EL TRILLERO
El trillo es un instrumento de madera, provisto de piedras afiladas y de sierras metálicas, que al ser arrastrado sobre la mies en la era, parte las pajas y las separa de los granos. Su antigüedad no parece muy lejana, pero su utilidad ha sido manifiesta.
En Villegas no había trillero, entendido como la persona que hace los trillos.
La hechura de un trillo tenía dos momentos delicados: cuando se hacían los agujeros en los que se incrustaban las piedras y cuando éstas se colocaban. Una vez casadas las tablas se marcaban las hileras con rayas y con un escoplo y un mazo de madera se escopleaba, es decir, se hacían los agujeros ni tan pequeños que las piedras no pudieran encajar ni tan grandes que se desprendieran. Las piedras debían ser de pedernal; los trilleros solían cortarlas con piquetas de acero, dejando siempre un borde afilado para que pudiera cortar la mies. El golpe debía ser certero y fuerte; podemos calcular el esfuerzo continuado si recordamos que en un trillo, por término medio, se incrustaban unas 3.000 piedras.
Las tablas se ensamblaban en una prensa y luego se aplicaban los cabezales, tableros transversales que, por lo menos, eran tres, sujetos con clavos de hierro de cabeza ancha. En el cabezal se colocaba un gancho en el que se agarraba la cadena que unía el trillo al yugo del ganado. En el cabezal trasero se aplicaban otros ganchos a los que se sujetaban las tornaderas metálicas, cuya misión era levantar la mies cuando en la última fase de la trilla había quedado apelmazada. Las juntas superiores se cubrían con listones. En la parte inferior se solían incluir sierras metálicas que ayudaban a las piedras en la trituración de la paja.
Hacia los años 1940 un trillo valía entre 150 y 200 pesetas. En los últimos tiempos, ante la invasión de las cosechadoras, un trillo valía 15 veces más.
Pero en la vida del trillero había otra fase interesante. Llegaba a los pueblos en mayo o junio y pregonaba su llegada de reparador de trillos, sobre todo de sus piedras perdidas por una u otra razón. Su equipaje era: un saco de piedras de pedernal, un mazo y un escoplo. El trillero reconocía el trillo viejo y desdentado y ajustaba su reparación con el labrador. Si éste aceptaba, aquél ponía de inmediato manos a la obra, llegando a cambiar incluso alguna de las tablas.
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