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miércoles, 8 de septiembre de 2021

PROGRESIÓN DE CIVILIZACIONES EN IBERIA.

 Los arqueólogos, historiadores y demás entendidos en la materia, clasifican la historia en diferentes fases. Prehistoria, Edad Antigua, Edad Media y Edad Moderna, Edad Contemporánea.


Prehistoria: desde el origen de la humanidad (es decir, hace unos 2 o 3 millones de años a.C.) hasta que se inventó la escritura (hace cuatro mil años a.C.)

Edad Antigua: comienza con la aparición de la escritura y termina con la caída del Imperio Romano (en el siglo V d.C.)

Edad Media: desde el siglo V hasta que los españoles descubren América, en el siglo XV (concretamente, en el año 1492).

Edad Moderna: desde el XV hasta que se da inicio la Revolución Francesa.

Edad Contemporánea: desde el XIX hasta la actualidad.


Sin embargo, en este blog, no se van a tener en cuenta esas divisiones, pues no existieron. En algunos momentos, se respetará el nombre usado por la mayoría de los expertos para saber de qué acontecimientos estamos hablando, pero solo en algunos casos, que las circunstancias nos obliguen.

La población de España se puede retrasar como muy tarde al 2.200 a. n. e.(antes de nuestra era).

Parece haber buena razón para creer que los descendientes de Javán (c. 2280 a. n. e.), hijo de Jafet, (los jonios) por la línea de Tarsis llegaron hasta la península ibérica, específicamente hacia el sur del territorio, donde constituyeron el grupo étnico más destacado. Esta posible ubicación de Tarsis también armoniza satisfactoriamente con las demás referencias bíblicas a este lugar.

JAVÁN

Cuarto hijo de Jafet mencionado por nombre y padre de Elisá, Tarsis, Kitim (posiblemente primeros pobladores de Chipre) y Dodanim (o Rodanim) (creen probable que sus descendientes poblaran la isla de Rodas y las islas vecinas del mar Egeo). Estos descendientes postdiluvianos de Noé aparecen entre aquellos que poblaron “las islas de las naciones”, frase que puede hacer referencia no solo a las islas, sino también a las regiones costeras. La historia muestra que los descendientes de Javán y sus cuatro hijos se establecieron en las islas y en las regiones costeras del mar Mediterráneo, desde Chipre (Kitim) hasta el Mediterráneo occidental. 

De hecho, a Grecia, se le dice Javán. Esto es significativo y entendemos el por qué de la presencia griega en España, desde los comienzos de Iberia. Obviamente estos pobladores de esta Iberia antigua, eran de la misma familia que los pobladores de Grecia y sus islas.

Tarsis (c. 2250 a. n. e.) pobló la antigua Iberia quizás a los 100 años (c. 2150 a. n. e.), acompañando al grupo principal desde Chipre o desde alguna de las islas del mar Mediterráneo, quizás Córcega.

Se ignora si fueron los descendientes de Tarsis los que pulularon por todo el territorio ibérico formando pueblos o tribus diferentes, o tuvieron diferentes colonizaciones de otros descendientes de Noé posteriormente.

En estos tiempos lo más probable es que o no tuvieran el conocimiento de los metales o bien, no disponían de los recursos. Es en estos años en los que viven en cuevas y sobreviven de la caza y de la recolección.

Se da en poblaciones que se establecieron en el norte de España, actual zona de Asturias y Cantabria, Levante, y zona portuguesa. De ese contexto son las pinturas rupestres.









Bastantes generaciones después se expandieron y quizás recibieron nuevas oleadas de gentes, las cuales influenciaban en nuevas ideas. Además el comercio e intercambio según fue pasando el tiempo con otras culturas, favoreció el progreso.


Oscar Nilsson trabajando con la reconstrucción del rostro del "Hombre de Stonehenge", que vivió aproximadamente del 2000 a.n.e. al 1800 a. n. e.), Stonehenge Visitor Centre, Inglaterra. (Clare Kendell/Página Oficial de ODNilsson).


Tenía la nariz rota y era como de más de 40 años. Vivía cerca de Jericó hace quizás milenios. Se ignora quién era pero sí se sabe que debía ser alguien importante para la comunidad de la que aparentemente formaba parte.

Entrando en lo que se denomina el neolítico, se desarrolló en torno al Mediterráneo, en la costa valenciana principalmente, donde se hallan los yacimientos más importantes. 


Mujer de unos 20 años que se encontró enterrada en Gran Bretaña que murió aparentemente en el parto al igual que su bebé. Los expertos la encuadran en este tiempo.

Se la llamó Avgi, que significa Amanecer, y solo tenía 18 años. Tenía un rostro rudo, bastante masculino como podemos notar por su reconstrucción facial. Se la encontró en la cueva de Theopetra, en la provincia griega de Meteora y tendría varios milenios(quizás del 1900 aC.) Vivió en el territorio que hoy día ocupa el país de Grecia.


Hombre de Cheddar encontrado en Reino Unido. Se cree que puede ser del 2000 a. n. e.

Una sima, probablemente semioculta en el paisaje, se tragaba de golpe a "Elba", una mujer de entre 20 y 40 años, y a sus tres uros, a los que llevaba a través de los montes entre las sierras de O Courel y Os Ancares. Esta pastora agonizaría en la oscuridad de la gruta y el progresivo derrumbamiento de la cueva preservaría sus restos para la posteridad. Los datos obtenidos a través de sus huesos y su ADN han permitido además realizar su reconstrucción facial.


        Joven de Barcelona del llamado Neolítico.


Indígenas shishálh de Canadá de alrededor del 1800 a 1900 a.n.e.



Hombre de Noruega de hace milenios de años.
El esqueleto mejor conservado de 4.000 años en Gran Bretaña, el Hombre de la Edad de Bronce, se encontró en 1834 en una tumba improvisada dentro de un ataúd hecho de un roble de Yorkshire ahuecado. El esqueleto conservado, teñido de negro por el ácido tánico en el roble, se envolvió en una piel de animal y se acompañó de una serie de artículos de sepultura que incluían una hoja de daga de bronce con pomo de ballena, pedernales y un recipiente de corteza que contenía residuos de comida.

Está caracterizada por la cerámica cardial, caracterizada por una decoración impresa mediante conchas de molusco (Cardium edule). Se han encontrado yacimientos en Cataluña, el Levante y Andalucía. En ellos hay muestras de prácticas agrícolas pero con predominio de una economía ganadera. Los asentamientos son en cuevas.


Caracterizada por la expansión de la economía productora por el resto de la península: de este periodo son los asentamientos de las dos mesetas, del valle del Ebro y del País Vasco, por lo que los yacimientos ahora no se encuentran en zonas montañosas, sino en tierras fértiles y en llanos, donde se construyeron los poblados. Proliferaron además las sepulturas organizadas en necrópolis. Mientras, en Cataluña y el sur de Francia apareció la denominada cultura de los sepulcros de fosa, caracterizada por sus tumbas individuales o dobles con ajuar, cubiertas por losas. Eran grupos predominantemente agrícolas, poseían una técnica cerámica muy avanzada y los restos funerarios demuestran que se trataba de una sociedad igualitaria.


Uno de los fenómenos culturales más interesantes de la época es el de los monumentos megalíticos: enterramientos colectivos, comunes también a la fachada atlántica de Europa occidental y relacionados con el desarrollo de las creencias religiosas. Son de características muy diversas, desde la pequeña cista hasta la gran tumba de corredor, pero todos ellos eran construidos con enormes piedras y techadas posteriormente con una o varias losas planas, aunque a veces se utilizaban elementos más pequeños. Se encuentran por todo el territorio peninsular y su utilización se prolongó hasta ya entrada la llamada Edad del Bronce.

Un estudio realizado por investigadores de las Universidades de Granada, de Tübingen (Alemania) y del Centro de Investigación Ambiental de las Universidades Escocesas (SUERC) ha demostrado que las sepulturas megalíticas no solo eran lugares de enterramiento, sino que también era habitual desenterrar los restos óseos para su uso en otras prácticas sociales.


Los científicos apuntan que la presencia de restos óseos humanos entre los vivos debió ser una práctica habitual en las sociedades megalíticas y estos restos pudieron haber sido considerados como reliquias utilizadas como medio para marcar y mantener importantes relaciones interpersonales. Por ejemplo, pudieron ser reconocidos como restos de ancestros o personas significativas para la comunidad.

La pintura levantina es característica del llamado Neolítico peninsular. Las representaciones se localizan en abrigos rocosos de las sierras interiores, donde aparecen escenas de conjuntos con mucho dinamismo y con figuras humanas estilizadas, reflejo de un mayor grado de esquematización y abstracción que la pintura cantábrica del llamado Magdaleniense.



Después hay un período en el que se introduce ya la metalurgia, sea porque tuvieron ya los conocimientos o porque consiguieron los recursos.

Esto se sabe debido a la grandiosidad de los megalitos, en Andalucía y en Extremadura. Destacó el desarrollo del megalitismo, que está relacionado con la metalurgia del cobre. Entre estos megalitos se encuentran los de Los Millares, los de Menga y los de El Romeral. Se construyeron poblados amurallados, como el ya mencionado de Los Millares. De todos los restos arqueológicos encontrados en los yacimientos, se ha encontrado un vaso campaniforme, un nuevo tipo de cerámica en forma de campana invertida.


Se trata de una sociedad establecida en pequeñas poblaciones fortificadas, con unas superficies de entre una hectárea y cinco, y necrópolis megalíticas de tholoi en las inmediaciones. Su economía estaba basada en una agricultura de secano, con indicios de estar complementada por cultivos de regadío. También tenían una cabaña ganadera de cierta entidad y comerciaban con el Atlántico y África. La metalurgia del cobre que practicaban está considerada de origen autóctono.


Contemporáneo a Los Millares y con características similares, el complejo de Vila Nova se desarrolló en la desembocadura del río Tajo, en el actual Portugal. La principal diferencia estriba en las necrópolis, donde se encuentra una relativa abundancia de hipogeos y cuevas artificiales en detrimento de los tholoi, justo al contrario que en el sudeste.

En el centro peninsular hallamos también la cultura de Las Motillas, elevaciones defensivas situadas en el entorno del Guadiana.


                         Ídolo oculado calcolítico.

El paso de la metalurgia del cobre a la del bronce data de la cultura de El Argar. El Argar se localizaba en las actuales Murcia, Almería, Alicante, Albacete, Jaén y Granada. Junto a El Argar data también la cultura talayótica de las islas Baleares, que se caracterizó por la construcción de murallas ciclópeas y por la edificación de los talayots, unas torres que flanqueaban el recinto amurallado; las taulas, unas mesas con una desconocida función; y navetas, recintos en forma de nave invertida con finalidad financiera.

Es una de las culturas antiguas mejor estudiadas gracias al excelente estado de conservación de sus restos arqueológicos. Este complejo cronocultural es considerado indicativo de los procesos de jerarquización sociales que se extendieron por Andalucía oriental y el Levante español. Debe su nombre al yacimiento epónimo de El Argar, en el municipio de Antas, Almería.

Su pervivencia fue de unos 800-900 años, distinguiéndose al menos dos fases, durante las cuales se produjo una continua jerarquización social interna y una expansión externa sobre las regiones colindantes. Hacia 1500 a. n. e. la sociedad argárica desapareció bruscamente.














INDIO AMERICANO HABITANTE EN KENNEWICK, ESTADOS UNIDOS, HACE UNOS 3500 AÑOS.

Está caracterizada por pueblos levantados sobre cabezos o colinas de difícil acceso, muchos de ellos con fortificaciones y de tamaño mayor que en la etapa anterior. Sus casas suelen ser de planta más o menos rectangular y en sus suelos o paredes se depositaban los muertos, convirtiéndose así simultáneamente en viviendas y necrópolis. La agricultura y ganadería desempeñaban un papel fundamental, así como la metalurgia, mediante la cual fabricaban las armas y objetos suntuarios de cobre, plata, oro y bronce que otorgaban estatus social a sus poseedores. El control de las materias primas y de la metalurgia condujo a una clara estratificación social que llevó al establecimiento de las jefaturas, que, según algunos autores, se convirtieron en incipiente Estado.

Los grupos argáricos tuvieron intensos contactos con sus vecinos del área del Guadiana y del Guadalquivir. Hacia el norte, el Bronce Manchego o complejo de Las Motillas se extendió por Albacete y Ciudad Real. En un principio se creyó que este no era más que una expresión diferenciada de la cultura argárica, resultante de su expansión hacia el interior, pero actualmente se tiende a caracterizarlo como un horizonte propio, con importantes relaciones con el Argar y el Bronce valenciano. Los asentamientos manchegos son bastante numerosos y, aunque dispersos y extensivos dentro de un territorio, mantenían relaciones entre sí formando agrupaciones. Los caracterizados como morras (en Albacete) y motillas (en Ciudad Real), eran fortalezas circulares dispuestas en anillos concéntricos en torno a una gran torre central, constituyendo lugares de habitación sin parangón en el resto de la Península. Existe, incluso, un asentamiento muy singular, el crannóg de El Acequión, que demuestra la versatilidad de estos grupos para adaptarse al medio. Sus redes de relaciones y comunicaciones se mantuvo casi intacta hasta la época romana.
Tesoro de Villena, el mayor y más importante conjunto de orfebrería prehistórica de la Península.

Durante el Bronce final comenzó a despuntar en las Islas Baleares la cultura talayótica, que llegaría a su clímax durante la Edad del Hierro. También hacia el final del periodo (1200-1000 a. C.) se extendieron por el área de Cataluña los primeros asentamientos de los campos de urnas.

            Joven micénico de la Edad del Bronce.

La cultura de los campos de urnas es un extenso horizonte arqueológico que se difundió durante el final de la Edad del Bronce y el principio de la Edad del Hierro por buena parte de Europa, llegando en su momento de apogeo a abarcar desde el Danubio y el Báltico hasta el mar del Norte y el nordeste de la península ibérica. Se caracterizó por un nuevo rito funerario: la incineración del cadáver y la deposición de sus cenizas en urnas de cerámica, las cuales se enterraban en un hoyo practicado en la tierra, formando extensas necrópolis. Al principio se levantaban pequeños túmulos sobre las fosas, luego quizás alguna estela o nada que las indicara. La expansión de este modelo se produjo entre los siglos XIII y VIII a. C.

Al final del segundo milenio a. C. en la llamada Edad del Hierro llegaron fenicios, griegos y cartagineses a las costas levantinas, mientras pueblos indoeuropeos cruzaban por los Pirineos y se establecían en las ciudades de Galicia y Asturias, donde desarrollaron la cultura castreña.

Es prácticamente imposible precisar el momento en que apareció la metalurgia del hierro en la península, ya que durante algunos siglos este metal coexistió con el bronce. Es posible que la trajesen los fenicios al establecerse en el sur de la península hacia el año 1000 a. C. o bien los griegos, que fundaron su primera colonia (probablemente Rhodes, actual Rosas, Gerona) en el siglo VIII a. C.


La aparición de un nuevo metal, el hierro, inicia una nueva etapa del periodo todavía denominado Prehistoria, aunque en estos primeros momentos ello no supuso cambios culturales importantes para los pueblos asentados en la península ibérica.

Esta nueva tecnología, que exigía hornos de fundición para alcanzar mayores temperaturas, no se difundió homogéneamente. Su implantación se inicia a mediados del siglo VIII a.C. en las zonas litorales, donde destacan áreas culturales protohistóricas tan importantes como la de Tartesos, mientras en el interior el cambio transcurrió mucho más lentamente, conviviendo con el bronce. La amplia diversidad regional que muestran los yacimientos preludia la configuración territorial con la que los pueblos ibéricos irán abandonando la Prehistoria para adentrarse de lleno en la antigüedad histórica.

En esta larga época suelen distinguirse dos grandes etapas: la primera Edad del Hierro (750 a.C. – 500 a.C.), y la segunda Edad del Hierro (500 a.C. – 200 a.C.), cada una ilustrada con mapas del mismo título.

En la primera distinguimos dos grandes áreas culturales con regiones internas diferenciadas: en el sur y este peninsular, cuyos pueblos reciben las aportaciones que llegan del Mediterráneo, se distinguen manifestaciones protocoloniales en el levante, colonizaciones fenicias en el sur Mediterráneo y Atlántico (Gadir), las primeras colonias griegas y áreas de influencia de estas, así como la importante área tartésica en Andalucía (especialmente en torno a los ríos Tinto, Odiel y bajo Guadalquivir).

En el centro y norte peninsular, cuyos pueblos permanecen ajenos a las influencias mediterráneas, manteniendo tradiciones (muchos siguen usando el bronce) y personalidad indígena, destacan: la cultura de los campos de urnas tardíos (Cataluña y valle del Ebro), la castreña soriana, las atlánticas (Portugal, Galicia y cornisa cantábrica) y la de Soto de Medinilla en la cuenca del Duero.
Más allá de las peculiaridades de cada uno de los grupos culturales peninsulares en la primera Edad del Hierro o Hierro I, es común a todos ellos el mantenimiento de su propia originalidad autóctona a pesar de las constantes influencias que van penetrando de otras culturas, particularmente las que llegaban a las costas desde oriente y se iban difundiendo lentamente a partir de Andalucía, el sudeste y levante, hasta alcanzar los más diversos territorios, aun los de más difícil acceso desde el litoral.

Para que ello fuera posible, a pesar de su lentitud, la temprana presencia fenicia revela que, desde antes del siglo VIII a.C., se establecieron contactos comerciales verificables con la Península, en una etapa de precolonización, como se ha señalado anteriormente. Poco a poco, las relaciones con las ciudades púnicas del Oriente cercano y norteafricano se intensificarán pasado el siglo VII a.C. con el control de la zona del suroeste por los fenicios a través de sus propios asentamientos, creando una red de exportaciones de productos elaborados en sus metrópolis y organizando en Iberia una estructura comercial que desde la costa penetraba al interior.

Ella era más que una cara bonita. El antiguo egipcio Meresamun, que vivió alrededor del año 800 a. C., era una chica trabajadora, una sacerdotisa-música que servía a Amón, la deidad preeminente de Tebas.

TARTESOS.


En la zona de Huelva y en la del bajo Guadalquivir las colonizaciones favorecieron el desarrollo de la cultura de Tartesos (se ha hablado de un reino de Tartesos, e incluso de alguno de sus reyes) durante la llamada primera Edad del Hierro o Hierro I, en un proceso histórico y cultural caracterizado por profundas transformaciones en las sociedades indígenas, que en el bronce final y en el Hierro I explotaban los yacimientos mineros y las tierras agrícolas del valle del Guadalquivir, y con las que se iniciaron frecuentes intercambios y contactos humanos. Quizás los tartesos fueran los descendientes de los primeros pobladores de Iberia, a los que podríamos llamar incluso protoíberos. La influencia de los usos y costumbres procedentes del Mediterráneo oriental en estas comunidades se hizo evidente en los aspectos social, económico y material (aumento de las importaciones de cerámicas, objetos de orfebrería, telas..., consumo de aceite, vino...).

El espacio tartésico, limitado en un primer momento al área geográfica de los ríos Tinto, Odiel y bajo Guadalquivir, se irá extendiendo hasta ocupar todo el sur peninsular y llegar a las desembocaduras del Guadiana y Segura, con notable influencia en el sudeste peninsular, el sur de levante, la costa sur de Portugal y las tierras del interior de Andalucía, como se aprecia en el mapa Primera Edad del Hierro. La incesante búsqueda de los arqueólogos no ha conseguido aún encontrar la capital, o el núcleo irradiador de la cultura tartésica.

TURDETANIA.


Turdetania es una región que abarcaba el valle del Guadalquivir desde el Algarve hasta Sierra Morena, ocupando la mayor parte de la actual Andalucía, limitaba con la Bastetania, la Carpetania y la Oretania, coincidió con los antiguos territorios de la civilización de Tartessos.

Estrabón la menciona como tierra rica en recursos marinos y terrestres, bañada por el Betis, poblada por los turdetanos/túrdulos (pueblos diferentes según Plinio el Viejo y Polibio que sitúa a los túrdulos en el norte), cuenta que existían más de doscientas ciudades citando a Corduba (Córdoba), Hispalis (Sevilla) y Gades (Cádiz).

Turdetania fue denominada Bética cuando fue conquistada por Roma. Tanto turdetanos como túrdulos tuvieron alfabeto propio y hablaron un idioma de origen tartésico, distinto de las lenguas íberas.


       LENGUAS INDÍGENAS PRERROMANAS.
 
Las lenguas paleohispánicas de las que se conocen textos escritos son:

El ibérico, probablemente la lengua vernácula de los pueblos que habitaban el territorio ibérico de acuerdo con la opinión de la mayor parte de los investigadores, aunque para otros sería una lingua franca del área ibera.

El íbero o ibérico fue una lengua paleohispánica (o familia de lenguas) hablada por los íberos en toda la costa mediterránea peninsular. Su extensión iría desde el río Hérault en Francia al norte hasta no más al sur de Porcuna, en Jaén.

Algunos investigadores como Javier de Hoz consideraban al ibérico como una lengua franca que se había extendido gracias al comercio, espoleado por el contacto con los griegos focenses,​ mientras que otros investigadores consideran al ibérico como la lengua materna de un grupo culturalmente heterogéneo.

De los pueblos prerromanos, se cree que eran de lengua íbera los siguientes: ausetanos (Vic, Gerona), ilergetes (Lérida y Huesca hasta los Pirineos), indigetes (costa de Gerona), layetanos (Barcelona), cossetanos (Tarragona), ilercavones/ilergavones (Castellón y Tarragona), edetanos (Valencia, Castellón y Teruel), contestanos (Valencia, Elche, Cartagena y Albacete), bastetanos (Granada, Almería, Murcia y Albacete) y oretanos (Jaén, Ciudad Real y Albacete). Los túrdulos y turdetanos se consideran habitualmente como hablantes del tartesio.

El celtibérico es la única lengua del grupo de lenguas hispano-célticas documentada directamente mediante inscripciones en la propia lengua.

A juzgar por el registro arqueológico, los celtas llegaron a la península ibérica en el siglo XIII a. C. con la gran expansión de los pueblos de la cultura de los campos de urnas, ocupando entonces la región noreste. En el siglo VII a. C., durante la cultura de Hallstatt se expanden por amplias zonas de la meseta y Portugal, llegando algunos grupos a Galicia. Sin embargo, tras la fundación griega de Masalia (actual Marsella), los íberos vuelven a ocupar el valle medio del Ebro y el noreste peninsular a los celtas, dando pie a nuevos establecimientos griegos (Ampurias). Los celtas de la península quedaron así desconectados de sus parientes continentales, de manera que ni la cultura celta de La Tène ni el fenómeno religioso del druidismo les llegarían nunca.

De este modo, con el tiempo, el aislamiento y la muy posible influencia de otras lenguas pre-indoeuropeas habladas en la península se desarrolló una lengua independiente del celta común, el idioma celtíbero.

Esta fue la lengua hablada por los celtíberos, un conjunto de tribus y pueblos que habitaban en el noreste del área central de la península ibérica, de cultura céltica pero con influencia ibérica, adoptando de éstos, entre otros rasgos, su sistema de escritura como más adelante se expondrá. Su territorio se extendía por el sistema Central y el valle alto del Ebro, y entre ellos se encontraban principalmente los arévacos, los pelendones, los lusones, los titos, los belos, y tal vez también se podría incluir aquí a los antiguos olcades, los turboletas, y los berones. En el 133 a. C., tras la caída de Numancia, su territorio pasó a formar parte de la provincia romana de Hispania Citerior.



El lusitano, que puede identificarse o no como una lengua hispano-céltica, pero que es indudablemente indoeuropea.

El tartésico (también conocida como sudlusitana suroccidental o del sudoeste), de difícil clasificación, no pudiéndose establecer con certeza si se trataba de una lengua indoeuropea o preindoeuropea.

La escritura de las estelas es una escritura paleohispánica muy similar, tanto por la forma de los signos como por el valor que los signos representan, a la escritura ibérica suroriental que expresa lengua ibérica. Sobre el origen de las escrituras paleohispánicas no hay consenso: para algunos investigadores su origen esta directa y únicamente vinculado al alfabeto fenicio, mientras que para otros en su creación también habría influido el alfabeto griego y hasta algunos signos tomados de una tradición local indígena.

Con la excepción del alfabeto greco-ibérico, el resto de escrituras paleohispánicas comparten una característica tipológica distintiva: presentan signos con valor silábico para las oclusivas y signos con valor alfabético para el resto de consonantes y vocales. Desde el punto de vista de la clasificación de los sistemas de escritura no son alfabetos ni silabarios, sino escrituras mixtas que se identifican normalmente como semisilabarios. La particularidad de la escritura tartesia es la sistemática redundancia vocálica de los signos silábicos, fenómeno que en las otras escrituras paleohispánicas es residual. Algunos investigadores consideran esta escritura como un semisilabario redundante, mientras que otros la consideran un alfabeto redundante. El fenómeno de la redundancia vocálica de los signos silábicos fue descubierto por Ulrich Schmoll y permite clasificar la mayor parte de los signos de esta escritura en silábicos, vocálicos y consonánticos. Aun así, su desciframiento aún no se puede dar por cerrado, puesto que no hay consenso entre los diferentes investigadores que han hecho propuestas concretas.


Lenguas indirectamente conocidas.
Otras sólo se conocen a través de topónimos, antropónimos y teónimos conocidos a través de las fuentes griegas y romanas o de inscripciones en lengua latina:

El aquitano, relacionado con el paleovasco o vasco arcaico.

El antiguo europeo.

Las lenguas celtas diferentes del celtíbero (celta hispánico oriental), entre ellas el celta galaico. Otros autores sostienen que la evidencia disponible permite hablar de lenguas indoeuropeas no célticas en el oeste de la península. Claramente la lengua lusitana es de este tipo, pero al parecer otros grupos, como los vetones (vettones) o los galaicos (callaeci), podrían haber hablado lenguas indoeuropeas no célticas.

LA LLAMADA EDAD DEL HIERRO.

Mientras tanto, el centro de la Península iba recibiendo con mucha mayor lentitud los cambios tecnológicos y sus poblaciones no alcanzarían la prosperidad y el auge de la zona meridional. La ocupación del espacio se produce a través de una proliferación de pequeños poblados amurallados, como es el caso de la cultura de Soto de Medinilla en el valle del Duero, que toma su nombre del yacimiento vallisoletano mejor estudiado.

Durante la segunda Edad del Hierro (500 a.C. – inicios de la romanización) se generaliza por toda la Península el uso del hierro y aumenta la cantidad y variedad de herramientas. En este periodo, sobre el sustrato de las poblaciones de la etapa anterior, surgen nuevas estructuras sociales y económicas que dan origen a la configuración cultural y territorial peninsular descrita por los escritores grecolatinos, principalmente Plinio y Estrabón, sobre la que se asentará el progresivo proceso de aculturación iniciado por Roma.

Historiadores y arqueólogos han puesto de manifiesto la dificultad de relacionar los datos que aportan los restos materiales con las informaciones que proporcionan las fuentes historiográficas y literarias, muchas veces confusas y contradictorias. No obstante, la arqueología viene realizando un esfuerzo importante por definir o redefinir la distribución cultural de los pueblos prerromanos de acuerdo con los datos que las investigaciones sacan a la luz, como se refleja en el mapa Segunda Edad del Hierro. Pueblos prerromanos, donde se presenta la ubicación de los principales yacimientos arqueológicos o lugares de asentamiento identificados en la península ibérica, en relación con las áreas asignadas tradicionalmente por la bibliografía a los grandes grupos étnicos. Este mapa, y la información anexa a él, ha de contemplarse teniendo en cuenta que los límites de los diferentes espacios ocupados por estos grupos de población generalmente son difusos, las interrelaciones socioeconómicas son constantes y sus áreas territoriales sufren procesos de contracción y expansión a lo largo de los siglos, como sucede por ejemplo con lusitanos y vetones.

CULTURA IBÉRICA.

En el sur y levante el influjo de la aculturación colonial griega sobre sustratos sociales anteriores da lugar a la cultura ibérica, conformada por grupos diferenciados: turdetanos, bastetanos, oretanos, túrdulos, contestanos, edetanos, ilercavones, ilergetes, cesetanos, layetanos, indigetes...


Su preponderancia en la Península (no en baldedenominada ibérica), se explica por su intensa actividad comercial, el perfeccionamiento de las técnicas agropecuarias y su especialización en cultivos típicamente mediterráneos (cereales, vid, olivo), así como por el desarrollo de una metalurgia del hierro especializada y por el crecimiento de su población, que confiere a todo el litoral mediterráneo una mayor densidad demográfica. Sus cultos y ritos funerarios (incineración) revelan una organización bien estructurada y una evolución social e ideológica hacia un mayor grado de desarrollo. Los pueblos de esta cultura protagonizaron la culminación del proceso de urbanización de la sociedad peninsular introduciendo el sistema palacial. Llegaron a la creación de importantes obras de arte, como las damas de Elche (Alicante), Baza (Granada) o Cerro de los Santos (santuario desaparecido cerca de Yecla) y la creación de primorosos trabajos de orfebrería de oro y plata (tesoros de Jávea, Alicante y Cástulo, en Linares, Jaén). Incluso dispusieron de un alfabeto, todavía no desentrañado, cuyo uso se extendió al sur de Francia hasta que llegó, con la romanización, el alfabeto y la lengua latina.
El Slonk Hill Man vivió en la Edad del Hierro, cerca del 250 a.C., y sus restos indican que era fuerte, y que vivió una vida saludable. Esta reconstrucción fue hecha para el Brighton Museum.

LOS CELTAS DE IBERIA.

Los celtas eran un pueblo indoeuropeo que junto a los itálicos, con los que ofrecen afinidades, procederían de las regiones más occidentales del área ocupada por los indoeuropeos, antes de dividirse y expandirse desde el Atlántico hasta el corazón de Asia y la India. Desde esa zona inicial, situada quizá en algún lugar de la estepa boscosa ruso-ucraniana o del norte de los Balcanes, los proto-itálicos descendieron hacia Italia, y los proto-celtas se expandieron hacia Occidente hasta alcanzar la península ibérica.

Al parecer el grupo céltico más primitivo sería el lusitano (¿1800 a.n.e.?). Quizás otro grupo posterior fue el de los celtíberos proviniendo de la cultura centroeuropea de los Campos de Urnas (¿1200 a.n.e.?).

Por ello, la Península está ocupada por un conjunto de pueblos de raíz indoeuropea con mayor o menor grado de influencia celta: en la Meseta, celtíberos, vacceos y vetones; en la fachada atlántica, célticos del sudoeste, lusitanos y grupos castreños del noroeste; y en el norte, astures, cántabros, autrigones, várdulos, caristios y berones. A estos hay que añadir los vascones, ubicados en el Pirineo navarro.

Pese a las variedades regionales, los más recientes estudios sobre ocupación del territorio muestran, en general, un progresivo incremento demográfico en estas áreas durante el Hierro II, con proliferación de poblados amurallados que agrupan una mayor concentración de población. Algunos dieron lugar, especialmente a partir del siglo II a.C., a la creación de óppida, auténticos centros urbanos con funciones administrativas y de control del territorio que, con la ocupación romana, se convertirán en civitates. La economía será pastoril, complementada con una agricultura de subsistencia basada en el cereal de secano, particularmente en las cuencas del Duero o del Ebro. Cerámica y metalurgia (armas, fíbulas, brazaletes…) alcanzan un notable desarrollo, así como los intercambios comerciales a los que ya se ha aludido. Entre las manifestaciones artísticas son reseñables los verracos del área vetona y las estelas cántabras.

IDIOMA LUSITANO.
Las inscripciones se han encontrado en Arroyo de la Luz (Extremadura, España), Cabeço das Fráguas (Guarda, Portugal), Lamas de Moledo (Viseu, Portugal) y Arronches (Alto Alentejo, Portugal).

Si se tiene en cuenta también la información dada por los diferentes teónimos, antropónimos y topónimos, la extensión corresponde al nordeste del moderno Portugal y zonas adyacentes de España, con centro en la Sierra de la Estrella.

Existen sospechas fundadas de que la zona de los pueblos galaicos, astures y quizás los vettones, es decir todo el noroeste peninsular, hablarían lenguas emparentadas con el lusitano. De hecho la mayor parte de las inscripciones halladas en la actual Galicia (todas ellas teónimos) son idénticas o asimilables a las del territorio lusitano propiamente dicho.

Es de suponer que, al igual que todos los demás pueblos indoeuropeos, los lusitanos entraron en la península ibérica en algún momento anterior al siglo II a. C., pudiendo ser incluso anteriores a la expansión celta de los siglos VIII y VII a.C. y con una fecha probable en el siglo VI a. C. Algunos autores los consideran provenientes de los Alpes y otros en cambio prefieren considerarlos un pueblo autóctono.

           Joven de Malta de hace miles de años.
Se cree que tienen 12 y 13 años y que son hermanos. Son de la tribu de los Sungir de la actual Rusia.


Princesa siberiana de alrededor del 500 a. n. e. tatuada.

Fuentes: 
  • http://atlasnacional.ign.es/wane/Prehistoria
  • Wikipedia.
  • https://historia.nationalgeographic.com.es/a/desenterrar-a-muertos-era-practica-habitual-sociedades-megaliticas-hace-5000-anos_15626
  • http://myhnt.info/eva/nota.aspx?id=555806



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