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miércoles, 5 de enero de 2011

El pueblo de los Vacceos.


Los vacceos pueden ser considerados como el primer pueblo con presencia estable en la Meseta Norte documentada en los tiempos históricos. Su existencia está probada al menos desde el siglo III a. C. Polibio relata —aunque él no fue testigo directo— la toma por Aníbal, en el 220 a. C. de las ciudades vacceas de Helmántica (Salamanca) y Arbucala (Toro, provincia de Zamora).

"No está claro el objetivo de Aníbal al atacar estas ciudades; existen varias hipótesis, como son que los cartagineses trataban de detener una posible migración vaccea y carpetana hacia el sur, que habría puesto en peligro a pueblos aliados de los cartagineses, como los turdetanos; otra hipótesis sería el reclutamiento de guerreros vacceos para el ejército de Aníbal, el que invadiría poco después Italia y pondría en jaque a Roma. Diodoro y Livio citan el valor de helmanticenses y albocelenses, que se enfrentaron al poderoso ejército púnico y lograron resistir el ataque varios días gracias a su valor y su número, hasta tener que rendirse al joven general cartaginés, que a su vez tomó los rehenes correspondientes para engrosar sus huestes y arrasó los campos alrededor de las dos ciudades.

                                   Aníbal.

Pero los vacceos eran poderosos entonces, y una parte de sus guerreros, en coalición con carpetanos y olcades, persiguió al ejército de Aníbal. Lo alcanzaron cuando éste vadeaba el Tajo, de regreso a Turdetania, y se produjo otro combate del que Aníbal salió indemne.

En 193 a. C., el pretor Marco Fulvio Nobilior entró en el valle del Tajo y se enfrentó a un ejército formado por carpetanos, vettones y vacceos, que estaba comandado por el rey carpetano Hilerno. Los romanos derrotaron a los indígenas e Hilerno fue capturado. Sin embargo, Nobilior no tomó Toletum (Toledo), la capital de los carpetanos, que cayó en manos romanas el año siguiente.

El célebre Marco Porcio Catón, apodado muchos años después el Censor, debió pasar por el confín sureste del territorio vacceo durante la campaña de su consulado en 195 a. C., en la que llegó a acercarse a Numancia.

Los vacceos vivían lejos del este de la Península, y por ello gozaron de una cierta tranquilidad hasta 179 a. C., año en el que los propretores Cayo Postumio Albino y Tiberio Sempronio Graco, en el transcurso de una campaña coordinada, cruzaron las montañas de los carpetanos y penetraron en su territorio, ya que Albino tenía que atravesar parte de la tierra vaccea para reunirse con su colega y combatir a los arévacos. Los vacceos salieron a su encuentro, y según Livio, Albino combatió con éxito contra los vacceos en dos ocasiones.

Con la Pax Sempronia llegó de nuevo la tranquilidad, pero la guerra estalló de nuevo en 153 a. C. a causa del presunto incumplimiento del tratado con Graco por parte de los habitantes de Segeda (Belmonte, en Cuenca), capital de los belos, y de la acogida que tuvieron por parte de los numantinos cuando abandonaron su ciudad. Al año siguiente, el cónsul Marco Claudio Marcelo firmó un nuevo tratado de paz con los indígenas, pero su sucesor, Lucio Licinio Lúculo, decidió invadir la tierra vaccea.

                                   Lúculo.

Lúculo apareció en 151 a. C. ante las murallas de Cauca (Coca) esgrimiendo la acusación, falsa, de que los caucenses habían atacado a los carpetanos. Tras parlamentar con Lúculo, los caucenses decidieron firmar un acuerdo, pero fueron traicionados y masacrados por las legiones. El cónsul se internó entonces en el territorio vacceo, siguiendo el curso del Eresma y, posiblemente, vadeando el Durius cerca de Septimanca (Simancas). Después se internó en los Montes Torozos con la intención de atacar Pallantia evitando el valle del Pisorica. Sin embargo, decidió volverse hacia Intercatia, cuya situación hoy se desconoce, pues, aunque se la identificó con Villalpando, otros autores la sitúan en Montealegre, Aguilar de Campos o Cerecinos de Campos.

Es muy probable que los intercatienses ya estuvieran avisados de la presencia romana, y que hubieran reunido una tropa que pudiera enfrentarse a los romanos. Lúculo asedió la ciudad, pero sufrió muchas pérdidas, causadas tanto por los vacceos como por los problemas de abastecimiento. Sin embargo, entre los tribunos militares de Lúculo se encontraba el joven Publio Cornelio Escipión Emiliano, que se hizo famoso por derrotar a un guerrero intercatiense en combate singular, ganándose así el respeto de los vacceos.

                           Escipión Emiliano.

Al final, Lúculo levantó el campamento y decidió atacar Pallantia. Pero apenas tenía víveres y la caballería pallantina le hostigaba continuamente, por lo que decidió retirarse de nuevo al sur del Durius, donde los jinetes pallantinos dejaron de perseguirle. Roma había fracasado de nuevo a orillas del Durius.

En 143 a. C. Viriato intentó convencer a vacceos y arévacos para que se uniesen a él en su exitosa lucha contra Roma. Incluso las fuentes dicen que los lusitanos se pasearon por numerosas ciudades vacceas mostrando las insignias capturadas a las legiones derrotadas en el valle del Betis (Guadalquivir). Los vacceos decidieron no hacer caso de los requerimientos del lusitano. No querían volver a ver a las legiones dentro de su país.

Viriato.

A partir de este momento, arreciaron los ataques romanos contra los arévacos, y los vacceos, como vecinos y seguramente amigos, tuvieron noticias de todo aquello. Numancia sufrió los ataques consecutivos de los generales romanos. El cónsul Quinto Pompeyo Aulo, en 141 a. C., fracasó ante las murallas de Numancia y Termantia. El cónsul Marco Popilio Laenas, en 139 a. C., también volvió a Roma para comunicar al Senado que también había fracasado. Aquel año fue asesinado Viriato. En 137 a. C., el cónsul fue Cayo Hostilio Mancino, que también fue sorprendido y derrotado, y se vio obligado a firmar un tratado con Numancia. Pero al Senado, el tratado de Mancino le pareció humillante para Roma, por lo que el ex cónsul fue deshonrado y despojado de la ciudadanía romana. Roma lo entregó, desnudo y encadenado, ante las puertas de Numantia. Los numantinos rechazaron hacerse cargo de él, puesto que no era su prisionero.

Durante ese mismo año, el pretor Décimo Junio Bruto rodeó el territorio vacceo hasta Lusitania y desde allí cruzo el Durius y llegó hasta el Minius (Miño), internándose en la Gallaecia (Galicia). Bruto consiguió dominar aquellas tierras y llevarse el apodo de Galaico. Los vacceos veían así como los romanos rodeaban su país por todas partes; es muy probable que se preparasen para una invasión inminente.


No se equivocaban; el cónsul Marco Emilio Lépido Porcina atacó Pallantia al año siguiente, ayudado por Bruto el Galaico, con la excusa de que los pallantinos habían ayudado a Numancia. Pero la campaña se inició demasiado pronto, antes de que comenzara la primavera y, de nuevo, las líneas de abastecimiento jugaron una mala pasada a los romanos, que tuvieron que retirarse, perseguidos por los pallantinos. Dos ejércitos romanos, uno de ellos victorioso en la Gallaecia, habían sido derrotados por aquellos indígenas. Tuvo que ser un desastre digno de mención, pues el Senado destituyó a Lépido Porcina y lo multó.

Pero los romanos eran persistentes. En 135 a. C. el cónsul Quinto Calpurnio Pisón volvió a entrar en territorio vacceo, hacia las cercanías de Pallantia. Apenas obtuvo botín, fue derrotado de manera contundente y se retiró a la Carpetania (valle del Tajo).

El Senado estaba empezando a perder la paciencia ante las continuas derrotas de sus legiones ante los indígenas hispanos. Los mayores contaban a los niños historias sobre Viriato o Numancia para asustarlos. Los jóvenes no querían alistarse en el ejército porque temían encontrar la muerte a manos de aquellos salvajes sanguinarios en las recónditas tierras hispanas. Roma comenzaba a tener un grave problema…

En 134 a. C. fue Escipión Emiliano quien entró en territorio vacceo, esta vez desde el desfiladero de Pancorbo, en Burgos, tratando de sorprender a los vacceos para quemar sus campos de cereales y que dejasen de abastecer a Numancia. Cerca de Pallantia hubo de enfrentarse a los vacceos y se vio obligado a retirarse hacia el sur del Durius a través de los Torozos y vadeando el río cerca de Septimanca, no sin sufrir antes numerosas pérdidas. Al año siguiente, Numancia caería a manos del propio Escipión Emiliano, con lo que, aunque Roma no hubiese conseguido dominar a vacceos, cántabros y astures, sí había acabado con la pertinaz resistencia de Numancia y tenía controlada casi toda la cuenca sur del Durius.

Por eso, durante los años siguientes, los romanos no volvieron a poner sus pies en territorio vacceo. Durante sesenta años, los vacceos al norte del Durius no tuvieron que soportar ningún tipo de incursión en sus tierras. Los del sur del Durius fueron aceptando la presencia de Roma; incluso ayudaron a Sertorio en su guerra contra Pompeyo en 76 a. C. Este último volvió a atacar Pallantia en 74 a. C., pero la ciudad fue liberada por Sertorio, mientras Pompeyo se apoderaba de Cauca.

Por causas desconocidas, los vacceos se alzaron en armas contra los romanos en 56 a. C., es posible que ayudados por arévacos, vettones y carpetanos. Pero el propretor Quinto Cecilio Metelo Nepote los atacó antes de que pudiesen organizarse y los derrotó, aunque fue rechazado por los vacceos ante Clunia (Coruña del Conde).

Siguieron años de guerras civiles en Roma, que finalizarán en 31 a. C. con la victoria de Octaviano sobre Marco Antonio. Entonces Roma volvió a mirar hacia el norte de Hispania.

El princeps no quería ver más pueblos en la Península libres del dominio romano. Roma había cambiado y los vacceos del norte del Durius, los astures y los cántabros podían dar por finalizada su era de libertad.

Estatilio Tauro fue el encargado de someter a los astures en 29 a. C. Al mando de la Legio X Gemina cruzó el Durius y estableció un campamento junto a Albocela. Era la cabeza de puente para atacar Astúrica (Astorga) y Pallantia, y así derrotar a los vacceos y los astures del sur. Tauro debió tener éxito, puesto que Augusto le concedió el título de imperator y el consulado en el año 26 a. C. Los vacceos, los astures y los cántabros pertenecían ahora a la República Romana".

(Fuente: Augusto Rodríguez de la Rúa.
Arteixo (La Coruña), 20 de junio de 2015).



Los vacceos, el más culto de los pueblos vecinos a los celtíberos, como señalara Diodoro (V, 34, 3) siguiendo a Posidonio, entran en la historia de la mano del historiador griego Polibio (3, 13, 5) quien, tomándolo de una fuente anterior, narra la incursión de Anibal por las tierras del interior peninsular, el verano del 220 a.C., y la toma de las ciudades vacceas de Elmantiké y Arboukále.
En el año 178 a. C. el pretor Lucius Postumius Albinus celebra su triunfo tras la conquista de los vacceos y lusitanos durante su mandato en la provincia de Hispania Ulterior.







Información


  • Idioma Celtíbero

  • Principales ciudades, Arbucala, Intercatia, Cauca, Albocela, Ocellodurum (Zamora), Septimanca (Simancas), Acontia (Tudela de Duero), Rauda (Roa de Duero) o Pintia (Padilla de Duero). Pero también poblaron las riberas del Pisorica (Pisuerga): Pallantia (Palencia) o Eldana (Dueñas).

  • Región Centro de la Meseta Norte

  • Correspondencia actual Zona centro de Castilla y León(España)

  • Pueblos relacionados Celtíberos, ¿belóvacos?

Orígenes y pertenencia étnica.

Los vacceos están habitualmente considerados dentro del grupo de los celtas peninsulares y su origen hay que buscarlo en los pueblos centroeuropeos de la cultura de Hallstatt.

Otras teorías más recientes hablan, sin embargo, de los vacceos como un pueblo de origen celta, perteneciente al grupo de los belóvacos, quienes habrían partido desde el norte de Europa en torno al año 600 a. C. junto a otros pueblos del grupo celta de los belgas, a consecuencia de las presiones ejercidas por los pueblos germanos, alcanzando las tierras del interior peninsular en la primera mitad del siglo VI a. C., junto a otros pueblos como los arévacos (nombre que no significa otra cosa que "vacceos orientales").

¿Quiénes vivían antes en el territorio que ocuparon los vacceos? Algunos historiadores, siguiendo a Avieno, piensan que se trataba de los saefes, un pueblo también de origen celta, más débil que los recién llegados, que se hallaba asentado en el valle del Durius y que fue asimilado o se retiró hacia la zona de la Sierra de la Culebra, al noroeste de la provincia de Zamora.

En el estudio de los yacimientos se encuentran elementos propios de la cultura vaccea sobre los restos de culturas anteriores (como en el caso del Soto de Medinilla, en Valladolid), donde existen evidencias de poblamiento desde el Neolítico hasta la II Edad de Hierro, es decir, el periodo vacceo), lo que permite estudiar con cierto detalle la evolución de los grupos humanos de esta zona de la meseta, dando paso a la teoría evolutiva de esta civilización.
La valoración de los aspectos culturales relacionados con el sur de España, apenas tenidos en cuenta en las primeras investigaciones, así como los datos que aportan los estudios realizados sobre la ruta interior del estaño, han posibilitado a partir de 1970 avanzar notablemente en el conocimiento de la formación de la civilización vaccea. Actualmente parece probada la existencia de una vía terrestre para el comercio del estaño en la época de apogeo de la civilización de Tartessos. Esta vía coincidiría con la que posteriormente sería utilizada por la Antigua Roma y conocida como Vía de la Plata. El tránsito durante siglos de esta vía puso en contacto a los pueblos del interior con los más evolucionados del sur de España.






Fíbula vaccea de oro con forma de cabezas de caballo. (Fuente: es.pinterest.com)

Área geográfica.

La civilización vaccea se extendía sobre el centro de la Meseta Norte por ambas orillas del río Duero. Ocupaban la totalidad de la provincia de Valladolid y parte de las de León, Palencia,Burgos, Segovia, Ávila, Salamanca y Zamora.

El territorio o la región vaccea ocupó grosso modo la Tierra de Campos, los Montes Torozos, el valle del Cerrato y las campiñas meridionales del Duero, un amplio espacio geográfico delimitado al occidente por los ríos Cea y Esla, que actuarían de frontera con los astures; entre el Esla y el Pisuerga una banda imprecisa, aproximadamente por el norte de Carrión de los Condes, marcaría el límite con los cántabros; al este, siguiendo el curso del Pisuerga hasta su confluencia con el Arlanza, se localizarían los turmogos, y aún más al sureste los arévacos; por el sur la frontera con los vettones se halla peor definida, pero se ciñe bastante al curso del Duero con ciudades como Cauca, Colenda, Nivaria y Arbucala.

Actualmente sus fronteras son difíciles de precisar, ya que variaron a través del tiempo. A la llegada de los romanos, los ríos Cea y Esla los separaban de los astures por el noroeste, mientras que la línea que se puede trazar entre los ríos Esla y Pisuerga al norte de Carrión de los Condes sería la frontera con los cántabros. Al este, los ríos Pisuerga y Arlanzamarcaban el límite con los turmogos y un poco más al sur, ya en las provincias de Soria y Segovia, los arévacos eran su vecinos y aliados. Por el sur y sudoeste la frontera con losvetones resulta más difícil de precisar (tal vez la zona de los ríos Trabancos/Guareña). Es probable que llegaran a tomar contacto con los lusitanos al oeste de la provincia de Zamora.

      Toro de piedra de probable origen vacceo.


Los Oppida.

Cada ciudad se regía por un consejo de ancianos y guerreros que tomaba las decisiones importantes dentro de la ciudad. Este consejo formaba la élite de una sociedad muy estratificada; se trataba de los más fuertes en el aspecto físico y en el económico, formando una suerte de nobleza que dirigía los destinos de la ciudad. Por debajo se encontrarían los demás guerreros, los que se dedicaban a las labores del campo (labores que ejercían los guerreros con frecuencia) y en el escalón más bajo, los esclavos. En caso de guerra, era frecuente elegir como caudillo a un guerrero sobresaliente que dirigiese a los demás guerreros de la ciudad hacia la victoria sobre el enemigo. Sobre su religión, se han descubierto inscripciones con nombres de dioses celtas, como Lugh, Cernunnos o Sucellos, a quienes debieron adorar. No hay constancia de la existencia de una casta sacerdotal ni de brujos o chamanes, pero alguien tuvo que dirigir y transmitir el culto a esas divinidades.

En términos generales podemos hablar de grandes asentamientos, cuya extensión ―referida al hábitat residencial principal― puede fluctuar entre las cinco y veinte hectáreas, e incluso alcanzar las cuarenta, y distantes, con separaciones entre núcleos que van de diez a treinta kilómetros, aspecto este último que dio pie para hablar de los denominados “vacíos vacceos”, los cuales han de entenderse no como amplios espacios deshabitados entre ciudad y ciudad, sino como territorio de explotación, eso sí, libre de cualquier asentamiento satélite menor.

Ciudades grandes que, haciendo caso omiso de las sesgadas y abultadas cifras de las fuentes ―como en el caso de Intercatia, en el 151 a.C., donde se habla de 20.000 hombres de a pie y 2.000 jinetes―, podrían, sin embargo, alcanzar valores muy elevados de hasta 300 habitantes por hectárea, lo que para enclaves como Pintia con sus veinticinco hectáreas de extensión intramuros, por ejemplo, representaría una población de unos 7.000 habitantes.
En cuanto al número de ciudades que vertebraría este territorio vacceo, de seguir a Plinio, estaríamos hablando de diecisiete; sin embargo, la arqueología ofrece un número mucho mayor que oscilaría entre treinta y cuarenta núcleos, según incluyamos o no algunos en los territorios más extremos; discordancia que, en cualquier caso, podría explicarse porque algunos de ellos no alcanzaran la romanización o porque únicamente se destacaran aquellos más relevantes.

Un estudio de detalle sobre el modelo de poblamiento permite señalar la adaptación de las ciudades vacceas a la red fluvial, controlando los principales corredores naturales, al tiempo que los páramos y las llanuras arenosas constituyen un freno evidente al modelo económico de sostenibilidad para estas grandes concentraciones de población. De igual manera, se deriva la escasa jerarquización entre estos núcleos que contrasta con otros territorios aledaños como el de los arévacos o el vettón. Se trataría, en suma, de ciudades que controlaron amplios espacios y que muestran tres tipos principales de ubicaciones: en el borde de los páramos, en cerros-testigo y en fondo de los valles en la terraza inmediata al río.

Economía.

       Casa vaccea (www.numanciasoria.es).

El historiador Schulten, en base a las fuentes clásicas, calcula una población de unos 320.000 habitantes en el territorio vacceo al comienzo del s. II a. C. A ello contribuyó, como digo, la riqueza y la fertilidad del suelo.

La característica más destacada de este pueblo es su conexión con los pueblos del sur de la península, como Tartessos, debido a una ruta comercial de estaño, que sería conocida posteriormente por los romanos como Vía de la Plata, ya que éste era el metal que se importaba desde el sur. Este contacto pudo posibilitar la evolución cultural de los pueblos del interior.

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Se dedicaban al cultivo de cereales, teniendo incluso excedentes en ocasiones que compartían con los numantinos.
La bellota era también un producto importante.

                                      Bellota.

También eran ganaderos, de vacas y ovejas. Con la lana de las ovejas se fabricaron los saga o mantos de lana de que se hacen eco las fuentes, pues sirvieron en ocasiones para hacer frente a los tributos impuestos por Roma ―10.000 de estas capas recibió Lúculo tras su asalto a Intercatia-.


Guerrero Vacceo. Ilustración de Luis Pascual Repiso.

"Fueron criadores de caballos, los llamados thieldones (descendientes de centroeuropa), una raza muy apreciada, de pequeño tamaño y pelaje gris, y que caminaban en ambladura, es decir movían a la vez las dos patas del mismo lado. 


FÍBULA CELTIBÉRICA DE JINETE (Lancia, León,Spain). Reconstrucción digital por Mario Huete, via Behance –


Bajorrelieve de época medieval en Asturias. S. IX. Museo Arqueológico.


Las fuentes, y los estudiosos del tema, no se ponen de acuerdo en la procedencia de esta raza equina. Algunos opinan que ya poblaban el valle del Duero cuando los vacceos y otros pueblos llegaron aquí. Otros, sin embargo, afirman que acompañaron en el s. VIII a. C. a las oleadas de pueblos protoceltas que llegaron a la Meseta y el norte de la Península desde el centro de Europa. Con estos pueblos migrantes llegarían los thieldones y los asturcones, que se diferenciarían entre sí por el mayor tamaño de los primeros. Sea como fuere, los hombres que poblaron estos parajes consiguieron domesticar aquellos animales y les dieron múltiples usos.

«…particularidad de Iberia es que los caballos de los celtíberos, que son moteados, cambien de color cuando se trasladan a la Iberia exterior; dicen que se parecen a los caballos partos pues son veloces y mejores corredores que los demás» (Estrabón 3, 4, 15).


Por tanto, otra de sus características sobresalientes, que los hizo famosos y codiciados entre todos los pueblos de la Península primero, y después, entre los romanos y cartagineses, era su velocidad.

Se supone que el nombre “thieldón” lo pusieron los romanos, puesto que este término, junto con tieldo, fieldo y celdo, aparece en los Códices de Plinio. Se trataba de una palabra que procede de los vocablos “thieldo”, “thialt”, “zelde”, “telt”, “tölt”, “thielco”, en correspondencia con su paso característico. Por tanto, sería su forma de andar la que les otorgó el nombre.

Como en todas las sociedades de la Edad del Hierro, el caballo thieldón se convirtió para los vacceos en símbolo de poder y riqueza, pues sus dueños eran, por supuesto, los jefes guerreros que lideraban a su pueblo en el combate. Su mantenimiento era costoso y no estaba al alcance de cualquiera, por lo que sólo podían permitirse montar un thieldón los miembros de la aristocracia guerrera. Esto ocurriría entre los siglos VI y IV a. C. En esta época, el intercambio de caballos era utilizado por los círculos de poder para estrechar lazos y cerrar alianzas y acuerdos, al igual que otras prácticas comunes en aquel tiempo, como el intercambio de panoplias, mujeres u objetos de valor.

Pero a partir del s. III a. C., con el surgimiento y crecimiento de los oppida y civitates vacceos, que controlaban grandes extensiones de terreno a su alrededor, el thieldón tuvo un uso más social, ya que la necesidad de controlar el territorio y la evolución de las técnicas agrícolas y ganaderas, obligó a los aristócratas guerreros a distribuir los caballos entre los hombres que los acompañaban al combate y llevaban a cabo dichas labores, lo que condujo a la aparición de la caballería, en su sentido más social, como unidad guerrera: el conjunto de hombres que empuñan armas y montan a caballo para defender, representar y sostener a su comunidad. Esto se vio favorecido por el aumento de la cabaña equina y las mejoras en las técnicas de adiestramiento de los thieldones.

Finalmente, en 72 a. C., la mayor parte de los jinetes vacceos de las ciudades situadas al sur del Duero, y con ellos sus caballos thieldones, pasarán a formar parte de las tropas auxiliares de las legiones romanas. Algunos de ellos huyeron hacia el norte, hacia las tierras de astures, cántabros o vascones, donde serían cruzados con otras razas de caballos.

Pero los vacceos no sólo utilizaron a los thieldones para hacer la guerra. Además de ser veloz, se trataba de un animal muy resistente, apto para el tiro, la carga o la guerra, por lo que lo prefirieron antes que el pequeño asturcón, que fue siendo desplazado paulatinamente hacia las montañas. Así, los vigorosos caballos thieldones fueron muy útiles como animales de labranza, de transporte o de tiro, más veloces que los bueyes.

También eran utilizados para la caza, el pastoreo (aunque no hay pruebas concluyentes, la mayor parte de los autores está de acuerdo en que los vacceos practicaban la trasterminancia más que la trashumancia), sacrificados como ofrendas a Epona, diosa de los caballos. Y su carne fue utilizada como alimento en diversas ocasiones, como en el sitio de Numancia.

Era tan importante este animal para los vacceos, que son numerosas las representaciones que se han encontrado en cerámicas policromadas, asas de tapa con forma de caballo, cajas zoomorfas de aspecto equino, simpula (pequeños cazos) de barro con mango rematado en forma de cabeza de caballo, fíbulas con forma equina o de cabeza de caballo, estelas mostrando guerreros montados, exvotos con forma de cabeza de caballo (en el castro vacceo de Tariego), báculos coronados por piezas en forma de caballo, anillos y otras joyas.

En el año 2002 se descubrió un enterramiento vacceo en la necrópolis de Las Ruedas (yacimiento arqueológico de Pintia), en el que, junto a los restos del difunto y al ajuar habitual de este tipo de tumbas (vasos con restos de animales domésticos, como cabras u ovejas, o recipientes destinados a comer y a beber), se han encontrado restos de arreos de caballo, como bocados, frontaleras, o bridas, todos ellos de hierro. Es evidente que se trata del enterramiento de un guerrero de la élite ecuestre vaccea, lo cual resalta aún más la importancia que tenía el caballo para la sociedad vaccea, y nos lleva a preguntarnos si los vacceos creerían que el guerrero fallecido contaría en el Más Allá con una nueva montura, por supuesto, un thieldón, que le acompañaría en nuevas hazañas ultraterrenas".
(Augusto Rodríguez de la Rúa
Galapagar (Madrid), 14 de mayo de 2017).

BIBLIOGRAFÍA:

  • Blanco Ordás, Restituto. La trayectoria del caballo vacceo. PITTM 73, Palencia, 2002, pp. 317-334.
  • Fernández Domingo, Jesús Ignacio. El caballo y el Derecho Civil. Reus, 2009
  • Romero Carnicero, Fernando y Sanz Mínguez, Carlos (editores). De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea. Valladolid, 2010.
  • Sanz Mínguez, Carlos; Gallardo Miguel, María Ascensión; Velasco Vázquez, Javier y Centeno Cea, Inés. La tumba 75 de Las Ruedas, primer testimonio arqueológico de la élite ecuestre vaccea.
  • Sánchez-Moreno, Eduardo. Caballo y sociedad en la Hispania céltica: del poder aristocrático a la comunidad política.
  • Sánchez-Moreno, Eduardo. El caballo entre los pueblos prerromanos de la Meseta Occidental.

También pudieron criar ganado vacuno y ovino. La fauna de la zona era rica: águilas, jabalíes, corzos, cisnes, avutardas, castores, nutrias, caballos salvajes…

Solían comerciar con cerámica y lana, y la metalurgia les era conocida, elaborando armas de buena calidad con hierro que recibirían de celtíberos y berones. Con los numantinos intercambiaban trigo por plata y otros metales. Apreciaban el oro para forjar torques y brazaletes. También debieron comerciar con carpetanos y vettones.

Algunos toros estaban castrados lo que indica que se usaron para carga o tiro. Cerdos y caballos eran menos usados. Existían perros, que en algunos casos se comían.


A ello hay que sumar las actividades cinegéticas; la captura de ciervos adultos proporcionó no sólo carne sino pieles y astas, en tanto que los porcentajes de conejos, liebres u otras especies no parecen haber significado aportes culinarios importantes.

Dominaron la metalurgia como pocos.

Aspectos sociales.

Evidentemente en la definición del rango vertical los extremos resultan más fáciles de identificar. Así tumbas como la 28, 32, 75 o 109 de Las Ruedas, con las panoplias más completas, incluyendo armas damasquinadas, espadas, arreos de caballo, o servicios de bebida, se situarían en la cúspide, mientras que las llamadas “tumbas pobres” sin más evidencia que los restos cremados, incluso depositados directamente sobre el suelo, estarían en la base de la pirámide social.
Sin entrar al detalle en la reconstrucción de los rangos, tanto en su dimensión vertical como horizontal, resultan especialmente importantes algunos conjuntos dobles como las tumbas 30 y 50 del cementerio citado. Nos referimos a enterramientos sincrónicos que han sido objeto de depósito en un loculus único o común y que, por tanto, debieron de mantener en vida algún tipo de vínculo muy estrecho. Así, en la sepultura 30 una pequeña laja caliza enhiesta servía de separación a sendas urnas cinerarias y sus ajuares y ofrendas correspondientes, cuyo análisis antropológico ha identificado un varón de 40-50 años y una mujer de 18-20. Los diecisiete objetos que incluye el primero frente a los siete de la segunda, de los cuales los elementos metálicos muestran una proporción de siete a uno, nos indican con claridad diferencias de rango horizontal entre un guerrero de estatus elevado y una mujer estrechamente vinculada a él.
En términos generales, los enterramientos de mujeres incluyen fundamentalmente recipientes cerámicos, siendo siempre minoritarios los objetos metálicos, normalmente de bronce ─broches de cinturón, fíbulas, agujas de coser, etc.─. Los niños por su parte, encuentran buena representación en tumbas como la 14, 90 o 127, con una auténtica juguetería, a base de recipientes cerámicos e incluso metálicos miniaturizados ─cajitas, sonajeros, botellitas, parrillitas, etc.─; la riqueza de algunos de estos conjuntos plantea sin reservas el carácter heredado de la posición social en estas sociedades de la Edad del Hierro.
La imagen social del pueblo vacceo transmitida por el registro arqueológico, encuentra cierto apoyo en los autores clásicos, si bien estas fuentes resultan reducidas y parciales con respecto a otros grupos étnicos mejor documentados. En cualquier caso, la confirmación de una jerarquización social se hace patente en la distinción entre equites e infantes. Además, algunos personajes ancianos, como el enterrado en la tumba 28 de Pintia, con varios símbolos de excelencia en su ajuar ─espada, puñal damasquinado, urna cineraria decorada a peine─ evocan los personajes más ancianos descritos por Apiano para Cauca, con su papel conciliador buscando la negociación de la paz con los romanos, en contraposición a los iuvenes en edad de combatir y más proclives al ejercicio de la guerra.

Vestían con lana negra seguramente de cabras salvajes.

                                 Saleros.

Los mayores que habían sido soldados tenían mucha preponderancia en la tribu.

Existía jerarquización social y diferenciación entre equites e infantes, o sea guerreros con caballo y los que no lo tenían.

Al parecer tenían esclavos.

Los bebés tenían sus sonajeros, los niños sus canicas y sus dados y los adultos disfrutaron de viandas como el lechazo y bebieron vino, cerveza e hidromiel. Tanto sacrificio y apego a la vida no se podía desintegrar con la muerte. Los vacceos creían en la vida de ultratumba. Claudio Eliano, un autor romano, dijo lo siguiente sobre ellos: Los vacceos ultrajan los cadáveres de los muertos por enfermedad, y que consideran que han muerto cobarde y afeminadamente, y los entregan al fuego; pero a los que han perdido la vida en la guerra, los consideran nobles, valientes y dotados de valor y, en consecuencia, los entregan a los buitres, porque creen que éstos son animales sagrados. Carlos Sanz Mínguez, responsable del Proyecto Pintia, de la Universidad de Valladolid, explica a este medio que los vacceos crearon una clase guerrera aristocrática con una ética agonística o de combate muy marcada que influiría en sus ideas sociales. El buitre era concebido como un animal psicopompo que propiciaría la llegada al ámbito celeste, lugar de residencia de la divinidad, del guerrero muerto con el máximo honor: blandiendo su propia arma.

Costumbres funerarias.

Por lo que a las creencias de ultratumba respecta, el pueblo vacceo desarrolló un triple ritual: uno de carácter normativo o general, basado en la cremación de los cadáveres, y otros dos diferenciales, practicados únicamente a los niños de más corta edad y a los guerreros muertos en combate. En efecto, por lo que a estos últimos se refiere, hace extensivo Eliano (Natur. anim., X, 22) a los vacceos el ritual que Silio Itálico (Pun. III, 340-343) menciona entre los celtíberos, según el cual los cadáveres de los guerreros muertos en combate eran expuestos a los buitres que, al devorarlos y levantar el vuelo, transportarían su alma a los cielos. Los niños no natos o de muy corta edad eran inhumados bajo el suelo de las viviendas; en principio cabe pensar que el diferente ritual y distinto lugar de enterramiento obedezcan a que no eran tenidos todavía por miembros de pleno derecho de la comunidad, pero visto que en ocasiones dichos depósitos contienen en su lugar ovicaprinos, asimismo jóvenes, no faltan quienes se inclinan por considerar a ambos sacrificios fundacionales.



A la llegada de los romanos a la Meseta, los pueblos que la habitaban, no sólo no estaban en declive, sino que estaban viviendo momentos de gran vitalidad y expansión cultural, es por ello que en principio la conquista fue militar, pero no cultural, siendo la romanización por estas tierras menor que en el Levante, Valle del Ebro y sur de la Península. La romanización, no fue un hecho cultural y militar homogéneo.

Tras diversas pequeñas batallas, en el 154 a.C., estallan las llamadas "Guerras Celtibéricas" las cuales concluyen con la caída de Numancia en el 134. En esta época, la cultura indígena no sólo no se destruye, sino que se autoafirma como respuesta a la ocupación militar de Roma.
En el año 98 a.C. se levantan de nuevo los pueblos celtibéricos y en Roma se produce una guerra civil, tomando partido los pueblos indígenas de la Meseta por Sertorio, pero finalmente, este es derrotado por el bando "oficial" de Roma en 72 a.C. Ciudades como Clunia y Uxama se mantuvieron fieles a Sertorio hasta el fin de sus días. Estas guerras supusieron un punto de inflexión del dominio de Roma sobre la Meseta, ya que estos, los romanos, asediaron y destruyeron con gran barbarie las ciudades, sometiendo vilmente a los pueblos indígenas.
En el 56 a.C. vacceos y arévacos dan sus últimos coletazos nacionalistas, destacando la sublevación de Clunia. En el año 29 a.C. los vacceos se unen en su última batalla a los Cántabros y Astures dando lugar a las "Guerras Cántabras".

Roma tenía la necesidad de cerrar bajo su dominio toda la Península, sólo quedaban libres de su yugo los pueblos del Norte, Cántabros, Astures y Galaicos.

Es así como los romanos, centran todo su poder militar en el norte peninsular. Al principio, todos sus ataques eran repelidos por los rudos cántabros, los cuales, mediante "las guerras de guerrillas" combatían con gran destreza y maestría, conocedores además su abrupto territorio, el cual fue, junto con su gran amor a la libertad, sus máximos aliados en una lucha desigual.

Tales fueron los fracasos de las tropas romanas, que el mismísimo Augusto tuvo que venir en persona a Hispania para doblegar a estos pueblos indígenas. Montó dos campamentos, en Segisama y Astúrica y con siete legiones, atacó por tres frentes. Uno de los frentes cayó sobre los pueblos galaicos, otro sobre los astures, y finalmente, un tercer ataque sitió a los cántabros finalmente, en su última ciudad libre, Aracilum.
La fiereza de los cántabros, era temida por los soldados romanos. El gran error de los pueblos indígenas, fue su desunión y el no haber sido llevados a la guerra por un mismo cetro, aunque conocemos por los historiadores un líder de los cántabros, Corocota. Augusto llegó a poner precio por su cabeza, y Corocota, en un acto que resumía las cualidades de valor de estos pueblo, se presentó el mismo a los romanos pidiendo la recompensa que por el daban.
El geógrafo griego Estrabón, nos relata asombrosas historias de esta guerra: " ...la táctica y el número obtuvieron la victoria final, pero los vencidos dejaron pruebas impresionantes de su amor a la independencia. (...) las madres que matan a sus hijos para que no caigan en el poder del vencedor, el mozo que viendo a sus padres y hermanos prisioneros, los mata a instigación de su mismo padre, el guerrero que invitado a un convite, se arroja a las llamas, la mujer que se suicida después de acabar con sus compañeros de cautiverio, los que se envenenan con el tóxico de hierbas que llevan siempre consigo en previsión de la desgracia, y aquellos otros, más heroicos todavía, desde las cruces donde expían el castigo glorioso de haber defendido su patria, insultan a sus enemigos y cantan alegres canciones de guerra.

Los vacceos fueron en su momento, junto con las demás tribus celtiberas, los que llevaron el peso de las guerras de independencia, primero contra los púnicos y luego contra los romanos.

Creencias y mundo simbólico.

Según Marco Simón y Sopeña podríamos englobarlos en una religión céltica donde Lug o Dis Pater tenían un papel importante. Se les atribuye el culto a un dios (o diosa) lunar como a sus vecinos por el norte, como astures, cántabros, etc… Tal es su creencia que peleando en Pallantia contra Lépido detuvieron las hostilidades por un eclipse de luna.

La epigrafía nos proporciona teónimos referidos a culto a dioses locales, en la cerámica aparecen animales representados que pueden ser interpretados como cultos zoolátricos.

En mi caso tengo mis antepasados maternos de todas esas zonas de origen vacceo (Palencia, Burgos). La cuestión es si esos ancestros emigraron en algún momento después de esa ocupación o se mantuvieron ahí durante dos milenios y medio. Debido a que esas zonas fueron repobladas posteriormente a la reconquista cristiana, surge esa duda.


Fuentes:

  • Wikipedia.
  • http://www.pintiavaccea.es.
  • http://web.jet.es/vliz/prerro.htm
  • https://augustordelarua.wordpress.com/2015/08/25/los-vacceos-un-pueblo-perdido-en-las-brumas-de-la-historia/
  • https://astures.es/los-vacceos/

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