Elefante del ejército púnico.
Para la historia de España conocer a los cartagineses es muy importante pues durante mucho tiempo y al estar relativamente cerca geográficamente, fuimos protagonistas de varios acontecimientos relacionados con este pueblo. En primer lugar, comercialmente. Después fuimos el escenario donde se libró la lucha entre dos poderosos: Cartago y Roma. España tuvo mucho que ver y aunque en muchas ocasiones resistimos a ambos, finalmente claudicamos ante Roma, junto a los cartagineses.
Así que España que estaba dividida entre muchos pueblos, vio cómo primero los cartagineses intentaban sublevarlos y después vinieron a hacer guerra aquí, despedazando todo lo que encontraban y los hispanos lo único que podían hacer es o mantenerse neutrales o ir a favor de uno u otro.
Mucha de la historia de España está relacionada con este tiempo. Fueron tiempos decisivos para saber cuál iba a ser la genética de España, si romana o cartaginesa.
Quizás cuando se habla de Cartago lo primero que se nos viene a la mente es a Aníbal. Pues sí, este hombre que fue un dolor de muelas y de cabeza para los romanos, pudo haber conquistado hasta la misma Roma. Pero no estaba así escrito, así que Roma logró vencer a Aníbal y a los cartagineses, compilando un Imperio que iba desde el escenario español hasta la actual Alemania.
Tras la decadencia de Tiro, Cartago desarrolló un gran Estado, de carácter republicano con ciertas características monárquicas o de tiranía, que evolucionó a un sistema plenamente republicano. Los territorios controlados por Cartago la convirtieron en la capital de una próspera República, viéndose enriquecida por los recursos provenientes de todo el Mediterráneo occidental. Cartago fue durante mucho tiempo una ciudad más próspera y rica que Roma. Durante su mayor apogeo llegó a tener 400.000 habitantes, edificios de hasta seis y siete pisos de altura, un sistema de alcantarillado unificado y docenas de baños públicos.
Colonizaron Andalucía primero de forma pacífica y comercial en el siglo VI a.C. y de forma militar a finales del siglo III a.C.
El interés de los cartagineses por la península ibérica y Andalucía recibía en la riqueza de esta región.
Cartago necesitaba de sus materias primas y de los indígenas para que formasen parte de sus ejércitos. Los cartagineses conquistaron Tartesos, derrotaron a los griegos y se enfrentaron con los romanos en las guerras Púnicas.
En las laderas de la colina se encontraban las grandes residencias de la aristocracia cartaginesa. Se descubrieron restos de casas recubiertas por las cenizas del incendio de su destrucción, en el año 146 a. C. poseían características muy similares a las helenísticas, siendo un recinto con calles concéntricas. En el barrio Magón se observa una operación a gran escala de una remodelación urbanística del siglo III a. C., con el aprovechamiento del espacio que ocupaba la antigua puerta de la muralla, del siglo V, para construir viviendas de lujo. El barrio de Salambó era el centro político y económico de la ciudad, estaba unido al puerto comercial por tres avenidas descendentes, y en él se hallaba el foro principal y el ágora, donde se praticaba un intenso comercio. Probablemente, el Senado de Cartago se reunía para tomar decisiones en algún edificio de este barrio. Cerca del foro se alzaba el templo de Tofet, donde se han descubierto miles de estelas y de urnas que contenían esqueletos de niños calcinados, así como una capilla del siglo VIII a. C. Otros templos importantes eran aquellos dedicados a Melqart, a Shadrapa, Sakon o Sid. Era la parte de la ciudad más próxima al mar, donde se encontraban el puerto comercial y el militar. Estaba dotada con almacenes suficientes para albergar las mercancías comerciales y por casas de la clase baja. Dentro del área defendida por las murallas, al noroeste de la ciudad, se hallaba el amplio suburbio de Megara, ocupado por casas rurales, campos de cultivo y jardines.
Cartago, capital del Estado púnico
La ciudad de Cartago desarrolló un gran Estado bajo su poder,. En sus inicios, el territorio cartaginés comprendía sólo la ciudad y una pequeña área de unos 50 km². En el siglo VI a. C.los cartaginenses fueron ocupando un territorio entre 30.000 y 50.000 km², que constituyó la base del Estado Cartaginés. Partiendo de esta área, que se suele denominar metropolitana, se expandieron para crear entre los siglos V y III a. C. un imperio mercantil marítimo, aprovechando las factorías y ciudades existentes fundadas por los fenicios, o estableciendo otras nuevas, en Hispania, Sicilia, Cerdeña, Ibiza y en el norte de África, consolidando además su poder sobre Numidia y Mauritania. En su apogeo fue la primera potencia económica y militar en el Mediterráneo occidental. La República Cartaginesa se enfrentó a la República Romana por la hegemonía, siendo derrotada en el 146 a. C., lo que comportó la desaparición del estado cartaginés y la destrucción de la ciudad de Cartago.
Si bien el territorio controlado por Cartago fue amplio, con numerosos vasallos y asociados, la zona propiamente colonizada por Cartago nunca llegó a ser muy extensa. El estado se dividía entre ciudades aliadas o socias como Útica, los territorios autónomos y el imperio propiamente dicho de Cartago que, según ellos mismos, contaba con unas 300 ciudades en la época de la Primera Guerra Púnica. La zona más rica y poblada era la llamada zona metropolitana; ésta a su vez se dividía en 7 circunscripciones llamadas pagi. Más allá del territorio cercano a Cartago se encontraba la Gran Sirte, un rico territorio costero en Libia-Túnez.
Inicialmente fue gobernado por una oligarquía de ricas familias, en forma de monarquía en los siglos VI-IV a. C. coincidiendo con la caída de Tiro ante Babilonia en el año 580 a. C. Posiblemente por cierto vacío de poder, se consolidó un sistema de gobierno centrado en dos personas llamados sufetes. Caracterizado por la instauración de grandes familias encumbradas en el poder por mucho tiempo, debido a las cualidades de sus individuos y a sus grandes riquezas. El poder de los sufetes denominados reyes por algunos escritores griegos y latinos no era absoluto, solían ejercer de jueces y árbitros ya que existían otras instituciones como el Senado con el que debían compartir sus decisiones. Según algunos el Senado fue creado durante el siglo V a. C. Su función era asesorar a los sufetes en cuestiones de política y economía. Su organización nos es desconocida. Según Heeren, era muy numeroso y se dividía durante la etapa monárquica en la Asamblea (simkletos), y el Consejo privado la Gerusia, compuesto de los notables de la Asamblea. Según Theodor Mommsen, el gobierno había pertenecido primeramente al Consejo de los Ancianos o Senado, compuesto, como la Gerusía de Esparta, de dos reyes que el pueblo designaba en la asamblea y de veinticuatro gerusiastas probablemente nombrados por los propios reyes y con carácter anual. Se conoce la existencia de reyes que dirigieron a las tropas en las guerras de Sicilia durante los siglos VI y V a. C. pertenecientes a la dinastía de los Magónidas. En el 480 a. C., tras la muerte de Amílcar I, derrotado por los griegos en la Batalla de Hímera, las grandes familias perdieron gran parte de su poder en manos del Senado, creándose el Consejo de los Cien por un movimiento social que dio lugar a un mayor control de los sufetes.
República Cartaginesa
La república cartaginense era gobernada por varios órganos públicos pero reservados a la aristocracia, el más básico era la asamblea de ciudadanos (συγκλητος), constituida por varios cientos de individuos pertenecientes a las familias más acaudaladas e influyentes de la Cartago. La asamblea nombraba libremente a la mayor parte de los cargos de la ciudad, como el Consejo de Ancianos o Senado de los Cien (γερουσια), grupo de cien aristócratas formado de modo vitalicio, conocido desde el siglo IV a. C. Estaban encargados de funciones judiciales y de la supervisión de los funcionarios. Finalmente, la Asamblea de Ciudadanos se encargaba de la elección de los sufetes, de los sumos sacerdotes y de los generales. Los sufetes y los sumos sacerdotes eran miembros natos del Senado Cartaginense, llegando así a la cifra de 104 miembros. El senado también dirigía todos los procesos de la Asamblea, o las Pentarquías, grupos de cinco individuos que se ocupaban de los departamentos estatales y cubrían vacantes en el Senado. El Senado era el órgano más poderoso, compuesto en su totalidad por la más influyente aristocracia. Los sufetes eran dos magistrados elegidos anualmente entre las familias aristocráticas. Sus cometidos eran esencialmente civiles, la convocatoria del Consejo y de la Asamblea y funciones judiciales superiores.
La constitución cartaginesa, como todas aquellas cuya base es a la vez aristocrática y republicana, se inclina tan pronto del lado de la demagogia como del de la oligarquía. Aristóteles
El Consejo de los Cien es conocido desde el siglo IV a. C. Junto a este consejo existía una comisión permanente de 30 individuos. Era un sistema oligárquico, controlado por las elites urbanas, grandes propietarias de tierras o vinculadas al comercio. Las tensiones eran las propias de la competencia por el poder entre individuos o grupos aristocráticos, y se verían acrecentadas con la expansión desde el siglo VI a. C., y especialmente con la rivalidad con Roma. Los conflictos bélicos en concreto favorecieron la aparición de caudillos militares y familias concretas, capaces de actuar con cierta independencia. Las diversas opciones políticas y comerciales con que se enfrentó el Estado cartaginés a lo largo del siglo III a. C., como potenciar la expansión en África o buscar nuevos mercados, también provocaron divergencias entre las facciones de la oligarquía, terratenientes y comerciantes, disputas a las que probablemente se vieron arrastradas las clases inferiores urbanas de comerciantes y artesanos.
Una vez que Roma completó su dominio sobre toda la península itálica, emprendió la lucha contra Cartago para disputarle su influencia en el Mediterráneo occidental.
Los cartagineses comercializaban las telas, las piedras preciosas y los perfumes de Oriente; el trigo de Sicilia y del Norte de África; el estaño de Francia y el hierro y la plata de España.
El enfrentamiento se extendió desde el año 264 al 146 a.C. y se conoce en la historia con el nombre de guerras púnicas, debido a que los romanos llamaban poeni(fenicio) a los cartagineses.
Cartago era una colonia de Tiro, fundada por Dido hacia el año 880 a.C., quien había huido de su patria para escapar del gobierno despótico de su hermano Pigmalión. Al llegar a las costas de Africa pidió a los nativos que le concedieran una extensión de tierra que no fuera más grande que la que pudiera cubrir la piel de un buey, lo que fue aceptado. Entonces Dido hizo cortar el cuero en tiras largas y estrechas, con las cuales trazó el perímetro de un terreno mucho más amplio del que debiera haber recibido.
De inmediato levantó en aquel lugar una ciudad que rivalizó con Tiro y extendió su influencia a toda la costa africana del Mediterráneo. Luego los cartagineses ocuparon varias islas del Mediterráneo, inclusive parte de Sicilia, se establecieron en las costas de España, atravesaron el estrecho de Gibraltar y navegaron hasta las islas británicas y Francia hacia el Norte y hasta las islas Canarias hacia el Sur. De esta manera Cartago se convirtió en el centro de un verdadero emporio que monopolizó el comercio de Occidente.
En su organización política, Cartago constituía una república, como lo era Roma en esa época. El poder ejecutivo era ejercido por dos magistrados llamados sufetes, elegidos con carácter vitalicio. Su poder era vigilado por un Senado, cuyos integrantes pertenecían exclusivamente a la clase alta de la población, que estaba dividida en dos facciones, encabezadas respectivamente por dos familias, la de los Hannón y la de los Barca.
Por otra parte en la primera mitad del siglo III a. C. Roma se había, convertido en la primera potencia de la península Itálica, extendiendo su tutela a las ciudades griegas del sur y proyectando su sombra sobre Sicilia.
Primera guerra púnica: La antigua colonia fenicia de Cartago, era la mayor potencia marítima de la zona, con colonias en casi todas sus islas incluyendo el oeste de Sicilia. Pretendía dominar toda la isla para neutralizar a sus rivales comerciales y acaparar su importante producción de cereales. En estas circunstancias, una banda de mercenarios oscos, los mamertinos, se apoderó de la ciudad siciliana de Messina, que controlaba el paso hacia Italia. Amenazados por Hierón II de Siracusa, pidieron ayuda tanto a Roma como a Cartago (264 a. C.)
Ambas potencias acudieron a la llamada, pero llegaron primero los cartagineses, que establecieron la paz con Hierón. Esto no detuvo a los romanos, que expulsaron a los púnicos de Messina e invadieron el territorio de Siracusa, forzando a Hierón a aliarse con ellos en 263. La superioridad de su ejército les permitió apoderarse incluso de la base púnica de Agrigento, un año más tarde. Pero los cartagineses controlaban el mar, lo que decidió a los romanos a construir su primera flota de guerra, que al mando de Cayo Duilio derrotó a sus enemigos en Milas, en el año 260.
Esta ventaja les permitió expulsar a los cartagineses de Córcega y devastar Cerdeña (259), pero no apoderarse del oeste de Sicilia. Por ello, decidieron atacar directamente en Africa. Una gran flota romana venció a la cartaginesa en Ecnomo (256) y desembarcó cerca de Utica al ejército de Atilio Régulo, que se fortificó en Clypea. Las desorganizadas fuerzas cartaginesas, incapaces de resistir a los romanos en tierra, estaban dispuestas a capitular, pero las duras condiciones impuestas decidieron su resistencia. Jántipo, jefe de una partida de mercenarios espartanos, reorganizó el ejército cartaginés, que se apoyó en la caballería y los elefantes. Con estas fuerza derrotaron a Régulo (255), que tuvo que volver a Italia a bordo de una flota que acababa de destruir a la cartaginesa en el cabo Hermes.
Esta flota resultó arrasada por una tormenta, pero los romanos construyeron una nueva que consiguió tomar Panormo (254), aunque las sucesivas operaciones por tierra y mar no lograron conquistar Lilybaeum y Drepanum. En 249 un contraataque cartaginés rompió el cerco sobre estas ciudades y destruyó la flota romana, pero el agotamiento de sus fuerzas impidió la continuación del ataque en la isla, limitándose a defender las posesiones que mantenían en ella.
Un nuevo avance romano supuso la severa derrota naval de los púnicos en las islas Egatas (241); Roma consolidaba el dominio del mar. Cartago tuvo que firmar una paz por la que cedía Sicilia y las Lípari, además de pagar como indemnización la cantidad de 3.200 talentos.
Entreacto en Hispania.
Roma aprovechó la debilidad de Cartago, agravada por la sublevación de sus mercenarios (241-237), para apoderarse de Córcega y Cerdeña, a pesar del tratado de paz. En estas circunstancias, el caudillo cartaginés Amílcar Barca propuso la conquista de nuevos territorios en la península Ibérica, donde podría obtener los recursos materiales y humanos para restaurar el poder de Cartago. El senado de la ciudad le otorgó plenos poderes y, acompañado de su yerno Asdrúbal y de sus hijos Magón, Asdrúbal y Aníbal, se aplicó a la tarea de construir un imperio en Hispania (237-228). Tras su muerte, su yerno continuó su labor y fundó Cartago Nova (228) como capital de los nuevos territorios. Roma, inquieta por estos avances, impuso el Ebro cómo lImité norte de esta expansión (226).
Aníbal, que sucedió a su cuñado en 221, extendió el poder cartaginés al interior: La conquista de Sagunto (219), ciudad que mantenía relaciones con Roma, proporcionó a ésta el pretexto para exigir la entrega de Aníbal. Cartago se negó, lo que desencadenó una nueva guerra (218).
Segunda guerra púnica
Aníbal sabía que la única forma de derrotar a Roma era atacando la base de su poder en Italia, aparentemente protegida por su dominio del mar. El general cartaginés dejó a su hermano Asdrúbal en la península Ibérica, mientras él conducía un ejército compuesto de mercenarios africanos e hispanos, que cruzó los Pirineos, el Ródano y los Alpes en seis meses. Aunque sus fuerzas habían quedado reducidas a la mitad (20.000 infantes y 6.000 jinetes) tras la terrible marcha, consiguió adelantarse a la, reacción romana. Venció en Trebia (218) a un primer ejército mandado por los cónsules P. Cornelio Escipión y Tiberio Sempronio, tras lo cual muchos galos se unieron a las fuerzas cartaginesas.
Aníbal entró en, Etruria y aplastó de nuevo a las tropas romanas en Trasimeno (217), dejando indefensa a Roma. Pero no se atrevió a cercar la capital con sus escasas fuerzas, y se dirigió al sur’para tratar de conseguir aliados entre las ciudades recientemente sometidas por los romanos.
Mientras éstos habían enviado a Hispania un ejército al mando de Publio y Cneo Escipión, que desembarcó en Emporion (218) y logró cortar las comunicaciones de Aníbal con sus bases en la Península. En 215 los romanos cruzaron el Ebro, derrotaron a Asdrúbal y conquistaron Sagunto. El cartaginés tuvo que marchar a África para someter al rey númida Sífax, lo que aprovechó Publio Cornelio Escipión para avanzar hasta la Bética. Asdrúbal volvió a la Península, reforzado por los jinetes númidas de Masinisa, y logró vencer y dar muerte a los Escipiones en Cástulo e llorci (211), obligando a los romanos a replegarse al norte del Ebro. En otoño llegó a la Península Publio Cornelio Escipíón, hijo del cónsul del mismo nombre, que reorganizó las fuerzas romanas para evitar que Asdrúbal acudiera en ayuda de su hermano en Italia. Escipión consiguió tomar Cartago Nova (209) y derrotar a Asdrúbal en Bailén (208), pero éste reaccionó y marchó finalmente hacia Italia.
Aníbal se había trasladado a Apulia tras la victoria de Trasimeno, mientras entraba en negociaciones con Filipo V de Macedonia y Hierónimo de Siracusa para presentar un frente común contra Roma. El general Fabio Cunctator le seguía de cerca sin presentar batalla, hasta que fue obligado por el senado y el cónsul Varrón. Aníbal le aplastó en Cannas (216), lo que decidió a varias ciudades del sur a apoyarle. Trató entonces de conquistar Tarento, cuyo puerto necesitaba para restablecer sus comunicaciones con el exterior, pero la debilidad de sus fuerzas, divididas para proteger a sus nuevos aliados, se lo impidió. Para cuando lo consiguió (213), Roma habla logrado recomponer sus tropas gracias a un extraordinario esfuerzo de su población, había contenido a Filipo en Iliria y mantenía sitiada a Siracusa, defendida por los ingenios mecánicos del sabio Arquímedes y apoyada por una flota cartaginesa.
En 211 los romanos se apoderaron de Capua y Siracusa, acorralando a Aníbal en el extremo sur de la península Itálica. Asdrúbal, que por fin había llegado a Italia, fue derrotado y muerto en Metauro (207), al tiempo que Escipión vencía a los cartaaíneses en lupa y expulsaba a los púnicos de casi toda la península Ibérica.
Gádir, el último bastión, cayó en 206; el romano llevó entonces la guerra a Africa (204). Consiguió la alianza de Masinisa, venció al rebelde Sífax y a los cartagineses en Útica (203) y amenazó a la propia capital. Cartago llamó en su ayuda a Aníbal, que se puso al frente de lo que quedaba del ejército cartaginés. La victoria de Escipián en Zama (202), que le valió el apelativo honorífico de «el Africano», significó la completa derrota de Cartago, que tuvo que renunciar a Hispania y a las islas que conservaba, entregar sus elefantes y su flota de guerra y pagar 10.000 talentos. Además, se comprometió a no emprender nuevas campañas militares sin el consentimiento de Roma. En el año 195 el senado romano exigió la entrega de Aníbal, convertido en sufeta (magistrado supremo) de Cartago, pero éste huyó a Oriente. Constantemente perseguido por los romanos, acabó suicidándose en Bitinia (183).
Tercera guerra púnica: A pesar de las derrotas, Cartago logró recuperar su vitalidad comercial, despertando la envidia de los mercaderes latinos y la suspicacia de los gobernantes romanos, especialmente Catón el Censor, que hizo famosa la frase Delenda est Carthago (Cartago debe ser destruida). Cuando los cartagineses se enfrentaron a las constantes pro-vocaciones del rey númida Masinisa, apoyado por Roma, ésta les declaró nuevamente la guerra (149 a. C.). Cartago intentó negociar la paz, pero las duras condiciones impuestas por los romanos provocaron una resistencia desesperada, que se prolongó por espacio de dos años, hasta que Escipión Emiliano, nieto del Africano, tomó el mando de la expedición romana (147). El nuevo general logró estrechar el cerco sobre Cartago, que finalmente cayó en 146. El solar de la ciudad fue arrasado y maldito, con la ceremonia simbólica de cubrirlo de sal y la prohibición de volver a edificar sobre él. Los habitantes supervivientes fueron vendidos como esclavos y el territorio se convirtió en la provincia romana de Africa.
La Iberia cartaginesa
La familia cartaginesa descendiente de Amílcar Barca inició después de la Primera Guerra Púnica la sumisión efectiva de la península, que se extendió a buena parte de ella, sobre todo al Sur y al Levante. Una sumisión lograda mediante tributos, alianzas, matrimonios, o simplemente por la fuerza.
Según algunos historiadores, como el conocido arqueólogo Schulten, el establecimiento de los cartagineses en el sureste de España y la fundación de la ciudad de Qart Hadasht, la actual Cartagena, en 227 a. C. por Asdrúbal tuvo como objetivo principal el control de la riqueza generada por las minas de plata de Cartagena.
Con la plata de las minas de Cartagena pagaron ellos sus mercenarios, y, cuando por la toma de ésta en 209 a.C. Carthago perdió estos tesoros, Aníbal ya no fue capaz de resistir a los romanos, de manera que la toma de Cartagena decidió también la guerra de Aníbal.
SCHULTEN A. Fontes Hispaniae Antiquae.
El general Asdrúbal el Bello fundó la ciudad de Qart Hadasht -según algunos historiadores sobre una primitiva ciudad tartésica denominada Mastia. La ciudad fue amurallada y urbanizada, según Polibio, sobre el cerro del Molinete de la ciudad se construyó Asdrúbal su palacio. Cartagena se convirtió en base de las operaciones militares de los cartagineses en Iberia.
Por otra parte, además de los ingentes recursos minerales de Iberia, la península proporcionaría a Cartago un importante suministro de tropas tanto mercenarias como de leva con las que enfrentarse a Roma, y con las que reafirmar su dominio en el norte de África, lo que era considerado por los romanos motivo suficiente para invadir Hispania. Entre estas tropas, procedentes de las diversas tribus que habitaban la península, se destacaban sobre todo los ilergetes y los legendarios honderos baleares.
La cuestión de Sagunto
La segunda guerra entre Cartago y Roma se inició por la disputa sobre la hegemonía en Sagunto, ciudad costera helenizada y aliada de Roma. Tras fuertes tensiones dentro del gobierno de la ciudad, que concluyeron con el asesinato de los partidarios de Cartago, Aníbal puso sitio a Sagunto el año 218 a. C., y a pesar de que ésta pidió ayuda a Roma, no la recibió. Tras un prolongado asedio y una lucha muy cruenta en la que incluso Aníbal resultó herido, el ejército cartaginés se apoderó de la ciudad, aunque no sin antes haber sido ésta prácticamente destruida por la batalla y posteriormente por sus habitantes. Muchos de los saguntinos prefirieron suicidarse antes de ser sometidos a la sumisión y la esclavitud que les esperaba a manos de Cartago.
Después la guerra continuó con la expedición de Aníbal a Italia. Fue entonces cuando se produjo la entrada de Roma en la Península Ibérica. El motivo que impulsó la invasión fue sobre todo la imperiosa necesidad de cortar los suministros, que procedentes de Cartago e Hispania, contribuían a la expedición de Aníbal que tanto daño estaba provocando en la Península Itálica.
En el 206 a.C. los cartagineses son expulsados de la península y es entonces cuando comienza la verdadera conquista de Hispania. Los ilergetes aprovechan la ausencia de Escipión para levantar contra los romanos a los pueblos vecinos sedetanos, suessetanos y celtíberos. Después de la sofocación de esta revuelta, los romanos extienden su influencia hasta las regiones del valle medio del Ebro.
Cartago bajo el poder de Roma
Tras la destrucción de la ciudad fue prohibido habitar el lugar. Tras pasar 25 años hubo un intento de refundación de una ciudad, llamada Colonia Junonia, pero sólo duró 30 años y no prosperó, el lugar quedó habitado con pequeños asentamientos. El enclave tuvo que esperar hasta el año 46 a. C., en el que Julio César visitó el lugar durante el transcurso africano de la Segunda Guerra Civil de la República de Roma y decidió que allí debía construirse una ciudad por su excelente situación estratégica. Octavio, heredero de César, fundó la Colonia Julia Cartago en el 29 a. C. La ciudad creció y prosperó hasta convertirse en la capital de la provincia romana de África, desbancando a Útica. La provincia de África ocupaba el actual Túnez y la zona costera de Libia, y en el futuro daría nombre a todo el continente. Esta provincia se convirtió en una de las zonas productoras de cereales más importantes del imperio. Su gran puerto era vital para la exportación de trigo africano hacia Roma.
En su esplendor durante el dominio de Roma la ciudad llegó a tener una población de más de 400.000 habitantes, convirtiéndose en la segunda ciudad en importancia del Imperio. Entre sus grandes edificios destacaban el circo, el teatro, el anfiteatro, el acueducto y, sobre todo, caben destacar las Termas de Antonino, que eran las más importantes después de las de Roma, situadas en un lugar privilegiado junto al mar y de las cuales aún se conservan restos. Poseía una gran y compleja red de alcantarillado capaz de suministrar agua a toda la ciudad.
En el siglo III el cristianismo empezó a consolidarse notablemente en Cartago. La ciudad contaba con su propio obispado y se convirtió en un importante lugar para la cristiandad. Distintas figuras importantes de la Iglesia primitiva se relacionan con Cartago:San Cipriano, que fue su obispo en el 248, Tertuliano, escritor eclesiástico que nació, vivió y trabajó en la ciudad durante la segunda mitad del siglo II y los primeros años de la centuria siguiente; y San Agustín, quien fue obispo de la cercana Hipona durante los últimos años del siglo IV y comienzos del siglo siguiente. En los siglos IV y V, en plena decadencia imperial, durante las invasiones bárbaras sirvió de refugio para los que huían de éstas. En el año 425 la ciudad resistió varios ataques de los vándalos, pero finalmente sucumbió en el 439.
Aquí tenemos un resumen maravilloso y cronológico de la conquista de Hispania, ese trozo de pastel, por parte de las dos potencias mundiales de esa zona, a saber, Cartago y Roma. Voy a transcribirlo tal y como está y quizás en futuros artículos nos extendamos más, en especial sobre estos pueblo prerromanos y cómo se opusieron a su conquista militar.
La invasión romana
Roma envió a Hispania tropas al mando de Cneo y Publio Cornelio Escipión. Cneo Escipión fue el primero que llegó a Hispania, mientras su hermano Publio se desviaba hacia Massalia con el fin de recabar apoyos y tratar de cortar el avance cartaginés. Emporion o Ampurias fue el punto de partida de Roma en la península. Su primera misión fue buscar aliados entre los iberos. Consiguió firmar algunos tratados de alianza con jefes tribales íberos de la zona costera, pero probablemente no logró atraer a su causa a la mayoría. Así por ejemplo sabemos que la tribu de los Ilergetes, una de las más importantes al Norte del Ebro, era aliada de los cartagineses. Cneo Escipión sometió mediante tratado o por la fuerza la zona costera al Norte del Ebro, incluyendo la ciudad de Tarraco, donde estableció su residencia.
La guerra entre Cartago y Roma
El primer combate importante entre cartagineses y romanos tuvo lugar en Cissa (218 a. C.) probablemente cerca de Tarraco, aunque se ha pretendido identificarla con Guissona en la actual provincia de Lérida. Los cartagineses, al mando de Hannon Barca, fueron derrotados por las fuerzas romanas al mando del propio Cneo Escipión. El caudillo de los Ilergetes,Indíbil, que combatía en el bando cartaginés, fue capturado. Pero cuando la victoria de Cneo era un hecho, acudió Asdrúbal Barca con refuerzos y dispersó a los romanos, sin derrotarlos. Las fuerzas cartaginesas regresaron a su capital Qart Hadasht (Cartagena), y los Romanos a su base principal, la ciudad de Tarraco.
En 217 a. C. la flota de Cneo Escipión venció a la de Asdrúbal Barca en el río Ebro. Poco después llegaron refuerzos procedentes de Italia, al mando de Publio Escipión, y los romanos pudieron avanzar hasta Sagunto.
A Cneo y Publio Escipión hay que atribuir la fortificación de Tarraco y el establecimiento de un puerto militar. La muralla de la ciudad se construyó probablemente sobre la anterior muralla ciclópea; se aprecian en ella marcas de picapedrero ibéricas, ya que para su construcción debió emplearse la mano de obra local.
En 216 a. C. Cneo y Publio Escipión combatieron contra los íberos, probablemente de tribus del sur del Ebro. Los ataques de estos íberos fueron rechazados.
En 215 a. C. los cartagineses recibieron refuerzos al mando de Himilcón Fameas, y se dio un nuevo combate en sur del río Ebro, cerca de la actual Amposta o de San Carlos de la Rápita, en la llamada batalla de Ibera. La rebelión de Sifax, aliado de Roma, en Numidia (Argel y Orán), obligó a Asdrúbal a volver a África con sus mejores tropas (214 a. C.) dejando el campo libre en Hispania a los romanos. Asdrúbal Barca, ya en África, obtuvo el apoyo del otro rey númida, Gala, señor de la región de Constantina, y con ayuda de este (y del hijo de Gala, Masinisa), derroto a Sifax.
En 211 a. C. Asdrúbal Barca regreso a la península. Le acompañaba Masinisa con sus guerreros númidas.
Quizás entre el 214 y el 211 a. C., Cneo y Publio Escipión remontaron el Ebro. Sabemos seguro que el 211 a. C., los Escipiones contaban en su ejército con un fuerte contingente de mercenarios celtíberos, compuesto de varios millares de combatientes. Los celtíberos actuaban frecuentemente como soldados de fortuna.
Las fuerzas cartaginesas se estructuraron en tres ejércitos, comandados respectivamente por los hermanos Barca Asdrúbal y Magón, y por otro Asdrúbal (hijo éste último del comandante cartaginés Aníbal Giscón, muerto en la Primera Guerra Púnica). Por su parte, los romanos se organizaron en otros tres grupos, comandados por Cneo y Publio Escipión y por Tito Fonteyo.
Asdrúbal Giscón y Magón Barca, apoyados por el númida Masinisa, vencieron a Publio Escipión, que resulto muerto. Cneo Escipión hubo de retirarse al desertar los mercenarios celtíberos, a los que Asdrúbal Barca ofreció una suma mayor que la pagada por Roma. Cneo murió durante la retirada, y los cartagineses estaban a punto de pasar el río Ebro cuando un oficial llamado Cayo Lucio Marcio Séptimo, elegido como general por las tropas, les rechazó. El escenario de estos combates es incierto, pero sabemos que Indíbil combatía de nuevo con los cartagineses. El combate tuvo lugar en 211 a. C.
En 210 a. C. una expedición al mando de Cayo Claudio Nerón logró capturar a Asdrúbal Bara, pero este traicionó su palabra y huyó deshonrosamente.
El Senado romano decidió enviar un nuevo ejército al Ebro, para evitar el paso del ejército cartaginés hacia Italia. El mando de este ejército fue confiado a Publio Escipión, hijo del general de igual nombre, muerto en combate en 211 a. C.
Publio Escipión (hijo) llegó a Hispania acompañado del procónsul Marco Silano (que debía suceder a Claudio Nerón) y del consejero Cayo Lelio, jefe de la escuadra.
A su llegada los tres ejércitos cartagineses se hallaban situados así: el ejército de Asdrúbal Barca tenía sus posiciones en la zona del nacimiento del Tajo; el ejército de Asdrúbal hijo de Giscón se situaba en Lusitania, cerca de la actual Lisboa; y el ejército de Magón quedaba ubicado en la zona del estrecho de Gibraltar.
Publio Escipión, en un golpe audaz, dejó desguarnecido el Ebro, y atacó Cartago Nova por tierra y mar. La capital púnica peninsular, dotada de una guarnición insuficiente al mando de un comandante llamado también Magón (comandante de Cartago Nova), hubo de ceder, y la ciudad quedó ocupada por los romanos. Publio Escipión regresó a Tarraco antes de que Asdrúbal pudiera traspasar las desguarnecidas líneas del Ebro.
Tras esta audaz operación una buena parte de la Hispania Ulterior se sometió a Roma. Publio Escipión supo atraerse a varios caudillos íberos, hasta entonces aliados de los cartagineses, como Edecón (enemistado con Cartago desde que su mujer y sus hijos fueron tomados como rehenes), Indíbil (por la misma causa), y Mandonio (afrentado por Asdrúbal Barca).
En el invierno de 209 a 208 a. C., Publio Escipión avanzó hacia el Sur, y chocó con el ejército de Asdrúbal Barca (que a su vez avanzaba hacia el Norte) cerca de Santo Tomé, en la aldea de Baecula, donde tuvo lugar la batalla de Baecula. Publio Escipión se atribuyó la victoria (lo cual es dudoso), pero, si tal fue el caso, no logró impedir que Asdrúbal Barca siguiera el avance hacia el Norte con la mayor parte de sus tropas. En su avance hacia el Norte Asdrúbal llegó a los pasos occidentales pirenaicos.
Así pues, se sabe que Asdrúbal cruzó los pirineos a través del país de los vascones. Probablemente trataría de concertar una alianza con éstos, aunque en cualquier caso, los vascones carecían de medios para oponerse al avance cartaginés. Asdrúbal acampó en el Sur de las Galias, y después paso a Italia (209 a. C.).
En 208 a. C. Magón Barca se retiró con sus fuerzas a las islas Baleares, y Asdrúbal Giscón se mantuvo en Lusitania.
En 207 a. C., reorganizados los cartagineses y con refuerzos procedentes de África al mando de Hannón, pudieron recobrar la mayor parte del Sur de la península. Tras someter Hannon esta zona, regresó Magón con sus fuerzas, y se trasladó a la zona Asdrúbal Giscón. Pero poco después las fuerzas de Hannon y de Magón fueron derrotadas por el ejército romano mandado por Marco Silano. Hannon fue capturado, y Asdrúbal Giscón y Magón hubieron de fortificarse en las principales plazas fuertes.
Asdrúbal Giscón y Magón Barca recibieron nuevos refuerzos desde África (206 a. C.), y por su parte reclutaron un contingente de indígenas, y presentaron batalla a los romanos en Ilipa(la actual Alcalá del Río, en la provincia de Sevilla), pero en esta ocasión Publio Escipión hijo obtuvo una clara victoria. Magón y Asdrúbal Giscón se refugiaron en Gades, y Publio Escipión quedo dueño de todo el sur peninsular, y pudo cruzar a África donde se entrevistó con el rey númida Sifax, que antes le había visitado en Hispania.
Una enfermedad de Publio Escipión fue aprovechada por una unidad del ejército para amotinarse en demanda de sueldos atrasados, y esto, a su vez, fue aprovechado por los Ilergetes y otras tribus ibéricas para rebelarse, al mando de los caudillos Indíbil (de los Ilergetes) y Mandonio (de los Ausetanos), rebelión dirigida esencialmente contra los procónsules L. Léntulo y L. Manlio. Publio Escipión apaciguó el motín y puso un final sangriento a la revuelta de los iberos. Mandonio fue preso y ejecutado (205 a. C.); Indíbil logró escapar.
Magón y Asdrúbal Giscón abandonaron Gades con todos sus barcos y sus tropas para acudir a Italia en apoyo de Aníbal, y tras la salida de estas fuerzas, Roma quedó dueña de todo el Sur de Hispania. Roma dominaba ahora desde los Pirineos al Algarve, siguiendo la costa. El dominio romano alcanzaba hasta Huesca, y desde allí hacia el Sur hasta el Ebro y por el Este hasta el mar.
Las guerras de conquista
Desde 197 a. C. la parte de la Península Ibérica sometida a Roma quedó dividida en dos provincias: la Citerior, al Norte (la futura Tarraconense, con Tarraco por capital), y la Ulterior (al Sur), con capital en Córdoba. El gobierno de estas dos provincias correspondería a dos procónsules (llamados también pretores o propretores) bianuales (lo que a menudo resultará incumplido).
Ya el mismo 197 a. C. la provincia Citerior fue escenario de la rebelión de los pueblos íberos e ilergetes, que el procónsul Quinto Minucio tuvo dificultades para controlar. La provincia Ulterior, tras la rebelión de los turdetanos, escapó del control de Roma, muriendo su gobernador. Roma hubo de enviar en 195 a. C. al cónsul Marco Catón, quien cuando llegó a Hispania encontró toda la provincia Citerior en rebeldía, con las fuerzas romanas controlando sólo algunas ciudades fortificadas. Catón venció a los rebeldes en el verano de este mismo año y recobró la provincia pero no logró atraerse a sus naturales, ni a los celtíberos que actuaban como mercenarios pagados por los turdetanos y cuyos servicios necesitaba. Tras una demostración de fuerza, pasando con las legiones romanas por el territorio celtíbero, les convenció para que volvieran a sus tierras. La sumisión de los indígenas era aparente, y cuando corrió el rumor de la salida de Catón hacia Italia, la rebelión se reanudó. Catón actuó con decisión, venció a los sublevados y vendió a los cautivos como esclavos. Todos los indígenas de la provincia fueron desarmados. Catón regresó a Roma con un triunfo otorgado por el Senado y un enorme botín de guerra consistente en más de once mil kilos de plata, más de 600 kg de oro, 123.000 denarios y 540.000 monedas de plata, todo ello arrebatado a los pueblos hispánicos en sus acciones militares. Tal como había prometido a Roma antes de su campaña, «la guerra se alimentará de sí misma».
Otro procónsul de Hispania, Marco Fulvio Nobilior, combatió posteriormente otras rebeliones.
Se acometió después la conquista de Lusitania, con dos destacadas victorias: en 189 a. C. la obtenida por el procónsul Lucio Emilio Paulo, y en 185 a. C. la obtenida por el pretor o procónsul Cayo Calpurnio (esta última más que dudosa).
La conquista de la zona central, la región llamada Celtiberia, se acometió en 181 a. C. por Quinto Fabio Flacco. Éste venció a los celtíberos y sometió algunos territorios. Pero la empresa fue obra principalmente de Tiberio Sempronio Graco (179 a 178 a. C.) que conquistó treinta ciudades y aldeas, algunas mediante pactos y otras valiéndose de la rivalidad de los celtíberos con los vascones situados más al Norte, con los cuales probablemente concertó las alianzas necesarias para facilitar la dominación romana en la región de Celtiberia.
Quizás en esta época algunas de las aldeas o ciudades vasconas ya habían sido sometidas (o lo fueron posteriormente) pero una parte importante de los vascones debió acceder al dominio romano voluntariamente, por alianza. Tiberio Sempronio Graco fundó sobre la ciudad ya existente de Ilurcís la nueva ciudad de Graccuris o Gracurris o Graecuris (probablemente la actual Alfaro, en La Rioja, o la ciudad de Corella en Navarra), de estructura romana, donde parece ser que fueron asentados grupos celtíberos organizados en bandas errantes. Esta fundación se situaría en 179 a. C. si bien la referencia escrita es posterior. Se cree que la fundación de esta ciudad tenía como finalidad la civilización de la zona celtibérica y la difusión de la cultura romana.
Graccuris debía encontrarse en la zona que durante los siguientes años se disputaran celtíberos y vascones, zona que coincide en líneas esenciales con el Valle del Ebro. Probablemente a Tiberio Sempronio Graco hay que atribuir la mayoría de los tratados concertados con los vascones y los celtíberos. En general los pactos establecían para las ciudades o aldeas un tributo pagadero en plata o productos naturales. Cada ciudad o aldea debía aportar un contingente prefijado para el ejército. Solo algunas ciudades conservaron el derecho a emitir moneda.
Pero los habitantes de las ciudades sometidas por la fuerza no eran casi nunca súbditos tributarios: Cuando ofrecían resistencia y eran derrotados eran vendidos como esclavos. Cuando se sometían antes de su derrota total, eran incluidos como ciudadanos de su ciudad pero sin derecho de ciudadanía romana.
Cuando las ciudades se sometían libremente, los habitantes tenían la condición de ciudadanos, y la ciudad conservaba su autonomía municipal y a veces la exención de impuestos. Los procónsules (llamados también pretores o propretores), es decir los gobernadores provinciales, tomaron la costumbre de enriquecerse a costa de su gobierno. Los regalos forzados y los abusos eran norma general. En sus viajes el pretor o procónsul, y otros funcionarios, se hacían hospedar gratuitamente; a veces se hacían requisas. Los pretores imponían suministros de granos a precios bajos, para sus necesidades y las de los funcionarios y familiares, y a veces también para los soldados. Las quejas eran tan fuertes que el Senado romano, tras oír una embajada de provinciales hispanos, emitió en 171 a. C. unas leyes de control: Los tributos no podrían recaudarse mediante requisas militares; los pagos en cereales eran admisibles pero los pretores no podrían recoger más de un quinto de la cosecha; se prohibía al pretor fijar por sí solo el valor en tasa de los granos; se limitaban las peticiones para sufragar las fiestas populares de Roma; y se mantenía la aportación de contingentes para el ejército. No obstante, como el enjuiciamiento de los procónsules que habían cometido abusos correspondía al Senado a través del Pretor de la Ciudad, rara vez algún procónsul fue juzgado.
Viriato y la rebelión de Lusitania
Probablemente fuera Lusitania la zona de la Península que más tiempo resistió el empuje invasor de Roma. Ya desde el año 155 a. C., el caudillo lusitano «Púnico» efectuó importantes incursiones en la parte de Lusitania dominada por los romanos, terminando con la paz de más de veinte años lograda por el anterior pretor Tiberio Sempronio Graco. Púnico que obtuvo una importante victoria frente a los pretores Manilio y Calpurnio, causándoles alrededor de 6.000 muertos.
Tras la muerte de Púnico, Caisaros tomó el relevo de la lucha contra Roma, venciendo de nuevo a las tropas romanas el año 153 a. C., y arrebatando a éstas sus estandartes, los cuales fueron triunfalmente mostrados al resto de los pueblos ibéricos como muestra de la vulnerabilidad de Roma. Por entonces, también los vetones y los celtíberos se habían unido a la resistencia, dejando la situación de Roma en Hispania en un estado de suma precariedad. Lusitanos, vetones y celtíberos saqueaban las costas mediterráneas, aunque en lugar de asegurar su posición en la Península, se desplazaron hacia el norte de África. Es en este año cuando llegan a Hispania los dos nuevos cónsules, Quinto Fulvio Nobilior y Lucio Mummio. La urgencia por restituir el dominio sobre Hispania hizo que los dos cónsules entraran en su cargo con dos meses y medio de anticipación. Los lusitanos desplazados a África fueron derrotados en Okile (actualmente Arcila, en Marruecos) por Mummio, que les forzó a aceptar un tratado de paz. Por su parte, el cónsul Serbio Sulpicio Galba había sometido a los lusitanos en la Península, muchos de los cuales fueron asesinados.
Nobilior fue sustituido al año siguiente (152 a. C.) por Marco Claudio Marcelo que ya había sido procónsul el 168 a. C. Éste fue a su vez sucedido el año 150 a. C. por Lucio Luculo, que se distinguió por su crueldad y su infamia.
El 147 a. C., un nuevo líder lusitano llamado Viriato vuelve a rebelarse contra el poder de Roma. Huido de las matanzas de Serbio Sulpicio Galba tres años antes, y reuniendo a las tribus lusitanas de nuevo, Viriato inició una guerra de guerrillas que desgastaba al enemigo, aunque sin presentarle batalla en campo abierto. Condujo numerosas incursiones y llegó incluso a las costas murcianas. Sus numerosas victorias y la humillación a la que sometió a los romanos le valieron la permanencia durante siglos en la memoria hispánica como el referente heroico de la resistencia sin tregua. Viriato fue asesinado sobre el año 139 a. C. por sus propios lugartenientes, muy probablemente sobornados por Roma. Con la muerte de Viriato desaparece también la última resistencia organizada de los lusitanos, y Roma continuaría adentrándose en la Lusitania, de lo que es buen testimonio el Bronce de Alcántara, datado en 104 a. C.
La guerra contra los pueblos celtíberos
Entre el 135 y el 132 a. C., el cónsul Decimo Junio Bruto realizó una expedición hasta la Gallaecia (Norte de Portugal y Galicia). Casi simultáneamente(133 a. C.) fue destruida la ciudad celtíbera de Numancia, último bastión de los celtíberos. Éste sería el punto culminante de la guerra entre celtíberos y romanos, entre el 143 y el 133 a. C.; la ciudad celtíbera acabó siendo tomada por Publio Cornelio Escipión Emiliano, cuando ya el hambre hacía imposible la resistencia. Los jefes celtíberos se suicidaron con sus familias y el resto de la población fue vendida como esclavos. La ciudad fue arrasada.
Durante más de un siglo los vascones y celtíberos se disputaron las ricas tierras del Valle del Ebro. Probablemente la celtíbera Calagurris, hoy Calahorra, llevó el peso de la lucha, auxiliada por alianzas tribales; por parte vascona debía existir algún asentamiento medianamente importante situado al otro lado del Ebro, más o menos frente a Calagurris, que obtenía también el apoyo de los vascones de otros puntos. Seguramente los celtíberos llevaron la mejor parte en la lucha, y destruyeron la ciudad vascona, ocupando tierras al otro lado del Ebro.
Pero los llamados «celtíberos» eran enemigos de Roma, y los vascones eran (estratégicamente es lo más razonable) sus aliados. Cuando fue destruida Calagurris por los romanos, fue repoblada con vascones, probablemente procedentes de la ciudad vascona del otro lado del río, destruida tiempo antes por los celtíberos (que habrían ocupado sus tierras al Norte del Ebro), y por vascones de otros lugares.
Cuando el 123 a. C. los romanos ocuparon las islas Baleares, se establecieron en ellas tres mil hispanos que hablaban latín, lo que da idea de la penetración cultural romana en la Península en apenas un siglo.
Las guerras civiles
Hispania no fue ajena a las disputas políticas y militares de los últimos años de la República Romana, cuando Quinto Sertorio se enfrentó al partido de los aristócratas encabezado por Sila en 83 a. C. Al perder en Italia, Quinto se refugió en Hispania, continuando la guerra contra el gobierno de Roma y estableciendo todo un sistema de gobierno con capital en Huesca (Osca). Finalmente, fue Pompeyo quien, tras varios intentos de incursión en Hispania, terminó con Quinto Sertorio utilizando más la intriga política que la fuerza militar. Posteriormente sería el apoyo peninsular a Pompeyo el causante de una nueva guerra en Hispania entre seguidores de éste y los de Julio César. Esta guerra finalizó en 49 a. C. con la victoria de Julio César.
Julio César y la guerra contra Pompeyo
Julio César invade Hispania como parte de su guerra contra Pompeyo por el poder en Roma. Para entonces, Pompeyo se había refugiado en Grecia, y lo que César pretendía era eliminar el apoyo a Pompeyo en occidente y aislarle del resto del imperio. Sus fuerzas se enfrentan a las pompeyanas en la batalla de Ilerda (Lérida), obteniendo una victoria que le abriría las puertas a la Península. Finalmente, las fuerzas de Pompeyo serían derrotadas en Munda en 45 a. C. Un año más tarde, Julio César sería asesinado a las puertas del Senado de Roma, y su sobrino-nieto Cayo Julio César Octaviano, tras una breve lucha por el poder contra Marco Antonio, fue nombrado cónsul para, posteriormente, ir acumulando poderes que finalmente conducirían a la agonizante república romana hasta el imperio.
Las Guerras Astur-Cántabras
Durante el gobierno de César Augusto, Roma se vio obligada a mantener una cruenta lucha contra las tribus astures y cántabras, unos pueblos de guerreros que presentaron una feroz resistencia a la ocupación romana. El propio emperador hubo de trasladarse a Segisama, actual Sasamón, (Burgos), para dirigir en persona la campaña. Roma adoptó con estos pueblos una cruel política de exterminio que supuso la práctica extinción de esta cultura prerromana. Con el final de esta guerra terminarán los largos años de luchas civiles y guerras de conquista en los territorios de la Península Ibérica, inaugurando una larga época de estabilidad política y económica en Hispania.
Fuentes:
- Wikipedia.
- http://www.portalplanetasedna.com.ar/punicas.htm
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