra y el binomio necrópolis-poblado.
Las viviendas
Son de planta circular con zócalo de piedra, carecen de compartimentación interior, tienen hasta 6 metros de diámetro y presentan una dispersión aleatoria. Chapman, tomando como referencia la extensión de Los Millares y el número mínimo de defensores necesarios para rentabilizar sus imponentes fortificaciones, propone la cifra de unos 1000-1500 habitantes, lo que, para él, justifica la adjudicación a este centro del calificativo de “protourbano”. Estos rasgos generales son apreciables en otros yacimientos como el Cerro de la Virgen de Orce, El Malagón, Campos y Almizaraque.
Las necrópolis
Se sitúan indefectiblemente en las inmediaciones de los poblados y están formadas por enterramientos megalíticos colectivos, tipo tholos en las comarcas bajas y cercanas a la costa, así como también cuevas e hipogeos hacia el interior. Suelen tener amplias cámaras circulares de hasta 6 metros de diámetro, pasillos de acceso y cubiertas cupulares. A veces, las cámaras se complementan con camaretas laterales secundarias. Los pasillos suelen aparecer segmentados a base de losas perforadas. Las cubiertas adoptan la forma de falsa cúpula, por aproximación de hiladas, afianzándose su construcción mediante el uso de un pie central.
En los Millares se han descubierto unas 90 tumbas, casi todas de cúpula (tholoi), excepto media docena que presentan cubierta monolítica plana. Los osarios se sitúan en la cámara, en el corredor o incluso en las camaretas. En determinados monumentos pueden llegar a corresponder a un centenar de individuos, aunque en otros no alcancen la decena, situándose la media en torno a 20. Las ofrendas están diseminadas, sin que resulte posible asociarlas a enterramientos concretos. Entre ellas hay cerámica lisa y decorada, herramientas líticas talladas y pulimentadas, piezas de adorno algunas veces sobre materiales exóticos, herramientas y armas de cobre, ídolos de piedra y hueso, etc. Este tipo de enterramientos nos pone de relieve una estructura de comunidad en grupos de parentesco, en que cada linaje o grupo de filiación contaba con un panteón que sería también signo externo de su respectivo grupo familiar.
LA SOCIEDAD.
A partir del cementerio de los Millares puede afirmarse que la sociedad calcolítica del sureste estaba en proceso de jerarquización. En principio, una necrópolis megalítica se correspondería con una sociedad segmentaria en la que cada tumba es patrimonio de un grupo familiar de entre los varios que, en régimen de igualdad, se aglutinan en una unidad superior. Pero Chapman ha advertido que en Los Millares:
1. No todas las tumbas cuentan con la misma riqueza de ajuares, concentrándose en unas pocas los suntuarios: cerámicas simbólicas, elementos importados (ámbar, marfil, cáscara de huevo de avestruz), piezas metálicas, objetos campaniformes, etc.
2. En el interior de los sepulcros hay zonas en que se concentran las ofrendas más destacadas, tal vez para individualizar a ciertos individuos de los demás.
3. Algunos monumentos denotan mayor complejidad arquitectónica, lo que supone una mayor inversión de trabajo.
4. Las tumbas más ricas y complejas están más cerca de la muralla.
Todo ello se podría interpretar como testimonio de la aparición de unas élites en el contexto de una sociedad incipientemente jerarquizada, de la que faltarían otros tipos de evidencias arqueológicas, como serían edificios singulares o viviendas realmente distinguidas por concentraciones excepcionales de riqueza.
EL SUDOESTE.
Se desarrolló en el área de la desembocadura del Tajo un grupo de gran complejidad cultural cuyos signos distintivos se fueron extendiendo progresivamente por todo el suroeste peninsular, creando un cierto trasfondo de unidad en diversos aspectos como son la nuclearización y el encasillamiento de los hábitats, el surgimiento de la metalurgia o la aparición de un ritual funerario común en el que participaban unos mismos símbolos.
Extensión y poblamiento
Las primeras referencias sobre el fenómeno de concentración y sedentarización del poblamiento en el sudoeste peninsular se obtuvieron en el ámbito de la llamada “cultura del Tajo” o de Vila Nova, que incluía las penínsulas de Lisboa y Setúbal. Allí se encuentran Vila Nova de São Pedro y Zambujal. Estos yacimientos se caracterizan por su reducido tamaño, no superior a la hectárea y porque fueron construidos y reconstruidos en sucesivas fases hasta alcanzar la complejidad estructural que presentan. El ejemplo más significativo es, sin duda, Zambujal. Este tipo de poblado se constata también en el Algarve y el Bajo Alentejo e incluso en la provincia de Huelva, donde cabe citar el de Cabezo de los Vientos. Otros yacimientos como Valencina de la Concepción, Sevilla, Pijotilla, en Badajoz o Ferreira en Alentejo en el sur de Portugal, manifiestan menor preocupación defensiva y mayor extensión.
Por lo tanto el poblamiento en el sudoeste no se reducía a pequeños lugares fortificados, sino que es más complejo, una situación bastante distinta a la del sudeste, donde los principales núcleos, como los Millares, estaban siempre fortificados. Estos hábitats fortificados se explican por la presencia de colonos, que no solo aportaban modelos arquitectónicos, sino también estilos cerámicos como los famosos “copos” de la cultura del Tajo y la metalurgia del cobre. Actualmente se defiende el autoctonismo, aunque para las murallas se puede defender la inspiración en el prototipo mediterráneo de la Península. Contando también con el uso de los mismos símbolos, como ídolos oculados, de la tipología singular para los instrumentos materiales exóticos.
Su nombre es la consecuencia de las especiales características de estas vasijas (en arqueología denominadas vasos) con forma de campana invertida y profusamente decoradas que se han encontrado, generalmente en contextos funerarios, en buena parte de Europa: por casi toda la península ibérica, en islas del Mediterráneo occidental, en la Francia mediterránea y atlántica, Gran Bretaña e Irlanda, los Países Bajos y parte de Europa Central.
Vaso campaniforme de Ciempozuelos, arcilla negra, pulimentado con una capa de barro fino, y decorado con motivos geométricos incisos rellenos de pasta blanca; en el Museo Arqueológico Nacional (Madrid).
EDAD DEL BRONCE.
Durante los casi mil trescientos años que duró este periodo se gestaron las particularidades de los pueblos germanos, latinos, galos, iberos o lusitanos, que comenzaron a definirse como tales desde el Bronce Final. En sus génesis tuvo gran importancia la extensión por toda Europa de las redes comerciales creadas por los estados ya históricos del Oriente Próximo que incluyeron el ámbar del Báltico, el cobre del bajo Danubio y Huelva, el estaño de Cornualles y Galicia, el oro de Irlanda, los metales preciosos de Andalucía y el azabache de Gran Bretaña. Este comercio favoreció la consolidación de unas élites ya existentes, que lo controlaron y aumentaron con ello su privilegiada posición. El aumento de la estratificación social aparece reflejado en las grandes diferencias existentes en los ajuares funerarios y la mayor presencia en estos de armas, tanto ofensivas como defensivas.
La Dama de Elche, obra maestra del arte ibero.
Áreas alejadas de los centros culturales de la Europa central o mediterránea, como el occidente atlántico, destacaron como focos de creación tecnológica en la metalurgia del bronce y en la orfebrería, definiendo el Bronce final atlántico, que se convirtió en el principal abastecedor de utensilios y armas de bronce en Europa. En estas áreas fue una época de notables progresos económicos, sociales y tecnológicos, llegando a altas cotas de creatividad en el mundo de las ideas y la innovación estética.
Durante el Bronce antiguo (1800-1500 a. C.) se produjo el apogeo de la civilización minoica, así como el desarrollo de los grupos de Unetice, de los túmulos armoricanos, de Wessex y la fase inicial de los argáricos. En el Bronce medio (1500-1200 a. C.) la civilización micénica sustituyó a la minoica, destacando también los grupos de los túmulos, de las terramaras y la plenitud de los argáricos. Durante el Bronce final (1200-700 a. C.) se expandieron los campos de urnas por buena parte del continente. Pudiera ser que los iberos entraran en la península con esta cultura esteparia con cromosoma Y también R1b.
En la península ibérica comenzó a despuntar la denominada cultura argárica en, aproximadamente, la misma área donde se había desarrollado la de Los Millares, aunque, en esos momentos, todavía con una pequeña zona de influencia y numerosas pervivencias calcolíticas. Es una etapa temprana, llamada tradicionalmente «Fase A» en la que destacan los enterramientos en cista con un ajuar que ha querido ser relacionado con influencias del Mediterráneo oriental, pero que ha terminado revelándose como autóctono.
Enterramiento en cista típico de la primera fase de la cultura de El Argar (Almería).
En la península ibérica la cultura del Argar alcanzó en esos momentos su fase de plenitud, desarrollándose en el árido sudeste (Almería y provincias limítrofes). El número de asentamientos localizados revela un fuerte aumento demográfico respecto a la etapa millarense. Eran poblados fuertemente protegidos, construidos en sitios altos fácilmente defendibles, con gruesas murallas y áreas restringidas tipo acrópolis. Los enterramientos eran individuales y dentro de las viviendas; mientras que en la fase anterior se realizaban en cistas, en ésta pasaron a ser en grandes tinajas o pithoi, con ajuares muy diversos que delatan una compleja estratificación social. Tal estratificación se refleja también en la organización interna de los poblados y en la jerarquía urbana. Aunque El Argar no llegó nunca a formar un auténtico estado, debió generar alguna forma política de carácter pre-estatal. Las formas cerámicas argáricas son muy diferentes de las del resto de Europa occidental con vasos carenados y altas copas sin decoración. El resto del ajuar lo componen brazaletes, cuentas de ámbar, espadas (también diferentes, pues mantienen el sistema de mango macizo sujeto con remaches), alabardas, brazaletes, ornamentos de ámbar, alfileres y unas inconfundibles diademas de plata.
Enterramiento en tinaja de la segunda fase de El Argar.
Estela del Castro de Solana de Cabañas, en Logrosán (Cáceres).
EDAD DEL HIERRO.
Se llama Edad del Hierro al período en que se desarrolló la metalurgia del hierro, metal más duro que la aleación de bronce y uno de los elementos más abundantes de nuestro planeta. Los primeros artefactos de hierro fundido datan del III milenio a. C. y fueron hallados en Anatolia. A Europa comenzaron a llegar a partir del 1200 a. C., durante el Bronce Final.
A pesar de que los minerales de hierro son muy abundantes, su siderurgia requiere una tecnología compleja y diferente a la de otros metales conocidos por entonces (refinado, fundido, forjado y templado), lo que obstaculizó su difusión: durante muchos siglos el hierro fue más un objeto de prestigio que una materia prima utilizada en herramientas de uso habitual, por lo que el bronce no fue desbancado rápidamente. El hierro no se generalizó en Europa hasta, aproximadamente, el año 800 a. C. y en la mayor parte del continente esta fase finalizaría con la romanización. Excepto en el norte de Alemania y en Escandinavia, donde persistió representada en las culturas de Jastorf y vikinga, respectivamente (los vikingos hasta alrededor del año 1000 de nuestra era).
Hasta el siglo VIII a. C. solo el Mediterráneo oriental entraba dentro de los parámetros históricos. El año 776 a. C. es reconocido por los antiguos griegos como el de su primera Olimpiada, es decir, el comienzo de su historia. Por esas mismas fechas, en la península Itálica, la cultura de Villanova, una variante regional de los campos de urnas, derivó en la civilización etrusca. En el 753 a. C. los romanos sitúan la fundación de la antigua Roma. Así nacieron las civilizaciones clásicas, cada una de las cuales tenía su propio alfabeto, derivados todos ellos del fenicio (también el ibérico). A su vez, el alfabeto fenicio es una simplificación del cuneiforme que partió de un viejo silabario de la ciudad portuaria de Ugarit (actual Ras Shamra, al norte del Siria), del segundo milenio. Posiblemente los fenicios fueron asimismo dinamizadores de los procesos locales que estaban dando lugar a la formación en Andalucía de Tartessos, una cultura de la que se sabe poco; entre otras cosas, pudo haber tenido su propio sistema de escritura, un amplio desarrollo social, cultural y, puede que, estatal. A juzgar por las fuentes escritas, las exploraciones fenicias comenzaron a finales del segundo milenio, pero no hay constancia arqueológica hasta el siglo VIII a. C. Por esas mismas fechas la primera oleada de colonizadores griegos se estableció en el Mediterráneo central, y, en el siglo siguiente, una segunda oleada alcanzó la península ibérica (Ampurias, Hemeroscopio, Mainake). La influencia de fenicios y griegos debió ser fundamental no solo para la difusión de la metalurgia del hierro, sino, también para el desarrollo de unas sociedades que entraron así en la Historia.
En el resto de Europa este periodo suele dividirse en dos grandes fases:
Hallstatt
La cultura de Hallstatt (800-450 a. C.) o Primera Edad del Hierro en Europa Central, Francia y los Balcanes, es considerada heredera de los campos de urnas. Esta sociedad estaba dirigida por unas aristocracias guerreras reflejadas claramente en la riqueza de sus tumbas: algunas, por su contenido y su estructura, resultan claramente principescas, con ricos ajuares depositados en grandes cámaras mortuorias de madera. En éstas, el rito funerario predominante fue el de la inhumación bajo túmulo, que se fue imponiendo paulatinamente sobre la incineración, aunque ésta siguió siendo habitual en las zonas periféricas (donde suele hablarse de campos de urnas tardíos). Al principio el uso del hierro era minoritario, pero a partir del siglo VII a. C. se fue generalizando. Estos grupos mantenían contactos comerciales con el Mediterráneo y con las estepas del este europeo, haciendo, posiblemente, de intermediarios en el comercio del ámbar y el estaño con el mundo mediterráneo.
La Tène
La cultura de La Tène (450 a. C. hasta la conquista romana) o Segunda Edad del Hierro en Centroeuropa, Francia, norte de España e Islas británicas. El hierro se había generalizado y la economía diversificado, naciendo lo que se ha denominado cultura céltica. Los asentamientos estaban fortificados y la complejidad de algunos de ellos es propia de centros proto-urbanos (que los romanos denominaban oppidum), con una estratificación social bien diferenciada, cuya cúspide ocupaba la nobleza guerrera. Estos aristócratas gustaban de ser inhumados en grandes tumbas con ajuares muy ostentosos que incluyen carros de guerra, adornos, joyas, armas y grandes vasos de cerámica importados de Grecia y Etruria. La tumba de la princesa de Vix es el mejor ejemplo.
Máxima expansión del mundo céltico.
La península ibérica durante la Edad del Hierro
La particular posición de la península ibérica como «Extremo Occidente» del mundo mediterráneo determinó la llegada de sucesivas influencias culturales del Mediterráneo oriental, particularmente las vinculadas al Neolítico y la Edad de los Metales (agricultura, cerámica, megalitismo), proceso que culminó en las denominadas colonizaciones históricas del I milenio a. C. Tanto por su localización favorable para las comunicaciones como por sus posibilidades agrícolas y su riqueza minera, las zonas este y sur fueron las que alcanzaron un mayor desarrollo (cultura de los Millares, Cultura del Argar, Tartessos, pueblos iberos). También hubo continuos contactos con Europa Central (cultura de los campos de urnas, celtización).
La relación de los tartesios (en la Primera Edad del Hierro) y de los íberos (en la segunda) con fenicios y helenos actuó de catalizador en el desarrollo de sus respectivas sociedades, que podrían incluirse ya dentro de la Protohistoria.
La denominada cultura castreña se desarrolló en el noroeste peninsular. Durante mucho tiempo se pensó que estos grupos culturales eran célticos, pero ahora se cree que los aportes hallstátticos son menores que los atlánticos e, incluso, que los mediterráneos. Su característica distintiva es la presencia de poblados fortificados, situados en lugares altos, con varios cinturones de muralla concéntricos y, en el interior, numerosas casas de piedra circulares, sin organización urbanística (son los llamados castros). Desarrollaron una cerámica propia que comparte ciertos paralelismos con las alfarerías meseteñas); potenciaron la metalurgia del bronce en detrimento de la del hierro; y presentan diversas manifestaciones escultóricas, como los guerreros lusitanos y las casas ceremoniales ornadas con portadas laboriosamente esculpidas denominadas pedras formosas, en las citânias portuguesas (se esculpían en edificios cuadrangulares con función religiosa controvertida: quizás lugares de culto a los muertos, baños purificadores u hornos para la incineración de cadáveres). La economía era agropecuaria, pero tenían un gran peso la recolección de frutos silvestres, la pesca y el marisqueo. La cultura castreña galaico-portuguesa tuvo una larga pervivencia durante el proceso de romanización peninsular, siendo una de las zonas que más se resistieron y que mejor mantuvieron sus tradiciones.
Castro de Baroña en Puerto del Son (La Coruña)
El interior de la Península ha sido considerado tradicionalmente como un territorio de influencia céltica. Sin embargo, hoy se sabe que la Meseta Central mantuvo, desde el primer momento, una fuerte tradición local y nunca llegó a desarrollarse un horizonte de campos de urnas, aunque es imposible negar la influencia céltica.[cita requerida] Destacan tres grandes grupos culturales previos al mundo celtibérico (protohistórico o prerromano):
El primero de ellos es la llamada Facies Soto de Medinilla, asentada en el Duero medio y que mezclaba aspectos intrusivos de gentes foráneas con otros locales. Se trata de una cultura agrícola (basada en el cultivo del trigo) que, a pesar de su cronología (siglo VIII a. C.-siglo V a. C.) apenas pudo conocer el hierro.
Algo más tardía es la cultura de los Castros de Soria y Guadalajara (siglos VI y V a. C.), que en este caso es de carácter pastoril y con hábitats fuertemente defendidos, lo que nos indica tiempos de crisis. El hierro comenzó a ser más abundante en esta época, posiblemente porque se descubrieron minas en el Moncayo. Las necrópolis de campos de urnas halladas en el oriente meseteño tienen tumbas de guerreros con un abrumador repertorio de armas de influencia hallstática, a las que se han incorporado elementos de la tradición local. Destacan las cachas de hueso, los pomos con antenas atrofiadas o en forma de T, y fastuosas vainas adornadas con discos, todo ello con incrustaciones y nielados de plata con complejos motivos decorativos. Sin duda, al margen de su utilidad bélica, se trataba de objetos que exhibían el rango social de sus portadores.
Por último destacaría Cogotas-II (siglos V a III a. C.), que se ha asociado a una economía pastoril y agrícola extendida por toda la Meseta. Son característicos sus castros fuertemente protegidos por sistemas defensivos hasta entonces desconocidos: murallas ciclópeas en varios recintos sucesivos cada vez más inaccesibles; puertas con entradas desviadas para exponer a los posibles atacantes a los arqueros; grandes extensiones de piedras hincadas para repeler los ataques de la caballería. Los castros de Las Cogotas, Las Merchanas o Sanchorreja son excelentes ejemplos. Los elementos materiales de no parecen enlazar con la tradición de Soto de Medinilla, excepto en pequeños detalles (sobre todo en los excelentes objetos metálicos de prestigio), aunque en el castro de La Mota en Medina del Campo, es posible establece una continuidad estratigráfica entre la facies del Soto de Medinilla y el horizonte de Cogotas II. A menudo, el horizonte de Cogotas II se asocia al pueblo de los vetones y suele recibir el nombre de cultura de los Verracos.
Espada con incrustaciones de plata y cobre (nielado), horizonte Cogotas II.
Quizás el llamado Paleolítico, pero el humano, no el simiesco, tenga solo unos cientos de años, al igual que el llamado Neolítico. Quizás a partir del 2000 aC haya podido comenzar la llamada Edad de los Metales, pero como sabemos, esta también estaría mal entendida puesto que algunas civilizaciones tuvieron acceso a cierta metalurgia mucho antes de lo que se piensa. Además tenemos que tener en cuenta que a partir de 4000 años la data por radiocarbono ya no sirve.
Ejemplo: Quizás las primeras oleadas de humanos que llegaron a la península ibérica, no tuvieron ya el conocimiento de la metalurgia de ciertos metales o no tuvieron acceso a ellos. Por ello, sobre el año 2.200 a. E. C, algunos vivieron en cuevas, mientras que otros vivieron en otra clase de casas. Al principio tuvieron que dedicarse a armas más rudimentarias, de piedra. Quizás porque no tenían acceso a los recursos de comida tuvieron que viajar para tener más oportunidades de alimentarse, o incluso por la violencia entre ellos mismos para acceder a todos estos recursos.
Cuando ya estaban más asentados estos grupos humanos progresaron a mejores técnicas de sobrevivencia. También influyeron otras civilizaciones con las que tuvieron contacto. Para la época de fenicios y de griegos, ellos ya dominaban la metalurgia de ciertos metales, con los cuales negociaban con estos grupos de navegantes y mercaderes.
Cuando entraron lo celtas((R1b-m269)Indoeuropeos descendientes de los Yamma de las estepas), en la península, fueron imponiendo su cromosoma Y a los habitantes de España. Tanto es así que impusieron este cromosoma en casi todos, hasta nuestros días.
La mayoría de los linajes paternos ibéricos son indoeuropeos (R1b, G2a3b1, J2b2 y una pequeña cantidad de R1a), lo que puede atribuirse a los invasores celtas Proto-Celtic y Hallstatt, y en menor medida a los colonos romanos y germánicos posteriores. En total, estos representan 50-85% de Y-DNA español y 60% de Y-DNA portugués. Los linajes maternos, por otro lado, parecen tener un origen mayoritariamente neolítico y mesolítico, notablemente haplogrupos H1, H3, HV0, K1a, J1c, J2a1, J2b1a, T2, U5b, V y X, que constituyen más del 80% del ADN mitocondrial en regiones como el País Vasco o Asturias, y siempre más del 50% de la población de cualquier región.
Western Iberia, desde Galicia y Asturias hasta el sur de Portugal y el oeste de Andalucía, tienen porcentajes relativamente altos de haplogrupos cromosómicos del suroeste de Asia (E-M34, J1, J2a, T). Su origen histórico es diverso, siendo las contribuciones acumulativas de los pastores neolíticos levantinos, fenicios, judíos y árabes, aunque su proporción exacta sigue siendo difícil de evaluar y puede variar mucho entre regiones. Lo que se puede determinar es que las regiones del norte como Cantabria, Asturias e incluso Galicia tienen insignificante ascendencia medieval árabe, judía y fenicia, por lo que la presencia de haplogrupos del sudoeste asiático debe atribuirse a los pastores neolíticos. Los linajes asiáticos sudoeste maternal incluyeron especialmente HV, J1d, J2a2, U3, X1 así como algunos subclades K, T y X2. Los datos autosómicos muestran un máximo del 12% de ADN del sudoeste asiático y del Mar Rojo en el sur de Portugal y Andalucía occidental, y un mínimo de 0% en el País Vasco.
Los linajes del sudoeste asiático generalmente se encuentran al lado de los linajes del norte de África, como el Y-haplogrupo E-M81 y los haplogrupos mt L, M1 y U6. La explicación más probable para la presencia en Iberia es que "hicieron autostop" con los pastores neolíticos y los invasores árabes medievales que pasaban por el Magreb. Algunos linajes del norte de África incluso pueden haber llegado durante el último período glacial. El origen de mtDNA H1, H3 o HV0 / V no está claro. Es posible que hayan estado presentes en Iberia y / o el Magreb en el período Mesolítico, ya que estos tres linajes también se encuentran en todo el norte de África. Sin embargo, no se puede excluir que integraron la comunidad agrícola neolítica en el Magreb y se trasladaron a Iberia en ese momento. Los datos autosómicos muestran un promedio del 5% de ADN de África del Norte en la mitad occidental de Iberia, y 1 o 2% en la mitad este.
El noreste de España, del País Vasco a Cataluña, fue colonizado por agricultores neolíticos de Italia y Francia, y en consecuencia tiene la incidencia más baja de ADN del sudoeste asiático o del norte de África en la península hoy en día.
Las migraciones y los asentamientos en tiempos históricos tuvieron un impacto menor en la estructura genética de los eventos ibéricos que el Neolítico y la Edad de Bronce. Solo el ADN-Y se puede usar hoy para medir las contribuciones de otras poblaciones europeas en Iberia, e incluso el ADN-Y no puede proporcionar una estimación precisa sin grandes cantidades de datos de alta resolución. Los romanos dejaron tal vez entre el 1% y el 15% de los cromosomas Y detrás de ellos, con una mayor proporción a lo largo de la costa mediterránea, en Andalucía y en Extremadura. Los linajes masculinos germánicos ahora representan alrededor del 4% de la población total, con las frecuencias más altas (6-10%) observadas en el noroeste y en Cataluña.
- https://www.eupedia.com/genetics/historia_genetica_de_iberia.shtml
- Wikipedia.